AGOSTO  2002

 

 

 

 

 

 

 

 


La polémica en torno a la restauración del Palacio Imperial

Por YANG RUICHUN

  

El Muro de los Nueve Dragones se construyó con 270 ladrillos esmaltados de diferentes colores. Los bloques de madera se deben probablemente a una restauración negligente de nuestros antepasados

TAL vez haya sido  El último emperador , la famosa película del director italiano Bernardo Bertolucci, lo que con mayor fuerza ha empujado a  numerosos espectadores occidentales de todo el mundo a volar hasta Beijing para conocer la famosa Ciudad Prohibida, un palacio majestuoso rodeado de misterio e impregnado de colorido oriental.

De hecho, desde que se abrió al público, el Palacio Imperial (que es como también se conoce a la Ciudad Prohibida) ha sido el lugar más visitado por los turistas tanto chinos como extranjeros. A lo largo de sus 500 años de historia, en él han vivido y ejercido el poder 24 emperadores de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911). Hace 100 años, un estadounidense lo describió con las siguientes palabras: “Estoy conmovido por todo lo que he visto aquí: es de una belleza estremecedora”.

Este complejo palaciego, el mayor y más completo de la arquitectura antigua mundial, recibe todos los días a numerosos turistas chinos y extranjeros, cuyo número llegó el año pasado a los ocho millones.

En los últimos diez días de marzo del 2002, dieron por fin comienzo las obras de reparación y mantenimiento más importantes de los últimos cien años, obras que venían gestándose desde hacía mucho tiempo. El subdirector del Buró Estatal de Protección de Reliquias Culturales declaró con plena confianza: “Esperamos concluir las obras antes del 2008, para poder así ofrecer a los visitantes de todo el mundo un magnífico complejo arquitectónico antiguo, que no sea un simple montón de ruinas ni algo totalmente nuevo”.

Dichas obras incluyen la construcción de un moderno museo en el que se expondrán miles de objetos antiguos descubiertos en el Palacio Imperial, iniciativa que ha suscitado un sinfín de discusiones en torno a sus ventajas e inconvenientes.

Cinco años de retraso

Ya en 1994 se había pensado establecer un museo en los establos imperiales del Patio de Shangsi, cerca de la Puerta Donghua, del que hoy en día sólo queda en pie un muro cortina. En 1998, el Departamento de Administración del Palacio Imperial encargó un proyecto al Instituto de Diseño y Prospectiva de Beijing. En el informe final se decía: “El terreno es muy compacto y, por lo tanto, puede soportar grandes cargas. Además, hasta ahora no se ha descubierto ningún fenómeno geológico adverso. Por lo tanto, el impacto en los cimientos de las construcciones vecinas sería mínimo”.

El futuro museo subterráneo vendrá a resolver las eternas contradicciones entre la preservación del palacio y la exposición de objetos antiguos. El Palacio Imperial cuenta con casi un millón de objetos de valor histórico, pero no reúne las condiciones indispensables para mostrarlos al público. De ahí que sólo se expongan menos del uno por ciento de ellos y que el resto permanezca custodiado en almacenes subterráneos.

Al ser una construcción de madera, resulta muy difícil instalar sistemas de alarma contra incendios y robos, así como equipos para mantener una temperatura y una humedad constantes, elementos todos ellos imprescindibles para garantizar la seguridad.

Las pinturas suelen exhibirse durante un máximo de entre 20 días y un mes, a fin de protegerlas de la acción perjudicial de los rayos ultravioletas. Mayores cuidados requiere aun la conservación de la exquisita y frágil seda que, empleada en la confección de mantas, colchas, cojines y en los bordados de las cortinas, va decolorándose con el paso del tiempo.

Ante esta problemática, muchos expertos en la conservación de antigüedades han sugerido que se construya un museo de nueva planta, que, de estimarse necesario, podría ser subterráneo. En el curso de un congreso internacional, el gran arquitecto I. M. Pei, restaurador del Museo de Louvre, dijo lo siguiente a los conservadores del Palacio Imperial: “Tarde o temprano tendrán que decantarse por esa opción”.

Sin embargo, lo más sorprendente es que el proyecto se abandonó en 1998, con lo que su ejecución se ha retrasado cinco años.

Museo sí, museo no

Según los entendidos, el proyecto ha estado aparcado tanto tiempo debido a la oposición de los arqueólogos y los expertos en la protección de reliquias culturales. En efecto, muchos de ellos creen que la construcción de un museo subterráneo no sólo dañará la textura original del terreno, sino que es muy probable que perjudique a los edificios antiguos.

“Gu Gong (Palacio Imperial) significa palacio viejo e histórico. Si queremos que siga haciendo honor a este nombre, su estructura original debe dejarse intacta”, dijo un veterano especialista que prefirió permanecer en el anonimato.

Aunque lo que más preocupa a la hora de construir el museo subterráneo es cómo preservar los cimientos originales, dicho especialista sostiene que, estrictamente hablando, ello será del todo imposible, tal como ha quedado de manifiesto en la  construcción de la pirámide de cristal que se levanta a la entrada del Museo del Louvre.

Muro cortina en cuya restauración se ha respetado el estilo original

A juicio de los expertos, las ruinas también deben protegerse, puesto que también tienen valor histórico. Todo proyecto que exija la realización de excavaciones puede provocar daños irreparables. Wang Shiren, antiguo decano del Instituto de Estudios de las Construcciones Antiguas de Beijing, aboga por levantar un museo convencional de construcción ligera, para que sea fácil de demoler si algún día surge la necesidad.

Es probable que tantas discusiones confundan a los legos. El Patio Shangsi es un espacio grande no vinculado con otras construcciones: entonces, ¿qué impacto podría tener la realización de obras en este lugar? Wang Shiren y Fu Qingyuan, ingeniero jefe de dicho instituto, nos dieron la respuesta. La Ciudad Prohibida se construyó sobre una sola planta de tierra apisonada y ladrillos gigantescos que ofrece un excelente soporte, gracias a lo cual ninguno de sus salones principales se ha visto afectado por los terremotos.

En su libro  La Ciudad Prohibida , el famoso arqueólogo Li Xuewen describe la textura de los cimientos del Palacio Imperial, llamada “los siete horizontales y los ocho verticales”. Cuando Zhu Di, emperador de la dinastía Ming, construyó la Ciudad Prohibida, mandó excavar profundos fosos y revestirlos con ladrillos especiales para impedir las zapas enemigas. Los fosos se cubrieron con ladrillos dispuestos en siete filas horizontales y ocho filas verticales, y las brechas se rellenaron con “cieno de nieve”, una masa elaborada con esencia de arroz glutinoso y cal apagada, convirtiendo así el Palacio Imperial en una fortaleza inexpugnable.

Un famoso arqueólogo ha desenterrado esta afortunada metáfora: “La Ciudad Prohibida es toda ella una pieza de jade: si se daña una parte, se daña el todo”.

Sin embargo, existen opiniones contrarias, como la de Zhang Kegui, ingeniero y encargado del Departamento de Construcciones Antiguas del Museo del Palacio Imperial. A su juicio, esa antigua metáfora no es muy precisa y la construcción de un museo bajo tierra presenta algunas ventajas, puesto que haría innecesaria la decoración exterior y facilitaría el mantenimiento de una temperatura y una humedad constantes. Si en el informe final de 1998 se decía que el impacto de la construcción de un museo subterráneo en los edificios próximos “sería mínimo”, hoy en día los responsables del Palacio Imperial aseguran que será nulo. A juzgar por el inicio de las obras de restauración, la opinión triunfante ha sido la favorable a la construcción de dicho museo.

Otra cuestión polémica

Las obras de restauración y mantenimiento del Palacio Imperial abren otros interrogantes: ¿Seguirá siendo aquella antigua Ciudad Prohibida? ¿Conservará su estilo y sabor originales? ¿Desaparecerán las huellas históricas estampadas en cada uno de sus ladrillos? Esta preocupación está plenamente justificada.

Excepto por el color, las barandas de mármol blanco recién reparadas no se distinguen en nada de las originales

Algunos turistas señalan al este del palacio y dicen: “Estos edificios y rascacielos tan cercanos no casan con el palacio”. La verdad es que no resulta sencillo armonizar la protección de las reliquias culturales con la urbanización de la capital.

Según los administradores del palacio, casi la mitad de las áreas cerradas al público están ocupadas por entidades. La Ley de Protección de las Reliquias Culturales de la RPC prohíbe explícitamente “construir en el interior de las zonas de protección de reliquias arquitectónicas, así como levantar en sus cercanías edificios que amenacen su seguridad o cuya forma, altura o color desentonen con su ambiente histórico”.

Desde la cima de la cercana colina de Jingshan, se aprecia la perfecta simetría de la Ciudad Prohibida, cuyos pabellones y salones se elevan imponentes y majestuosos, con tejas esmaltadas que resplandecen bajo el sol. Este paisaje único añade una invisible carga de responsabilidad sobre los hombros de los arqueólogos.

Otro problema es que, hoy por hoy, China carece de expertos capaces de restaurar las pinturas, la carpintería y la albañilería del palacio. Wang Zhongjie, especialista en pintura multicolor, enfatiza también la necesidad de llevar a cabo un detallado estudio histórico para garantizar la calidad de las obras de restauración y mantenimiento. La anchura de las líneas usadas al pintar los edificios varía de una a otra dinastía. La pintura multicolor sellada en las antiguas construcciones posee una vitalidad extraordinaria y constituye un fiel reflejo de la cultura de su tiempo. Wang se opone a que los pabellones se repinten con colores brillantes y recomienda extremar la prudencia al tratar aquellos que nunca han sido restaurados.

“La construcción del museo devolverá a la Ciudad Prohibida su fisonomía original. De este modo, además de admirar sus majestuosas edificaciones, quienes lo visiten podrán hacerse una idea de cómo las dinastías feudales ejercían su poder imperial y de cómo vivían los emperadores, las emperatrices y los eunucos en la Corte Exterior y la Corte Interior. El futuro museo no será un simple depósito de piezas de valor histórico, sino también un portador vivo de cultura.” Estas palabras de un funcionario del Buró Estatal de Protección de Reliquias Culturales resultan muy esperanzadoras.

La polémica no se ha zanjado. Más que las opiniones encontradas y la pasión con la que se expresan, lo importante es el hecho de que los chinos sean cada vez más conscientes de la necesidad de preservar las abundantes reliquias culturales del país.

Datos

1. Sobre el Palacio Imperial

El Palacio Imperial, llamado así por haber sido residencia de los emperadores de las dos últimas dinastías, la Ming y la Qing, se halla en el centro de Beijing. Conocido también como la Ciudad Prohibida, cuenta con 9.999 habitaciones distribuidas a lo largo y ancho de 720.000 metros cuadrados, 170.203 de los cuales corresponden a la superficie construida. Estas cifras lo convierten en el conjunto palaciego más amplio y más completo del mundo de los llegados hasta nuestros días.

Los pabellones y salones que lo componen están distribuidos según una simetría perfecta, sin apartarse un ápice de los ritos feudales que reflejaban el poder absoluto del emperador. A lo largo de 491 años vivieron sucesivamente en él 24 emperadores, 14 de la dinastía Ming y 10 de la dinastía Qing. Su incomparable valor histórico, científico y artístico fue reconocido en 1961 mediante su inclusión entre las Reliquias Culturales de Protección Nacional de Primera Categoría y en 1987 con su incorporación al Patrimonio Mundial de la UNESCO.

2. La restauración de mayor envergadura

Las obras de restauración del Palacio Imperial iniciadas en marzo del 2002 se dividen en seis grandes proyectos: la sustitución del suelo de hormigón y asfalto por el piso original de arcilla; la reparación de algunas construcciones, entre ellas el Salón Wuying, el Salón Cining y el Jardín Cining; la protección y restauración de elementos de la decoración interior, como cielos rasos, ventanas biombo, pantallas, etc.; la limpieza especializada de objetos de piedra y bronce situados al aire libre; la reconstrucción de los sectores del muro derruidos; y la modernización de las alarmas contra incendios, los sistemas de seguridad y otras instalaciones, como el alcantarillado y el abastecimiento de electricidad.

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