FEBRERO 2003

 

 

 

 

 

 

 

 


                                   Historias de “shenzheneses”

Por nuestra reportera LI YE

Anzi, una linda trabajadora foránea

Anzi contando su historia

“Anzi, ¿con qué soñabas cuando a los 17 años saliste de tu pueblo natal para ir a Shenzhen?”

Iluminada por las luces del escenario del club, conmovida por la pregunta de nuestra reportera y con las lágrimas asomándosele a los ojos, Anzi comenzó a contar su historia.

Cuando llegó a Shenzhen, Anzi era una chica de 17 años recién graduada de la escuela secundaria. Su trabajo en la cadena de producción de una fábrica parecida a la de la película  Tiempos modernos  de Charles Chaplin le hacía sufrir mucho. Cuando medio año después regresó a su pueblo natal sin un centavo, la joven solamente quería plegar sus alas y quedarse en casa acompañando a sus padres. Sin embargo, la visión de sus padres trabajando duramente en el restaurante familiar para ganar un poco de dinero le destrozaba el corazón y la impulsó a salir de nuevo. Al despedirse, su padre le dio dinero y le dijo: “No te preocupes, hija. Este dinero es para pagar tus estudios”. Sin decir nada, Anzi volvió la cabeza y lloró.

Al constatar las diferencias entre los altos y animados edificios de la ciudad y su rústico hogar, Anzi comprendió que los conocimientos podían ayudarla a lograr su objetivo. Fue entonces cuando decidió cambiar su destino mediante la formación.

Empezando con los libros de la escuela secundaria, Anzi se esforzó tanto por aprender que aprobó los exámenes para los estudiantes que se presentaban por libre y obtuvo el diploma universitario de enseñanza superior abreviada. Anzi dijo al respecto: “De lo que he invertido en mí misma durante estos siete años de trabajadora foránea he obtenido mayores dividendos que de cualquier tipo de acción bursátil”.

En 1991, un periódico local publicó por entregas  Posada de mi juventud - fiel retrato de una trabajadora foránea , obra de Anzi inspirada en sus diarios. El éxito fue tan inmediato como imprevisto y empezaron a lloverle las cartas de los lectores. La televisión y la radio de Shenzhen la invitaron a presentar el programa “El cielo estrellado de Anzi”, y varios periódicos y revistas abrieron el “Buzón de Anzi”. En la década de 1990, Anzi brillaba tanto como su “cielo estrellado”.

“Las vidas unidas son más creativas”

La Aldea Cultural de las Minorías Nacionales, punto de encuentro de las distintas etnias

Este lema, escrito sobre una pancarta colgada en el salón de conferencias del  “Centro Anzi para la Formación y el Éxito”, es difícil de pronunciar. No obstante, su sentido es fácil de comprender: varias decenas de jóvenes cogidos de manos y hombros se animan unos a otros al son de una música de ritmo trepidante.

Hoy día Anzi tiene casa propia, conduce su propio coche, dirige su propia compañía y está felizmente casada. Su hija suele decirle por teléfono: “Mamá, estoy cansada de hacer deberes; pero debo insistir, como haces tú”.

La mayoría de los dos millones de trabajadores foráneos de Shenzhen llegan a esta ciudad persiguiendo sus propios objetivos. A pesar de ser personas muy dinámicas y emprendedoras, en ocasiones la vida también se les hace insufrible y necesitan el consuelo de la sociedad. Con su amor y diligencia, Anzi, antes una débil trabajadora foránea, está ayudando a estos trabajadores.

Yan Zheng, un joven de la montaña de Awa

Si preguntásemos a la gente que está esperando el autobús cuál es su lugar de procedencia, probablemente oiríamos los nombres de numerosos lugares del país. Sin embargo, nadie adivinaría que el joven Yan Zheng vino de la montaña de Awa, que se alza junto al río Canglang (provincia de Yunnan).

Ataviado con el traje nacional, este fornido muchacho sube por una escalera tocando un tambor de madera con sus fuertes palmas. Sobre su cabeza hay una higuera de densa copa y pequeños frutos; frente a la habitación de bambú, hay un largo tambor de madera fabricado con trozos de árbol. En el otro extremo del banco está sentada una chica de piel, cabello y ojos negros y brillantes, ataviada también con el traje nacional.

“Me llamo Yan Zheng; bienvenido a nuestra casa de la nacionalidad  wa ”. Su marcado acento popular, que parece salido de una película, hace reír al público. 

La gente recuerda a la nacionalidad  wa  sobre todo porque en la década de 1970 se popularizaron la animada canción “Los waneses entonan nuevos cantos”, su bravo baile de caza y la danza de menear la cabellera.

La nacionalidad  wa  es una de las minorías nacionales chinas. La mayor parte de sus 350.000 miembros viven en el suroeste de la provincia de Yunnan, región donde en lugar de invierno y verano hay una estación seca y una estación lluviosa. Yan Zheng y sus compañeros son waneses típicos, con cuencas hundidas y bocas salientes. La robusta constitución tanto de los hombres como de las mujeres es reflejo de una primitiva belleza y un rico sabor de la vida.

Yan Zheng, muy hablador, dijo: “A 80 kilómetros del distrito, en la montaña, tenemos una casa fortificada. Ir hasta allí en automóvil es toda una aventura, ya que el camino discurre por entre grandes precipicios. Seguimos la antigua costumbre de anteponer la palabra 'yan' al nombre del primer hijo de la familia. Yan Zheng añadió: “ Mis dos hermanos menores, que también abandonaron el pueblo natal, actúan en 'Ventanas del Mundo' de la etnia  wa   de la Aldea Cultural de las Minorías Nacionales".

Preguntado sobre qué es lo que más le gusta de Shenzhen, Yan Zheng respondió con un gesto melancólico: “Aquí todo es increíblemente moderno. Tanto el metro como la ciudad de los chinos de ultramar son cosas que no podíamos imaginar ni siquiera en sueños.” Al llegar a Shenzhen, Yan Zheng y sus compañeros, acostumbrados a caminar sin zapatos, andaban descalzos por las calles. Con el paso de tiempo, han ido cambiando sus costumbres. El año pasado, Yan Zheng encabezó una delegación de canciones y danzas de la nacionalidad  wa  que visitó Japón y Singapur, países en los que sus funciones fueron muy bien acogidas. Yan Zheng toma una baqueta de madera y comienza a tocar el tambor y a entonar una canción que refleja la pureza de su amor por su pueblo natal.

Al tocar el tambor, Yan Zheng sigue el ritmo con su cuerpo. Tan absorto está en su música  que nos recuerda a los afroamericanos que tocan jazz por la calle. Yan Zheng, apasionado de la música africana, sueña con ir algún día a África para conocer nuevos ritmos.

Al hablar del futuro, Yan Zheng, uno de los “diez jóvenes destacados de Shenzhen”, dijo: “Cuando hace cuatro años dejé mi casa, el pueblo salió a despedirme. Aunque sigo siendo un trabajador foráneo con ingresos modestos, quiero ayudar a mi pueblo a prosperar”.

Al llegar la noche, la Aldea Cultural de las Minorías Nacionales está muy tranquila. Pero en el campo de entrenamiento al aire libre, los jóvenes siguen con sus representaciones. De día son actores y por la noche son espectadores que observan atentamente la actuación de sus compañeros.

Los extranjeros de Shenzhen se desviven por el carnet verde

Un joven indio llamado Anjie, experto en preparar las típicas tortas indias, llegó a China hace ocho años junto con sus amigos. Anjie prepara tortas indias en un restaurante situado en la última planta de unos grandes almacenes de  Shenzhen. Son muchos los shenzheneses que acuden a diario a este restaurante para degustar su especialidad: las tortas indias. Aunque está siempre muy ocupado, Anjie siente que su vida se ha enriquecido. Durante su permanencia en Shenzhen, Anjie ha aprendido el dialecto de Guangdong y algunas canciones chinas. En su opinión, en los últimos diez años Shenzhen ha experimentado grandes cambios. Anjie dijo que la gente de esta ciudad es muy amigable y que desea establecerse aquí de manera permanente.

Anjie es sólo uno de los muchos extranjeros que viven y trabajan en Shenzhen. Ello se debe en gran medida al hecho de que Shenzhen fue una de las primeras ciudades chinas donde comenzó a aplicarse la política de reforma y apertura. El desarrollo de estos últimos diez años ha impulsado a un número creciente de extranjeros a invertir en Shenzhen y a intentar prosperar en esta ciudad. En consecuencia, Shenzhen lleva camino de convertirse en una metrópoli internacional.

Kama, un sudanés de 47 años, dijo: “Shenzhen es mi segundo pueblo natal, no en vano he pasado la mayor parte de mi vida aquí y aquí han nacido mis dos hijos”.

Cuando vino a China, hace ahora 20 años, Kama era todavía un estudiante; actualmente es director de una compañía transnacional. Su mayor deseo es obtener el carnet verde, es decir, la residencia permanente.

La casa de Bob Koch, un destacado creador de dibujos animados, se encuentra en California (EE.UU.). Bob, de 35 años, ha viajado por todo el mundo, pero cuando llegó a Shenzhen se despertó en él un profundo interés por esta ciudad. La cocina china le encanta, sobre todo el cangrejo picante. Bob vuela a Hong Kong regularmente porque en Shenzhen no ha encontrado ningún peluquero que sepa inglés y añade bromeando que no tiene ni idea del tipo de peinado que le harían. Bob sólo sabe tres palabras chinas (hola, la cuenta y gracias), pero Shenzhen le fascina.

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