Antonio Fernández Arce
China
es una sucesión de asombros
Por ISIDRO ESTRADA
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Antonio Fernández
Arce: China asombra al mundo con su portentoso desarrollo
económico y social, no registrado en ninguna otra nación
en la historia. |
Observador
cercano de la realidad china de los pasados 50 años, el
periodista peruano nos presenta su más reciente libro,
China, el asombro, mientras reitera para los lectores de China
hoy su entrañable admiración por la nación
asiática. Este sentir, nos confiesa, lo ejerce a partes
iguales con un irrenunciable enfoque crítico al evaluar
el decurso histórico del país.
DELANTE de Antonio Fernández Arce hay que quitarse el
sombrero. Lo digo sin temor a la exageración, ni a caer
en lugares comunes. Si para justificar tal deferencia no bastara
con mencionar que este veedor de la realidad, como
él mismo se califica, se aproxima a la venerable octava
década de vida en plenitud de facultades, calzaría
mi reverencia metafórica argumentando sobre sus largos
y fructíferos años de ejercicio periodístico
y literario. O destacaría su extensa y vertical militancia
socialista no por ello dogmática, que conste -;
o terciaría a favor de su excepcional don de gente y su
buen humor, que le convierten en centro de atracción para
tantos amigos y admiradores, sin importar nacionalidades, edades
o credos políticos.
Pero si tuviera que acudir una cualidad sumaria, que coloque
a este intelectual nacido en la norteña localidad peruana
de Trujillo en un pedestal de escogidos, me decantaría
por exaltar su labor de larga data en la construcción de
lazos con la Nueva China, tarea que asumió desde los tiempos
en que muy pocos occidentales, - y muchos menos latinoamericanos
-, se aventuraban en esta tierra.
Fruto de esta paciente empresa, que ya se aproxima al medio siglo
de iniciada, es el libro China, el asombro, que Fernández
Arce presentó en Lima, en diciembre pasado. En éste,
su tercer volumen dedicado al país asiático, el
autor recoge algunas de sus más penetrantes y reveladores
reportajes y crónicas, publicados en medios informativos
de América Latina y Europa a lo largo de varias décadas.
A continuación incluimos un resumen del diálogo
que Ch sostuvo en fecha reciente con don Antonio, en su casa de
Beijing.
Ch: ¿A qué obedeció la salida de este
volumen justo ahora? ¿No es algo demorada su aparición,
tomando en cuenta todo lo que Ud. ha escrito durante años
para la prensa y lo mucho que conoce de China?
AFA: La publicación de este libro obedeció a una
propuesta de amigos de Copé, la editorial de Petroperú,
a propósito de la celebración de la cumbre de la
Cooperación Económica de Asia y el Pacífico
(CEAP) en nuestro país, así como a la firma con
China del Tratado de Libre Comercio (TLC) y la visita de Hu Jintao
el primer mandatario chino que visitó Perú.
Y me dijeron: publiquemos algo tuyo que ayude a conocer
China. Propuse, y se aceptó, que el título
en cuestión estuviera conformado por crónicas, reportajes
y análisis que escribí a través de los años.
Los ordenamos de forma coherente, por capítulos, de modo
que hubiera una secuencia al narrar la historia del desarrollo
cultural, científico y tecnológico de China en los
últimos 50 ó 60 años, con énfasis
en los tres decenios en que se ha aplicado la política
de reforma y apertura.
No creo que su aparición sea tardía, pues ya con
anterioridad había publicado China después de Mao,
en el cual trataba de prever qué ocurriría tras
la muerte de Mao Zedong, y después vio la luz China,
rostro del tiempo, publicado en 2006 por una transnacional
de Colombia, que es ante todo un álbum de fotografías,
con más ilustraciones que textos, cuya edición en
tres idiomas (chino, español e inglés) me parece
excelente. Este álbum, que abarca la historia china en
síntesis, desde la creación del universo según
Pan Gu hasta el vuelo cósmico de Yang Liwei, se concibió
para distribuirse sin costo entre proveedores, clientes y amigos
(de la firma) cada Año Nuevo.
El asombro fue un serio compromiso para mí,
pues debí rebuscar en mis archivos, tratando de encontrar
artículos escritos casi todos a máquina, que en
más de un caso ya había olvidado, y que habían
sido publicados en México, España, Brasil, Colombia,
Perú, Hong Kong, y China, por supuesto. Al final nos quedamos
con 69 textos que se extendían por 500 páginas.
Eliminamos muchas fotografías, pues ya era demasiado. Lo
del número 69 se hizo a sugerencia de uno de los editores,
que vio en éste una emblemática cifra semejante
al Yin y el Yang.
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En octubre de 1960, el presidente
Mao recibió a periodistas latinoamericanos. Antonio
Fernández Arce, en primera fila, segundo por la izquierda. |
Considero que en este libro cargué la mano en el aspecto
cultural, pues me encanta la cultura china. También describo
en él símbolos chinos como la Gran Muralla, el Gran
canal, sus costumbres y nacionalidades, el desarrollo del arte
de la porcelana, de la seda, y crónicas de viaje por lugares
como Mongolia y Xinjiang, así como el portentoso desarrollo
que ha experimentado el país desde que se implantaron la
reforma y apertura, con la adopción de la economía
de mercado socialista, y entró al país la inversión
externa.
Ch: ¿Cómo ocurrió su proceso de aproximación
a China?
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El joven reportero Fernández
Arce (izq.) departe con el ex primer ministro Zhou Enlai,
en octubre de 1960. |
AFA: Este proceso se inicia con mi primera visita, hace ya 49
años, cuando tuve la suerte de conocer y conversar con
el gran líder Mao Zedong y con otros dirigentes chinos,
como Zhou Enlai y Chen Yi. El primer impacto fue de admiración.
En aquel entonces me encontré una China aún pobre,
pero a la vez puritana y bastante honesta. El enorme esfuerzo
que hacían campesinos, estudiantes y trabajadores en general
por levantar este país de los escombros que había
heredado la Revolución china me resultó impactante.
Con el tiempo esa admiración se convirtió en afecto
hacia este pueblo, que todavía casi vestido de harapos
se empeñaba en abrir canales, hacer embalses, carreteras,
más campos de cultivo, para resolver problemas seculares
de China como la escasez de alimentación, vestido y vivienda.
Y lo lograron. Fueron los diez primeros años gloriosos
de China, que asombraron al mundo con los resultados. Desde entonces
he vivido muchos capítulos de la evolución china,
incluidos los movimientos políticos de las Cien Flores,
de la Educación Socialista, de la Rectificación,
el Gran Salto Adelante e inmediatamente después la Gran
Revolución Cultural, que durante 10 años trastornó
y aletargó el desarrollo económico de China, pero
que no lo detuvo, porque fue en ese período que China asombró
de nuevo al mundo con la producción de sus primeras armas
nucleares para la defensa, ante el peligro que para ella representaba
la agresión estadounidense a Vietnam, y el cerco que se
había tendido a su alrededor. Algo admirable.
Ch: ¿Siente Ud. que ese impacto convertido en admiración
le ha impedido de algún modo desempeñar su labor
periodística con objetividad?
AFA: No niego que un periodista, un reportero como yo,
debía enfrentar cierta dosis de conflicto interno entre
sus afectos políticos e ideológicos y su deber de
informar con objetividad, pero considero que lo logré,
en buena medida gracias a la ayuda de mis amigos periodistas chinos
y de los periódicos que acogían o solicitaban mis
crónicas en el extranjero. Así logré, creo
yo, mantener cierto equilibrio y objetividad, aunque estoy convencido
de que en periodismo la objetividad absoluta no existe: es abstrusa.
Considero que siempre he sido un veedor y analista crítico
en China. Mi afecto profundo por este pueblo no está reñido
con mi objetividad para abordar los temas, lo cual me permitió
gozar de la credibilidad que tuve en mi trabajo con periódicos
y agencias de noticias del extranjero. El equilibrio que conseguí
está recogido en este libro, que está impregnado
de mi posición crítica sobre ciertos acontecimientos
chinos. No obstante, reitero mi afecto profundo por lo que China
ha hecho y sigue haciendo.
Ch: ¿Por qué el título de China,
el asombro?
AFA: China asombra al mundo con su portentoso desarrollo económico
y social, no registrado en ninguna otra nación en la historia.
Antes se hablaba mucho de los milagros económicos de posguerra
de Japón y Alemania. Y aunque no vamos a decir que el milagro
chino sea el mayor, sí es la mayor ejecución de
un desarrollo magníficamente planificado. En 30 años,
China se ha elevado del polvo a las estrellas, con las Cuatro
Modernizaciones y la política de reforma y apertura. China
comienza a levantar cabeza en esa etapa, pero lo hace partiendo
de los cimientos previos, pues las Cuatro Modernizaciones y la
apertura misma habían sido anunciadas por el presidente
Mao a través de su ministro Zhou Enlai. Mao ya había
hablado de socialismo con características chinas,
concepto que luego afianza y encauza Deng Xiaoping.
Por eso el título. China es un asombro. El desarrollo
y la prosperidad de la China actual, la Nueva China, son asombrosos.
Muchos en nuestros países latinoamericanos, y en general
en el Tercer Mundo, no conocen lo que ha pasado exactamente en
China. Incluso nosotros que vivimos acá, nos asombramos
de no saberlo todo. También es un asombro su cultura milenaria,
de hondas raíces humanísticas, a la cual Occidente
recién se asoma. Asimismo, apenas comienzan a conocer allá
ese torrente poético que marcó la dinastía
Tang. Y digo poesía en su más amplia extensión,
pues China tiene en la poesía la más sublime de
sus artes, junto a la pintura y la caligrafía. Pero hay
más: ¿quién no se asombra con los más
de ocho mil kilómetros de línea de defensa de la
Gran Muralla; quién no se asombra con los dos mil km del
Gran Canal, construido de manera casi simultánea con la
muralla, para unir los ríos Yangtsé y Amarillo;
o con la explosión cultural que quedó registrada
en las pinturas de las Grutas de Dunhuang durante la dinastía
Tang; quién no se asombra con la exquisitez arquitectónica
de los pabellones y quioscos chinos, verdaderas alegorías
a la creación humana? Asombra por igual la diversidad étnica
de China: 56 grupos con sus lenguas y costumbres. Y asombra de
ellas la unidad. Asombran los logros en el Tíbet, en Mongolia
Interior. Las historias de la seda, de la imprenta, de la brújula.
China fue el primer país en usar el papel moneda, cuando
en Europa ni soñaban con esa posibilidad. Fue el primer
país en conocer la relación entre la circunferencia
y el diámetro. Ahí está su asombrosa filosofía
taoísta, con su profundo amor a la naturaleza, que se anticipó
en casi tres mil años al actual fervor por la ecología.
Fue una prédica a la armonía entre el hombre, su
desarrollo y la Naturaleza. En fin, China es una sucesión
de asombros en su historia y en su desarrollo cultural, político,
científico y tecnológico. Como también fue
un asombro la gran revolución campesina de Mao. Todo aquí
es así y por eso preferí este título, para
abordar una China que en poco tiempo pasó de los harapos
a la prosperidad. Y con ese título quiero que mi libro
llegue a todos los lectores posibles.
Ch: ¿Concuerda Ud. con la noción de que son
más que escasos los latinoamericanos que han hurgado en
profundidad en las investigaciones sobre China, en especial desde
dentro de la misma?
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Los tres títulos de
Fernández Arce sobre China. En el extremo derecho,
su último libro. |
AFA: Es cierto que no es común que un latinoamericano
escriba sobre China con cierta profundidad, lo cual atribuyo a
los pocos contactos que tuvo la China antigua, moderna y contemporánea
con nuestros países, salvo en los casos de algunas inmigraciones.
Los mayores contactos siempre han sido, incluso antes de la Ruta
de la Seda, con Europa, con Japón y luego con Norteamérica,
en particular con Estados Unidos. Ha sido en estos países
donde se han ubicado los mejores estudiosos de la historia y la
cultura chinas y de su desarrollo político, porque no hay
que olvidar tampoco que China fue víctima de los imperios
colonialistas que se desarrollaron en esas áreas del mundo.
Era entonces lógico que ellos tuvieran un deseo de estudiar
esta cultura que percibían como exótica, ajena sus
propias culturas. Pero los latinoamericanos que hemos llegado
a China también nos hemos conmovido, remecido, con el impacto
de su desarrollo y de los fenómenos que hemos visto aquí
y que nos han marcado profundamente. En 2010 cumpliré 50
años de contactos con este país y por eso he considerado
mi deber volcar en crónicas, reportajes, análisis
y comentarios los principales episodios de la evolución
china, estudiando de paso un poco su pasado, porque nadie puede
preciarse de conocer China si no conoce su pasado. Estamos hablando
de la única de las cuatro grandes civilizaciones antiguas
que ha mantenido un desarrollo ininterrumpido, lo cual es ya un
gran aliciente. Considero que los latinoamericanos que estamos
en China tenemos el deber de informar lo que vemos para que nuestros
pueblos conozcan la realidad de un país que se perfila
con nítidos caracteres como primera potencia al despuntar
este siglo. Es una obligación, pero más aún
es una satisfacción hacerlo, para bien de nuestros pueblos,
para afianzar la amistad en esta era de globalización,
de la cual necesitamos que enfile por los cauces de una verdadera
cooperación multilateral a nivel mundial, en lugar de promover
distingos y conflictos. La globalización debe significar
el progreso, la prosperidad común. En ese sentido, China
siempre ha afirmado estar dispuesta a compartir los logros de
su desarrollo con los demás pueblos. Esperamos que así
sea.
Ch: ¿Si se decidiera a escribir otro libro sobre China,
que le quedaría por abordar?
AFA: En primer lugar, lo haría gustoso. Creo que profundizaría
en las experiencias que ha tenido China para llegar al sitio en
que se encuentra hoy. Aquí hay mucho que aprender. Y no
hablo de copiar, sino asimilar, tanto de las experiencias buenas
como de las malas. Hoy nuestros pueblos están debatiéndose
desesperadamente por salir del atraso. China lo ha hecho y sin
tener que recurrir a copias o calcos de otros modelos de desarrollo,
como los de EE.UU., Europa o Japón. Como bien reiteró
este año la Asamblea Popular Nacional de China, el país
proseguirá su desarrollo sin adherirse a modelos de potencias
como EE.UU., que recién sentó el fatídico
precedente de las estafas hipotecarias. Si tengo que escribir
más, sería para ahondar en las experiencias que
ha tenido China abriendo zonas económicas especiales con
diferentes características a las zonas libres tan en boga
hace algunos años en las economías latinoamericanas
y de otros países subdesarrollados. Pero también
es preciso aprender de sus experiencias negativas, como en el
caso del daño al medio ambiente. China es un fenómeno
único en el mundo. Muchas de las cosas que está
haciendo son inéditas. Por algo los chinos hablan de una
economía con características chinas, y yo creo que
sigue siendo una economía planificada, porque China no
ha renegado jamás de la planificación, como nos
hacen ver erróneamente los medios de comunicación.
Sobre eso escribiría, y lo haría con mayor énfasis.
Hoy en el mundo se afianza la concepción china de paz y
desarrollo, o mejor dicho, de desarrollo pacífico, que
debe ser válido para todos. El pluralismo, y no el hegemonismo,
debe prevalecer, como sustento al aserto de que no hay un único
modelo de desarrollo.
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