JANVIER 2002

 

 

 

 

 

 

 

 


 

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Las bodas de oro de una "start-up"


Por LOUISE CADIEUX

 

YA me los imagino frunciendo el entrecejo al leer el paradójico título de este artículo. ¡Una “start-up” de 50 años! ¿Cómo es eso posible, pensarán, en una época en la que la globalización y la agitación de los mercados bursátiles representan una amenaza constante para esos “retoños” de la nueva economía? ¿No sería más apropiado utilizar la palabra “cincuentenario” para referirse al aniversario oficial de la fundación de una revista?

Louise Cadieux, asesora lingüística de francés, una persona optimista y abierta

A decir verdad, cuando se me ocurrió la expresión “bodas de oro” para referirme al aniversario de China hoy, tuve que rendirme a la evidencia de que era la que mejor describía mis impresiones acerca de esta revista, en la que llevo trabajando desde 1998.

Relaciones y colaboraciones

Llegué a China hoy con mi experiencia laboral en el mundo de la publicación: las exigencias implacables, los momentos de cansancio, los textos que deben redactarse o revisarse en el último minuto ... Pero no era eso lo que me esperaba.

Llevaba ya algunos años viviendo y trabajando en China, y había encontrado un modus vivendi en esta sociedad donde a veces el modo de decir y hacer las cosas se opone diametralmente a los hábitos occidentales. Pero aún me esperaban algunas sorpresas ...

En China hoy

He visto abrirse todos los horizontes de China: de la economía a la cultura, del turismo a la arqueología. Por mi mesa pasan los temas más corrientes y los más delicados, lo que me plantea continuamentre el reto y el aliciente de estar al día y de comprender e intentar hacer comprender mejor este país.

Colaboro estrechamente con mis colegas chinos, quienes trabajan diligentemente en el desciframiento del francés para poder traducir con la mayor fidelidad posible el pensamiento chino a nuestra lengua. Cuanto más consciente se es de la gran distancia que separan las lenguas china y francesa, tanto más admirable resulta la labor de quienes nos permiten entrar en contacto con toda esta información, la cual de otro modo nos sería inaccesible.

El equipo del que formo parte, algunos de cuyos miembros no tengo la suerte de conocer personalmente, parece haber aprendido, mucho antes que nosotros, que el aplomo y la paciencia son en ocasiones mejores consejeras que el apresuramiento y el nerviosismo.

Además de examinar minuciosamente los periódicos y los titulares que hablan de China, leo las cartas enviadas por lectores que la aman o comienzan a amarla, mucho de los cuales están al acecho de una información que, a veces, resulta muy difícil de obtener en su país. De este modo me llegan sugerencias y críticas, fundadas o no, y me doy cuenta de la gran distancia que en ocasiones media entre nosotros y la gente que vive en otras partes del planeta.

Comparo y hago mis observaciones; explico y aprendo. En otras palabras, vivo China hoy, me relaciono con este país y sus habitantes, de forma parecida a como seguramente desean hacerlo los lectores que mes tras mes leen los artículos de nuestra revista. Dado que con el transcurrir del tiempo he descubierto un lugar donde las relaciones humanas ocupan un lugar preeminente,  prefiero usar la expresión “bodas de oro” al hablar del aniversario de China hoy y reservar la sosa palabra “cincuentenario” para las frías sociedades anónimas.

Entusiasmo y riesgos calculados

La experta canadiense en compañía de una familia de la etnia dai (provincia de Yunnan)

Pero el lector se equivocaría si asociase la celebración de estas “bodas de oro” con  una serie de actividades centradas en el nostálgico y bello recuerdo de los años transcurridos y la remembranza de distinguidas personalidades que nos han dejado. En este país, China Hoy es también una “start-up” de la información. Basándome en mi experiencia, nada hay más cierto.  

¿Cómo si no calificar una empresa que, en un breve lapso, debe saltar desde el trampolín de la economía planificada al mar de la economía de mercado; sustituir sus viejas máquinas por ordenadores de última generación; mantener los canales de distribución tradicionales e introducir al mismo tiempo el comercio electrónico; romper el “cuenco de hierro” y establecer un sistema contractual; pasar de la mera propaganda a la comunicación, la información y la publicidad; prescindir de la subvenciones gubernamentales y responsabilizarse de sus pérdidas y ganancias; y abandonar los acuerdos tácitos para ceñirse a los rígidos reglamentos de la OMC. Cuando se avanza por ensayo y error, es inevitable que se cometan algunas equivocaciones. Ciertos estamentos de la administración tienen ante sí la ineludible y ardua tarea de inculcar en el conjunto de los trabajadores los dictados de estas nuevas realidades. Los editores y traductores, por su parte, se esfuerzan en integrar adecuadamente este cúmulo de transformaciones, que se han convertido en los retos cotidianos de la revista. A pesar de las dificultades, persisten en su empeño de dar a conocer China, pero no desde una perspectiva ya superada, sino afrontando la realidad actual, caracterizada por una enconada competencia que no perdona los errores. La dirección de la revista se ha rejuvenecido; los ya mayores siguen prodigando sus valiosos consejos; y, para sorpresa de quienes no hace mucho expresaban sus dudas acerca de la supervivencia de la revista, China Hoy se consolida día tras día como lo que sus fundadores quisieron que fuese: la revista sobre China que refiere fielmente los hechos.

A mi parecer, para aceptar estos retos es necesaria la determinación de la que hacen gala los creadores de “start-ups”.

¡Bravo, China Hoy! ¡Hasta tus bodas de diamante!

 

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