Cuentos históricos de China
El
disco de jade retorna a su país
DURANTE
el Período de los Reinos Combatientes (475-221 a.C.), el poderoso
reino occidental de Qin abusaba de su poder y trataba despóticamente
a otros reinos. Cierto día, el soberano de Qin, al enterarse
de que el reino de Zhao había adquirido un disco de jade de
inapreciable valor, trató de apropiarse de él por medio de una
estratagema. Así que en el año 283 a.C. envió un emisario al
reino de Zhao para poner en práctica su plan: ofrecer 15 ciudades
a cambio del disco de jade, con la intención de no cumplir el
trato después de apoderarse del objeto. Al conocer el motivo
del envío del emisario, el monarca del reino de Zhao se encontró
en un dilema: si aceptaba el trato, sin duda alguna el rey de
Qin no le entregaría las 15 ciudades; pero si lo rechazaba,
seguramente sería víctima de las iras de dicho soberano. Entonces,
un ministro de la corte le aconsejó encomendar esa difícil misión
a Lin Xiangru.
De
humilde condición, Lin Xiangru no era más que un amigo de la
familia de un ministro del Estado. Sin embargo, era conocido
por su talento y sabiduría. Lin, de quien el monarca de Zhao
pronto comenzó a aceptar consejos, dijo: “Como el reino de Qin
es poderoso y el nuestro pequeño, no obraríamos conforme a razón
si rechazásemos su propuesta de cambiar nuestro disco de jade
por 15 ciudades; en cambio, si le damos el disco de jade y no
nos entrega las 15 ciudades, entonces será él quien no actuará
de forma razonable. ¡No se preocupe, Su Majestad! ¡Déjeme ir
a cumplir esta misión!”. Y el monarca de Zhao accedió a su petición.
Al llegar al reino de Qin, Lin
Xiangru presentó ceremoniosamente el disco de jade al soberano.
Éste, muy satisfecho, lo contempló una y otra vez haciéndolo
luego circular entre funcionarios y damas de palacio para que
lo vieran. Todos los presentes felicitaron a su soberano por
haber obtenido el tesoro. Pero nadie se volvió a acordar de
las 15 ciudades, dejando a Lin Xiangru en la estacada.
Después de analizar con calma
la situación, Lin dijo al soberano de Qin: “Este disco de jade,
a pesar de ser inmejorable, tiene una tara difícil de ver a
menos que se mire con atención. ¡Permítame que se la muestre!”.
Cuando el rey de Qin entregó a Lin el disco de jade, éste retrocedió
unos pasos hasta llegar a una columna, se apoyó en ella y, dirigiendo
una mirada furiosa al soberano de Qin, le dijo: “Creía que Su
Majestad cumplía sus promesas; por eso vine a traerle el disco
de jade. Pero en realidad, no es digno de confianza. Una vez
tuvo el disco de jade en sus manos no volvió a acordarse de
las 15 ciudades. ¿No es esto un engaño? Por eso, lo he recuperado
con la estratagema de la tara. Si trata de obligarme a devolvérselo,
lo estrellaré contra esta columna y luego me suicidaré”. Al
oír esto, el soberano de Qin cambió de actitud, le pidió perdón
y ordenó traer un mapa en el que comenzó a buscar ciudades acuciosamente.
Dándose cuenta de las intenciones
del soberano de Qin, Lin ideó otra estratagema y le dijo: “Como
el disco de jade es un tesoro único en el mundo, antes de dármelo
para traérselo a Vuestra Majestad, nuestro monarca se purificó
durante cinco días y celebró un solemne acto de despedida. Espero
que Vuestra Majestad haga lo mismo para recibirlo”. El soberano
de Qin accedió.
De regreso a su alojamiento,
Lin ordenó a un soldado de su escolta que aprovechase la noche
para llevar el disco de jade de regreso a la patria. Cinco días
más tarde, el soberano de Qin llevó a cabo de buen grado la
ceremonia para recibir el disco, pero Lin le dijo con severidad:
“Ni usted ni sus veintitantos antecesores han cumplido sus promesas
y siempre han mostrado una actitud despótica hacia el pueblo.
Para evitar que el reino de Zhao cayese otra vez en la trampa,
ordené que llevaran el disco de jade de vuelta allí. Si realmente
desea trocarlo, debe enviarnos a un emisario que nos traiga
un mapa en el que estén indicadas las 15 ciudades que nos dará
a cambio. Nuestro monarca siempre cumple su palabra. Ahora bien,
estoy dispuesto a recibir cualquier castigo que me imponga”.
El soberano de Qin se encolerizó, pero pensó que si mataba a
Lin Xiangru jamás podría conseguir el disco de jade y, además,
las relaciones entre ambos reinos se estancarían. Por lo tanto,
no tuvo más remedio que permitirle regresar indemne al reino
de Zhao.