Transmitiendo el amor
divino por medio de la medicina
Por nuestra reportera LI XIA
CUANDO suena el teléfono de su oficina, el doctor Wang
Jun ya sabe que le llaman para decirle que todo está a punto
para comenzar un nuevo día de operaciones.
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El
doctor Wang Jun y el Doctor Ominger, director de cirugía
torácica de la Universidad de Michigan y presidente de la
actual Sociedad de Médicos de Cirugía Torácica de EE.UU. |
Wang Jun, de 39 años, ocupa
un puesto de responsabilidad en el Centro de Cirugía Torácica
del Hospital del Pueblo, anexo a la Universidad de Beijing.
En realidad, Wang es una autoridad no ya de la cirugía torácica
china, sino también de la mundial. Este médico de mediana edad
ha desempeñado varios cargos como miembro de la sucursal del
Comité Nacional de Cirugía Cardiovascular de la Sociedad Médica
de China, miembro ejecutivo de la Sociedad Científica de Endoscopia
Torácica Quirúrgica de Asia y el Pacífico, miembro de la Sociedad
Americana de Cirugía Torácica (AATS) y presidente asiático de
la Sociedad Internacional de Enfermedades Esofágicas (ISDE).
En los diversos sectores de
nuestro país aparecen jóvenes de talento como Wang Jun. Todas
estas personas competentes ingresaron en la universidad tras
realizar diversas pruebas de acceso, sistema que ha sido reimplantado
recientemente. La “revolución cultural” tuvo efectos devastadores
para la educación superior china. Entre 1966 y 1976, las universidades
aceptaron a nuevos estudiantes sin examinarlos previamente.
Wang Jun y otros jóvenes de su edad provienen de familias de
campesinos, trabajadores e intelectuales comunes, razón por
la cual no les ha sido fácil acceder a una enseñanza de alto
nivel. Afortunadamente, muchos miembros de esta generación ingresaron
en la universidad y, posteriormente, tuvieron la oportunidad
de desplazarse al extranjero para profundizar sus estudios.
Durante la reforma y la apertura, estas personas capaces han
desempeñado un papel de primer orden en la construcción económica
y el desarrollo social de China.
En la escuela secundaria Wang
fue un alumno sobresaliente. Su vocación por la medicina nació,
por una parte, de su condición de niño enfermizo; y, por otra,
del hecho de no haber obtenido la nota necesaria para acceder
a la universidad que había elegido, lo que le obligó a ingresar
en el Instituto de Medicina de Henan. Sus esfuerzos le hicieron
sobresalir entre sus compañeros de instituto y, una vez concluidos
sus estudios, fue admitido en el Instituto de Postgraduados
de la Universidad de Medicina de Beijing. Hasta 1990, de los
37 estudiantes de su grupo, 35 habían salido del país para profundizar
sus estudios; uno de los dos que se quedaron fue Wang Jun.
Posteriormente, entre 1995 y
1997, Wang tuvo la oportunidad de estudiar en las universidades
estadounidenses de Washington, Chicago y Michigan. Entre 1997
y 1998 Wang disfrutó de la única beca Graham que otorga anualmente
la Sociedad Americana de Cirugía Torácica (AATS).
Debido a su carácter, que le
ha llevado a luchar por ser el primero de China, país que respeta
a quienes mantienen una actitud modesta e introvertida, Wang
ha tropezado con numerosas dificultades a lo largo de su camino.
Wang siempre ha dicho: “Gracias a su carácter, bastante distinto
del mío, mi esposa ha conseguido fácilmente lo que quería; yo,
en cambio, he tenido que esforzarme tres veces más”. Al parecer,
Wang ha salido de tan duras pruebas con una voluntad de hierro
y sólidos conocimientos profesionales. Por esta razón, ha sido
el primero de los colegas de su edad que ha obtenido el título
de doctor.
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Wang
Jun operando con el endoscopio |
Al igual que otros estudiantes
que marcharon al extranjero para ampliar sus estudios, Wang
ha regresado a China para trabajar por su país. Wang nunca olvidará
la pregunta que le hizo un famoso profesor estadounidense que
visitó China en la década de los 70: “¿Sigue usándose la acupuntura
como anestésico?”. Otros le preguntaron: “El Hotel Jinjiang
de Shanghai, donde se alojó el presidente Nixon durante la visita
que efectuó a China en 1972, ¿sigue siendo el mejor de esta
ciudad?”. A juicio de Wang, los estadounidenses no conocen bien
el desarrollo de China, lo que le ha impulsado a hacer de puente
de comunicación entre ambos países. Wang ha dicho: “Quiero introducir
en mi país todas las técnicas que he aprendido para poder ayudar
a la quinta parte de la población mundial”. Aunque las condiciones
de vida de China no pueden compararse con las de Estados Unidos,
el nuestro es un país en vías de desarrollo que ofrece grandes
posibilidades a las personas competentes. Fue precisamente este
hecho lo que animó a Wang a volver a la patria.
Wang
ha cosechado sus mayores éxitos en el campo de la endoscopia
torácica quirúrgica. En uno de sus artículos, Wang explica su
técnica con elocuentes ejemplos que recuerdan la película “Viaje
alucinante”, producción hollywoodiense de ciencia ficción en
la que un equipo de médicos se introduce en un endoscopio para
examinar a un paciente. El principio fundamental de la endoscopia
torácica quirúrgica es muy similar, puesto que en el pecho del
paciente se introduce un endoscopio que facilita la utilización
de instrumentos de microcirugía. A diferencia de la técnica
tradicional, que obliga a practicar cortes de entre 30 y 40
cms., esta nueva técnica tradicional sólo precisa de tres incisiones
de entre uno y dos cms. Por otra parte, el postoperatorio es
menos doloroso y más breve. Uno de sus pacientes fue un alumno
que al cabo de diez días debía hacer un examen universitario;
tres días después de ser intervenido mediante esta nueva técnica,
el joven ya se había restablecido y pudo hacer dicho examen
con toda normalidad. Además, Wang ha descubierto un nuevo método
para diagnosticar las disfunciones pulmonares antes de operar,
abriendo así un nuevo camino en el terreno del tratamiento quirúrgico
del enfisema pulmonar.
Gracias a su gran talento médico,
Wang ha conseguido un elevado número de pacientes, todos los
cuales le respetan y confían en él. Tanto es así, que si le
asignan a otro hospital, no hay paciente que no lo siga a su
nuevo destino. No son pocos los familiares de pacientes que
le ofrecen importantes sumas para que los trate, pero Wang,
cuya ética profesional está a la misma altura que su habilidad
técnica, jamás ha aceptado un solo un centavo y asegura que
lo que ha ganado no lo ha logrado por esa vía, sino gracias
a su alto nivel profesional. Aunque todavía es un médico de
mediana edad, Wang disfruta de mejores condiciones de vida,
percibe un salario más alto y goza de un trato más ventajosos.
El cuidado y el interés con los que los médicos estadounidenses
tratan a sus pacientes han influido mucho en Wang. Siempre que
atiende a un nuevo paciente, le dice convencido: “No se preocupe;
su enfermedad no es grave y puede curarse rápidamente”. Así
es como Wang se ha ganado el respeto y la confianza de sus pacientes.
La mayoría de los coetáneos de
Wang ha recibido una formación basada en la cultura tradicional
china. Sin embargo, Wang es una persona muy práctica que exige
a los médicos jóvenes que se ocupen de sus pacientes: “No debemos
rechazar a los pacientes, ya que ello equivale a rechazar el
dinero. Cuando alguien está enfermo, su estado de ánimo no es
muy bueno; en tales circunstancias, las palabras del médico
influyen mucho en el paciente. Un buen médico debe poseer no
sólo muchos conocimientos de su especialidad, sino una elevada
ética profesional. Vistas así las cosas, la ética profesional
se encuentra estrechamente vinculada con las ganancias del médico”.
No obstante, los beneficios personales
no son lo que más interesa a Wang. En su opinión, el cirujano
que se dispone a operar es como una personaje importante capaz
de comunicarse con Dios y transmitir el amor de éste por la
Humanidad. Por lo tanto, el médico tiene que ser responsable
tanto de los pacientes como de sí mismo. Gracias a este espíritu
de responsabilidad, todos los pacientes tratados por el doctor
Wang Jun confían en él. Siempre que visita y examina a los pacientes
internados en el hospital, éstos le dicen: “Doctor Wang, llevo
desde la madrugada esperándole; si no hubiera venido, me habría
sentido muy mal”.
Hoy en día Wang Jun trabaja felizmente,
lejos de las dificultades y las ambiciones que solían asediarle.
Cada día se levanta a las seis de la mañana y durante su jornada
de cerca de diez horas realiza cinco operaciones.