FEBRERO 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


Intervención del profesor Dong Yansheng

COMO chino y como amigo, tengo doble motivo para sentirme complacido en presentar El río que te ha de llevar, novela recién publicada de Juan Morillo. Siendo chino, me alivia de alguna manera la idea de poder pagar siguiera la mínima parte de una deuda que siempre me he atribuido. Me refiero a la trascendental determinación que tomó Juan hace veintitrés años de venirse a China con toda su familia. Encandilado por el río de la vida, no le importó abandonar todo lo que tenía establecido en su tierra, incluido su ascendente prestigio como profesor universitario y como escritor de mucha promesa. A partir de entonces, mientras el pueblo chino tiene a su disposición a un trabajador competente e incansable, la literatura peruana y latinoamericana se ha visto privada, durante casi un cuarto de siglo, de un meritorio cultivador. De este prolongado silencio no puedo dejar de sentirme responsable y deudor, ya que formo parte de un pueblo beneficiario de sus trabajos. Así es que muchas gracias, Juan, por los sacrificios que has hecho en nuestro beneficio, pero en detrimento de tus creaciones literarias.
Sin embargo, el principal motivo que me ha traído a este acto es venir a expresar mi satisfacción y mi júbilo, y a dar mi enhorabuena a un entrañable amigo que por fin ha reanudado su interrumpido peregrinaje en busca del deleite creativo.

El profesor Dong Yansheng, viejo amigo del autor, durante su intervención

Juan ha nacido para crear. Esta creatividad ha hecho de él, además, un buen conversador con un lenguaje ameno, cautivante y sobre todo transgresor del límite entre lo real y lo ficticio. Cuántas veces le he dicho, en el transcurso de nuestras tertulias: "¡Juan, por favor, te lo estás inventando¡"; y él me ha contestado muy serio: "¡No, si lo he vivido yo!". Otras tantas, cuando ya me lo creo a pies juntillas, se echa a reír y me dice: "No, mentira. Es una fábula". Ahora que ha retomado la pluma, puede hallarse a sus anchas, sacando todo el jugo de su cualidad de buen narrador que sabe aplicar lo que dice Cervantes en el prólogo a la primera parte de Don Quijote: "Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere".

Pero Juan no escribe por mero deleite. Dotado de una aguda sensibilidad ante la injusticia social, no puede evitar que sus obras se impregnen de una postura comprometida. Como la suya es tan congénita con su personalidad, con su modo de ser, llega a convertirse en elemento consustancial de su arte narrativo. Tras haber sufrido los estragos de incontables panfletos crudos y gratuitos, la lectura de la novela de Juan nos depara un reconstituyente tan eficaz como placentero.
Muchas gracias.

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