ENERO 2003

 

 

 

 

 

 

 

 


Cuentos históricos de China

Xiao He y Han Xin

Liu Bang (256-195 a.n.e.) y Xiang Yu (232-202 a.n.e.), destacadas personalidades que sirvieron respectivamente a los reinos Han y Chu, protagonizaron en el marco general de la guerra en la que dichos reinos se enzarzaron entre los años 206 y 202 a.n.e, una disputa muy singular: ambos estaban empeñados en ganar para sí - es decir, para su reino - al mayor número de personas talentosas. La lucha fue encarnizada y este episodio figura, junto a otros hechos verídicos, en los  Registros históricos , la conocida obra de Sima Qian. Esta historia se ha difundido bastante en China, tanto es así que  Xiao He y Han Xin , antigua pieza teatral de la dinastía Yuan (1271-1368) que recoge un episodio de la famosa disputa, sigue siendo una de las favoritas del público chino.

La historia que vamos a relatar comenzó cuando Xiao He (?-193 a.n.e.) --consejero de Liu Bang, primero, y luego su Primer Ministro--, llevado de su extrema estimación por los hombres inteligentes, se dirigió a Liu Bang para recomendarle a un hombre hasta entonces sin mayor figuración. Este hombre, cuya fecha de nacimiento se ignora y que murió en el año 196 a.n.e., se llamaba Han Xin. Liu Bang aceptó la propuesta de Xiao He y concedió a Han Xin un puesto de no muy alto rango dentro de su ejército. Ese fue precisamente el origen del conflicto: descontento con el cargo, Han Xin, decidió abandonar el ejército de Liu Bang. Al enterarse de lo sucedido, Xiao He salió corriendo en su búsqueda en medio de una noche iluminada por la luna.

Según los  Registros históricos , Han Xin, hombre de origen humilde, solía ir a la casa de Ting Zhang a pedir limosna. Al verlo, la mujer de éste le mostraba su desprecio poniendo los ojos en blanco. De vez en cuando, Han Xin pasaba verdadera hambre. En casos extremos, cuando no tenía ninguna otra alternativa, iba al río a pescar para ver si podía llevarse algo a la boca. Una vieja que solía estar allí lavando ropa se compadeció de su lamentable aspecto y empezó a darle de comer todos los días. Han se lo agradeció diciéndole: “Algún día le devolveré el favor que está haciéndome”. Inesperadamente, la anciana se puso furiosa y le dijo: “Le doy de comer sin esperar nada a cambio”. Han Xin se sorprendió pero quedó aun más agradecido. La miseria en que vivía Han, le acarreaba muchos problemas: con frecuencia era menospreciado por sus paisanos y ofendido por algunos canallas. Un día, un bandido le dijo en tono desafiante: “Veo que siempre llevas espada y que además eres fuerte; pero en realidad, no eres más que un cobarde. Si te crees valiente, mátame con tu espada; si no te atreves a hacerlo, tendrás que pasar por debajo de mis piernas” . Apenas hubo dicho esto, separó las piernas y esperó. Han Xin, conteniendo su cólera, pasó por debajo de las piernas de aquel bravucón. La gente, al ver este espectáculo, estalló en carcajadas. Han Xin permaneció inmutable y quedó aun más convencido de que no valía la pena arriesgar la vida por algo tan insignificante: sus secretas y elevadas aspiraciones estaban por encima de todo.

Cuando en las postrimerías de la dinastía Qin se produjo una revuelta campesina, Han Xin se incorporó al ejército rebelde acaudillado por Xiang Yu, quien le asignó un cargo de oficial de rango inferior. A Han Xin esto no le agradó y abandonó a Xiang Yu para incorporarse a las filas de otro ejército rebelde, el dirigido por Liu Bang, quien al comienzo tampoco le prestó mucha atención. Descontento, Han buscó a Xiao He para charlar e intercambiar opiniones, especialmente sobre la situación de la guerra entre los reinos Chu (Xiang Yu) y Han (Liu Bang). Dando muestras de sus amplios conocimientos, formuló una serie de propuestas y estrategias para que Liu Bang venciera a Xiang Yu. Xiao He, asesor militar de Liu Bang, escuchó atentamente a Han Xin y, convencido de que era realmente un genio militar y de que su estrategia era en verdad muy práctica, lo recomendó inmediatamente a  Liu Bang.

A pesar de los argumentos de Xiao He, Liu Bang seguía creyendo que Han Xin era un inútil: “Han Xin ha pedido limosna a Ting Zhang, ha estado viviendo a expensas de una vieja lavandera y fue humillado al ser obligado a pasar por debajo de las piernas de otro. No es más que un sinvergüenza y un cobarde”. Luego de decir esto, Liu Bang, haciendo caso omiso de la recomendación de Xiao He, dispuso que Han Xin ocupase un cargo de medio rango.

Sabedor de esto, Han Xin esperó que llegara la madrugada para abandonar el cuartel general. Al enterarse de lo ocurrido, Xiao He se sintió muy afligido y decidió salir en su búsqueda para convecerlo de que regresara.

Xiao He galopó en pos de Han Xin día y noche, hasta que una noche de luna le dio alcance en la orilla de un río y le rogó que regresara. Al ver a Xiao He jadeante y bañado de sudor, Han se conmovió tanto que volvió con él al cuartel general de Liu Bang.

Liu Bang, por su parte, al ver que Xiao He no aparecía por ningún lado, se puso a buscarlo. Estaba entregado a este afán cuando ambos volvieron. Al ver a Xiao He, Liu Bang se puso muy contento pero se hizo el enojado y le dijo: “¿Por qué te fuiste a escondidas?”. Le respondió Xiao He gravemente: “No huí; lo que hice fue ir a buscar un tesoro, el tesoro de Estado que le permitirá conquistar el poder. Han Xin es un general incomparable. Si quiere alcanzar el poder, tendrá que concederle un puesto importante”. Estas palabras convencieron por fin a Liu Bang, quien aceptó la recomendación de Xiao He y nombró a Han Xin general. Xiao He hizo una última sugerencia que fue aceptada sin discusión: que la toma de posesión del cargo constituyese una solemne ceremonia.

Después de asumir el cargo de general, Han Xin, se consagró a la tarea de formar un ejército poderoso, tarea que cumplió con éxito incorporando nuevos oficiales, reforzando la disciplina e intensificando el entrenamiento militar. Gracias a todo ello, Liu Bang consiguió derrotar a Xiang Yu y unificar el país bajo la dominación de la dinastía Han.

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