Nombre
y apellido en China
Por
Guillermo Dañino
En estos últimos días, tuve la oportunidad de iniciarme en una inesperada
tradición cultural: la de los nombres y apellidos chinos. Al
presentarse, algunos de mis alumnos me explicaron detalles que
vale la pena consignar.
Uno de ellos me dijo que su nombre propio es Kun, carácter poco usual.
Según le contaron sus padres, poco después de su nacimiento
se encontraron con un monje amigo y le pidieron que leyera su
porvenir. Teniendo en cuenta los astros, el clima, libros y
otros datos, el monje los alarmó: este niño estaba amenazado
por el agua; podía morir ahogado. De los cinco elementos naturales,
el agua es el único que sobrepasa a los otros y los sobrepasa
en exceso. La solución a tan terrible pronóstico es muy sencilla.
Pónganle un nombre que tenga entre sus componentes escritos
el elemento tierra; y ésta, con su sola presencia, detendrá
el agua y todos sus peligros. Aliviados, los padres de la criatura
eligieron el nombre Kun,
compuesto gráficamente por dos fang en la parte superior, que significan
“gran cantidad”, y por el elemento tierra en la parte inferior,
que se escribe como una cruz con una raya larga abajo.
“Y gracias a mi nombre estoy vivo, estudio español y ahora converso contigo-dijo
sonriendo el joven-,y con mis metros cúbicos de tierra me siento
tan tranquilo que hasta me atrevería a cruzar a nado el río
Largo.”
Otro caso es el de los nombres de animales o de objetos despreciables.
En algunos lugares se piensa que los malos espíritus son malos
porque son estúpidos y, por lo mismo, se los puede engañar con
gran facilidad. Se piensa, asimismo, que los malos espíritus
tratan de causar daño a los seres importantes. Perjudicarían,
por ejemplo, a un ser humano, pero no se interesarían lo más
mínimo ni en animales, ni en objetos vulgares. Por ejemplo uno
de mis alumnos, el que me habló de esta costumbre, se llamaba
de niño Bai Gou, es decir perro blanco, para que los malos espíritus
convencidos de su naturaleza canina no le dieran la menor importancia.
Es fácil encontrar niños que se llamen rata, mosquito, pulga
o escarabajo. Lo bueno es que, en algún momento de su vida,
el niño puede cambiar su apelativo familiar por otro más presentable.
Una persona podía tener seis nombres o más. El suspersticioso, del que
acabamos de hablar; el de la escuela, al ingresar en ella; el
oficial, si se pretende llegar a funcionario; el de matrimonio,
que puede relacionarse con un frase o poema; escritores, pintores
o poetas podían y aún pueden tener varios seudónimos artísticos;
el príncipe heredero tomaba un nuevo nombre al ocupar el trono
y, caso especial, los emperadores recibían un nombre póstumo
apenas fallecían.
El caso para mí más interesante entre todos es el de Xiao Huan, una estudiante del tercer
año que me ofreció la oportunidad de aprender algo inesperado:
“Sé que mi familia posee un jiapu y que, además, existe una historia
acerca de sus orígenes. Como no la conozco al detalle, le escribiré
a mi padre para que me mande los datos que faltan”.
Días después llegó la respuesta. Con una letra cuidada y hermosa (por
el momento es lo único que me atrevo a juzgar acerca de la escritura
china), el padre de Xiao Huan nos escribió lo que ahora les
cuento.
Durante la dinastía Song (960-1279), los de Jin invadieron una zona del
país. El emperador ordenó al hábil y famoso general Yue Fei,
cuyo imponente monumento se puede admirar actualmente en Hangzhou,
que desalojara a los invasores. Este general poseía, además
de otras cualidades, el don de las musas: era poeta. En esta
ocasión escribió unos versos alusivos a su campaña futura que
se difundieron velozmente. Este poema comienza con las conocidas
palabras “Devuélveme mis ríos y montañas”. Un funcionario traidor,
envidioso e influyente, colaboró con los de Jin para tender
una emboscada a nuestro general y lo hizo matar. Temiendo la
venganza de los parientes, se dedicó por mucho tiempo a perseguirlos
y eliminarlos uno a uno, hasta que estuvo convencido de no haber
dejado ni rastro de esta familia.
Pero se equivocó. Unos pocos sobrevivientes escaparon sin ser identificados
y se ocultaron cerca del Mar Amarillo, en una zona relativamente
cercana a Nanjing. De aquí proceden Xiao Huan y su padre.
Éste nos contó también que, para ocultar el parentesco comprometedor,
la familia cambió de apellido. Ya no podían llamarse Yue como
el general. Optaron, entonces, por el apellido Huan, que significa
“devolver”, en memoria de los versos escritos por el famoso
antepasado.
Algo más. Esta familia posee un jiapu -registro familiar-, especie de árbol genealógico, y, además,
un lema, mote o frase que le sirve de distintivo propio. Esta
simpática tradición se conserva aún en algunas familias, que
podríamos llamar históricas: una frase o sentencia, a veces
caligrafiada sobre seda y a veces expuesta en la sala principal
de la casa, expresa una especie de programa familiar y se relaciona,
de manera original, con los nombres de los varones de la familia.
En el caso de la familia Huan, el lema expresa en diez caracteres la siguiente
idea: “Como la primavera, esta familia abunda en virtudes. Como
el otoño, esta familia produce hermosos frutos”. “Virtudes” y “frutos” significan
tantas cosas buenas como energía y buenos funcionarios, entre
otras.
Dijimos que los nombres propios tienen por lo general dos componentes,
citados después del apellido. Las familias que poseen un lema
familiar imponen a sus hijos varones un carácter tomado de dicho
lema como parte del nombre. Y esta práctica sigue un orden riguroso.
Si el padre utiliza un determinado carácter del lema familiar
en su propio nombre, sus hijos varones deben utilizar el siguiente
carácter, sus nietos el siguiente al de los hijos y así sucesivamente.
Cuando se termina la serie de caracteres de un lema, se toma
otro lema nuevo o se repite el anterior. Los efectos prácticos
son imprevisibles para otra cultura que no posea una tradición
semejante. Si alguien llega a su pueblo natal después de mucho
tiempo, por ejemplo, y pregunta el nombre a un desconocido,
puede identificar a su familia por el apellido y si conoce su
lema, puede descubrir el grado de parentesco que existe entre
ambos, la generación a la que pertenecen y, por lo mismo, las
obligaciones recíprocas de tratamiento, según costumbres muy
exigentes. De este modo, un niño desconocido para ti, podría
identificarse al dar su nombre como tu tío cuarto materno. Desde
entonces, aunque sea mucho menor que tú, debes atenderlo a la
mesa, cederle el paso y tratarlo con gran respeto, por pertenecer
a una generación anterior, siempre y cuando ambos conserven
estos hábitos que se consideran confucianos.
Además, algunas de estas familias guardan con profunda veneración el jiapu , el libro con la genealogía
completa de sus antepasados, que incluye a todas las mujeres
y a sus maridos, las biografías de los personajes importantes,
sus nombres profesionales y artísticos, la ubicación de sus
tumbas, los éxitos logrados en los exámenes, los títulos de
las obras si se trata de escritores y muchas cosas más.