JUNIO 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Transmitiendo el amor divino por medio de la medicina

Por nuestra reportera LI XIA

CUANDO suena el teléfono de su oficina, el doctor Wang Jun ya sabe que le llaman para decirle que todo está a punto para comenzar un nuevo día de operaciones.

El doctor Wang Jun y el Doctor Ominger, director de cirugía torácica de la Universidad de Michigan y presidente de la actual Sociedad de Médicos de Cirugía Torácica de EE.UU.

Wang Jun, de 39 años, ocupa un puesto de responsabilidad en el Centro de Cirugía Torácica del Hospital del Pueblo, anexo a la Universidad de Beijing. En realidad, Wang es una autoridad no ya de la cirugía torácica china, sino también de la mundial. Este médico de mediana edad ha desempeñado varios cargos como miembro de la sucursal del Comité Nacional de Cirugía Cardiovascular de la Sociedad Médica de China, miembro ejecutivo de la Sociedad Científica de Endoscopia Torácica Quirúrgica de Asia y el Pacífico, miembro de la Sociedad Americana de Cirugía Torácica (AATS) y presidente asiático de la Sociedad Internacional de Enfermedades Esofágicas (ISDE).

En los diversos sectores de nuestro país aparecen jóvenes de talento como Wang Jun. Todas estas personas competentes ingresaron en la universidad tras realizar diversas pruebas de acceso, sistema que ha sido reimplantado recientemente. La “revolución cultural” tuvo efectos devastadores para la educación superior china. Entre 1966 y 1976, las universidades aceptaron a nuevos estudiantes sin examinarlos previamente. Wang Jun y otros jóvenes de su edad provienen de familias de campesinos, trabajadores e intelectuales comunes, razón por la cual no les ha sido fácil acceder a una enseñanza de alto nivel. Afortunadamente, muchos miembros de esta generación ingresaron en la universidad y, posteriormente, tuvieron la oportunidad de desplazarse al extranjero para profundizar sus estudios. Durante la reforma y la apertura, estas personas capaces han desempeñado un papel de primer orden en la construcción económica y el desarrollo social de China.

En la escuela secundaria Wang fue un alumno sobresaliente. Su vocación por la medicina nació, por una parte, de su condición de niño enfermizo; y, por otra, del hecho de no haber obtenido la nota necesaria para acceder a la universidad que había elegido, lo que le obligó a ingresar en el Instituto de Medicina de Henan. Sus esfuerzos le hicieron sobresalir entre sus compañeros de instituto y, una vez concluidos sus estudios, fue admitido en el Instituto de Postgraduados de la Universidad de Medicina de Beijing. Hasta 1990, de los 37 estudiantes de su grupo, 35 habían salido del país para profundizar sus estudios; uno de los dos que se quedaron fue Wang Jun.

Posteriormente, entre 1995 y 1997, Wang tuvo la oportunidad de estudiar en las universidades estadounidenses de Washington, Chicago y Michigan. Entre 1997 y 1998 Wang disfrutó de la única beca Graham que otorga anualmente la Sociedad Americana de Cirugía Torácica (AATS).

Debido a su carácter, que le ha llevado a luchar por ser el primero de China, país que respeta a quienes mantienen una actitud modesta e introvertida, Wang ha tropezado con numerosas dificultades a lo largo de su camino. Wang siempre ha dicho: “Gracias a su carácter, bastante distinto del mío, mi esposa ha conseguido fácilmente lo que quería; yo, en cambio, he tenido que esforzarme tres veces más”. Al parecer, Wang ha salido de tan duras pruebas con una voluntad de hierro y sólidos conocimientos profesionales. Por esta razón, ha sido el primero de los colegas de su edad que ha obtenido el título de doctor.

Wang Jun operando con el endoscopio

Al igual que otros estudiantes que marcharon al extranjero para ampliar sus estudios, Wang ha regresado a China para trabajar por su país. Wang nunca olvidará la pregunta que le hizo un famoso profesor estadounidense que visitó China en la década de los 70: “¿Sigue usándose la acupuntura como anestésico?”. Otros le preguntaron: “El Hotel Jinjiang de Shanghai, donde se alojó el presidente Nixon durante la visita que efectuó a China en 1972, ¿sigue siendo el mejor de esta ciudad?”. A juicio de Wang, los estadounidenses no conocen bien el desarrollo de China, lo que le ha impulsado a hacer de puente de comunicación entre ambos países. Wang ha dicho: “Quiero introducir en mi país todas las técnicas que he aprendido para poder ayudar a la quinta parte de la población mundial”. Aunque las condiciones de vida de China no pueden compararse con las de Estados Unidos, el nuestro es un país en vías de desarrollo que ofrece grandes posibilidades a las personas competentes. Fue precisamente este hecho lo que animó a Wang a volver a la patria.

Wang ha cosechado sus mayores éxitos en el campo de la endoscopia torácica quirúrgica. En uno de sus artículos, Wang explica su técnica con elocuentes ejemplos que recuerdan la película “Viaje alucinante”, producción hollywoodiense de ciencia ficción en la que un equipo de médicos se introduce en un endoscopio para examinar a un paciente. El principio fundamental de la endoscopia torácica quirúrgica es muy similar, puesto que en el pecho del paciente se introduce un endoscopio que facilita la utilización de instrumentos de microcirugía. A diferencia de la técnica tradicional, que obliga a practicar cortes de entre 30 y 40 cms., esta nueva técnica tradicional sólo precisa de tres incisiones de entre uno y dos cms. Por otra parte, el postoperatorio es menos doloroso y más breve. Uno de sus pacientes fue un alumno que al cabo de diez días debía hacer un examen universitario; tres días después de ser intervenido mediante esta nueva técnica, el joven ya se había restablecido y pudo hacer dicho examen con toda normalidad. Además, Wang ha descubierto un nuevo método para diagnosticar las disfunciones pulmonares antes de operar, abriendo así un nuevo camino en el terreno del tratamiento quirúrgico del enfisema pulmonar.

Gracias a su gran talento médico, Wang ha conseguido un elevado número de pacientes, todos los cuales le respetan y confían en él. Tanto es así, que si le asignan a otro hospital, no hay paciente que no lo siga a su nuevo destino. No son pocos los familiares de pacientes que le ofrecen importantes sumas para que los trate, pero Wang, cuya ética profesional está a la misma altura que su habilidad técnica, jamás ha aceptado un solo un centavo y asegura que lo que ha ganado no lo ha logrado por esa vía, sino gracias a su alto nivel profesional. Aunque todavía es un médico de mediana edad, Wang disfruta de mejores condiciones de vida, percibe un salario más alto y goza de un trato más ventajosos.

El cuidado y el interés con los que los médicos estadounidenses tratan a sus pacientes han influido mucho en Wang. Siempre que atiende a un nuevo paciente, le dice convencido: “No se preocupe; su enfermedad no es grave y puede curarse rápidamente”. Así es como Wang se ha ganado el respeto y la confianza de sus pacientes.

La mayoría de los coetáneos de Wang ha recibido una formación basada en la cultura tradicional china. Sin embargo, Wang es una persona muy práctica que exige a los médicos jóvenes que se ocupen de sus pacientes: “No debemos rechazar a los pacientes, ya que ello equivale a rechazar el dinero. Cuando alguien está enfermo, su estado de ánimo no es muy bueno; en tales circunstancias, las palabras del médico influyen mucho en el paciente. Un buen médico debe poseer no sólo muchos conocimientos de su especialidad, sino una elevada ética profesional. Vistas así las cosas, la ética profesional se encuentra estrechamente vinculada con las ganancias del médico”.

No obstante, los beneficios personales no son lo que más interesa a Wang. En su opinión, el cirujano que se dispone a operar es como una personaje importante capaz de comunicarse con Dios y transmitir el amor de éste por la Humanidad. Por lo tanto, el médico tiene que ser responsable tanto de los pacientes como de sí mismo. Gracias a este espíritu de responsabilidad, todos los pacientes tratados por el doctor Wang Jun confían en él. Siempre que visita y examina a los pacientes internados en el hospital, éstos le dicen: “Doctor Wang, llevo desde la madrugada esperándole; si no hubiera venido, me habría sentido muy mal”.

Hoy en día Wang Jun trabaja felizmente, lejos de las dificultades y las ambiciones que solían asediarle. Cada día se levanta a las seis de la mañana y durante su jornada de cerca de diez horas realiza cinco operaciones.

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