ABRIL 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


La Fiesta de la Rociada de Agua

Por SHEN XIAONING

Durante la Fiesta de la Rociada de Agua, la alegría corre a raudales entre la multitud

XISHUANGBANNA, prefectura autónoma de la etnia dai situada en el sur de la provincia de Yunnan, es muy conocida por la danza del pavo real, los elefantes salvajes, la selva virgen y la Fiesta de la Rociada de Agua, el festejo anual más importante del pueblo dai.

Unos días antes del 22 de marzo del calendario lunar, fecha en la que se celebra la Fiesta de la Rociada de Agua, el ambiente se va animando con las regatas y la feria rural, actividades que constituyen los prolegómenos de la fiesta.

Las concurridas regatas se disputan en el río Lancang (cuyo curso inferior se conoce también con el nombre de Me Kong) a su paso por la ciudad de Jinghong, capital de la prefectura. Los regatistas, procedentes de más de diez distritos, acuden ataviados con brillantes trajes típicos para competir a bordo de unas barcas en forma de dragón en las que suelen caber más de 20 personas.

Tras finalizar la regata, que dura más de dos horas, se otorgan premios a los ganadores, quienes bailan mientras tocan un tamboril en forma de pata de elefante (más ancho en los extremos que en el centro). Los organizadores felicitan a los ganadores ofreciéndoles un tubo de bambú lleno de licor de arroz; tras tomar el licor, los vencedores festejan su triunfo agitando sus bandas multicolores en medio de los aplausos y los vítores de miles de espectadores.

Durante estos días se celebra también una feria rural a orillas del Lancang. A ambos lados la calle los vendedores pregonan sus mercancías y las mujeres dai, vestidas con longji (falda larga) de diversos colores, se pasean por la feria llevando flores frescas en la cabeza y parasoles multicolores en la mano. Se trata de una escena realmente pintoresca.

Los turistas se sorprenden al ver en la feria a niños monjes vestidos con sus kasayas. Algunos de ellos regatean con los vendedores y otros charlan con niñas. Los dai  practican el budismo hinayana. Antes de llegar a la mayoría de edad, los varones deben vivir cierto tiempo en un monasterio. Esta casa es para ellos no sólo un lugar para practicar su religión, sino un centro de enseñanza, puesto que en él reciben clases sobre la cultura y la lengua dai.

Quienes participan en la Fiesta de la Rociada de Agua saben que pueden lanzarla a cualquiera, excepto a los ancianos, los niños y los policías. En el parque de Manting se alza una estatua de Zhou Enlai, en la que el antiguo Primer Ministro lleva la típica camisa con los botones hacia el centro del pecho y una prenda en la cabeza; en su mano izquierda sostiene una vasija y con su mano derecha asperja a la multitud con agua, el “perfume de la felicidad”. La estatua de Zhou Enlai, muy vívida, plasma su alegría, su amabilidad y su elegancia al rociar el agua. Sin embargo, para la gente común y corriente, la fiesta es toda alegría en cierto sentido.

Las regatas de botes de dragón señalan el comienzo de la Fiesta de la Rociada de Agua

Durante esta fiesta, la ciudad de Jinghong se convierte en un mundo acuático. La gente sale a la calle de buena mañana armada con cubos para tomar parte en la batalla del agua. La distancia entre conocidos y desconocidos se desvanece, y todos comparten la alegría y la espuma de la felicidad. A algunos les han mojado la cabeza y a otros la espalda. No obstante, todo el mundo se muestra regocijado, ya que esa agua trae buena suerte.

De repente comienza un desfile de carrozas adornadas con bandas y flores. Los jóvenes que van en las carrozas rocían a los espectadores con espuma y éstos responden lanzándoles el agua que llevan en sus baldes, de modo que entre unos y otros se tiende un puente acuático. Finalmente llega el desfile de elefantes. Sentada en una silla colocada a lomos de un elefante, una joven sonríe y saluda a la gente agitando la mano. Cuando alguien se le acerca y le tira agua, la joven sigue sonriendo a pesar del remojón y el elefante, agradecido por el frescor del agua, levanta su trompa. Al llegar un grupos de cantos y danzas, los muchachos empiezan a cantar y a bailar, mientras que las chicas rocían a la gente. Entre la multitud también hay soldados con chaleco blanco y pantalones verdes, quienes, abandonando momentáneamente su disciplina habitual, se unen a esta fiesta tan popular.

Al caer la tarde las calles se van despejando. Cansada por el desbordamiento de  júbilo, la gente regresa a su casa. Pero la espuma y las gotitas de agua que resbalan por entre las ramas de los árboles siguen empapando la fiesta de felicidad.

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