El
árbol tarda diez años en crecer y el ser humano cien años en
madurar
NO hace mucho,
un alumno de una de las universidades más prestigiosas de China
arrojó ácido sulfúrico sobre dos osos del zoo de Beijing; varios
adolescentes se han escapado de sus hogares; y algunos jóvenes
han cometido actos delictivos. Todo ello ha suscitado gran preocupación
en los diversos sectores sociales. Al hablar de esta problemática,
es mucha la gente que manifiesta su desazón y se pregunta lo
siguiente: “¿Qué les pasa a las nuevas generaciones?” y “¿Qué
errores hemos cometido en nuestra labor educativa?”
Una refrán dice: “El árbol tarda diez años en crecer y el ser humano cien
años en madurar”. Con ello se quiere dar a entender que a lo
largo de su desarrollo tanto las plantas como los seres humanos
deben superar duras pruebas. Gracias al rápido desarrollo económico
experimentado por China en estos últimos 20 años de reforma
y apertura, las condiciones de vida materiales y espirituales
del pueblo chino han mejorado notablemente. Pero, inevitablemente,
ese progreso ha venido acompañado de fenómenos negativos. Los
jóvenes, por ejemplo, suelen manifestar su cansancio ante la
enconada competencia entregándose alegremente al disfrute de
las mejores condiciones de vida; algunos de ellos no son capaces
de controlarse porque sus familias no han sabido enseñarles
a hacerlo, resultando exacerbado su mal comportamiento por los
aspectos menos favorables de la sociedad moderna. Según datos
proporcionados por el departamento correspondiente, de los 340
millones de jóvenes chinos de menos de 17 años, 30 millones
tienen problemas relacionados con su estudios, su vida afectiva
y su comportamiento; entre el 21,6 y el 32 por ciento de los
alumnos de primaria y secundaria tienen problemas psicológicos
en los ámbitos de las relaciones humanas, los sentimientos y
los estudios; en cuanto a los estudiantes universitarios, entre
el 16 y el 25,4 por ciento tiene problemas de este tipo, que
suelen manifestarse en ansiedad, neurosis y agresividad. Quizá
lo más preocupante es el hecho de que en China hay menos de
cien psiquiatras y psicólogos para tratar a 30 millones de niños
y jóvenes con problemas psicológicos.
El problema de la salud mental no es exclusivo de nuestro país. En 1997,
la Organización Mundial de la Salud (OMS) convocó una reunión
especial para abordar esta problemática. En ella se llegó a
la conclusión de que una quinta parte de los niños y los jóvenes
tienen problemas psicológicos que afectan negativamente a sus
estudios, sus creencias religiosas, sus relaciones humanas y
sus vidas, y que pueden incluso empujarles al alcoholismo, la
drogadicción, los comportamientos sexuales irregulares, el embarazo
no deseado, la fuga del hogar, la delincuencia, el suicidio
y la violencia. En vista de todo ello, los gobiernos y las organizaciones
de todo el mundo deben prestar suma atención a la salud psicológica
de los niños y los jóvenes.
El Gobierno chino ha concedido siempre especial atención a la formación
de los niños y los adolescentes, como lo demuestra la adopción
de numerosas medidas tendentes a prevenir y resolver sus problemas
psicológicos. Entre dichas medidas figuran la reducción de los
deberes escolares de los alumnos de primaria, la modernización
de los métodos pedagógicos, la combinación de la educación escolar
y la familiar, así como la organización de campamentos de verano
y otras actividades adecuadas para los niños y los jóvenes.
Una semana después de la sádica agresión a dos osos negros del
zoo de Beijing, varios diputados de la Asamlea Popular Nacional
y representantes de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo
Chino presentaron una moción para llamar la atención de todos
los sectores de la sociedad sobre la importancia de la educación
de las jóvenes generaciones, sobre todo en lo que atañe a su
formación humana y su salud psicológica.
Si bien los niños y los jóvenes deben enfrentarse a duras pruebas, los
tristes sucesos protagonizados recientemente por algunos jóvenes
deben servirnos de advertencia y hacernos reflexionar.