NOVIEMBRE  2002

 

 

 

 

 

 

 

 


   

 

 

 

 

Nombre y apellido en China

Por Guillermo Dañino

En estos últimos días, tuve la oportunidad de iniciarme en una inesperada tradición cultural: la de los nombres y apellidos chinos. Al presentarse, algunos de mis alumnos me explicaron detalles que vale la pena consignar.

Uno de ellos me dijo que su nombre propio es Kun, carácter poco usual. Según le contaron sus padres, poco después de su nacimiento se encontraron con un monje amigo y le pidieron que leyera su porvenir. Teniendo en cuenta los astros, el clima, libros y otros datos, el monje los alarmó: este niño estaba amenazado por el agua; podía morir ahogado. De los cinco elementos naturales, el agua es el único que sobrepasa a los otros y los sobrepasa en exceso. La solución a tan terrible pronóstico es muy sencilla. Pónganle un nombre que tenga entre sus componentes escritos el elemento tierra; y ésta, con su sola presencia, detendrá el agua y todos sus peligros. Aliviados, los padres de la criatura eligieron el nombre Kun, compuesto gráficamente por dos  fang  en la parte superior, que significan “gran cantidad”, y por el elemento tierra en la parte inferior, que se escribe como una cruz con una raya larga abajo.

“Y gracias a mi nombre estoy vivo, estudio español y ahora converso contigo-dijo sonriendo el joven-,y con mis metros cúbicos de tierra me siento tan tranquilo que hasta me atrevería a cruzar a nado el río Largo.”

Otro caso es el de los nombres de animales o de objetos despreciables. En algunos lugares se piensa que los malos espíritus son malos porque son estúpidos y, por lo mismo, se los puede engañar con gran facilidad. Se piensa, asimismo, que los malos espíritus tratan de causar daño a los seres importantes. Perjudicarían, por ejemplo, a un ser humano, pero no se interesarían lo más mínimo ni en animales, ni en objetos vulgares. Por ejemplo uno de mis alumnos, el que me habló de esta costumbre, se llamaba de niño Bai Gou, es decir perro blanco, para que los malos espíritus convencidos de su naturaleza canina no le dieran la menor importancia. Es fácil encontrar niños que se llamen rata, mosquito, pulga o escarabajo. Lo bueno es que, en algún momento de su vida, el niño puede cambiar su apelativo familiar por otro más presentable.

Una persona podía tener seis nombres o más. El suspersticioso, del que acabamos de hablar; el de la escuela, al ingresar en ella; el oficial, si se pretende llegar a funcionario; el de matrimonio, que puede relacionarse con un frase o poema; escritores, pintores o poetas podían y aún pueden tener varios seudónimos artísticos; el príncipe heredero tomaba un nuevo nombre al ocupar el trono y, caso especial, los emperadores recibían un nombre póstumo apenas fallecían.

El caso para mí más interesante entre todos es el de Xiao Huan, una estudiante del tercer año que me ofreció la oportunidad de aprender algo inesperado: “Sé que mi familia posee un  jiapu  y que, además, existe una historia acerca de sus orígenes. Como no la conozco al detalle, le escribiré a mi padre para que me mande los datos que faltan”.

Días después llegó la respuesta. Con una letra cuidada y hermosa (por el momento es lo único que me atrevo a juzgar acerca de la escritura china), el padre de Xiao Huan nos escribió lo que ahora les cuento.

Durante la dinastía Song (960-1279), los de Jin invadieron una zona del país. El emperador ordenó al hábil y famoso general Yue Fei, cuyo imponente monumento se puede admirar actualmente en Hangzhou, que desalojara a los invasores. Este general poseía, además de otras cualidades, el don de las musas: era poeta. En esta ocasión escribió unos versos alusivos a su campaña futura que se difundieron velozmente. Este poema comienza con las conocidas palabras “Devuélveme mis ríos y montañas”. Un funcionario traidor, envidioso e influyente, colaboró con los de Jin para tender una emboscada a nuestro general y lo hizo matar. Temiendo la venganza de los parientes, se dedicó por mucho tiempo a perseguirlos y eliminarlos uno a uno, hasta que estuvo convencido de no haber dejado ni rastro de esta familia.

Pero se equivocó. Unos pocos sobrevivientes escaparon sin ser identificados y se ocultaron cerca del Mar Amarillo, en una zona relativamente cercana a Nanjing. De aquí proceden Xiao Huan y su padre.

Éste nos contó también que, para ocultar el parentesco comprometedor, la familia cambió de apellido. Ya no podían llamarse Yue como el general. Optaron, entonces, por el apellido Huan, que significa “devolver”, en memoria de los versos escritos por el famoso antepasado.

Algo más. Esta familia posee un  jiapu -registro familiar-, especie de árbol genealógico, y, además, un lema, mote o frase que le sirve de distintivo propio. Esta simpática tradición se conserva aún en algunas familias, que podríamos llamar históricas: una frase o sentencia, a veces caligrafiada sobre seda y a veces expuesta en la sala principal de la casa, expresa una especie de programa familiar y se relaciona, de manera original, con los nombres de los varones de la familia.

En el caso de la familia Huan, el lema expresa en diez caracteres la siguiente idea: “Como la primavera, esta familia abunda en virtudes. Como el otoño, esta familia produce hermosos frutos”.Virtudes” y “frutos” significan tantas cosas buenas como energía y buenos funcionarios, entre otras.

Dijimos que los nombres propios tienen por lo general dos componentes, citados después del apellido. Las familias que poseen un lema familiar imponen a sus hijos varones un carácter tomado de dicho lema como parte del nombre. Y esta práctica sigue un orden riguroso. Si el padre utiliza un determinado carácter del lema familiar en su propio nombre, sus hijos varones deben utilizar el siguiente carácter, sus nietos el siguiente al de los hijos y así sucesivamente. Cuando se termina la serie de caracteres de un lema, se toma otro lema nuevo o se repite el anterior. Los efectos prácticos son imprevisibles para otra cultura que no posea una tradición semejante. Si alguien llega a su pueblo natal después de mucho tiempo, por ejemplo, y pregunta el nombre a un desconocido, puede identificar a su familia por el apellido y si conoce su lema, puede descubrir el grado de parentesco que existe entre ambos, la generación a la que pertenecen y, por lo mismo, las obligaciones recíprocas de tratamiento, según costumbres muy exigentes. De este modo, un niño desconocido para ti, podría identificarse al dar su nombre como tu tío cuarto materno. Desde entonces, aunque sea mucho menor que tú, debes atenderlo a la mesa, cederle el paso y tratarlo con gran respeto, por pertenecer a una generación anterior, siempre y cuando ambos conserven estos hábitos que se consideran confucianos.

Además, algunas de estas familias guardan con profunda veneración el  jiapu , el libro con la genealogía completa de sus antepasados, que incluye a todas las mujeres y a sus maridos, las biografías de los personajes importantes, sus nombres profesionales y artísticos, la ubicación de sus tumbas, los éxitos logrados en los exámenes, los títulos de las obras si se trata de escritores y muchas cosas más.

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