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Ione Kramer,
solemne y meticulosa |
TRAS seis años de servicio,
en 1965 me licencié del ejército y después de participar en
un curso intensivo de inglés de 15 meses fui destinado a trabajar
en China Reconstruye,
actual China hoy.
Instalado en un apartado rincón
de una gran oficina, practicaba mecanografía todos los días.
En aquella oficina trabajaban ocho personas, cinco chinos y
tres extranjeros: una mujer y un hombre estadounidenses, y una mujer británica. Más tarde
llegué a conocer a estos tres extranjeros por sus nombres:
Israel Epstein, estadounidense cofundador de China
Reconstruye y amigo de
Soong Ching Ling (esposa de Yat-sen, fundadora de China
Reconstruye y antigua presidenta honoraria de la República
Popular China); la esposa de Epstein, Elsie Fairfax-Cholmeley,
que provenía de una distinguida familia británica; e Ione Kramer,
una mujer estadounidense.
Me pasaba los días sentado
en mi rincón mecanografiando, mientras mis compañeros chinos
permanecían encorvados sobre sus máquinas de escribir traduciendo
del chino al inglés y los tres extranjeros corregían afanosamente
las traducciones. Para comodidad de nuestros colegas extranjeros,
en la oficina sólo se hablaba inglés. A pesar de haber hecho
un curso intensivo, no era capaz de decir correctamente una
sola frase en inglés; además, no tenía ni idea de sobre qué
hablaban; durante mucho tiempo me sentí fuera de lugar y abatido.
También me sentía intimidado por el hecho de estar en un lugar
cerrado con tantos extranjeros que iban y venían en automóvil,
lo que en aquel entonces era un privilegio reservado a los funcionarios
de alto rango. Por lo tanto, los extranjeros seguían siendo
para mí gente remota y misteriosa.
Un día Ione Kramer se me
acercó y me preguntó: “Liu, ¿podemos hablar un momento?”; “¿Cómo
dice?”, repliqué sintiendo un cosquilleo de pánico que me hizo
olvidar de levantarme para mostrar mi respeto. Ione arrimó una
silla y se sentó junto a mí. “Para aprender tienes que ser valiente”,
me dijo. “Pero sé tan poco acerca del inglés”, objeté esforzándome
al máximo por pronunciar correctamente cada sílaba”. “No te
preocupes por eso”, me dijo, y añadió: “Para tí, lo más importante
es practicar más. Si te parece bien, puedes venir a la oficina
media hora antes y yo te ayudaré a mejorar tu pronunciación”.
Como es natural, me pareció muy buena idea.
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Fiesta de
despedida antes del regreso de Ione Kramer a los EE.UU. |
Nuestras clases cara a cara comenzaron la mañana siguiente.
Ione vivía con su familia en el campus de la Universidad de
Tsinghua, ya que su marido era profesor de dicha universidad.
Antes de ese día, Ione iba en bicicleta desde su casa hasta
el Hotel de la Amistad (en el que se alojaban la mayoría de
los expertos extranjeros), donde tomaba el autobús de la oficina
que la llevaba al trabajo. Pero ahora tenía que ir en bicicleta
hasta la oficina, lo que le tomaba más de una hora. Ya había
llegado el invierno y sobre Beijing soplaba un viento glacial.
Ione tenía varios planes
para ayudarme a mejorar mi inglés, pero todo quedó en agua de
borrajas debido a la agitación política de aquel período. En
1970 su marido fue acusado injustamente de ser un espía; Ione
se vio involucrada y fue puesta bajo arresto domiciliario. En
1978 ambos fueron rehabilitados e Ione reanudó su antiguo trabajo
consistente en corregir nuestras traducciones. Tras haber sufrido
lo que sufrió Ione, muchos intelectuales chinos se volvieron
cínicos, pero ella no dejó de mostrarse firme y entregada a
su vida y a su trabajo; siguió mostrándose tan afectuosa como
siempre con los traductores jóvenes sin experiencia, sobre todo
conmigo. Yo ya había aprendido el inglés suficiente para poder
hacer la corrección de pruebas básica, es decir, el cotejo de
las galeradas con los originales. Ione siguió dándome clases
particulares. Para mejorar mi inglés, de vez en cuando traducía
a esta lengua un breve original en chino y, aunque no iba a
publicarse, Ione corregía cuidadosamente mi traducción. Poco
a poco, me fue enseñando a perfeccionar mi inglés y a fortalecer
mi confianza en mí mismo. En 1980 hice un examen estatal y obtuve
una beca para estudiar dos años en los EE.UU. Esa fue la oportunidad
que me permitió convertirme en un buen traductor. Ione me felicitó
calurosamente, pero yo no le dí las gracias, porque sabía que
ella no las esperaba.
Ione Kramer se jubiló hace
muchos años y ahora vive en los EE.UU. con su esposo y sus dos
hijos. Dos años atrás vino a Beijing y me invitó a cenar en
el Hotel de la Amistad. Yo quería pagar la cuenta, pero me abstuve
de hacerlo. Aunque yo ya había cumplido los 58 años, sabía que
Ione siempre me consideraría su alumno: un joven principiante
que estaba dando los primeros pasos en su carrera y cuyo salario
a duras penas le bastaba para llegar a final de mes.
Ione Kramer llegó a Beijing
procedente de los EE.UU. con su marido chino en septiembre de
1955 y empezó a trabajar de redactora y correctora en China
Reconstruye en diciembre de ese mismo año. En 1986, es decir,
después de 31 años de trabajo, se jubiló y regresó a los EE.UU.