Xu
Lianzhi : andar en compañía de los seropositivos
POR GAO YANFANG
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Tras
visitar la asociación “Familia del Amor”, Pu Cunxin, promotor
de la prevención del SIDA designado por el Ministerio de
Sanidad Pública, escribió estas palabras para expresar su
admiración por los médicos: “Prevenir juntos el SIDA y atender
a los enfermos” |
AUNQUE
conocía el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) por
reportajes médicos, datos históricos y diversos periódicos y
revistas, y a pesar de que llevaba muchos años dedicada al estudio
de las enfermedades contagiosas en el Hospital Youan de Beijing,
donde ha tratado a numerosos pacientes, la primera vez que Xu
Lianzhi se vio ante un enfermo de SIDA sintió un escalofrío.
Eso
fue hace 12 años, en 1990, cuando ingresó en su sección el primer
paciente con esta enfermedad. Se trataba de un exitoso investigador
de 50 años llamado Zhang, al que se le diagnóstico esta enfermedad
cuando regresó a China tras un año de permanencia en el extranjero.
El estado de ánimo de Zhang estaba muy alterado: unas veces
sus ojos se apagaban; otras se enfurecía sin razón y golpeaba
cosas; y otras lloraba sin cesar. Con su sensibilidad profesional,
Xu percibió directamente las pústulas escondidas entre el cabello
del paciente por las que se infiltraba la sangre. Lo que más
sobrecogió a Xu fue la mirada del enfermo, llena de terror,
desesperanza y fuertes remordimientos.
En
aquel momento, Xu Lianzhi comenzó a darse cuenta de la verdadera
distancia que había entre China y el SIDA.
Como
la mayoría de sus compatriotas, Xu creía que los chinos estaban
fuera del alcance del SIDA. Pero el caso de Zhang la arrastró
a la cruel y fría realidad, y no pudo acallar la voz que saliendo
de su interior le decía: “¡Qué viene el lobo!”.
El
tiempo vino a darle la razón. Según datos fiables, en China,
el número de portadores del VIH (virus de la inmunodeficiencia
humana) se mantuvo bajo hasta 1993. Pero desde 1994 ese número
no ha hecho sino aumentar vertiginosamente, tanto es así que
en nuestro país hay actualmente 100.000 seropositivos.
Como
trabaja en la sección de enfermedades contagiosas, Xu tiene
más oportunidades de tener contactos con seropositivos. A partir
de 1985, año en que se detectó el primer caso de SIDA en China,
Xu ha tratado a más de 200 pacientes y ha atendido a muchas
personas que han acudido a ella en busca de información sobre
médicos y medicamentos. De hecho, Xu es la médica china que
tiene más contacto con los enfermos de SIDA.
A
diferencia de lo que ocurría en el extranjero, en China la gente
no sabía muy bien qué era el SIDA, sobre todo en los primeros
años de la década de los 90. Dado que los medios de comunicación
no divulgaron oportunamente los conocimientos sobre el origen
del SIDA, los modos de transmisión y las medidas preventivas,
la gente sólo sabía que se trataba de una enfermedad incurable
con una elevada tasa de mortalidad. Había quienes creían que
el SIDA sólo se transmitía por vía sexual e ignoraban que esta
enfermedad podía contraerse mediante transfusión de sangre y
al compartir jeringas para inyectarse drogas. Como los chinos
siempre han negado la existencia de ciertas relaciones sexuales,
quienes han contraído el SIDA por la vía sexual son los peor
considerados. Debido a este prejuicio tradicional, tanto los
paciente con VIH como los enfermos de SIDA se sienten muy avergonzados,
de modo que además del sufrimiento físico deben soportar el
moral. En muchos casos se aíslan, pues no encuentran el valor
necesario para mirar cara a cara a sus familiares.
Xu
Lianzhi sabe bien que las personas infectadas por el VIH que
desarrollan el SIDA no suelen vivir mucho tiempo. ¿Por qué tienen
que pasar lo poco que les queda de vida angustiados por el dolor
y la soledad?
La
solidaridad con los enfermos ayuda a Xu a vencer sus temores.
El paciente Zhang tenía muchas pústulas en el cuero cabelludo,
por lo que no hubiese sido prudente dejar que le cortara el
pelo un peluquero sin una capacitación especial. Dadas estas
circunstancias, la doctora Xu decidió cortarle el pelo ella
misma. “¡No, no quiero cortarme el pelo!”, dijo Zhang con dureza.
“¿Cómo que no? ¿No tiene confianza en mí? ¡Mi técnica es muy
depurada!”, le dijo Xu sonriendo y con paciencia, al tiempo
que lo tomaba del brazo y le decía: “Siéntese aquí, por favor”.
Al final, Zhang accedió a sentarse, aunque en su rostro seguía
había habiendo una expresión de desconfianza. Posteriormente,
la doctora Xu le ayudó a lavarse la ropa y a arreglar su habitación,
y conversaba con él a menudo. Poco a poco, la sonrisa fue volviendo
a los labios de Zhang.
El
cariño y el valor de Xu curan las heridas psicológicas de los
enfermos y los ayudan a recuperar su autoestima. Muchos de ellos
la aceptan y espontáneamente le abren su corazón.
Li
era un muchacho muy joven enfermo de SIDA afectado por el síndrome
de emaciación y toxoplasmosis de los pulmones. Un día dijo llorando
a la doctora Xu, “Sé que no me quedan muchos días. Ya he hecho
testamento”. Xu, muy apenada, le preguntó mientras le acariciaba
la cabeza: “Dime, mi niño, dime, ¿en qué puedo ayudarte?”. Preso
de agitación, Li contestó: “!Mamá!, ¿puedo llamarle mamá? Quiero
comer un estofado de los que prepara mi mamá”.
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Los
médicos de la asociación “Familia del Amor” ofrecen apoyo
psicológico a los enfermos de SIDA |
Xu
telefoneó en seguida a la madre de Li, que vivía a miles kilómetros
de distancia. Temiendo que Li muriese ante de que llegara su
madre, Xu preguntó a ésta cómo preparaba el estofado. Luego
fue al mercado a comprar los ingredientes, preparó el plato
y se lo llevó a Li diciéndole: “Venga, mi niño, a ver si mi
estofado sabe igual que el de tu mamá”. Las lágrimas del muchacho
comenzaron a resbalar por sus mejillas hasta caer en el tazón.
Sin
embargo, no todos comprenden y apoyan lo que está haciendo Xu.
El terror instintivo hacia el SIDA ha empujado a algunos de
sus amigos y familiares a alejarse de ella. Ante esto, ella
reacciona de forma tranquila y natural. “Para mí el SIDA es
como la hepatitis, la varicela o el sarampión, es decir, una
enfermedad contagiosa. Si cumplo estrictamente las normas de
aislamiento y todos los años me hago un chequeo, mi salud no
tiene por qué resultar afectada. Mucha gente cree que el estudio
de las enfermedades contagiosas entraña graves peligros; pero,
mírenme, llevó 38 años trabajando en este ámbito y sigo gozando
de buena salud. Lo más valioso para una persona es su vida.
Cuando un enfermo pone su vida en tus manos, ¿qué razón puede
dársele para rechazarlo? Cualquier queja, rechazo o discriminación
afectaría al control del SIDA. El hecho de que trate bien a
los enfermos de SIDA no significa que apruebe ciertos comportamientos;
significa que los considero mis pacientes y que como tales,
en lugar de reproches, merecen mi cariño y atención”.
A
medida que su contacto con los enfermos de SIDA se intensificaba,
Xu fue cayendo en la cuenta que las muestras de cariño no bastaban
y que debía hacer algo más por ellos.
Debido
al temor a la discriminación social, los chinos suelen mostrarse
muy reacios a someterse a las pruebas para la detección del
SIDA, actitud que no sólo reduce el tiempo transcurrido desde
la manifestación de la enfermedad hasta el fallecimiento, sino
que pone nuevos obstáculos a los trabajos de control y prevención.
Xu
comparte la opinión de que el diagnóstico y el tratamiento oportunos
son las claves para controlar la propagación del SIDA. Un día,
Xu fue al despacho del director de su hospital, el Hospital
Youan de Beijing, y le dijo muy seria: “Quiero establecer un
consultorio del SIDA; ¿qué le parece la idea?”. El 1 de diciembre de 1995, Día Internacional
del SIDA, se inauguró en dicho hospital el Consultorio de Prevención
del SIDA.
“La
mayoría de mis pacientes contrajeron la enfermedad a través
de relaciones heterosexuales, pero algunos se contagiaron a
través de relaciones homosexuales”, dijo la doctora Xu, quien
añadió: “El SIDA puede evitarse y todos nosotros tenemos el
deber de prevenirlo, ya que la salud no es un asunto únicamente
individual, sino también familiar y social”.
Xu
trata concienzudamente a cualquier persona que acude a su consulta,
y la ayuda a equilibrar su estado de ánimo. Les dice que la
medida más segura para prevenir el SIDA consiste en cortar sus
vías de transmisión, mantenerse alejado de las malas influencias,
llevar una vida moral y sexual sana, y evitar la promiscuidad.
Algunos
enfermos le plantean consultas sobre cuestiones familiares,
como la de si pueden casarse o no. Xu dijo: “En tales casos
les recuerdo que en su sangre y su esperma llevan el virus,
y les manifiesto mi confianza en que sabrán abordar el asunto
seriamente. De hecho, si les explico bien las ventajas y los
inconvenientes, los enfermos encuentran las respuestas por sí
mismos”.
A
esta doctora de más de 60 años todavía le queda tiempo para
ir todos los jueves a la Asociación para la Prevención del SIDA
y las Enfermedades de Transmisión Sexual de Beijing, situada
en el oeste de la ciudad, para supervisar el funcionamiento
de la línea directa de información sobre el SIDA (62238683).
El
mayor obstáculo que Xu encuentra en el tratamiento es la indiferencia
de los familiares del enfermo. Antes de morir, Zhang dijo a
la doctora Xu: “No tengo miedo a la muerte; todos tenemos que
morir. Lo que sí me asusta es la soledad: todos mis familiares
y amigos se han alejado de mi; no me hacen ningún caso ni me
telefonean”. Esta triste historia se repite con casi todos sus
pacientes. “¿Qué puedo hacer por ellos?”, se pregunta a menudo
la doctora Xu al evocar aquellos rostros desesperados y solitarios.
En
1998 Xu organizó a los colegas de su sección para fundar la
primera organización china de carácter popular dedicada a conjuntar
los esfuerzos dirigidos a luchar contra el SIDA y a ayudar a
los enfermos. La labor de dicha asociación, conocida como “Familia
del Amor”, se centra en el diagnóstico y el tratamiento, la
divulgación de información, las consultas médicas y la organización
de cursos de capacitación. Pero sus actividades no terminan
ahí, ya que además de encargarse de la hospitalización de los
enfermos de SIDA realiza observaciones a largo plazo para la
detección de nuevos casos. Además, la asociación “Familia del
Amor” ha capacitado a un nutrido grupo de personal médico y
ha organizado gran cantidad de actividades, entre ellas charlas
divulgativas, así como excursiones y celebración de fiestas
para los enfermos. Pero lo más importante es que dentro de esta
asociación los enfermos pueden hablar del SIDA sin ningún miedo,
contar su historia con toda franqueza y expresar sus sentimientos
libremente.
En
1999, la asociación “Familia del Amor” fue designada oficialmente
sucursal de la Asociación Estatal para la Prevención del SIDA
y las Enfermedades de Transmisión Sexual. Cuando ese mismo año
la esposa de Kofi Annan, secretario general de la ONU, visitó esta asociación,
escribió las siguientes palabras en el libro de visitantes:
“Estoy muy contenta de haber podido visitar la asociación 'Familia
de Amor'. He visto con mis propios ojos como sus miembros se
sacrifican por los enfermos, dándonos con ello un gran ejemplo”.
El
cariño con el que Xu Lianzhi trata a los enfermos de SIDA, parte
de la población al que la mayoría de gente teme acercarse, la
están convirtiendo en un personaje cada vez más conocido. Pero
Xu suele decirse en tono de reproche: “Aunque hago todo lo que
está en mi mano, no puedo salvar sus vidas”. Esa frustración
se agudiza cada vez que uno de sus pacientes muere.
A
pesar de tener ya 60 años, Xu Lianzhi nunca ha pensando en jubilarse.
Siempre dice: “Los enfermos están esperándome”.