Del
carruaje al automóvil
Por
Huo Jianying
A
pesar de que a mucha gente le gusta llamar “abuelo” a algunos
autos, el automóvil moderno tiene sólo cien años de existencia,
por lo que puede decirse que comparado con los antiguos carruajes
tirados por caballos es, como mucho, un niño.
En las ruinas yin de la ciudad de Anyang (provincia de Henan) los arqueólogos
han desenterrado carruajes de hace tres mil años; pero según
sus estudios, la aparición del carruaje se produjo en tiempos
aun más remotos. Por lo tanto, desde que los chinos comenzaron
a utilizar carruajes hasta que han comenzado a subir a los automóviles
han transcurrido cerca de 4.000 años. Pero mil años atrás, en
China el petróleo ya se usaba como combustible líquido.
En aquel entonces se le llamaba zhishui (agua grasienta) y
era considerado un don de la madre tierra. El negro humo que
provocaba al arder llamó la atención de Shen Kuo (1031-1095),
científico de la dinastía Song del Norte que utilizó su hollín
para elaborar una tinta de mucha mejor calidad que la hecha
a partir del carbón. Además, Shen no sólo demostró que el petróleo
es un excelente combustible, sino que predijo que su uso se
extendería por todo el planeta y llevó a cabo experimentos sobre
la elaboración de productos derivados a partir de procesos de
síntesis. Siendo un funcionario de rango, Shen Kuo no pudo dedicarse
de lleno a los estudios científicos y técnicos, y depositó sus
esperanzas en el futuro.
Lamentablemente, el “agua grasienta” no volvió a
despertar el interés de los chinos hasta ocho siglos después,
concretamente hasta 1956, año del nacimiento de la industria
automovilística nacional. Y ha habido que esperar hasta estos
últimos años para ver como se generalizaba el consumo de petróleo.
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Carruaje
de la dinastía Qing (1644-1911) |
Según se dice, el primer automóvil que llegó a China
fue el que Yuan Shikai regaló en 1902 a Ci Xi, emperatriz madre
de la dinastía Qing, con ocasión de su cumpleaños. Este vehículo, comprado en el extranjero, se parecía bastante a los viejos
carruajes, pues su caja y sus ruedas también eran de madera.
En la parte de delante había un asiento para el conductor y
en la trasera dos sillas para los pasajeros.
Aunque este automóvil le gustó mucho, Ci Xi nunca
lo condujo ni fue en él. Ello se debió, según se cuenta, a la
colocación de las sillas y a la posición que debía adoptar el
chófer. A Ci Xi no le hizo ninguna gracia que el asiento del
conductor estuviera delante del suyo. Además, no estaba dispuesta
a que éste condujese sentado e insistió en que manejara de rodillas.
La discusión llegó finalmente a un punto muerto. Ante tal situación,
y temiendo que ocurriera una desgracia, los funcionarios intentaron
persuadir a la emperatriz madre de que abandonase la idea de
utilizarlo. No se sabe qué pasó al final, pero el automóvil
de marras se guardó primero en el Palacio Imperial y luego en
el parque Dehe del Palacio de Verano, donde ha permanecido hasta
la actualidad.
De allí en adelante, China experimentó grandes cambios,
pero el automóvil siguió estando fuera del alcance de las familias
chinas. Si bien el “automóvil imperial” dejó de ser el único
privado, durante largo tiempo los que circulaban por la ciudad
de Beijing podían contarse con los dedos.
En marcado contraste, durante la segunda mitad de
la década de los 90 del siglo pasado, la “fiebre del automóvil”
fue extendiéndose por toda China y estos vehículos motorizados
fueron adquiriendo un protagonismo creciente en la vida diaria
del pueblo.
Si todos quienes tienen licencia de conducción saliesen
a las calles de las ciudades con un automóvil, se produciría
un colapso de la circulación sin precedentes, ya que de los
dos millones que hay circulando normalmente se pasaría a los
tres millones y medio. El número de personas con licencia de
conducción pero sin coche propio es muy elevado, circunstancia
que augura un brillante porvenir a los vendedores de automóviles.
Por otra parte, en los próximos ocho años el gobierno municipal
de Beijing planea invertir 1,8 billones de yuanes en la construcción
de vías de comunicación para hacer frente a las necesidades
que se avecinan.
Los vehículos
chinos antiguos
En la antigua China, los tres tipos de vehículos
más importantes eran el carruaje, la carreta de bueyes y la
carretilla.
El carruaje, llamado también vehículo ligero, era
usado por los nobles en sus viajes y combates; la carreta de
bueyes, o vehículo pesado, se utilizaba para transportar mercancías;
y la carretilla, que era empujada por una persona, solía ser
usada por la gente común y corriente para transportar mercancías
y pasajeros.
Antiguamente, la caja de estos vehículos se llamaba
yu . Al
principio, quienes montaban en ellos solían ir de pie en la
caja, razón por la cual en tres de sus lados llevaban tablas
de madera que no sólo garantizaban la seguridad de los pasajeros,
sino que ofrecían a éstos un apoyo sobre el que descansar de
vez en cuando. La caja se cubría con un material flexible que,
a modo unas veces de paraguas y otras de sombrilla, protegía
de la lluvia y del sol. Al mismo tiempo era un elemento simbólico,
tanto es así que cuando estos vehículos se usaban para transportar
a delincuentes, había que desamontar su cubierta.
Posteriormente se habilitaron tres asientos: uno
en el medio, para el conductor; otro a la derecha, para el acompañante;
y otro a la izquierda, para el viajero más distinguido.
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Carruaje
de bronce de la dinastía Han del Este (25-220) desenterrado
en la ciudad de Wuwei (provincia de Gansu) |
En la dinastía Han (206 a.n.e- 220) la gama de vehículos
se amplió. El de mayor categoría era sin duda alguna el luche del emperador, alto, amplio
y con exquisitos y lujosos adornos. Los funcionarios de rango
utilizaban el xuanche , cuya caja tenía una cubierta
inclinada hacia arriba en su parte delantera y llevaba a ambos
lados esteras pintadas para cubrir las ventanillas. El ziche , el vehículo de las damas nobles, tenía más detalles:
su caja, impregnada de agradables aromas, era como un pequeño
cuarto decorado con cortinas, donde las mujeres podían sentarse
y tenderse. En dicha dinastía, la carreta de bueyes, que venía
usándose principalmente para transportar mercancías, comenzó
a utilizarse cada vez más para llevar a personas, ya que además
de ser un vehículo tranquilo y seguro, era lo suficientemente
espaciosa como para colocar en ella un mesa para comer, tomar
vino y solazarse.
En la dinastía Song, se extendió el uso del caballo,
el asno y el palanquín, y los viejos vehículos volvieron a usarse
para transportar mercancías. El llamado taiping ,
utilizado por primera vez en esta dinastía, era un vehículo
tirado por cinco o siete bueyes que podía cargar más o menos
lo mismo que un camión ligero de hoy en día.
En la evolución de estos medios de transporte, el
carruaje con brújula y el carruaje con tambor de corredera marcaron
un adelanto tecnológico, puesto que su funcionamiento se basaba
en los principios de la transmisión mediante engranajes.
El carruaje con brújula, equipado con una vara y
dos ruedas, llevaba una figura de madera cuyo brazo levantado
señalaba siempre al sur.
Según datos históricos, el carruaje con tambor de
corredera era de dos pisos, en cada uno de los cuales había
una figurilla de madera que tocaba el tambor; la del piso inferior
lo tocaba cada medio kilómetro y la del superior cada cinco
kilómetros.
En tiempos de las dinastías del Sur y Norte (420-589)
circulaba un vehículo equipado con un molino, que al mismo tiempo
que se movía convertía el grano en harina.
El valor
simbólico de los vehículos
Aparte
de su utilidad práctica, los vehículos han sido desde la antigüedad
símbolos de posición social, riqueza y poderío nacional. Los
carruajes tirados por cuatro caballos se llamaban yisheng (un sheng ) y las dimensiones y el poderío
de un reino se describían diciendo que era un reino de, por
ejemplo, cien sheng
o mil sheng . Por otra parte, la posición
social y la situación económica de una persona eran fácilmente
deducibles a partir de la cantidad y la hechura de los vehículos
que poseía.
En el Zhou
Li , libro escrito hace dos mil años, se registran
los reglamentos sobre la forma de los vehículos. Estrictos y
recargados de detalles triviales, tratan de sus medidas, su
color, su categoría y su capacidad, así como del modo en que
debían alinearse en los ritos y otras actividades. El incumplimiento
de dichos reglamentos era considerado una traición o un acto
de rebeldía contra el gobierno.
El gran maestro Confucio nos ofrece al respecto un
ilustrativo ejemplo. En el libro Lun
Yu se relata la siguiente anécdota. Yan Hui, uno de
sus discípulos predilectos, había muerto. Como su familia era
tan pobre que no podía comprar un “guo”
(un ataúd donde se colocaba otro más pequeño en el que se depositaba
el cadáver), el padre de Yan pidió a Confucio que vendiera su
vehículo para poder comprar uno. Confucio se negó y justificó
su actitud explicándole que él era un alto funcionario del gobierno
y, que como tal, si salía sin vehículo, contravendría los reglamentos.
Y añadió que cuando su propio hijo murió, tampoco pudo vender
su vehículo para darle un buen entierro. Confucio, célebre por
su bondad, se vio obligado a rechazar la petición del padre
de Yan Hui a fin de preservar la dignidad de los reglamentos
y la ley.
Para convencer a Jiang Ziya de que lo ayudase a vencer
al emperador de Shang (siglo XXII a.n.e.- sigloXI a.n.e.), Ji
Chang, primer emperador de la dinastía Zhou (siglo XI a.n.e.-
771 a.n.e.), condujo en persona su vehículo hasta el retirado
lugar donde vivía Jiang. Este proceder, inconcebible en aquella
época, conmovió a Jiang tan profundamente que, con sus 80 años
a cuestas, se puso al frente de las tropas y consiguió finalmente
que el poder nacional pasase a manos de Ji Chang. Esta anécdota
sobre el emperador Ji Chang se ha transmitido a lo largo de
los milenios hasta llegar a nuestros días.
El tema de los vehículos y los automóviles parece
inagotable. Incontables páginas web, numerosas exposiciones
y nuevas marcas deslumbrantes de automóviles están tomando el
relevo en la narración de la historia de estos medios de transporte
cargados de simbolismo.