MAYO 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Actualidad económica

La acciones estatales deben reducirse en el momento oportuno

Por WANG ZHIPENG

Accionistas observando atentamente los cambios de cotización

A lo largo del año 2001, los mercados chinos de valores se han visto afectados por una serie de acontecimientos complejos. A mediados de junio del pasado año, el Gobierno chino, decidido a allegar fondos para financiar el sistema de seguridad social, puso en marcha el proyecto de reducción de las acciones estatales, proyecto discutido repetidas veces por las personas responsables. A consecuencia de ello, los mercados de valores experimentaron una fuerte sacudida y la cotización de las acciones comenzó a descender. A fines de octubre, el Gobierno se vio obligado a suspender la reducción de dichas acciones y a solicitar el parecer de las masas populares. En enero del año en curso, y después de que la Comisión para la Supervisión de los Mercados de Valores publicase en su sitio web un artículo sobre la reducción de las acciones estatales, los mercados de valores bajaron inmediatamente un 6 por ciento. Debido a la vulnerabilidad demostrada por dichos mercados, el Gobierno no tuvo más remedio que abandonar una serie de nuevos proyectos y conformarse con la ejecución del proyecto de reducción de las acciones estatales. En los últimos doce meses, los índices de los mercados de valores de nuestro país no han sido muy favorables. Es más, las estadísticas indican que desde junio del 2001 hasta enero del 2002 los mercados chinos de valores han sufrido tres bajas y que las caídas de los mercados de valores de Shanghai y de Shenzhen han sido del 39 y el 44 por ciento, respectivamente.

A lo largo de los diez años transcurridos desde el inicio de su establecimiento, los mercados chinos de valores han ido adquiriendo características propias. En primer lugar, la mayoría de las empresas que cotizan en bolsa son empresas estatales. A finales del 2001 eran más de 1.100 las empresas que cotizaban en bolsa, alcanzando el valor de sus acciones los 4 billones de yuanes. Sin embargo, dos tercios de las empresas eran estatales y el valor de las acciones no circulantes duplicaba el de las circulantes. En segundo lugar, los mercados de valores eran escenario de graves prácticas especulativas. Cuando éstos iniciaron su andadura, quienes compraban y vendía acciones eran mayoritariamente particulares y la especulación era un fenómeno cotidiano. A fin de regular los mercados de valores, en 1998 el Gobierno introdujo capitales institucionales con la esperanza de que los inversores entablarán relaciones de colaboración a largo plazo, pero la especulación, lejos de atenuarse, se agudizó. En tercer lugar, los mercados de valores carecen de transparencia y de mecanismos de supervisión fiables, carencias responsables de su apariencia a veces fraudulenta.

Las acciones no circulantes son del Gobierno y ocupan un puesto dominante, lo que obstaculiza el establecimiento de mecanismos empresariales modernos. Al percatarse de ello, el Gobierno chino decidió perfeccionar la configuración de las empresas estatales y convertir una parte de las acciones estatales en fondos destinados a la financiación de la seguridad social. Sin embargo, en la reducción de las acciones estatales deben cumplirse dos condiciones, a saber, la defensa de los intereses del Estado y de los particulares, y el mantenimiento de la estabilidad en los mercados de valores.

Accionistas informándose de la situación del mercado mediante ordenadores

Para proteger los intereses del Estado y evitar la fuga de capitales estatales, la cotización de sus acciones no podía fijarse de acuerdo con las expectativas del público. Las leyes económicas son despiadadas y en tan sólo 5 meses los mercados de acciones sufrieron bajas. Todo el mundo sabe que en los mercados chinos de valores existen burbujas. Su eliminación total entraña graves riesgos, pudiendo incluso significar la desaparición completa de los mercados de valores. Con todo, la existencia de tales problemas no debe hacernos olvidar los éxitos por los mercados de valores a lo largo de sus diez años de historia. Hoy en día éstos desempeñan un papel económico de primer orden, lo que obliga a mantener su estabilidad, tanto más cuanto la situación presente de la economía mundial no hace sino agravarse. La economía japonesa todavía no se ha recuperado de las pérdidas sufridas por sus bolsa en 1998; y los mercados de valores del sudeste de Asia también experimentaron fuertes caídas a consecuencia de la crisis financiera desatada en 1997. No será fácil para el Gobierno defender los intereses del Estado y mantener al mismo tiempo la estabilidad de los mercados de acciones.

En mi opinión, la reducción de las acciones estatales no debería afectar a todas las empresas estatales, sino limitarse a aquéllas que obtienen buenos resultados, como son algunas empresas de telecomunicaciones y del sector petroquímico. Al mismo tiempo, hay que estimular a este tipo de empresas a sustituir las acciones estatales mediante la incorporación de inversores estratégicos y la captación de inversiones foráneas y privadas. De esta manera, se frenaría la caída de los mercados de valores. Por otra parte, los departamentos correspondientes deben perfeccionar los sistemas de supervisión de dichos mercados para elevar su grado de transparencia y fomentar la regularidad sus actividades.

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