Diversas
formas de los libros chinos antiguos
Por
LIU YONGXIN
AL comprar un libro interesante, impreso en papel de
buena calidad, lujosamente encuadernado y con bellas ilustraciones,
uno se siente muy complacido, pero no puede imaginarse cómo
eran los libros chinos antiguos.
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Inscripciones
de la dinastía Shang (XVI-XI a.C.) sobre huesos de animales
y caparazones de tortuga |
Éstos, destinados como los de ahora
a transmitir conocimientos, ofrecer información e intercambiar
experiencias, llegaban a serlo cuando el hombre imprimía palabras,
dibujos o cuadros en hojas fabricadas con materiales como el
bambú, la madera, la seda y el papel, hojas que luego numeraba
y encuadernaba para que otras personas pudiesen leerlas. Como
es lógico suponer, la existencia de libros es posterior a la
aparición de la escritura.
Las inscripciones grabadas en caparazones
de tortuga y huesos de animales durante la dinastía Shang (XVI
- XI a.C.) muestran la superación de los rasgos peculiares que
presentaban los primeros caracteres chinos de los que se tiene
noticia, señal inequívoca de que no es en ellas donde hay que
buscar los orígenes de la escritura china; por otra parte, según
las investigaciones arqueológicas, los 5.000 caracteres diferentes
descubiertos en dichas inscripciones forman un vocabulario de
más de 3.000 palabras clasificadas en sustantivos, verbos, adjetivos,
pronombres y otras partes de la oración; además, conservamos
un relato compuesto por ciento setenta y tantos caracteres.
Los orígenes de la escritura china
podrían encontrarse en las ruinas de la cultura neolítica de
Yangshao (5.000-3.000 años a.C). En los objetos de alfarería
de esta cultura descubiertos en los años 50 del siglo XX en
Banbo (cerca de la actual ciudad de Xi’an), aparecen grabados
27 signos que se caracterizan por la simplicidad de sus trazos
y su sentido abstracto. Para muchos eruditos e historiadores
chinos se trata de los signos ideográficos más antiguos que
han llegado hasta nuestros días. En su ensayo Desarrollo
dialéctico de la escritura antigua, el
prestigioso historiador Guo Moruo afirma que, a pesar de
no haberse descifrado su significado, es posible que los signos
grabados en piezas de alfarería negras y de otros colores marquen
el inicio de la formación de los caracteres chinos. De esta
aseveración y de otras semejantes se deduciría que la escritura
china tiene 6.000 años de antigüedad.
Las
inscripciones adivinatorias halladas en caparazones de tortuga
y huesos de animales constituyen un sistema de escritura más
o menos completo que presenta los rasgos fundamentales del chino
antiguo.
Hace
4.000 años, en tiempos de la dinastía Xia (siglos XXI - XVI
a.C.), los chinos inventaron la técnica de fundición del bronce,
técnica que se perfeccionó visiblemente en la época de la dinastía
Shang. En las campanas y los objetos de uso sacrificial fabricadas
con esta aleación durante dicha dinastía, aparecen no solamente
dibujos de carácter decorativo, sino también frases y textos
breves. Los textos fueron ganando en extensión a lo largo de
la dinastía Zhou (siglos XI-III a.C.), cuyos gobernantes gustaban
de hacer grabar en las piezas de bronce textos relativos a los
sacrificios, los méritos militares y los nombramientos de sus
funcionarios, así como a los acuerdos entre diversos principados.
En los primeros años de la dinastía
Tang, en el distrito de Baoji (provincia de Shan’xi) se desenterraron diez enormes piedras cilíndricas
en forma de tambor con inscripciones hechas en el siglo V a.C.,
en las cuales se leían diez poemas en versos de cuatro caracteres
que narraban las cacerías de un príncipe Qin.
Sin embargo, tanto las inscripciones sobre caparazones
y huesos, que registraban prácticas adivinatorias para su eventual
confirmación, como las frases y los textos breves de carácter
conmemorativo grabados en las piezas de bronce, no tenían ni
la forma de libro ni la intención de divulgar nada. A pesar
de no estar encuadernados, los poemas grabados en piedra participaban
en cierta medida de la naturaleza del libro, puesto que en ellos
se dejaba constancia de las cacerías de un príncipe Qin con
el propósito de divulgarlas entre el pueblo.
Los jiance
o los libros más antiguos
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Números
grabados en piezas de alfarería pertenecientes a la cultura
neolítica de Yangshao |
Los jiance son tiras o tablillas de bambú o de madera, ordenadas y dispuestas
en forma de libro, sobre las que se escribían textos utilizando
pinceles chinos empapados de tinta. Cada tira de bambú o de
madera se llama jian, y el conjunto de ellas forman una unidad que recibe el nombre de
jiance. En las inscripciones oraculares
sobre caparazones y huesos, el carácter pictográfico ce representaba una serie de tiras ensartadas con dos cordones; posteriormente,
este carácter pasó a desempeñar la función de clasificador (parte
de la oración china) aplicado a los libros. En sus Registros históricos (
), el gran historiador Sima Qian nos cuenta
que Confucio, en edad avanzada, mostró un singular interés por
el Libro de las mutaciones (
), obra
que releyó tanto que los cordones que unían las tablillas del
libro se rompieron tres veces.
Se supone que en la dinastía Shang
ya existía este tipo de libros, puesto que en el Libro de documentos de la antigüedad (
),
uno de los clásicos confucianos, se halla una referencia explícita a los libros
escritos por los Shang. En la dinastía Zhou, los encargados
de registrar los sucesos de importancia en las tablillas de
bambú fueron los historiadores de la corte. Pero esa suposición
todavía debe ser corroborada por ulteriores datos y hallazgos
arqueológicos.
En tiempos de las dinastías Shang
y Zhou, los historiadores cortesanos eran los únicos depositarios
de la cultura y los únicos capaces de recoger y grabar en caparazones
y huesos, así como en objetos de bronce, los discursos, las
actividades políticas y las operaciones militares de sus gobernantes.
En el Período de Primavera y Otoño (773 – 476 a.C.) y en el
de los Estados Combatientes (475 – 221 a.C.), la naciente clase
terrateniente, cada vez más afianzada en su posición social,
intentó hacerse con el poder y romper el monopolio cultural
de la alta nobleza. Entre los estudiosos e intelectuales que
representaban distintas fuerzas políticas se libraban acalorados
debates y polémicas sobre problemas de orden político, filosófico
y moral, lo que impulsó a muchos de ellos a escribir y publicar
libros. Los seguidores de las diversas escuelas filosóficas
se dedicaron a transmitir oralmente y a copiar a mano las palabras
y las sentencias de sus maestros. La consiguiente proliferación
de jiance llegó a su apogeo en las dinastías
Qin (221 – 206 a.C.) y Han (206 a.C. – 220 d.C).
Desde la antigüedad hasta nuestros
días se han desenterrado innumerables tablillas de bambú y de
madera. Durante el reinado de Wu, emperador de los Han (156
– 87 a.C.), en las paredes de la mansión de Confucio se descubrieron
obras clásicas del gran maestro escritas en tablillas de bambú
durante el Período de los Estados Combatientes. Estas obras,
caracterizadas por un estilo de escritura y un contenido algo
diferentes a los de las ediciones de la época Han, recibieron
el nombre genérico de “clásicos en escritura antigua”. En el
siglo III, en el distrito de Ji (provincia de Henan) se abrió
la tumba del soberano Hui de los Wei, que había reinado entre
los años 369 y 319 a.C.; en su interior se encontraron decenas
de carros llenos de tablillas, entre las cuales había libros
tan valiosos como Anales sobre bambú y Biografía del hijo del cielo llamado Mu.
En 1930, en una serie de yacimientos situados a lo largo
del río Ejina (provincia de Gansu) se hallaron más de 10.000
tablillas de la dinastía Han, que en su mayoría contenían documentos
oficiales y listas de objetos de valor. Cuarenta años después
se descubrieron en esa dicha comarca cerca de 20.000 tablillas
de la misma época, que contenían datos fidedignos sobre la situación
económica, política y militar en las zonas fronterizas del territorio
de la dinastía Han. .
Los nueve capítulos del Libro de los Ritos (
), otro clásico confuciano, llegaron a
manos de los arqueólogos en 1959 junto con otras trescientas
tablillas de los Han del Este, tras las excavaciones realizadas
en el distrito de Wuwei (provincia de Gansu). Además de diversas
tablillas de los Han del Oeste, en 1972 se recuperaron importantísimas
obras de estrategia militar escritas en el período de los Estados
Combatientes, entre ellas Weiliai, Liuta, El arte de la guerra de Sunzi y, en particular,El arte de la guerra de Sun Bin, que había
desaparecido 1.700 años atrás. También se hallaron leyes y decretos
de los Qin.
Según fuentes históricas, para
preparar las tablillas de bambú se cortaba el tronco en trozos
que a continuación se rajaban, pulían y secaban al fuego. En
cuanto a la madera, se cortaba en tablas o tablillas, las cuales
después de pulidas se secaban al sol o a la sombra. Las tablillas
de las dinastías Qin y Han tenían diferentes dimensiones: las
largas se utilizaban para copiar textos legales y obras clásicas;
las cortas se usaban para escribir, entre otras cosas, biografías
y ensayos; los clásicos se reproducían en tablillas de 23 centímetros
de largo unidas con cordones de seda verde; las tablillas de
30 centímetros se empleaban para copiar textos legales, mientras
que las órdenes imperiales y los nombramientos se registraban
en las de 10 centímetros, usadas también para escribir cartas,
ensayos y biografías.
Cada tablilla contenía de una a
varias decenas de caracteres distribuidos en una o más líneas.
Los mapas se reproducían en tablillas de madera y las cartas
se escribían generalmente en tablillas de madera cuadradas,
sobre las que se colocaba una tablilla más fina para ocultar
el mensaje y escribir en ella el nombre del destinatario y el
del remitente. Después de sellar las tiras escritas y atarlas
con cuerdas, la carta podía enviarse a larga distancia, pero
no por posta, sino por medio de un mensajero privado.
En la primera de las tablillas
de un libro figuraban el título de la obra y el del primer capítulo,
que solían también escribirse en el dorso de las primeras dos
tablillas, puesto que cuando se enrollaban todas por detrás,
su dorso aparecía como cubierta. Si era un libro valioso, el
autor lo envolvía con seda o con tela.
Como es de suponer, los libros
escritos en las tablillas pesaban mucho. Para transportar la
biblioteca de Hui Shi, famoso sofista del período de los Estados
Combatientes, eran necesarios cinco carros. De este hecho anecdótico
derivó posteriormente la frase “cinco carros de conocimientos
adquiridos”, utilizada para referirse a la erudición de un letrado.
Según fuentes historiográficas, el Primer Emperador (259 – 210
a.C.) de los Qin tenía que leer diariamente cincuenta y tantos
kilos de documentos.
Los boshu
o libros de seda
Gracias a las inscripciones oraculares
sabemos que ya en la dinastía Shang la industria de la seda
estaba bastante desarrollada. De hecho, la seda es un soporte
de la escritura tan antiguo como las tablillas de bambú. Así
lo testimonian las abundantes referencias al respecto que figuran
en los libros antiguos. Yanzi (¿ – 500 a.C.) decía en su libro
de historia que el príncipe Jin de Qi (¿ -- 490 a.C.) había
mandado escribir en seda la orden de conceder 17 distritos a
su ministro Guan Zhong. Al iniciarse el Período de los Estados
Combatientes, el Mozi se refiere en varias ocasiones a los
libros de seda. En las postrimerías de la dinastía Han del Este,
los soldados del ejército dirigido por Dong Zhuo tomaron la
capital y saquearon y destruyeron los libros de la corte, quemando
como leños tablillas de bambú y de madera, y haciendo con las
sedas escritas tiendas de campana, toldos para carruajes, mochilas,
etc.
La seda tiene muchas ventajas con
respecto al bambú y la madera. En efecto, no sólo es ancha,
ligera, suave, fácil de desplegar y conservar, sino también
muy idónea para escribir y, sobre todo, para dibujar y pintar.
Pero debido a su escasa producción y a su elevado coste, su
empleo quedaba limitado a los círculos de intelectuales, por
lo que el libro de tablillas mantuvo su primacía frente al de
seda hasta la aparición del papel.
Con el paso del tiempo, los libros
de seda se hicieron cada vez más refinados. En tiempos de los
Han, se empezó a fabricar un tipo de seda especialmente para
escribir. La seda más corriente, con un marco rojo o negro que
señalaba los márgenes, tenía 73 centímetros de ancho. Si la
seda era larga, se escribía en ella un libro entero e incluso
dos, separados entre sí por determinados signos. El libro de
seda se plegaba para guardarse, pero también podía enrollarse,
como el de tablillas. Por eso los dos tipos de libros estaban
compuestos por rollos y la palabra juan pasó a ser el clasificador de los
libros antiguos.
Los escritores antiguos no nos
dejaron información detallada y precisa sobre los libros de
seda. Los primeros ejemplares se descubrieron en 1972 cerca
de Changsha (capital de Hunan), concretamente en la tumba de
la esposa del marqués de Dai, de la dinastía Han, que según
las pruebas realizadas con el carbono 14 data del siglo II a.C.;
al año siguiente también se hallaron libros de seda en la tumba
de dicho marqués y en la de su hijo, ambas del año 168 a.C.
Este descubrimiento supuso una cosecha abundantísima desde el
punto de vista arqueológico, histórico y científico. En efecto,
los escritos y objetos desenterrados son testimonios de inmenso
valor que reflejan la situación económica, política y militar,
así como el desarrollo de la filosofía, la historia y las ciencias
naturales en los primeros años de la dinastía Han. Para lo que
ahora nos interesa, hablaremos brevemente de los libros, los
mapas y los cuadros de seda. Además de 512 tablillas de bambú
escritas, se hallaron veintitantos libros que contienen en total
120.000 caracteres. Entre ellos figuran títulos tan importantes
como el Laozi (
), el Libro de las mutaciones y las Estratagemas de los Estados Combatientes (
), en versiones muy diferentes de las actuales. Algunos de estos libros no pudieron leerlos
ni siquiera los contemporáneos de los difuntos, como Liu Xiang
y Ban Gu. En un tratado de astronomía copiado hacia el año 176
a.C. se describe en detalle el movimiento de cinco planetas
y los métodos astrológicos, lo que constituye un gran acontecimiento
para la historiografía de esta disciplina. Los arqueólogos tuvieron
la grata sorpresa de hallar un mapa de despliegue militar, un
plano de un distrito de la provincia de Hunan y un mapa topográfico
de ocho distritos, reproducido
en una tela de seda cuadrada de 96 centímetros y cuya escala
es de 180.000:1, en el que aparecen los principales ríos, montañas
y ciudades. Estos tres mapas son los más antiguos no sólo de
China, sino también de todo el mundo.
En la primera y la tercera tumba
se hallaron dos cuadros idénticos titulados Vestido volante. El de la tercera tumba tiene 2,33 metros de largo,
1,41 de ancho en la parte superior y 0,5 en la inferior; el
de la primera mide 2,05 metros de largo, 0,92 de ancho en la
parte superior y 0,477 en la inferior. En ambos se representan
tres mundos diferentes: el paraíso, un mundo de pura fantasía
al que aspiraban a ascender los espíritus de los difuntos; el
mundo humano, una combinación de realidad y fantasía; y el mundo
subterráneo. Los elementos legendarios, fantásticos y realistas
se amalgaman de modo magistral, pericia que evidencia el elevado
nivel alcanzado por la pintura en tiempos de la dinastía Han
del Oeste.
Los shijing
o clásicos grabados en piedra
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Inscripción
de la dinastía Qin (221-207 a.C.) en una piedra de
Lanya |
Como decíamos anteriormente, durante
el siglo V a.C., esto es, en el Período de los Estados Combatientes,
un príncipe de la dinastía Qin mandó inscribir sobre diez piedras
otros tantos poemas que relataban sus cacerías en tono encomiástico.
Esas piedras no fueron las únicas. Tras la fundación de dicha
dinastía, el Primer Emperador viajó constantemente por el país
y en siete lugares hizo grabar sobre piedra breves textos referentes
a sus inspecciones, con el propósito de dar a conocer su autoridad
e influencia. Algunas piedras talladas en la montaña de Langya
(provinvia de Shandong) siguen aún en pie, tras soportar durante
más de 2.000 años la erosión eólica y solar. Esa tradición se
desarrolló bastante en la dinastía Han. Cuando moría una persona
pudiente, solía erigírsele una estela funeraria con inscripciones
laudatorias. Después de ganar una batalla, los vencedores acostumbraban
a hacer inscribir sus hazañas en lápidas para colocarlas en
los lugares más concurridos. Al concluir una obra importante,
se levantaba un monumento en el que se describían su finalidad,
su significado y la fecha de su inauguración. Se llegó incluso
a grabar inscripciones en acantilados. Todas estas inscripciones
en piedra no constituían sino pequeños textos que no alcanzaban
la categoría de libro.
En el año 175, la dinastía Han
del Este (25–220) reunió a un grupo de prestigiosos eruditos
para que revisasen minuciosamente el Libro
de documentos de la antigüedad, el
Libro de los Cantos(
), el Libro de las mutaciones
y otros cuatro clásicos. Cai Yong, uno de los calígrafos más
destacados de la época, transcribió con el pincel estas siete
obras clásicas en 46 lápidas, las cuales posteriormente fueron
grabadas por escultores. Puede afirmarse que estas lápidas contenían
los clásicos grabados más antiguos de China. Desgraciadamente,
sólo nos han llegado en fragmentos.
Cumpliendo una orden imperial,
en el siglo III los escultores del reino de Wei reprodujeron
en piedra el Libro de documentos de la antigüedad, los
Anales del Período de Primavera y Otoño y el medio libro
de la Historia crítica
del Período de Primavera y Otoño(
) de Zuo Qiuming. Estos shijing, sin embargo, desaparecieron después de la dinastía Tang.
Durante el reinado del emperador Weizong, de la dinastía Tang
(827–840), se grabaron doce clásicos en lápidas conservadas
intactas en el Museo de Shan’xi, situado en la milenaria ciudad
de Xi'an. En dinastías posteriores también se realizaron reproducciones
de los clásicos confucianos en piedra, pero sólo han llegado
íntegramente hasta nuestros días las lápidas labradas durante
el reinado del emperador Qianlong de los Qing (1736–1795), las
cuales se exhiben en el Museo de la Capital de China.
Antes de la invención de la imprenta,
durante mucho tiempo los clásicos grabados en piedra sirvieron
de textos canónicos a los letrados, quienes los copiaban a mano
para fomentar su difusión o cotejar sus copias. Pero por diversos
motivos históricos, el grupo de personas instruidas que acudían
a copiar estos textos era muy reducido, circunstancia que probablemente
indujo a idear en el siglo V un método para calcar o estampar
estos clásicos en papel. El método en cuestión consistía en
desplegar hojas de papel humedecidas sobre las lápidas con inscripciones,
golpearlas suave y repetidamente, y aplicarles tinta. Como los
trazos de los caracteres chinos están tallados en hueco, las
correspondientes partes del papel no se impregnaban de tinta,
sino que quedaban en blanco. Este ágil procedimiento de transcripción,
del que derivaría el grabado en planchas de madera o xilografía,
parece constituir el primer paso hacia la invención de la imprenta.
Los zhixie ben
o libros de papel
Con la invención del papel se creó
un importantísimo soporte para la escritura, ya que este material
posibilitó la aparición y el desarrollo de la industria editorial,
lo que a su vez contribuyó a la difusión de la cultura. China
fue el primer país que fabricó papel. El primer país extranjero
beneficiario de este invento fue Corea, que más tarde lo exportó
a Japón. Los comerciantes y diplomáticos que recorrían la célebre
Ruta de la Seda hicieron llegar el papel al mundo árabe. En
751, el ejército de la dinastía Tang, dirigido por el general
Gao Xianzhi, atacó un país árabe pero fue derrotado. Algunos
soldados chinos apresados enseñaron a los árabes el arte de
fabricar papel. En su obra La India, un escritor árabe viajero del
siglo XI afirmaba que fueron los prisioneros chinos quienes
habían introducido la técnica de fabricar papel en la ciudad
de Samarcanda (actual República de Uzbekistán). Efectivamente,
allí fue donde se construyó la primera fábrica de papel fuera
del territorio chino. Más tarde, la nueva técnica llegó sucesivamente
a Bagdag, Damasco, El Cairo y Marruecos. En estos lugares se
fabricaban grandes cantidades de papel, producto que se convirtió
en una de las principales exportaciones a Europa. A principios
del siglo VIII, los musulmanes conquistaron la península Ibérica
y establecieron fábricas de papel a lo largo de su costa mediterránea.
El uso del papel contribuyó a la civilización del Viejo Mundo
y, sobre todo, a su Renacimiento.
¿Cómo apareció el papel en China?
Los hallazgos arqueológicos demuestran que a finales de la primera
mitad de la dinastía Han del Oeste (aproximadamente en el siglo
I a.C.), ya se producía un tipo de papel con fibras vegetales.
Pero debido a su mala calidad, este rudimentario papel no servía
para escribir. Según la Historia de los últimos Han(
), el eunuco Cai Long (¿ - 121), encargado de la fabricación
de los objetos que usaba el emperador, procedió a sintetizar
las experiencias de los antepasados, perfeccionó las técnicas
tradicionales y, utilizando fibras vegetales, elaboró un papel
idóneo para escribir y pintar. El uso de este tipo de papel,
que más tarde fue denominado “papel del marqués de Cai”, se
extendió rápidamente por todo el país. En tiempos del emperador
An, de la dinastía Han del Este (102–125), un erudito y calígrafo
llamado Cui Yuan escribió una carta a un amigo en la que, entre
otras cosas, le decía: “Te regalo este libro de diez folios
titulado Xuzi. Debido
a mis apuros económicos, no he podido escribirlo en seda y he
tenido que usar papel”. Esta carta testimonia que, no mucho
después de la aparición del “papel del marqués de Cai,” en los
medios intelectuales circulaban libros enteros escritos en papel.
No obstante, éste desempeñaba una función secundaria en los
organismos gubernamentales, cuyos documentos y correspondencia
oficiales se redactaban mayoritariamente en seda o en tablillas
de bambú. Gracias a las constantes innovaciones tecnológicas,
a la mejora incesante de su calidad y a su bajo coste, el papel
acabó imponiéndose a las tablillas y la seda. Cuando el emperador
Huan Xuan subió al trono (año 369) prohibió utilizar tablillas
para escribir documentos oficiales y ordenó usar el papel en
su lugar, lo que contribuyó a la proliferación de libros escritos
en este soporte. La Historia novelada de los tres reinos(
), obra de escritores de la dinastía Jin, es el libro más
antiguo escrito en papel que se ha conservado hasta nuestros
días.
La copia de libros a mano alcanzó
un auge sin precedentes en la época comprendida entre las dinastías
Sui y Tang, es decir, entre los siglos VI al X, a pesar de que
la invención de la imprenta se produjo en tiempos de esta última.
De todos es sabido que durante
la dinastía Tang China experimentó un gran florecimiento económico,
comercial y cultural, y su literatura vivió una edad de oro.
En el inmenso mercado del papel la demanda era muy elevada y
la industria papelera se desarrolló a gran velocidad. La nueva
tecnología permitía producir una gran variedad de productos,
mejorar su calidad y perfeccionar la encuadernación. Por otra
parte, los gobiernos dinásticos, que atribuyeron gran importancia
a la protección de los libros antiguos, ordenaron recoger y
coleccionar libros que circulaban entre el pueblo y establecieron
organismos especiales encargados de verificarlos, revisarlos
y copiarlos para guardarlos de manera adecuada. Entre el pueblo
se incrementó el número de escribanos profesionales que vivían
de su trabajo y las colecciones particulares fueron cada vez
más numerosas. Otro factor importante que contribuyó a la reproducción
de textos en la dinastía Tang fue la introducción del budismo
en China en un ambiente de libertad de cultos. Se construyeron
monasterios en todo el país y no pocos sacerdotes budistas se
dedicaron a reproducir textos canónicos. A principios del siglo
XX, se hallaron en Dunhuang (provincia de Gansu) decenas de
miles de libros copiados, la mayor parte de los cuales son textos
budistas.
Formas
de encuadernación
Sería interesante hablar de las diversas formas de encuadernar
los libros de papel. Los libros de seda se encuardenaban enrollándolos
en un carrete de bambú o de madera. En un principio, los libros
de papel se encuaderon siguiendo el mismo procedimiento, es
decir, aglutinando todas sus hojas y enrollándolas en torno
a una varita. Esta fue el sistema más usual entre los siglos
VI y el X.
El papel para imprimir libros solía
medir 33 centímetros de ancho y su longitud estaba condicionada
por el contenido de la obra. Para un libro corto, se utilizaban
unas cuantas hojas de papel cuya longitud total no superaba
los dos metros. También era frecuente copiar varios textos breves
en una tira de hojas, pero un libro voluminoso podía alcanzar
los diez metros de largo.
La costumbre de escribir de derecha
a izquierda permitía enrollar todo un libro en sentido contrario
en forma de tira, de modo que el inicio del libro quedaba en
la parte exterior del rollo. Para proteger la parte exterior
de cualquier resquebrajadura, solía pegársele una hoja de papel
en blanco, una tela o un brocado de seda, en la mitad de la
cual se amarraba un cordón para atar todo el rollo. En el extremo
inferior del carrete se colocaba un marcador en el que se escribían
el título de la obra y el número del rollo. Además de facilitar
el enrollamiento, el carrete, unas veces de bambú o de madera,
pero otras de marfil, jade o de lapislázuli, servía de adorno.
La calidad del carrete, del cordón
y del marcador distinguían las diversas categorías de libros.
Por ejemplo, en tiempos del emperador Xuanzong, de la dinastía
Tang (712-756), los libros coleccionados por la corte se clasifican
en cuatro tipos (clásicos, históricos, filosóficos y literarios),
cuyos carretes, cordones y marcadores se diferenciaban por su
material y color.
Todo libro con líneas de demarcación
en cada página comenzaba con el título del primer capítulo,
el número del rollo y el título de la obra. A veces, al terminar
un capítulo aparecía el nombre del escribano y la fecha de la
copia, y al final, el nombre del decorador y el del revisor.
Gracias a los fragmentos de las Analectas de Confucio con las glosas del señor
Zheng hallados en 1869 en una tumba de la dinastía Tang
situada en Tulufan (Xinjiang), sabemos que la copia de esta
obra fue hecha en 710 por un escribano llamado Pu Tianshou,
quien a la sazón tenía la misma edad que un escolar de los de
hoy en día.
El florecimiento cultural que se
produjo en las dinastías Sui y Tang aceleró la proliferación
de los tipos de libros y la multiplicación de su número. Al
mismo tiempo, los exámenes imperiales para ingresar en el cuerpo
de funcionarios indujeron a más y más miembros de los estamentos
sociales inferiores a estudiar los clásicos confucianos, de
modo que la encuadernación en rollo, cuya mayor desventaja era
la dificultad de hojear el libro, no permitía satisfacer la
creciente demanda. Además, con este sistema de encuadernación,
si se quería leer la última parte del libro había que abrirlo
desde el principio; y cuando se trataba de gruesos libros de
consulta los inconvenientes eran aun mayores. Para solventar
tales dificultades, se idearon nuevos
procedimientos de encuadernación consistentes en plegar todo
el conjunto de papeles y colocar como cubiertas una hoja en
el comienzo y otra en el final. Esta innovación supuso un importante paso en la evolución
de la encuadernación hacia su forma actual.
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Sistema
de la tierra de la Dinastía Celestial, elaborado por el Reino Celestial Taiping
(1851-1864) |
A fin de evitar que en el momento
de abrir el libro las hojas dobladas se soltaran, la primera
y la última página se pegaban en un papel grande, de suerte
que el libro pudiera hojearse
tanto por delante como por detrás. El inconveniente de este
nuevo tipo de encuadernación, que recibió el nombre de “torbellino
de viento”, era que los pliegues de las páginas se rompían fácilmente.
La encuadernación de hojas de pequeño tamaño había aparecido
en el siglo X junto con la xilografía. El nuevo método consistía
en doblar las hojas por la página escrita y aglutinar los pliegues
en la mitad de un papel grande. El libro así encuadernado se
abría de manera semejante a como la mariposa despliga sus alas,
razón por la cual ese procedimiento de encuadernación fue denominado
“de mariposa”.
En la dinastía Yuan (1271–1368)
se introdujo una pequeña modificación: las hojas se doblaban
por la página no escrita y se pegaban por los pliegues sobre
un papel grande que formaba el reverso del libro. Pero en la
dinastía Ming (1368 –1644) todos los sistemas de encuadernación
anteriores fueron sustituidos por el consistente en numerar
y superponer las hojas que componían el libro, practicar varios
orificios en sus bordes, pasar uno o dos hilos a través de ellos
y, por último, anudar fuertemente los hilos. Este sistema de
encuadernación es fundamentalmente el mismo que el empleado
hoy en día.
LIU YONGXIN, catedrático y exdecano de la Facultad
de Español de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing.