JULIO 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Sucesos y figuras de la amistad

Don Quijote en China, de la mano de Alicia Alonso

Por Georgina Cabrera Morillo

Escena del ballet  Don Quijote

CUANDO las grandes figuras del arte o de otras actividades que tienen su lado creativo, como el deporte, por ejemplo, se proyectan en el medio social con todo el esplendor de sus virtudes, se elevan inevitablemente a una categoría inalcanzable para el común de los mortales. La fama, el intenso ajetreo artístico, una vida algo diferente las ponen en un lugar donde lo cotidiano tiene evidentemente otro ritmo. Tal es la condición de los que se convierten en un mito.

Pocos mitos de este tipo quedan hoy en el planeta y su presencia en él, por lo que representan –me refiero, sobre todo, al área de la creación artística--, es un regalo que hace llevadero el hecho de vivir en una realidad en que todo es contraste violento: por un lado, en un sector minoritario, modernidad y opulencia y, por otro, en una inmensa mayoría, atraso y pobreza. Y no es todo: a esto se añaden los afanes belicistas y de dominio de ciertos países y los anhelos de paz del resto.

No hace mucho, en el mes de abril de este año, uno de esos mitos, Alicia Alonso, excelsa prima ballerina cubana y directora del Ballet Nacional de Cuba, estuvo en Beijing en misión artística. Trajo, como presente invalorable de amistad para el público chino, una   obra, Don Quijtote, en la que ella ratifica la alta calidad de una de sus grandes facetas creativas en el mundo del ballet: la coreografía. Se podría decir que el célebre personaje de Cervantes vino a China, en la plenitud de su grandeza, de la mano de Alicia Alonso

Tuve la suerte de entrevistarme con ella. En los escasos minutos que estuvimos frente a frente, hablamos, en primer lugar, de la gran amistad entre los pueblos de Cuba y China y, lógicamente, de los inolvidables personajes, Don Quijote y Sancho, los más sublimes en cuanto a hondura humana y a los símbolos que encarnan: la aventura de la vida, la amistad, la lealtad, la libertad, la justicia. Alicia destacó, precisamente, estos rasgos esenciales que  ella ha logrado plasmar en la magnífica versión que trajo el Ballet Nacional de Cuba. “Hay otras versiones de Don Quijote en ballet”, dijo, “pero en todas el gran caballero no es más que una figura decorativa. Nosotros le hemos devuelto su humanidad y, además, hemos puesto más colorido en la coreografía, manteniendo el estilo clásico pero a la vez sacándole partido a los bailes populares”.

Entrañable amistad con Dai Ai  Lian

Alicia Alonso y Dai Ailian suben al escenario para saludar y felicitar a los artistas cubanos

El tiempo de la entrevista fue demasiado corto y tuvo lugar en medio de un inevitable pero explicable barullo, pero pudimos hablar de algunas pocas cosas más. Así, me enteré de que Alicia Alonso había venido a China en dos ocasiones anteriores, la primera en 1961, en que hizo una gira artística por varios lugares de este país, acompañada de Dai Ailian, su amiga, una célebre bailarina china, con quien se habían conocido en Nueva York, en 1946, cuando ambas se hallaban en la plenitud de su carrera artística. La casualidad: quiso que, mientras hablábamos, llegara ella, Dai Ailian. Las dos se abrazaron en un gesto en que el arte y la amistad se fundíaeron en una sola emoción.

Pero debo referirles algunas cosas que precedieron a esta breve cita. Cuando me enteré, en abril, de la presentación en Beijing del Ballet Nacional de Cuba, lo primero que hice fue tomar el telefono y reservar los billetes. ¿Cómo me iba a perder la función de uno de los más grandes conjuntos de ballet clásico del mundo? Hacía poco que había dejado mi cargo de conductora de un programa en Radio Internacional de China, tenía una propuesta no concretada para escribir en China hoy, y fui a la segunda presentación como cualquier espectador, sin ninguna misión periodística. 

Magia y colorido

Fue una experiencia inolvidable. Gracias a la destreza y a la capacidad interpretativa de cada uno de los integrantes del elenco, sobre todo de los primeros bailarines, Víctor Gilí y Viengsa Valdés, la función ofrecida en el gran Teatro de la Exposición, a sala llena, fue un especátulo deslumbrante, lleno de magia y colorido. Los pasos y los desplazamientos impecables lo mismo que los niveles expresivos y la gran plasticidad de los cuerpos La concepción coreográfica de Alicia Alonso, basada en la fusión de lo más refinado del ballet clásico con ciertos acentos de la danza popular estilizada, resultó un extraordinario acierto..

Recuerdo que, mientras esperaba el inicio de la función, miraba distraída la gran sala cuando de repente vi que la propia Alicia Alonso, acompañada de un caballero (después supe que era Pedro Simón, su esposo, director del Museo del Ballet de Cuba) y, probablemente, de algunos diplomáticos cubanos, avanzaba por uino de los pasillos hasta que se sentó a unas cinco o seis filas delante de donde yo me encontraba. Ya no trabajaaba para la radio y lo de China hoy aún no se había concretado, pero se me encendió la chispa periodística.  ¿Cómo aproximarme a ella en el intermedio o al final de la función, así, sin credencial de periodista? Yo sabía que las grandes figuras como ella lo tenían todo programado y yo, evidentemente, me hallaba fuera de todo. En ese instante decidí aceptar  la oferta de Wang Zonglin, el editor de la sección de español de China hoy, y empecé a pensar en una entrevista con  Alicia Alonso. ¿Conseguiría contactar con ella?

La maravilla del espectáculo me absorbió tanto que ya no pude pensar en ninguna estrategia para aproximarme a ella para pedirle una cita. Terminó la primera parte, y estaba yo de pie, como el resto del público, aplaudiendo  el magnífico espectáculo, cuando vi que ella  y sus acompañantes se levantaban y se retiraban de la sala. No me quedó más que la audacia.

Cerca de Alicia Alonso en Los Angeles

Georgina Cabrera-Morillo, reportera invitada de  China hoy , con Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba

Cuando decidí seguirla, yo era muy consciente de que iba en pos de un mito. Y los mitos son inalcanzables. Pensé en Chaplin, Picasso, García Márquez. Populares y queridos por todo el mundo pero inaccesibles, incluso, para grandes figuras del periodismo. Me acordé también, mientras me abría paso entre la gente, de lo que me había ocurrrido un par de años atrás, en el invierno del 2,000, cuando tuve ocasión de ver por primera a Alicia Alonso, así, de cerca, como esta vez. Fue, como es lógico, en la sala de un teatro, y fue en Los Angeles, cuando el Ballet Nacional de Cuba presentaba allí Giselle, una de las obras escenificadas por Alicia más aplaudidas en el mundo. Juan y yo volvíamos del Perú y al enterarnos de que el espectáculo del Ballet Nacional de Cuba, dirigida por Alicia Alonso, ofrecía una función, hicimos todo lo posible para conseguir un par de entradas y lo logramos. Aquella vez, Alicia y sus acompañantes estaban sentados atrás, a unas cuatro o cinco filas de nosotros. Reconocí su perfil de ballerina con su frente ceñida por un pañuelo, que ya es parte del mito. Tuve ganas de acercarme pero comprendí que era imposible. Me contenté con agradecerle, en secreto y en silencio, el regalo maravilloso de su arte.

Arte y amistad en Don Quijote

Mi audacia dio resultado. De pronto me vi, en la sala especial del Teatro de la Exposición, frente a Alicia Alonso y sus acompañantes. Me sorprendió su espontánea cordialidad. Miré detenidamente su rostro y pude adevertir cómo, en esas líneas definidas, en esa natural palidez y en ese perfil de persona inspirada, se diseñaba la figura inconfundible de la ballerina clásica. Conversamos brevemente de algunas cosas y quedamos que, momentos antes de la función del día siguiente, en ese mismo lugar, le haría la entrevista.

Me acompañaron el propio Wang Zonglin y el fotógrafo de China hoy. Había mucha gente en la sala hablando con Alicia Alonso. Mientras la esperaba, me puse a conversar con Víctor y Viengsay,  los primeros bailarines, jóvenes brillantes para quienes el arte y su país están por encima de la vanidad de exhibir su arte en otros escenarios por dinero. Luego vino el encuentro con Alicia. Hablamos escasos minutos en medio del gran barullo que armaban otras personas que habían ido a saludarla o a entrevistarla.  Fue muy poco lo que hablamos, pero en ese corto tiempo, pude apreciar de cerca, su temple, su nobleza, su inmensa estatura como artista.

No obstante su edad, Alicia Alonso sigue vibrando con su arte. Y al traer a China la maravillosa versión de Don Quijote, ha querido entregar al  pueblo chino,  junto con lo más excelso de su genio creativo, el mensaje del pueblo cubano, la amistad y la concordia, encarnados en  el gran prsonaje de Cervantes.

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Sucesos y figuras de la amistad es el nombre de la columna que, a partir de esta edición, tendrá en esta revista Georgina Cabrera Morillo, periodista, socióloga peruana y actual profesora de la Universidad de Economía y Comercio Internacional. (N. de R.)

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