20 años de economía china
no estatal
Por
WU YAN
EL desarrollo de la economía no
estatal (o de libre mercado), que en los últimos 20 años ha
transformado la fisonomía socioeconómica de China, constituye
una parte esencial de la reforma económica de nuestro país.
Aunque desde 1982 la Constitución china ha sido modificada tres
veces para mejorar la situación de la economía no estatal, ésta
sigue sin poder competir en pie de igualdad con otros sistemas
económicos, ya que una serie de problemas han dificultado su
desarrollo. Sin embargo, el ingreso de China en la OMC (Organización
Mundial de Comercio) ha servido para romper el hielo y representa
una oportunidad excelente para el desarrollo de la economía
de libre mercado.
Desarrollo
y dificultades
El sector privado chino surgió después de la “revolución
cultural”, a raíz del aumento del desempleo y la grave escasez
de mercancías. La aparición del sistema de responsabilidad contractual
familiar en el agro chino, la primera forma que adquirió la
iniciativa privada, se tradujo en un incremento del ahorro en
el campo, hecho que influyó en las industrias no agrícolas,
puesto que proporcionó los primeros fondos a la economía no
estatal (trabajadores autónomos y empresas privadas). Posteriormente,
este tipo de economía fue extendiéndose a las ciudades y comenzó
a ejercer su presión sobre las empresas estatales. A principios
de los años 80, la reforma económica relajó el ambiente político
y poco a poco fueron estableciéndose las bases para el desarrollo
de la economía no estatal. En 1999, ésta generó no menos del
13 por ciento del PIB y daba empleo a 83 millones de personas,
cifra que la convirtió en el primer sector laboral después de
la agricultura. El PNB de la economía no estatal, que en 1989
fue de 137.800 millones de yuanes, alcanzó en 1999 la cifra
de 1,608 billones de yuanes, llegando su incremento medio al
28 por ciento. Otros datos muestran las estrechas relaciones
existentes entre el desarrollo de la economía no estatal y la
renta per cápita. La importancia que todo ello tuvo y sigue
teniendo para el desarrollo de nuestra economía no puede expresarse
claramente tan sólo con estos fríos números.
La economía de libre mercado careció de fundamento
legal hasta 1999, año en que se produjo la tercera modificación
de la Constitución (las otras dos se llevaron a cabo en 1982
y 1988). Si bien es verdad que, tanto por el valor de su producción
como por el número de puestos de trabajo, las empresas estatales
hace tiempo que no ocupan un lugar dominante, también es cierto
que las empresas privadas no pueden ser consideradas el componente
principal de la economía china ni competir con las demás de
igual a igual. Antes de 1988, las empresas privadas debían registrarse
como trabajadores autónomos y cumplir con las mismas obligaciones
que las estatales, pero su plantillas no podían estar integradas
por más de ocho empleados. Aunque estas restricciones se suprimieron
en 1998, la economía no estatal sigue recibiendo un trato injusto
en el uso del suelo, la tramitación de permisos, el pago de
impuestos, las inspecciones industriales y comerciales, e incluso
en los tribunales.
Pero
la mayor dificultad con la que se enfrentan las empresas privadas
reside en la captación de inversiones y la obtención de préstamos
bancarios. Dado que las empresas privadas que cotizan en los
mercados de valores representan solamente entre el uno y el
dos por ciento del total, sus posibilidades de fusionar capitales
en la bolsa son prácticamente nulas. Por otro lado, los cuatro
mayores bancos comerciales del país están principalmente al
servicio de las empresas estatales y no se preocupan por agilizar
la circulación de fondos y gestionar éstos más eficazmente.
Según el informe anual del Banco Popular de China, las compañías
privadas obtuvieron menos del uno por ciento de los préstamos
concedidos a empresas. La insuficiencia de los fondos circulantes
resulta evidente. Por lo tanto, las únicas salidas que les quedan
a las empresas privadas son ahorrar y pedir prestado a la familia.
En los últimos años, debido al déficit de las empresas estatales,
los bancos nacionales han empezado a resentirse de las cuentas
inactivas con sumas enormes, de ahí que cada día se muestren
más cautelosos a la hora de conceder préstamos a las empresas,
más aun si son privadas. Además, la seguridad social se ha diseñado
atendiendo de forma prioritaria a los intereses de las empresas
estatales. Como es natural, tal parcialidad influye de forma
negativa en la movilidad de los empleados de las compañías privadas.
La mayoría de éstas son de tipo familiar. Según se
desprende de las investigaciones realizadas en 1997 por la Academia
China de Ciencias Sociales y la Cámara Nacional de Industria
y Comercio sobre 1.947 empresas privadas distribuidas por 250
ciudades de 21 provincias, en más de la mitad de ellas trabaja
el cónyuge y en el 20 por ciento los hijos del dueño mayores
de edad. El 26 por ciento de los gerentes generales son los
propietarios de las empresas; el 17 por ciento, sus familiares;
y el 5 por ciento, paisanos suyos. Los gerentes generales que
no tienen ninguna relación personal con los empresarios no llegan
a la mitad. Por otra parte, la toma de decisiones importantes
corresponde casi exclusivamente al propietario de la empresa
en cerca del 50 por ciento de los casos, a la junta directiva
en menos del 15 por ciento y al gerente general en menos del
1 por ciento. Todo ello coarta drásticamente el crecimiento
y el desarrollo del sector privado.
Los empresarios privados no suelen tomar en consideración
los intereses de sus empleados, en particular los de los procedentes
del campo, a quienes a menudo se les exige trabajar más horas
de las estipuladas. Las demoras en el pago de los salarios,
las malas condiciones laborales, médicas y de alojamiento, así
como la no inclusión de los trabajadores en el sistema de pensiones
y en el de la seguridad social son el detonante de las disputas
que surgen entre los empleados y los empresarios. Según estadísticas
elaboradas en Shanghai, tales disputas aumentan con mayor rapidez
en las empresas privadas que en las estatales. En efecto, en
el tercer trimestre del 2000 se entablaron 375 pleitos entre
trabajadores y empresarios, cifra que representó un incremento
del 92 por ciento con respecto al mismo período del año anterior.
Estos frecuentes conflictos encarecen la gestión de las empresas
y limitan su desarrollo. Las empresas privadas contratan por
lo general a mano de obra procedente del campo y a trabajadores
jubilados anticipadamente, quienes,
ante la dificultad de encontrar empleo, aceptan pésimas condiciones
laborales sin rechistar.
El 80 por ciento de los empleados en el sector privado
no están sindicados, lo que significa que nadie vela por sus
derechos y que entre los empleados y los empresarios no existen
canales de comunicación.
Problemas
Existe la opinión generalizada de que el cumplimiento
de las normas mercantiles chinas mejorará a medida que se apliquen
los acuerdos firmados con la OMC. Es indudable que las estipulaciones
de la OMC influirán positivamente en el desarrollo de la economía
no estatal. Algunos acuerdos bilaterales y multilaterales conciernen
directamente a empresas no estatales. Por poner un ejemplo,
en las negociaciones con EE.UU., este país exigió que por lo
menos el uno por ciento de sus exportaciones de cereales a China se realizase por medio de
empresas no estatales. Decidido a dar más oportunidades a las
empresas privadas, el Comité Estatal de Planificación ha ordenado
que los sectores abiertos al exterior se abran también al interior.
La reducción de los aranceles aduaneros que seguirá al ingreso
en la OMC provocará cambios de gran alcance en la estructura
de la economía china. Las empresas estatales, dedicadas principalmente
a sectores monopolizados por el Gobierno y a los que precisan
de grandes capitales, deberán hacer frente a una enconada competencia.
Dado que la mayoría de las empresas no estatales pertenecen
a sectores que emplean mucha mano de obra, la situación les
resulta más ventajosa que desfavorable.
La reforma de las empresas estatales, considerada
comúnmente la tarea más urgente de la economía china, todavía
no ha llegado a buen puerto. De hecho, el desenlace de la reforma
de dichas empresas depende en gran medida del desarrollo de
la economía no estatal. En primer lugar, la reforma de las empresas
estatales se saldará con un elevado número de jubilaciones anticipadas,
siendo las empresas privadas las únicas con posibilidades de
absorber a los trabajadores sobrantes. Si se quiere que dicha
reforma marche viento en popa, no cabe duda de que habrá que
acelerar el desarrollo del sector privado.
Por supuesto, el éxito de la reforma de las empresas
estatales las hará más productivas y competitivas, convirtiéndolas
en rivales más temibles para las empresas privadas. Pero contemplados
desde una perspectiva más amplia, ambos tipos de empresas son
complementarios. Entre unas y otras debería haber trasvases
de información, fondos, empleados e incluso altos directivos.
Si, por el contrario, siguen avanzando por vías paralelas, jamás
podrán comunicarse ni hacer realidad tales intercambios. Además,
si las empresas estatales permanecen al margen de la competencia
mercantil y siguen dependiendo del apoyo económico y las políticas
preferenciales del Gobierno, su reforma fracasará y nunca serán
productivas.
El Oeste de China ofrece abundantes tierra y recursos
naturales, así como un vasto mercado. Ahora que el Gobierno
Central preconiza la explotación de esa región y promulga una
serie de políticas preferenciales, muchas empresas chinas y
foráneas tratan de establecerse en ella. En los próximos años
el Banco Chino de Desarrollo invertirá 400.000 millones de yuanes
en la construcción de autopistas, líneas férreas, aeropuertos,
campos petrolíferos y de gas natural, e infraestructuras eléctricas
y de telecomunicación. Todo ello fomentará el desarrollo económico
del Oeste y brindará buenas oportunidades al sector privado.
Perspectivas
El
mayor éxito logrado en la reforma de la economía china se debe
a la aplicación del sistema de vía doble; es decir, el desarrollo
simultáneo de la economía planificada y la economía de libre
mercado. A partir de 1993, la economía planificada comenzó a
adentrarse por la vía de la economía de mercado y, vista su
inadecuación, el sistema de fijación de los precios por parte
del Gobierno fue corrigiéndose gradualmente. La emergente competencia
fue revelando poco a poco la escasa eficacia de la economía
planificada y muchas empresas estatales empezaron a sufrir grandes
pérdidas.
Se ha calculado que en el campo chino hay más o menos
200 millones de trabajadores sobrantes. Asimismo, se estima
que al término de la industrialización de nuestro país, cerca
de 500 millones de campesinos habrán emigrado a las ciudades.
Por lo tanto, el desarrollo
del sector privado no se verá obstaculizado por la falta de
mano de obra, pero podría resentirse de la escasez de técnicos
y personal altamente especializado. En estos últimos años, los
sueldos del personal especializado han subido mucho, ya que
la demanda ha superado con creces a la oferta; pero los salarios
del personal no cualificado no han experimentado aumento alguno.
Por consiguiente, el aspecto más importante en relación con
la mano de obra necesaria para impulsar la economía no estatal
es su proporción, no sus dimensiones. La solución pasa por formar
con mayor rapidez a personal especializado de alto nivel y por
traerlo del extranjero. Últimamente han regresado muchos compatriotas
que habían ido a estudiar más allá de nuestras fronteras. Al
mismo tiempo, el Gobierno invita reiteradamente a expertos de
Hong Kong a desempeñar cargos directivos en el continente.
En los países subdesarrollados y en vías de desarrollo
el desempleo suele deberse a la escasez de capitales. Los bancos
chinos tienen un saldo positivo superior a los 2.000 billones
de yuanes y la tasa de ahorro de nuestro país es de casi el
40 por ciento. Si todos estos fondos se transformaran en inversiones
y las empresas privadas tuvieran una media de 50.000 yuanes
de capital registrado, el problema del desempleo, que afecta
a 40 millones de personas, quedaría resuelto. Por consiguiente,
la dificultad no estriba en el volumen del capital, sino en
la manera de convertir el ahorro en inversiones, o, dicho de
otro modo, en cómo hacer llegar el dinero de las familias a
los empresarios. Esta es una de las cuestiones más candentes
que debate la China de hoy.