Intervención de Luzmila
Zanabria, Embajadora del Perú
EN el presente de un país como el Perú,
tan lleno de contrastes, paradojas y callejones aparentemente
sin salida, hay un eje central que vertebra buena parte de nuestra
preocupación nacional y ocupa un lugar central en la reflexión
cultural. Se trata de la antigua oposición entre tradición
y modernidad, esa misma que sirve aún para explicar los
tremendos efectos económicos y sociales generados por el
centralismo, la marginación de la cultura andina tradicional,
la coexistencia de sistemas de producción que en una visión
lineal corresponderían a etapas muy distintas de la historia;
y, sobre todo, es un eje que sirve para entender los quiebros
y discontinuidades de una historia y un aquí y ahora poblado
de desniveles socioeconómicos y signado por la urgencia
de un proyecto nacional que nos represente la luz al final del
túnel.
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La Sra. Luzmina Zanabria, embajadora del Perú
en China, haciendo uso de la palabra |
El viejo (y muchas veces falso) dilema entre
tradición y modernidad encontró en el Perú
hacia inicios del siglo XX una vía de resolución
cultural de extrema importancia en nuestra historia: el Indigenismo.
Como su nombre indica, el Indigenismo es una tendencia de creación
artística centrada en el indígena andino, con un
contenido social marcado y definido, y que se expresa a través
de la literatura tanto como de la pintura, la escultura, el diseño
y hasta la arquitectura. Es un modo de ver el país, de
representarlo y de ideologizarlo también. El Indigenismo
coloca en el primer plano a la cultura andina y sus desgarrones
para sobrevivir a la invasión del capital internacional
y a la emergencia de nuevas clases sociales en la periferia de
las ciudades andinas intermedias. Su tono es la denuncia social;
su estilo, la idealización de la cultura andina, asociada
a la utopía que el Perú, según el propio
movimiento indigenista, necesitaría para constituirse como
una nación. El Indigenismo terminó, aparentemente,
cuando se transformó en una contraposición insostenible
entre la cultura andina y el Occidente, algo así como la
tan mentada "guerra de civilizaciones" que amenaza con
sacudir más todavía al mundo de hoy.
Las reacciones artísticas y culturales
que, hacia los años 50 del siglo XX, empiezan a poner en
cuestión al Indigenismo, lo hacen orientadas por el rol
de las vanguardias que en ese momento significaban para el Perú
y todo el subcontinente latinoamericano, la primera gran posibilidad
de conectarse de igual a igual con el resto del mundo; a "globalizarse"
culturalmente, tal como se escucha decir tanto hoy. Estas reacciones
clamaban por una desidealización del mundo andino y por
una universalización de nuestros lenguajes culturales,
para insertarnos en el mundo sin complejos ni handicaps de índole
cultural y étnica.
Sin embargo, el tiempo no se mide por casualidad
con un péndulo. El péndulo va de un extremo hacia
el otro, dando las horas. El péndulo ha hecho que con los
años, una parte esencial del Indigenismo esté volviendo
a la palestra de la cultura peruana de hoy, sin mixtifaciones
pero con la fuerza extrema y urgente del reclamo de una cultura
como la andina, que está pasando por uno de sus mayores
períodos de crisis y cambios de toda nuestra historia.
En este contexto, rico y desafiante, se ubica un escritor como
Juan Morillo, con una novela que es un privilegio para quienes
podemos leerla, mientras los hechos simbólicos que ella
contiene van ocurriendo a la vez.
El río que te ha de llevar es
una novela de alcance largo, con muchas de sus raíces y
referencias puestas en el Indigenismo, con la intención
lograda de superar las limitaciones de este movimiento. Así,
los personajes de la novela son los propios protagonistas del
relato. Ellos viven, aman, luchan y mueren como seres humanos
pertenecientes a un universo social, sin que sea un narrador externo
el que los describa, los califique y, sobre todo, sin que se esté
dando al lector todo el tiempo una moraleja social sobres sus
comportamientos, tal como estilaban hacer los narradores indigenistas
que convirtieron sus páginas en planfleto. Bajo esta óptica,
muy moderna, es que nos damos de frente con dos vertientes del
relato: la de la ciega Zoila y la de los hermanos Ponte. Ambas
en el mismo escenario de Uchos, pueblo de la sierra liberteña,
que, siendo andino, también escucha los borbotones del
caudaloso río Marañón.
Toda novela, según Mario Vargas Llosa,
crea un mundo alterno al mundo real, como una manera de superar
las limitaciones de éste. El mundo del pueblo de Uchos
es un universo que nos permite elevarnos sobre la peculiaridad
de cada pueblo andino real y comprenderlo como una síntesis.
¿Qué nos da esa síntesis? Nos da la historia
común de un sistema feudal de explotación de la
tierra y del campesino, con rasgos realmente inhumanos. Nos da
personajes marginales en relación con la urbanización
y el desarrollo capitalista. Pero sobre todo, nos da una situación
de caos, de emergencia social y de génesis de una nueva
sociedad. Esa es otra gran diferencia entre la narrativa de Morillo
y el viejo Indigenismo. Morillo tiene la suficiente visión
como para hacernos entrar a un mundo simbólico que corresponde
plenamente al mundo real actual de la población andina,
donde el caos y la anomia, más que indicar fin, indican
finalidad, cambio, aún incierto en cuanto a su identidad
y su objetivo, pero sí con mucho movimiento y conflicto,
factores que son esenciales para poder seguir mirando hacia delante
El río que te ha de llevar tiene
como trasfondo el ruido, la fuerza, el caudal y la eternidad del
río Marañón. Muchas connotaciones sobre la
filosofía griega encontramos en esta serpiente que a veces
se encoleriza y a veces se calma. Muchas conexiones, también,
con el mundo mítico de los dragones, que Juan Morillo conoce
tan bien, porque conoce la cultura china. Entre los tópicos
clásicos de la literatura que se colocan en la naturaleza,
el río es el animal sinuoso y reptante, que no cesa en
su devenir. El lago, por ejemplo, es más bien una figura
quieta y fundante. No es causal por ello que muchas culturas coloquen
sus mitos de origen en lagos, que son como úteros fecundados
por toda suerte de varas, lanzas y otros objetos penetrantes,
por lo general elaborados en metales preciosos. El río
no es origen; es un producto de un origen anterior. El río
en el mito y en la literatura es en esencia el dinamismo de una
vida que no se agota nunca. Los Ponte, la ciega Zoila, la sensible
Adela, son arrastrados por esa fuerza vital que nunca cesa de
tronar y que recuerda que todo lo que ocurre es pasajero y vale
porque se mueve. La injusticia, la opresión, la miseria
y el atraso de Uchos, siendo reales y urgentes, se insertan en
un movimiento mayor, de carácter existencial y universal.
De ahí que todo el universo narrativo de esta gran novela
nos capture desde su presentación inicial por su absoluta
coherencia. Quizás ese sea su máximo valor, la coherencia;
y cuando una novela es coherente y unitaria, se convierte en una
gran novela. Ahí están para demostrarlo, y sólo
por mencionara a los hispanoamericanos contemporáneos más
importantes, Rulfo, Vargas Llosa, Arguedas, García Márquez,
todos con sus universos coherentes y unitarios, capaces de soportarse
sobre los pilares del lenguaje, proyectándose hacia dimensiones
muchos más amplias y ambiciosas que el mundillo local.
Me es muy grato presentar en China esta notable
novela de Juan Morillo. Y me es muy grato hacerlo porque Juan
Morillo, desde China, o en China, para decirlo mejor, ha encontrado
el espacio que muchas veces el literato necesita para estar a
la misma vez, cerca y lejos de sus propios referentes reales.
Morillo vive en China desde hace 23 años, y lo hace probablemente
porque ha encontrado en esta forma de vivir, una forma de escribir.
Esta suerte de espacio privilegiado le ha dado la lucidez y la
serenidad como para escribir varios textos narrativos, extensos,
complejos, que se van configurando como la obra única y
total de un autor. El río que te ha de llevar es
uno de los momentos más dramáticos e interesantes
de esa obra total, y nos toca a nosotros, en este momento, el
enorme privilegio de estar haciéndola pública, por
primera vez, en la tierra que a Morillo le ha dado tanto, en una
China llena de opciones y salidas a los avatares de la modernización
en el seno de una sociedad de cultura infinita.
Me cabe el honor de presentar y promover ante
ustedes esta notable novela de Juan Morillo, no sin antes mencionar
a una persona muy querida, que en gran medida hace posible que
Juan se maneje como pez en el agua en el espacio que se ha creado
en China para crear. Me refiero a Georgina Cabrera, compañera
de Juan y gran amiga nuestra. Los mejores auspicios para Juan
Morillo.
Muchas gracias.
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