YA me los imagino frunciendo el entrecejo
al leer el paradójico título de este artículo. ¡Una “start-up”
de 50 años! ¿Cómo es eso posible, pensarán, en una época en
la que la globalización y la agitación de los mercados bursátiles
representan una amenaza constante para esos “retoños” de la
nueva economía? ¿No sería más apropiado utilizar la palabra
“cincuentenario” para referirse al aniversario oficial de la
fundación de una revista?
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Louise
Cadieux, asesora lingüística de francés, una persona
optimista y abierta |
A decir verdad, cuando se me ocurrió la expresión
“bodas de oro” para referirme al aniversario de China
hoy, tuve que rendirme a la evidencia de que era la que
mejor describía mis impresiones acerca de esta revista, en la
que llevo trabajando desde 1998.
Relaciones y colaboraciones
Llegué a China
hoy con mi experiencia laboral en el mundo de la publicación:
las exigencias implacables, los momentos de cansancio, los textos
que deben redactarse o revisarse en el último minuto ... Pero
no era eso lo que me esperaba.
Llevaba ya algunos años viviendo y trabajando
en China, y había encontrado un modus vivendi en esta sociedad
donde a veces el modo de decir y hacer las cosas se opone diametralmente
a los hábitos occidentales. Pero aún me esperaban algunas sorpresas
...
En
China hoy
He visto abrirse todos los horizontes de China:
de la economía a la cultura, del turismo a la arqueología. Por
mi mesa pasan los temas más corrientes y los más delicados,
lo que me plantea continuamentre el reto y el aliciente de estar
al día y de comprender e intentar hacer comprender mejor este
país.
Colaboro estrechamente con mis colegas chinos,
quienes trabajan diligentemente en el desciframiento del francés
para poder traducir con la mayor fidelidad posible el pensamiento
chino a nuestra lengua. Cuanto más consciente se es de la gran
distancia que separan las lenguas china y francesa, tanto más
admirable resulta la labor de quienes nos permiten entrar en
contacto con toda esta información, la cual de otro modo nos
sería inaccesible.
El equipo del que formo parte, algunos de
cuyos miembros no tengo la suerte de conocer personalmente,
parece haber aprendido, mucho antes que nosotros, que el aplomo
y la paciencia son en ocasiones mejores consejeras que el apresuramiento
y el nerviosismo.
Además de examinar minuciosamente los periódicos
y los titulares que hablan de China, leo las cartas enviadas
por lectores que la aman o comienzan a amarla, mucho de los
cuales están al acecho de una información que, a veces, resulta
muy difícil de obtener en su país. De este modo me llegan sugerencias
y críticas, fundadas o no, y me doy cuenta de la gran distancia
que en ocasiones media entre nosotros y la gente que vive en
otras partes del planeta.
Comparo y hago mis observaciones; explico
y aprendo. En otras palabras, vivo China hoy, me relaciono con este país y
sus habitantes, de forma parecida a como seguramente desean
hacerlo los lectores que mes tras mes leen los artículos de
nuestra revista. Dado que con el transcurrir del tiempo he descubierto
un lugar donde las relaciones humanas ocupan un lugar preeminente,
prefiero usar la expresión “bodas de oro” al hablar del
aniversario de China hoy y reservar la sosa palabra “cincuentenario”
para las frías sociedades anónimas.
Entusiasmo y riesgos calculados
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La experta
canadiense en compañía de una familia de la etnia dai
(provincia de Yunnan) |
Pero el lector se equivocaría si asociase
la celebración de estas “bodas de oro” con
una serie de actividades centradas en el nostálgico y
bello recuerdo de los años transcurridos y la remembranza de
distinguidas personalidades que nos han dejado. En este país,
China Hoy es también
una “start-up” de la información. Basándome en mi experiencia,
nada hay más cierto.
¿Cómo si no calificar una empresa que, en
un breve lapso, debe saltar desde el trampolín de la economía
planificada al mar de la economía de mercado; sustituir sus
viejas máquinas por ordenadores de última generación; mantener
los canales de distribución tradicionales e introducir al mismo
tiempo el comercio electrónico; romper el “cuenco de hierro”
y establecer un sistema contractual; pasar de la mera propaganda
a la comunicación, la información y la publicidad; prescindir
de la subvenciones gubernamentales y responsabilizarse de sus
pérdidas y ganancias; y abandonar los acuerdos tácitos para
ceñirse a los rígidos reglamentos de la OMC. Cuando se avanza
por ensayo y error, es inevitable que se cometan algunas equivocaciones.
Ciertos estamentos de la administración tienen ante sí la ineludible
y ardua tarea de inculcar en el conjunto de los trabajadores
los dictados de estas nuevas realidades. Los editores y traductores,
por su parte, se esfuerzan en integrar adecuadamente este cúmulo
de transformaciones, que se han convertido en los retos cotidianos
de la revista. A pesar de las dificultades, persisten en su
empeño de dar a conocer China, pero no desde una perspectiva
ya superada, sino afrontando la realidad actual, caracterizada
por una enconada competencia que no perdona los errores. La
dirección de la revista se ha rejuvenecido; los ya mayores siguen
prodigando sus valiosos consejos; y, para sorpresa de quienes
no hace mucho expresaban sus dudas acerca de la supervivencia
de la revista, China Hoy se consolida día tras día como lo que sus fundadores quisieron
que fuese: la revista sobre China que refiere fielmente los
hechos.
A mi parecer, para aceptar estos retos es
necesaria la determinación de la que hacen gala los creadores
de “start-ups”.
¡Bravo, China
Hoy! ¡Hasta tus bodas de diamante!