DICIEMBRE  2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Turistas mexicanos hablan de China

Por LI DEMING

Turistas mexicanos ante el Palacio Taihe (Armonía Suprema) del Museo Imperial (en la “Ciudad Prohibida”)

En el otoño dorado de Beijing, la mejor estación del año, un grupo de 14 turistas mexicanos realizaron una viaje de más de tres semanas por China, cubriendo un largo itinerario y visitando con gran interés y singular admiración las siguientes ciudades y lugares de valor turístico e histórico: Beijing, Datong, la montaña de Wutai, Taiyuan, Zhengzhou, Luoyang, Xi´an, Wuhan, Chongqing,  Leshan, Chengdu, Lhasa y Hong Kong; además, hicieron un maravilloso recorrido por el río Yangtsé. Todos ellos coincidieron en señalar que nunca habían imaginado que este viaje pudiera ser tan magnífico e instructivo. Cada uno de estos catorce mexicanos partieron de su país con una idea totalmente distinta de lo que encontrarían al otro lado del Océano Pacífico. Al llegar a China, algunos de ellos vieron desmentidas sus ideas y otros se enamoraron de las montañas y del cielo de este inmenso y milenario país oriental.

Lo que más les impresionó de su viaje fue comprobar lo bien que se conservan los monumentos históricos en diversos lugares y lo modernas que son algunas ciudades chinas, puesto que casi no tienen nada que envidiar a las del mundo occidental. Todos manifestaron su sorpresa: nadie esperaba encontrarse con un país tan moderno, una China con tanto movimiento comercial y que ha cosechado tantos éxitos en tan poco tiempo. Pero lo que les causó mayor asombro fue constatar que en tan sólo cuatro años, China, y en particular Beijing, han experimentado un crecimiento económico espectacular; para comprobarlo basta observar a las legiones de jóvenes que consumen toda clase de productos modernos en las calles y los grandes centros comerciales. “Esto habla elocuentemente del poder adquisitivo de una clase media creciente”, comentaba la señora Acacia Engfui, quien hace cuatro años visitó Beijing y otras ciudades chinas. Acacia Engfui, presidenta del Centro de Relaciones Culturales México-China, lleva mucho tiempo trabajando con gran entusiasmo en el fomento de los intercambios culturales entre ambos países. Su centro dirige una clínica donde doctores chinos especialistas en medicina tradicional atienden diariamente a un buen número de pacientes, por medio tanto de la acupuntura y la moxibustión, como de masajes terapéuticos. Por otro lado, en dicho centro se imparten clases de kongfu y de medicina tradicional china. Además, Acacia Engfui, que es muy buena amiga de los estudiantes chinos, ha alojado a muchos de ellos en su casa. 

Bajo la protección del Buda Gigante de Datong

Al comprobar el poder adquisitivo de los ciudadanos chinos, el señor Rodrigo Tava, uno de los turistas del grupo, pasado el primer momento de sorpresa, empezó a pensar en  hacer negocios con China, puesto que como él dijo: “mi fábrica de ropa en Jalisco podría crecer más si pudiera contactar con fabricantes chinos”. Ojalá que este viaje turístico por China sea el preludio de futuros y fructíferos viajes de negocios.

Durante su estancia en Beijing, los visitantes mexicanos se mostraron gratamente sorprendidos por las amplias y rápidas vías de circunvalación, los puentes a desnivel bien iluminados y las modernas vías de comunicación de la capital china, muchas de ellas aún inexistentes en México. En resumen, todo el grupo quedó admirado ante las obras infraestructurales ya realizadas o que están llevándose a cabo pensando en el pujante desarrollo actual que seguramente continuará. María Elena Isaguirre dijo que la imagen que ahora tenía de China era muy diferente de la que se había forjado mirando películas y leyendo libros y artículos sobre nuestro país. Este viaje por China les permitió a ella -- y también a los demás componentes del grupo-- ver cosas completamente distintas y comprobar que en las zonas visitadas todavía se conservan modos de vida y costumbres tradicionales. Gratamente impresionados, los viajeros mexicanos elogiaron la preservación de las bellezas naturales; la arquitectura tradicional que aún puede admirarse en algunas provincias; los impresionantes paisajes del Tibet y el río Yangtzé; las antiquísimas obras arquitectónicas y artísticas, como la Gran Muralla, el Museo Imperial (en la Ciudad Prohibida), el Palacio de Verano y el Templo del Cielo, en Beijing; las Grutas de Longgang, en Datong; la ciudad de Xi´an, con sus guerreros y corceles de terracota; el Buda gigante de Leshan; y el Palacio de Potala, así como otros templos y monasterios de Lhasa. Nuestros amigos mexicanos estaban muy contentos de haber elegido esta ruta del budismo, ya que tanto en Beijing como en  Datong, tanto en la montaña de Wutai como en Luoyang, Leshan, Xi´an y Lhasa abundan los lugares históricos y sagrados de esta religión; lo más interesante, y lo que ni siquiera habían imaginado antes de iniciar este viaje, fue que pudieron charlar con los monjes de la montaña Wutai, los monjes de Lhasa que viven dentro de la ciudad sagrada y con los monjes de Shaolin, en Zhengzhou.

Tal vez lo único que lamentaron los viajeros fue el descuido de los servicios sanitarios. Todos quedaron extrañados al constatar que, a pesar de la profusión de medios modernos y avances tecnológicos, en los servicios todavía no se usa cloro. Sin embargo, este hecho fue sólo una nimio detalle dentro de la gran aventura que implica descubrir un mundo nuevo, el mundo de China. Un mundo que vale la pena volver a visitar después de dejar pasar un par de años.

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