AGOSTO  2002

 

 

 

 

 

 

 

 


20 años de economía china no estatal

Por WU YAN

EL desarrollo de la economía no estatal (o de libre mercado), que en los últimos 20 años ha transformado la fisonomía socioeconómica de China, constituye una parte esencial de la reforma económica de nuestro país. Aunque desde 1982 la Constitución china ha sido modificada tres veces para mejorar la situación de la economía no estatal, ésta sigue sin poder competir en pie de igualdad con otros sistemas económicos, ya que una serie de problemas han dificultado su desarrollo. Sin embargo, el ingreso de China en la OMC (Organización Mundial de Comercio) ha servido para romper el hielo y representa una oportunidad excelente para el desarrollo de la economía de libre mercado.

Desarrollo y dificultades

El sector privado chino surgió después de la “revolución cultural”, a raíz del aumento del desempleo y la grave escasez de mercancías. La aparición del sistema de responsabilidad contractual familiar en el agro chino, la primera forma que adquirió la iniciativa privada, se tradujo en un incremento del ahorro en el campo, hecho que influyó en las industrias no agrícolas, puesto que proporcionó los primeros fondos a la economía no estatal (trabajadores autónomos y empresas privadas). Posteriormente, este tipo de economía fue extendiéndose a las ciudades y comenzó a ejercer su presión sobre las empresas estatales. A principios de los años 80, la reforma económica relajó el ambiente político y poco a poco fueron estableciéndose las bases para el desarrollo de la economía no estatal. En 1999, ésta generó no menos del 13 por ciento del PIB y daba empleo a 83 millones de personas, cifra que la convirtió en el primer sector laboral después de la agricultura. El PNB de la economía no estatal, que en 1989 fue de 137.800 millones de yuanes, alcanzó en 1999 la cifra de 1,608 billones de yuanes, llegando su incremento medio al 28 por ciento. Otros datos muestran las estrechas relaciones existentes entre el desarrollo de la economía no estatal y la renta per cápita. La importancia que todo ello tuvo y sigue teniendo para el desarrollo de nuestra economía no puede expresarse claramente tan sólo con estos fríos números.

La economía de libre mercado careció de fundamento legal hasta 1999, año en que se produjo la tercera modificación de la Constitución (las otras dos se llevaron a cabo en 1982 y 1988). Si bien es verdad que, tanto por el valor de su producción como por el número de puestos de trabajo, las empresas estatales hace tiempo que no ocupan un lugar dominante, también es cierto que las empresas privadas no pueden ser consideradas el componente principal de la economía china ni competir con las demás de igual a igual. Antes de 1988, las empresas privadas debían registrarse como trabajadores autónomos y cumplir con las mismas obligaciones que las estatales, pero su plantillas no podían estar integradas por más de ocho empleados. Aunque estas restricciones se suprimieron en 1998, la economía no estatal sigue recibiendo un trato injusto en el uso del suelo, la tramitación de permisos, el pago de impuestos, las inspecciones industriales y comerciales, e incluso en los tribunales.

Pero la mayor dificultad con la que se enfrentan las empresas privadas reside en la captación de inversiones y la obtención de préstamos bancarios. Dado que las empresas privadas que cotizan en los mercados de valores representan solamente entre el uno y el dos por ciento del total, sus posibilidades de fusionar capitales en la bolsa son prácticamente nulas. Por otro lado, los cuatro mayores bancos comerciales del país están principalmente al servicio de las empresas estatales y no se preocupan por agilizar la circulación de fondos y gestionar éstos más eficazmente. Según el informe anual del Banco Popular de China, las compañías privadas obtuvieron menos del uno por ciento de los préstamos concedidos a empresas. La insuficiencia de los fondos circulantes resulta evidente. Por lo tanto, las únicas salidas que les quedan a las empresas privadas son ahorrar y pedir prestado a la familia. En los últimos años, debido al déficit de las empresas estatales, los bancos nacionales han empezado a resentirse de las cuentas inactivas con sumas enormes, de ahí que cada día se muestren más cautelosos a la hora de conceder préstamos a las empresas, más aun si son privadas. Además, la seguridad social se ha diseñado atendiendo de forma prioritaria a los intereses de las empresas estatales. Como es natural, tal parcialidad influye de forma negativa en la movilidad de los empleados de las compañías privadas.

La mayoría de éstas son de tipo familiar. Según se desprende de las investigaciones realizadas en 1997 por la Academia China de Ciencias Sociales y la Cámara Nacional de Industria y Comercio sobre 1.947 empresas privadas distribuidas por 250 ciudades de 21 provincias, en más de la mitad de ellas trabaja el cónyuge y en el 20 por ciento los hijos del dueño mayores de edad. El 26 por ciento de los gerentes generales son los propietarios de las empresas; el 17 por ciento, sus familiares; y el 5 por ciento, paisanos suyos. Los gerentes generales que no tienen ninguna relación personal con los empresarios no llegan a la mitad. Por otra parte, la toma de decisiones importantes corresponde casi exclusivamente al propietario de la empresa en cerca del 50 por ciento de los casos, a la junta directiva en menos del 15 por ciento y al gerente general en menos del 1 por ciento. Todo ello coarta drásticamente el crecimiento y el desarrollo del sector privado.

Los empresarios privados no suelen tomar en consideración los intereses de sus empleados, en particular los de los procedentes del campo, a quienes a menudo se les exige trabajar más horas de las estipuladas. Las demoras en el pago de los salarios, las malas condiciones laborales, médicas y de alojamiento, así como la no inclusión de los trabajadores en el sistema de pensiones y en el de la seguridad social son el detonante de las disputas que surgen entre los empleados y los empresarios. Según estadísticas elaboradas en Shanghai, tales disputas aumentan con mayor rapidez en las empresas privadas que en las estatales. En efecto, en el tercer trimestre del 2000 se entablaron 375 pleitos entre trabajadores y empresarios, cifra que representó un incremento del 92 por ciento con respecto al mismo período del año anterior. Estos frecuentes conflictos encarecen la gestión de las empresas y limitan su desarrollo. Las empresas privadas contratan por lo general a mano de obra procedente del campo y a trabajadores jubilados anticipadamente, quienes, ante la dificultad de encontrar empleo, aceptan pésimas condiciones laborales sin rechistar.

El 80 por ciento de los empleados en el sector privado no están sindicados, lo que significa que nadie vela por sus derechos y que entre los empleados y los empresarios no existen canales de comunicación.

Problemas

Existe la opinión generalizada de que el cumplimiento de las normas mercantiles chinas mejorará a medida que se apliquen los acuerdos firmados con la OMC. Es indudable que las estipulaciones de la OMC influirán positivamente en el desarrollo de la economía no estatal. Algunos acuerdos bilaterales y multilaterales conciernen directamente a empresas no estatales. Por poner un ejemplo, en las negociaciones con EE.UU., este país exigió que por lo menos el uno por ciento de sus exportaciones de   cereales a China se realizase por medio de empresas no estatales. Decidido a dar más oportunidades a las empresas privadas, el Comité Estatal de Planificación ha ordenado que los sectores abiertos al exterior se abran también al interior. La reducción de los aranceles aduaneros que seguirá al ingreso en la OMC provocará cambios de gran alcance en la estructura de la economía china. Las empresas estatales, dedicadas principalmente a sectores monopolizados por el Gobierno y a los que precisan de grandes capitales, deberán hacer frente a una enconada competencia. Dado que la mayoría de las empresas no estatales pertenecen a sectores que emplean mucha mano de obra, la situación les resulta más ventajosa que desfavorable.

La reforma de las empresas estatales, considerada comúnmente la tarea más urgente de la economía china, todavía no ha llegado a buen puerto. De hecho, el desenlace de la reforma de dichas empresas depende en gran medida del desarrollo de la economía no estatal. En primer lugar, la reforma de las empresas estatales se saldará con un elevado número de jubilaciones anticipadas, siendo las empresas privadas las únicas con posibilidades de absorber a los trabajadores sobrantes. Si se quiere que dicha reforma marche viento en popa, no cabe duda de que habrá que acelerar el desarrollo del sector privado.

Por supuesto, el éxito de la reforma de las empresas estatales las hará más productivas y competitivas, convirtiéndolas en rivales más temibles para las empresas privadas. Pero contemplados desde una perspectiva más amplia, ambos tipos de empresas son complementarios. Entre unas y otras debería haber trasvases de información, fondos, empleados e incluso altos directivos. Si, por el contrario, siguen avanzando por vías paralelas, jamás podrán comunicarse ni hacer realidad tales intercambios. Además, si las empresas estatales permanecen al margen de la competencia mercantil y siguen dependiendo del apoyo económico y las políticas preferenciales del Gobierno, su reforma fracasará y nunca serán productivas.

El Oeste de China ofrece abundantes tierra y recursos naturales, así como un vasto mercado. Ahora que el Gobierno Central preconiza la explotación de esa región y promulga una serie de políticas preferenciales, muchas empresas chinas y foráneas tratan de establecerse en ella. En los próximos años el Banco Chino de Desarrollo invertirá 400.000 millones de yuanes en la construcción de autopistas, líneas férreas, aeropuertos, campos petrolíferos y de gas natural, e infraestructuras eléctricas y de telecomunicación. Todo ello fomentará el desarrollo económico del Oeste y brindará buenas oportunidades al sector privado.

Perspectivas

El mayor éxito logrado en la reforma de la economía china se debe a la aplicación del sistema de vía doble; es decir, el desarrollo simultáneo de la economía planificada y la economía de libre mercado. A partir de 1993, la economía planificada comenzó a adentrarse por la vía de la economía de mercado y, vista su inadecuación, el sistema de fijación de los precios por parte del Gobierno fue corrigiéndose gradualmente. La emergente competencia fue revelando poco a poco la escasa eficacia de la economía planificada y muchas empresas estatales empezaron a sufrir grandes pérdidas.

Se ha calculado que en el campo chino hay más o menos 200 millones de trabajadores sobrantes. Asimismo, se estima que al término de la industrialización de nuestro país, cerca de 500 millones de campesinos habrán emigrado a las ciudades. Por  lo tanto, el desarrollo del sector privado no se verá obstaculizado por la falta de mano de obra, pero podría resentirse de la escasez de técnicos y personal altamente especializado. En estos últimos años, los sueldos del personal especializado han subido mucho, ya que la demanda ha superado con creces a la oferta; pero los salarios del personal no cualificado no han experimentado aumento alguno. Por consiguiente, el aspecto más importante en relación con la mano de obra necesaria para impulsar la economía no estatal es su proporción, no sus dimensiones. La solución pasa por formar con mayor rapidez a personal especializado de alto nivel y por traerlo del extranjero. Últimamente han regresado muchos compatriotas que habían ido a estudiar más allá de nuestras fronteras. Al mismo tiempo, el Gobierno invita reiteradamente a expertos de Hong Kong a desempeñar cargos directivos en el continente.

En los países subdesarrollados y en vías de desarrollo el desempleo suele deberse a la escasez de capitales. Los bancos chinos tienen un saldo positivo superior a los 2.000 billones de yuanes y la tasa de ahorro de nuestro país es de casi el 40 por ciento. Si todos estos fondos se transformaran en inversiones y las empresas privadas tuvieran una media de 50.000 yuanes de capital registrado, el problema del desempleo, que afecta a 40 millones de personas, quedaría resuelto. Por consiguiente, la dificultad no estriba en el volumen del capital, sino en la manera de convertir el ahorro en inversiones, o, dicho de otro modo, en cómo hacer llegar el dinero de las familias a los empresarios. Esta es una de las cuestiones más candentes que debate la China de hoy.

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