FEBRERO 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Intervención de Luzmila Zanabria, Embajadora del Perú

EN el presente de un país como el Perú, tan lleno de contrastes, paradojas y callejones aparentemente sin salida, hay un eje central que vertebra buena parte de nuestra preocupación nacional y ocupa un lugar central en la reflexión cultural. Se trata de la antigua oposición entre tradición y modernidad, esa misma que sirve aún para explicar los tremendos efectos económicos y sociales generados por el centralismo, la marginación de la cultura andina tradicional, la coexistencia de sistemas de producción que en una visión lineal corresponderían a etapas muy distintas de la historia; y, sobre todo, es un eje que sirve para entender los quiebros y discontinuidades de una historia y un aquí y ahora poblado de desniveles socioeconómicos y signado por la urgencia de un proyecto nacional que nos represente la luz al final del túnel.

La Sra. Luzmina Zanabria, embajadora del Perú en China, haciendo uso de la palabra

El viejo (y muchas veces falso) dilema entre tradición y modernidad encontró en el Perú hacia inicios del siglo XX una vía de resolución cultural de extrema importancia en nuestra historia: el Indigenismo. Como su nombre indica, el Indigenismo es una tendencia de creación artística centrada en el indígena andino, con un contenido social marcado y definido, y que se expresa a través de la literatura tanto como de la pintura, la escultura, el diseño y hasta la arquitectura. Es un modo de ver el país, de representarlo y de ideologizarlo también. El Indigenismo coloca en el primer plano a la cultura andina y sus desgarrones para sobrevivir a la invasión del capital internacional y a la emergencia de nuevas clases sociales en la periferia de las ciudades andinas intermedias. Su tono es la denuncia social; su estilo, la idealización de la cultura andina, asociada a la utopía que el Perú, según el propio movimiento indigenista, necesitaría para constituirse como una nación. El Indigenismo terminó, aparentemente, cuando se transformó en una contraposición insostenible entre la cultura andina y el Occidente, algo así como la tan mentada "guerra de civilizaciones" que amenaza con sacudir más todavía al mundo de hoy.

Las reacciones artísticas y culturales que, hacia los años 50 del siglo XX, empiezan a poner en cuestión al Indigenismo, lo hacen orientadas por el rol de las vanguardias que en ese momento significaban para el Perú y todo el subcontinente latinoamericano, la primera gran posibilidad de conectarse de igual a igual con el resto del mundo; a "globalizarse" culturalmente, tal como se escucha decir tanto hoy. Estas reacciones clamaban por una desidealización del mundo andino y por una universalización de nuestros lenguajes culturales, para insertarnos en el mundo sin complejos ni handicaps de índole cultural y étnica.

Sin embargo, el tiempo no se mide por casualidad con un péndulo. El péndulo va de un extremo hacia el otro, dando las horas. El péndulo ha hecho que con los años, una parte esencial del Indigenismo esté volviendo a la palestra de la cultura peruana de hoy, sin mixtifaciones pero con la fuerza extrema y urgente del reclamo de una cultura como la andina, que está pasando por uno de sus mayores períodos de crisis y cambios de toda nuestra historia. En este contexto, rico y desafiante, se ubica un escritor como Juan Morillo, con una novela que es un privilegio para quienes podemos leerla, mientras los hechos simbólicos que ella contiene van ocurriendo a la vez.

El río que te ha de llevar es una novela de alcance largo, con muchas de sus raíces y referencias puestas en el Indigenismo, con la intención lograda de superar las limitaciones de este movimiento. Así, los personajes de la novela son los propios protagonistas del relato. Ellos viven, aman, luchan y mueren como seres humanos pertenecientes a un universo social, sin que sea un narrador externo el que los describa, los califique y, sobre todo, sin que se esté dando al lector todo el tiempo una moraleja social sobres sus comportamientos, tal como estilaban hacer los narradores indigenistas que convirtieron sus páginas en planfleto. Bajo esta óptica, muy moderna, es que nos damos de frente con dos vertientes del relato: la de la ciega Zoila y la de los hermanos Ponte. Ambas en el mismo escenario de Uchos, pueblo de la sierra liberteña, que, siendo andino, también escucha los borbotones del caudaloso río Marañón.

Toda novela, según Mario Vargas Llosa, crea un mundo alterno al mundo real, como una manera de superar las limitaciones de éste. El mundo del pueblo de Uchos es un universo que nos permite elevarnos sobre la peculiaridad de cada pueblo andino real y comprenderlo como una síntesis. ¿Qué nos da esa síntesis? Nos da la historia común de un sistema feudal de explotación de la tierra y del campesino, con rasgos realmente inhumanos. Nos da personajes marginales en relación con la urbanización y el desarrollo capitalista. Pero sobre todo, nos da una situación de caos, de emergencia social y de génesis de una nueva sociedad. Esa es otra gran diferencia entre la narrativa de Morillo y el viejo Indigenismo. Morillo tiene la suficiente visión como para hacernos entrar a un mundo simbólico que corresponde plenamente al mundo real actual de la población andina, donde el caos y la anomia, más que indicar fin, indican finalidad, cambio, aún incierto en cuanto a su identidad y su objetivo, pero sí con mucho movimiento y conflicto, factores que son esenciales para poder seguir mirando hacia delante

El río que te ha de llevar tiene como trasfondo el ruido, la fuerza, el caudal y la eternidad del río Marañón. Muchas connotaciones sobre la filosofía griega encontramos en esta serpiente que a veces se encoleriza y a veces se calma. Muchas conexiones, también, con el mundo mítico de los dragones, que Juan Morillo conoce tan bien, porque conoce la cultura china. Entre los tópicos clásicos de la literatura que se colocan en la naturaleza, el río es el animal sinuoso y reptante, que no cesa en su devenir. El lago, por ejemplo, es más bien una figura quieta y fundante. No es causal por ello que muchas culturas coloquen sus mitos de origen en lagos, que son como úteros fecundados por toda suerte de varas, lanzas y otros objetos penetrantes, por lo general elaborados en metales preciosos. El río no es origen; es un producto de un origen anterior. El río en el mito y en la literatura es en esencia el dinamismo de una vida que no se agota nunca. Los Ponte, la ciega Zoila, la sensible Adela, son arrastrados por esa fuerza vital que nunca cesa de tronar y que recuerda que todo lo que ocurre es pasajero y vale porque se mueve. La injusticia, la opresión, la miseria y el atraso de Uchos, siendo reales y urgentes, se insertan en un movimiento mayor, de carácter existencial y universal. De ahí que todo el universo narrativo de esta gran novela nos capture desde su presentación inicial por su absoluta coherencia. Quizás ese sea su máximo valor, la coherencia; y cuando una novela es coherente y unitaria, se convierte en una gran novela. Ahí están para demostrarlo, y sólo por mencionara a los hispanoamericanos contemporáneos más importantes, Rulfo, Vargas Llosa, Arguedas, García Márquez, todos con sus universos coherentes y unitarios, capaces de soportarse sobre los pilares del lenguaje, proyectándose hacia dimensiones muchos más amplias y ambiciosas que el mundillo local.

Me es muy grato presentar en China esta notable novela de Juan Morillo. Y me es muy grato hacerlo porque Juan Morillo, desde China, o en China, para decirlo mejor, ha encontrado el espacio que muchas veces el literato necesita para estar a la misma vez, cerca y lejos de sus propios referentes reales. Morillo vive en China desde hace 23 años, y lo hace probablemente porque ha encontrado en esta forma de vivir, una forma de escribir. Esta suerte de espacio privilegiado le ha dado la lucidez y la serenidad como para escribir varios textos narrativos, extensos, complejos, que se van configurando como la obra única y total de un autor. El río que te ha de llevar es uno de los momentos más dramáticos e interesantes de esa obra total, y nos toca a nosotros, en este momento, el enorme privilegio de estar haciéndola pública, por primera vez, en la tierra que a Morillo le ha dado tanto, en una China llena de opciones y salidas a los avatares de la modernización en el seno de una sociedad de cultura infinita.

Me cabe el honor de presentar y promover ante ustedes esta notable novela de Juan Morillo, no sin antes mencionar a una persona muy querida, que en gran medida hace posible que Juan se maneje como pez en el agua en el espacio que se ha creado en China para crear. Me refiero a Georgina Cabrera, compañera de Juan y gran amiga nuestra. Los mejores auspicios para Juan Morillo.

Muchas gracias.

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