Intervención del profesor
Dong Yansheng
COMO chino y como amigo, tengo doble motivo
para sentirme complacido en presentar El río que te
ha de llevar, novela recién publicada de Juan Morillo.
Siendo chino, me alivia de alguna manera la idea de poder pagar
siguiera la mínima parte de una deuda que siempre me he
atribuido. Me refiero a la trascendental determinación
que tomó Juan hace veintitrés años de venirse
a China con toda su familia. Encandilado por el río de
la vida, no le importó abandonar todo lo que tenía
establecido en su tierra, incluido su ascendente prestigio como
profesor universitario y como escritor de mucha promesa. A partir
de entonces, mientras el pueblo chino tiene a su disposición
a un trabajador competente e incansable, la literatura peruana
y latinoamericana se ha visto privada, durante casi un cuarto
de siglo, de un meritorio cultivador. De este prolongado silencio
no puedo dejar de sentirme responsable y deudor, ya que formo
parte de un pueblo beneficiario de sus trabajos. Así es
que muchas gracias, Juan, por los sacrificios que has hecho en
nuestro beneficio, pero en detrimento de tus creaciones literarias.
Sin embargo, el principal motivo que me ha traído a este
acto es venir a expresar mi satisfacción y mi júbilo,
y a dar mi enhorabuena a un entrañable amigo que por fin
ha reanudado su interrumpido peregrinaje en busca del deleite
creativo.
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El profesor Dong Yansheng, viejo amigo del
autor, durante su intervención |
Juan ha nacido para crear. Esta creatividad
ha hecho de él, además, un buen conversador con
un lenguaje ameno, cautivante y sobre todo transgresor del límite
entre lo real y lo ficticio. Cuántas veces le he dicho,
en el transcurso de nuestras tertulias: "¡Juan, por
favor, te lo estás inventando¡"; y él
me ha contestado muy serio: "¡No, si lo he vivido yo!".
Otras tantas, cuando ya me lo creo a pies juntillas, se echa a
reír y me dice: "No, mentira. Es una fábula".
Ahora que ha retomado la pluma, puede hallarse a sus anchas, sacando
todo el jugo de su cualidad de buen narrador que sabe aplicar
lo que dice Cervantes en el prólogo a la primera parte
de Don Quijote: "Sólo tiene que aprovecharse
de la imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto
ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que
se escribiere".
Pero Juan no escribe por mero deleite. Dotado
de una aguda sensibilidad ante la injusticia social, no puede
evitar que sus obras se impregnen de una postura comprometida.
Como la suya es tan congénita con su personalidad, con
su modo de ser, llega a convertirse en elemento consustancial
de su arte narrativo. Tras haber sufrido los estragos de incontables
panfletos crudos y gratuitos, la lectura de la novela de Juan
nos depara un reconstituyente tan eficaz como placentero.
Muchas gracias.
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