OCTUBRE  2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Cai Zhisong, en alas de sus esculturas

Por XUE NING  

La Tierra Natal. Oda 4#   Cai Zhisong

Cai Zhisong, un escultor de 29 años, quitó con suavidad el plástico que cubría la estatua y la observó inmóvil. Al cabo de un rato, tomó el cincel, fijó su mirada en los brazos de la estatua y comenzó a labrarlos cuidadosamente. Tras cincelar unos brazos bien torneados, dejó su herramienta a un lado, pisó la base de la escultura y la figura femenina modelada en barro dio coquetamente una vuelta delante del escultor. El joven escultor, con la barbilla apoyada en su mano, se sumió en honda meditación.

Fuera, en la oscuridad de la noche, brillaban las estrellas. Cai se acostumbró hace ya tiempo a pasar la noche en su estudio de la Facultad de Escultura del Instituto Central de Artes Plásticas, lugar en el que imparte clases.

Antes del mes de abril del 2002, Cai Zhisong sólo era relativamente conocido en los círculos artículos; fuera de ellos, era casi un desconocido. Pero todo eso cambió el 4 de abril del 2002, fecha en la que este oscuro escultor fue galardonado con el Premio Tailer, máxima distinción del Salón de Otoño de París (Francia). Este salón anual, fundado en 1903 por el francés Franz Jordan y otros artistas, es una gran exposición de pintura, escultura, arquitectura, fotografía y otras artes. En él han participado artistas de la talla de Picasso, Gauguin, Rodin y Renoir. El Premio Tailer, así denominado en honor al conde Tailer, se concede a un solo artista. Por primera vez, el ganador de dicho premio ha sido un artista chino. 

El director del Salón de Otoño de París dijo: “La obra de Cai Zhisong nos ha hecho revalorizar el nivel artístico de China y al mismo tiempo ha ampliado nuestros horizontes”.

Cai reaccionó a los aplausos con sonrisas de modestia. Aunque confiaba en que tarde o temprano alcanzaría el éxito, nunca pensó que éste le llegaría tan temprano.

Ardua trayectoria

Cai Zhisong  centro ), en el Salón de Otoño de París presentando sus obras al Embajador de China en Francia ( derecha ) y a otros visitantes

Cai Zhisong ha mostrado siempre una inclinación natural por la pintura: “Cuando cursaba el primer ciclo de enseñanza secundaria, de día iba a la escuela y por la noche asistía a cursos de artes plásticas para aprender a pintar”. Su primer contacto con la pintura casi le enloquece. Probablemente debido a su talento, al cabo de un año empezó a destacar en los cursos de artes plásticas. Sus obras de aquella época, consideradas modélicas, permanecieron varios años colgadas en las paredes del aula.

Fue entonces cuando Cai comenzó a soñar con ser escultor. Trato de ingresar en la Facultad de Escultura del Instituto Central de Artes Plásticas, pero suspendió el examen de acceso a dicho centro dos años consecutivos. Al tercer año, Cai, miembro de una familia humilde, en lugar de pedir préstamos para poder repetir el último curso de secundaria, se encerró en la habitación de su madre, donde no hizo otra cosa sino pintar. En vísperas del examen de acceso a la universidad, Cai padeció una queratitis aguda que le privó de la vista y le obligó a mantener los ojos cerrados durante largo tiempo. A pesar de todo, en su interior tenía una visión muy clara de la vida artística a la que aspiraba.

“Después de tomar una decisión, hay que llevarla a la práctica”. En verano de 1992, Cai logró su objetivo y, vestido humildemente, entró en el recinto del Instituto Central de Artes Plásticas.

Durante sus cinco años de estudios universitarios, Cai apenas salió a divertirse. Muchas noches, mientras sus compañeros bailaban, cantaban o flirteaban, Cai, físicamente débil y aquejado de grave insomnio, iba al aula, donde permanecía largo tiempo reflexionando y familiarizándose con los recursos para la enseñanza de la escultura. Sus estancias en el aula se convirtieron en una costumbre. Allí examinaba desde los modelos chinos hasta los griegos, desde los antiguos hasta los contemporáneos, y sólo cerraba los ojos para descansar un rato cuando los párpados se le endurecían. De pronto, se arremangaba para reproducir en barro los modelos que contemplaba. Al acabar su obra, la miraba y luego reflexionaba; tras reflexionar un rato, volvía a mirarla. Con este método de estudio obtuvo muy buenos resultados, puesto que aprendió a descubrir el misterio de muchas esculturas: los pequeños detalles de la articulación de un modelo y las venas del cutis; y los aspectos generales, como los rasgos estilísticos y la utilización de los materiales. Este peculiar método de estudio consistente en familiarizarse con los recursos para la enseñanza influyó muy positivamente en las posteriores creaciones de Cai. Fueron precisamente esas solitarias noches las que contribuyeron de manera decisiva a lograr la sólida formación y el rico caudal de experiencias que poco a poco le han conducido al éxito.

Durante su cuarto año en la universidad, Cai comenzó a crear sus propias obras, más figuras humanas de formas opulentas muy elogiadas por sus condiscípulos y profesores. Estos últimos dijeron que llevaban mucho tiempo sin ver obras de alumnos tan buenas como las de Cai.

A finales de 1999, el impulso creador acumulado a lo largo de años vino a aclararse en la mente del artista, quien decidió crear una serie de esculturas titulada “Tierra Natal”.

No obstante, la creación artística requiere no sólo técnica, sino también fuerza de voluntad. Para completar una obra, Cai suele necesitar varios meses e incluso uno o dos años. En cierta ocasión emprendió una obra inspirada en las épocas históricas del Período de Primavera y Otoño, y del Período de los Reinos Combatientes; pero tuvo que interrumpir su labor a causa de las grandes dificultades técnicas que entrañaba su proyecto, la detención de su flujo de ideas y la lentitud de los avances.

Cuando hace medio año encontró el boceto de esta obra en un rincón de su estudio, se arrepintió de haberla dejado inacabada y tomó la decisión de terminarla.

Cai pegó oropeles de cobre en las manos y pies de la estatua, cortó láminas de cobre en forma de vestido y las colocó sobre la escultura. Luego hizo pasar hilos de cobre por la cabeza y los entrelazó para reproducir un antiguo peinado; a continuación, con ese mismo material trenzó un cinturón. Aunque llevaba guantes, los hilos de cobre, duros y delgados como agujas de acero, hirieron repetidamente sus dedos. Para dar color al vestido, decidió corroer el cobre con sulfuro de sodio, cuyo penetrante olor le provocó irritación e inflamación de garganta acompañadas de dolor. Además, el polvo de cobre suspendido le causó dolor y picor en los ojos. Una vez terminado el trabajo, Cai finalizó su obra vertiendo cobre líquido en los agujeros de la estatua y puliendo las asperezas superficiales con una pala, una lima y un cincel. El resultado de la meticulosa labor del escultor fue una obra suave y delicada. Tras medio año de esfuerzos, Cai culminó su obra  Tierra Natal. El Viento , que se convirtió para él en una rica fuente de inspiración. Esta estatua combina felizmente las técnicas tradicionales chinas de modelado y el lenguaje de los materiales modernos predominante en Occidente.  De este modo, en una pequeña estatua se integran la civilización oriental y la occidental, lo histórico y lo contemporáneo, síntesis a la que los miembros del comité del Salón de Otoño dedicaron grandes elogios.

La fuerza de la atracción artística

Monzón (imitación de bronce en acero plástico)  Cai Zhisong

El impacto visual y la sacudida anímica que provoca  Tierra Natal. El Viento  impresionó de inmediato a buena parte del público. La belleza de esta obra es singular y genuina. Junto a la broncínea estatua, y vestido con una chaqueta azul oscuro algo tiznada de yeso, Cai, con su mirada serena y perspicaz, ofrecía una imagen que no dejaba de impresionar.

Mucha gente le preguntó por qué decidió realizar esta obra. Cai les contestaba: “En el arte contemporáneo se enfatiza el desarrollo de la diversidad. Pero la diversidad no es fácil de materializar. Actualmente parece haber una gran variedad de formas artísticas, pero en realidad éstas son expresión de una tendencia globalizadora. La globalización, impulsada por Occidente y su poder económico, está extendiéndose por todo el mundo forjando de este modo una cultura muy potente. En tales circunstancias, la cultura de muchas regiones está convirtiéndose en una cultura marginal e incluso en una “reserva cultural”, o se ve reducida a una cultura ajena al servicio del turismo y esclava de las novedades. Pero el desarrollo y el espíritu humanos requieren diversidad; el mundo no puede ni debe tener un solo color o una sola voz”. Tras una pausa, Cai añadía: “Lo que deseo hacer con mis obras es precisamente romper con esa tendencia globalizadora”. Después de hacer un significativo gesto con la mano, prosiguió diciendo: “Los artistas tenemos la responsabilidad de transformar lo mejor que nos ha legado nuestra propia cultura en creaciones del espíritu contemporáneo y de mostrarlas al mundo. En este mundo agitado en el que vivimos, las creaciones artísticas dan a conocer la personalidad de las naciones. Si una nación o un país pierde su esencia cultural, acabará por extinguirse. Y los países con hondas raíces culturales, deben evitar su crisis cultural y, al mismo tiempo, desarrollar lo mejor de su cultura tradicional”.

Al hablar de su profesión y su porvenir, Cai Zhisong dijo con conmoción: “ Desde niño admiro dos profesiones, la de médico y la de profesor. Los médicos salvan vidas y los profesores enseñan, preparan a las personas. Estas dos profesiones enaltecen el espíritu. Ahora estoy satisfecho con mi profesión. Lo que hago es lo que amo; lo que aspiro es lo que trabajo. Por eso soy feliz.” Y añadió con una brillante sonrisa: “Tierra Natal. El Viento” forma parte de una serie. Voy a acabar el resto una por una. Al mismo tiempo quiero llevar a cabo nuevas creaciones y exploraciones en la teoría artística y práctica.” Con su particular consistencia y firmeza, Cai Zhisong avanza paso a paso hacia  la cúspide de su corazón.

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