ABRIL 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Introducción histórica a las leyes chinas (II)

El funcionario feudal más corrupto

Por HUO JIANYING

Pabellones del patio de He Shen. Las rocas que adornan el estanque fueron transportadas desde el lago Taihu (provincia de Jiangsu)

A He Shen (1750-1799) le cabe el dudoso honor de haber sido el funcionario más corrupto de los muchos que ha habido a lo largo de la historia de China.

Según los registros históricos, en 1799 He Shen fue encarcelado después de haber desempeñado un alto cargo en la corte imperial durante alrededor de dos décadas, período en el que acumuló fraudulentamente unas riquezas valoradas en ocho millones de liang (unas 400 toneladas). En aquel entonces, corría de boca en boca este dicho: “Derrota a He Shen, cuya riqueza alimenta con creces al emperador Jiaqing”.

He Shen nació en el seno de una familia humilde. Apreciado y favorecido por el emperador Qianlong, en pocos años ascendió rápidamente, pasando de ser un funcionario de bajo rango a convertirse en primer ministro de la dinastía Qing. Entre otros altos cargos, He Shen desempeñó el de ministro de finanzas, el de ministro imperial de administración interior y exterior, el de ministro de etnias y de relaciones con el extranjero, y el de académico del ministerio de cultural (el puesto más alto del escalafón al que podían acceder los funcionarios civiles). Además, recibió el título de Duque de Zhongxianggong. Su hijo Fengshen Yinde se casó con la princesa Hexiao, la hija menor del emperador Qianlong, matrimonio mediante el cual la familia de He Shen emparentó con la familia imperial.

Su alta posición le proporcionaba unas retribuciones elevadísimas que le permitían llevar una vida de lujo y ostentación. Su residencia superaba en dimensiones y categoría a las de los príncipes y los hermanos del emperador. Después de la ejecución del corrupto funcionario, el emperador Jiaqing ordenó confiscar todos sus bienes y cedió la mitad de su residencia a Wang Yonglin, hermano del emperador y príncipe de Qingxi. Posteriormente, esa residencia se convirtió en el domicilio de Gongqinwang, príncipe de Yixin. El pueblo se preguntaba por qué He Shen, habiendo ya llegado a la cumbre de su vida y de su carrera, seguía corriendo riesgos con el fin de apropiarse de los bienes ajenos.

Se trata de una pregunta a la que solamente podría responder satisfactoriamente el propio He Shen. En los últimos cien años, He Shen ha sido satirizado sin piedad en obras de teatro y películas.

La corrupción existía en el pasado y sigue existiendo en el presente, razón por la cual los ciudadanos en general y, sobre todo, los dirigentes de alto rango han dedicado grandes esfuerzos a estudiarla y desentrañar qué significado encierra la palabra “codicia”. Al parecer, esta palabra abarca tres sentidos: el deseo de poseer bienes, las ansias incontrolables de acapararlos y la insatisfacción permanente. Cabe decir, pues, que He Shen era la codicia personificada. Los bienes que obtenía por medios deshonestos, las viviendas lujosas, las antigüedades, las joyas, los banquetes, las bellas mujeres, no satisficieron su codicia, que le empujó por el camino de la delincuencia hasta conducirlo primero a la cárcel y luego, cuando tenía 49 años, al patíbulo.

El Quiosco Miaoxiang, en el jardín privado de He Shen

Cuando He Shen fue encarcelado había cometido 20 delitos, siete de ellos relacionados con sus aficiones, como el decimoquinto (“En su casa oculta más de 200 pulseras de perlas, muchas más que las que hay en la corte; algunas de las perlas que adornan sus tocados son mayores que las del tocado del emperador”.), el decimosexto (“Atesora decenas de diamantes como los usados por los funcionarios para adornar sus tocados, así como innumerables diamantes, riquezas que ni siquiera la familia imperial posee.”) y el decimoséptimo (“Posee miles y miles de vestimentas y cantidades ingentes de plata.”)

Hay un famoso dicho que reza así: “Todo el mundo ansía poseer bienes; no obstante, éstos deben alcanzarse por procedimientos honestos, sin violar la ley ni la virtud”. La obtención de riquezas no sacia la codicia de los corruptos, sino que la acrecienta, de modo parecido a lo que les sucede a los adictos a ciertas sustancias, que tras cada toma necesitan incrementar la dosis.

Según los registros históricos, cierto día He Shen se encontró en la puerta de la corte con Sun Shiyi, un funcionario de alto rango, quien llevaba una caja. He Shen insistió en ver su contenido y Sun no tuvo más remedio que acceder al deseo del primer ministro y abrirla. Al ver la preciosa botellita que se escondía en su interior, He Shen se deshizo en elogios y le pidió que se la regalase. Sun le dijo que era un obsequio para el emperador y que éste se disponía a recibirlo, noticia que le contrarió mucho.

Unos días después, Sun se encontró con He Shen y vio que la susodicha botella había ido a parar a sus manos. Lo primero que pensó Sun fue que el emperador se la había regalado. Pero posteriormente descubrió que el primer ministro había ordenado a un eunuco que la hurtase.

Al principio He Shen era un joven de encumbradas aspiraciones cuyo talento y buen porte llamaron la atención del emperador Qianlong. He Shen dominaba el manchú, el chino, el tibetano y el uigur, y sabía escribir poesía, siendo su poema más conocido el titulado Jialetang. Además, He Shen apreciaba mucho la novela El sueño del pabellón rojo, obra maestra que presentó al emperador Qianlong, contribuyendo con ello a su transformación en un clásico de la literatura china. Durante su primera etapa de funcionario, su capacidad de soportar las humillaciones y de sobrellevar pesadas cargas, su entusiasmo en el estudio, así como su probidad le granjearon los elogios del pueblo. Pero con el paso del tiempo fue convirtiéndose en un funcionario corrupto por muchos motivos, el principal de los cuales hay que buscarlo en el feudalismo, sistema cuya falta de mecanismos de vigilancia permitieron a He Shen adueñarse del poder.

Durante toda su vida He Shen se estrujó los sesos buscando maneras de lisonjear al emperador Qianlong y preparó a muchísimos funcionarios de alto rango, a quienes convirtió en sus cómplices y aduladores.

El Palacio Xijinzhai, construido con madera de berangán (Castanopsis hystrix), a imitación del Palacio Imperial, fue escenario de los 20 delitos de corrupción cometidos por He Shen

Durante el reinado del emperador Qianlong, He Shen gozó de su protección, de modo que nadie pudo hacer nada contra él. Pero cuando aquél murió, Jiaqing, el nuevo emperador ordenó su ejecución, no sólo por haber cometido incontables delitos de corrupción, sino por haber formado camarillas con fines siniestros en la persecución de su provecho personal. Desafiando las leyes humanas y divinas, perpetró toda suerte de crímenes y desairaba constantemente al nuevo emperador. Consciente de que tal comportamiento socavaba los cimientos de la dinastía Qing, el emperador Jiaqing no dudó en condenarlo a la pena capital.

Como es natural, el encarcelamiento y la posterior ejecución de He Shen no habrían sido posibles sin la impagable ayuda de los funcionarios fieles de la dinastía. El más destacado de ellos fue Wang Jie. Este célebre fiscal representante de la moralización administrativa se enfrentó abiertamente con He Shen y puso al descubierto muchas de sus perversas acciones. Finalmente, en 1799, Wang Jie tuvo la satisfacción de derrotar a He Shen y de juzgarlo personalmente.

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