ENERO 2003

 

 

 

 

 

 

 

 


Caligrafía china

Por GUILLERMO DAÑINO

Exposición de caligrafías celebrada con ocasión del XVI Congreso Nacional del PCCh

Hace unos días me encontré en la Escuela de Bellas Artes de Nanjing con Zhang Wenjun, pintor de paisajes, calígrafo notable y maestro. Conversando de su tema preferido, la caligrafía, le faltaban las palabras.

Caligrafía y pintura tienen la misma raíz, no sólo por utilizar los mismos materiales: pincel, tinta y papel. Para ser pintor hay que ser calígrafo y viceversa. Decisión, fuerza, agilidad, seguridad, sutileza y flexibilidad en el uso del pincel, se logran practicando la escritura. Un calígrafo era poeta, músico, grabador, erudito, funcionario del gobierno y pintor.

Las relaciones entre caligrafía y naturaleza son indirectas. Por esta razón, los críticos hablan de las obras maestras con metáforas naturales: estos caracteres son aves de presa que giran en torbellino o gaviotas que vuelan sobre el mar; se ven rasgos como relámpagos o como piedras que caen, serpientes danzarinas, rocas escarpadas o precipicios abruptos.

A propósito de Wang Xizhi, del siglo cuarto, un crítico decía: “Su escritura semeja a un tigre agazapado a las puertas del palacio del fénix, un dragón que vuela en el paraíso terrestre”. La crítica se hace con imágenes poéticas tomadas de la naturaleza: el tigre es majestad, fuerza contenida, estatismo; el dragón, elasticidad, vivacidad, dinamismo. Se sintetiza el espíritu de una obra mediante una imagen.

La elegancia de los trazos caligráficos se compara a los cuellos de los gansos; ciertos puntos son rocas en la cumbre de una montaña o alas de pájaros; cierto estilo se parece al peinado de las muchachas en contraste con la flores que llevan en el pelo; otro es semejante a nubes espesas que presagian tormenta o a cigarras ocultas en el follaje. La forma propia de la caligrafía de Su Dongpo fue llamada “cerdos de tinta” por gruesa y tosca. Pero el mismo Su Dongpo decía que su escritura era como un río: en la planicie fluye con calma; si encuentra montañas o rocas, las rodea, no puede ser retenida, corre cuando lo necesita, se detiene si conviene. Se diría obra natural y no creación humana.

La escritura progresa si se observa con atención la naturaleza. Un calígrafo vio luchar a dos serpientes y su estilo mejoró con rasgos que se trenzan, se amenazan, se atacan. Otro observó el choque de las varas horizontales que llevan los cargadores sobre los hombros cuando se disputan por pasar la estrecha puerta de la muralla, y mejoró su composición.

Obra del eminente calígrafo Qigong

La buena caligrafía se distingue por sus trazos. Son buenos si semejan miembros humanos en los que se aprecia hueso, carne, músculo, sangre, respiración y vida. Se toma en cuenta la creación de cada carácter según su composición original y de acuerdo a reglas muy precisas. Se pueden variar trazos, eliminar, cambiar o conservar según el caso. Se respetan las relaciones de las partes con el todo, y el de las partes entre sí. El vacío, el blanco, es más importante que lo escrito, por eso hay que calcularlo tanto como la tinta en el momento de apoyar el pincel. Ritmos de alternancia, armonía de movimientos, maneras de combinar y componer.

Dos estilos principales: preverlo todo o improvisar. Al primero lo llaman confuciano, al segundo taoísta; y se dice que el estado de ebriedad estimula la imaginación.

Según una de las más conocidas versiones, las seis habilidades del caballero son: el tiro con arco, el juego del  wei qi , la equitación, la música, la pintura y la caligrafía. De todas ellas, la caligrafía fue siempre considerada la primera.

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