JUNIO 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


¡Ojalá la primavera de la economía privada llegue pronto!

Por WANG ZHIPENG

Las empresas privadas se esfuerzan por desarrollarse dentro del resquicio existente entre la economía estatal y la de capital extranjero.

PARA cumplir gradualmente los compromisos contraídos por China antes de su incorporación a la OMC, el primero de abril el Gobierno chino inició la elaboración del Nuevo Catálogo Guía para las Inversiones Extranjeras.

En comparación con la edición de 1997, el Catálogo Guía del 2002 expone más claramente la decisión de ampliar la apertura y estimular la inversión extranjera. Las cláusulas referentes a la mejora de la calidad han pasado de 186 a 262, mientras que las restricciones se han reducido de 112 a 75. Conforme a lo prometido a la OMC, muchos ámbitos comerciales y de servicios, como los bancos, los seguros, el comercio exterior, el turismo, el transporte, la contabilidad, los servicios de auditoría y los servicios jurídicos se han beneficiado de una mayor apertura en aspectos tales como el territorio, la cantidad, el ámbito de gestión, la proporción de accionistas y los horarios. Gracias a tales políticas preferenciales, el número de empresas extranjeras que vienen a nuestro país no cesa de aumentar. Tomemos como ejemplo el sector bancario. Muchos bancos de capital extranjero, entre los que destaca el estadounidense CityBank, han comenzado a dar muestras de su poderío en el mercado financiero chino y a ejercer una fuerte presión sobre los bancos nacionales. Cuando no hace mucho una empresa privada de Shanghai solicitó permiso para abrir un banco, el departamento correspondiente rechazó su solicitud, tras lo cual dicha empresa denunció al mencionado departamento ante los tribunales. El Comité de Planificación Estatal había dicho lo siguiente: “Aparte de lo estipulado especialmente, a las empresas privadas no sólo se les podrán aplicar las políticas preferenciales aplicables a las empresas de capital foráneo, sino que también se les estimulará y permitirá participar en pie de igualdad en los ámbitos en los que se estimula y se permite la inversión extranjera”; no obstante, lo cierto es que las empresas de capital foráneo pueden tomar el Catálogo Guía e ir al Ministerio de Comercio Exterior o al Departamento de Administración de Comercio e Industria para efectuar los trámites correspondientes; en cambio, para las empresas chinas de capital privado no existen reglamentos y, a pesar de contar con fondos suficientes, sus solicitudes son rechazadas sistemáticamente.

Desde 1978, año en que se puso en marcha la política de reforma y apertura, el Gobierno chino ha prestado siempre atención al ajuste de las políticas preferenciales con el fin de atraer capital extranjero. Desde 1993, el volumen de las inversiones foráneas directas en China ocupa el primer puesto mundial, sólo por detrás de las realizadas en EE.UU. Desde 1996, ese volumen alcanza una media anual de  40.000 millones de dólares. Incluso en el 2001, año en el que las inversiones directas se redujeron abruptamente en todo el mundo, China captó 45.000 millones de dólares. La llegada de capital extranjero trae a China no sólo fondos, sino también tecnología punta y una administración avanzada, factores ambos imprescindibles para fomentar la transformación y el desarrollo de la economía nacional. Según algunos cálculos, una tercera parte del súbito crecimiento experimentado por la economía china durante estos últimos veinte años se debe a las inversiones foráneas directas. Sin embargo, no hay que olvidar que la entrada de capital extranjero también amenaza seriamente a las empresas estatales y privadas nacionales. En la actualidad, la mayoría de las 500 empresas transnacionales más importantes del mundo realizan negocios en China y el capital extranjero se encuentra casi en todos los rincones de la economía china.

A lo largo de estos veinte años de reforma y apertura, las empresas privadas chinas se han esforzado por desarrollarse dentro del resquicio existente entre la economía estatal y la de capital extranjero. Cuando la reforma de las empresas estatales, los bancos estatales y el Gobierno todavía no había alcanzado su madurez, no cabe duda de que las empresas privadas contribuyeron en gran medida al extraordinario avance de la economía china. Sin embargo, de los créditos concedidos por los cuatro bancos comerciales del Estado, las empresas privadas obtuvieron nada más el cinco por ciento, siendo concedido casi todo el resto a las empresas estatales. No obstante, el volumen de producción de unas y otras es prácticamente el mismo. Hoy en día, casi nadie niega los éxitos obtenidos por la economía privada ni desconoce su importancia para el desarrollo de la economía nacional. Con todo, las empresas privadas chinas han recibido y siguen recibiendo en muchos sentidos un tratamiento injusto, sobre todo en comparación con las empresas de capital extranjero.

Desde el momento en el que el capital extranjero comenzó a entrar en China, la globalización y la protección de la industria nacional se convirtieron en temas candentes. Siendo como es un país tan extenso, es obvio que China no puede aplicar una estrategia de globalización completa, sino que debe desarrollar sus industrias nacionales para hacerlas más competitivas, con lo que además de incrementar el poderío económico del país, se crea un mercado regido por la competencia leal. Si el Gobierno chino no ayuda a las empresas nacionales a competir con las transnacionales, éstas no van a traer técnicas avanzadas a China: lo harán sólo cuando no puedan monopolizar el mercado.

Los bancos de capital foráneo han comenzado a dar muestras de su poderío en el mercado financiero chino y a ejercer una fuerte presión sobre los bancos de capital nacional 

Desde la introducción de capital foráneo hasta la incorporación en la OMC, la apertura de China al exterior ha recorrido un largo camino y ha entrado en una nueva etapa, lo que exige una correspondiente apertura en el interior. Si esta segunda apertura se retrasa demasiado y no se crea un ambiente favorable al desarrollo de las empresas privadas, la economía nacional puede terminar dependiendo excesivamente del aumento de las inversiones foráneas. Con el tiempo, el capital internacional y el capital estatal serán quienes determinen el futuro de la economía nacional, situación que resultaría perjudicial tanto para el establecimiento de una economía de mercado regida por la competencia justa, como para el desarrollo continuado de nuestra economía. Si a corto plazo la economía nacional no experimenta una obvia mejora, resultará imprescindible crear un ambiente más favorable al desarrollo de la economía privada, a la que por lo menos debe concedérsele la oportunidad de participar en la competencia en pie de igualdad. Las empresas privadas están dotadas de mecanismos flexibles, son muy productivas y poseen valiosas experiencias acumuladas a lo largo de su crecimiento. No cabe duda de que si se les garantizan sus derechos e intereses, en el futuro obtendrá éxitos aun mayores.

El Gobierno chino ha apoyado siempre la economía estatal y en todo momento se ha mostrado muy activo en la creación de condiciones atractivas para las inversiones foráneas. Pero salvo contadas excepciones, sus frecuentes exhortaciones a la economía privada no se han traducido en acciones concretas. Al tiempo que se estimula la introducción de grandes cantidades de capital extranjero, es necesario dispensar un trato justo al capital privado. Sólo de esta manera, la economía estatal, la de capital extranjero y la privada podrán desarrollarse armoniosamente. ¡Ojalá la primavera de la economía privada llegue pronto!

WANG ZHIPENG, doctorando del Instituto de Administración Económica de la Universidad de Qinghua

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