Pema Tseden: abanderado del cine tibetano

Por LI YUAN

El cartel de La búsqueda.
El director Pema Tseden

EN el XII Festival Internacional de Cine de Shanghai, en junio de 2009, el director tibetano Pema Tseden (también conocido como Wanma-Caidan) ganó el Gran Premio de Jurado, principal galardón del certamen, por su más reciente película, La búsqueda. Cuatro años antes, recibió el reconocimiento al Mejor Director –Nuevo Talento de Asia, en la novena edición del festival, por su ópera prima La silenciosa piedra divina. Ya hay quienes lo califican de abanderado del cine tibetano. Sin embargo, a Pema no le quitan el sueño estas expresiones. Para él, lo fundamental es seguir haciendo lo que le gusta.

 

Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos

Filmación de La búsqueda.

Pema Tseden nació en la comunidad tibetana de Amdo. Durante los años caóticos de la Gran Revolución Cultural, la única actividad placentera de la que el entonces pequeño Pema podía disfrutar, era la lectura de novelas extranjeras que hurtaba de un centro de reciclaje. Desde entonces data su afición por la literatura. “Cuando estudiaba en la escuela primaria, recuerda, un día hallé un libro sin portada que resultó ser una colección de cuentos infantiles. Así leí por primera vez Blancanieves. En aquel momento, consideré que este libro era un regalo de Dios. En la escuela secundaria, empecé a familiarizarme con obras literarias extranjeras, como las de Balzac, Tolstói y Chéjov, tras lo cual me adentré en los autores modernistas.”

Desde su más temprana infancia hasta su entrada en la enseñanza secundaria, Pema vio muchas películas. Fue así como este chico, que nunca había estado fuera de la zona tibetana, aventajó a sus coetáneos en el temprano conocimiento de la cultura y tradiciones de otras regiones y etnias.

Pema, quien se llegó a desempeñar como maestro y funcionario, dejó ambos empleos por quedar muy distantes de su ideal de vida. En algún punto de su existencia retomó sus estudios universitarios, para dedicarse en cuerpo y alma a un postgrado de traducción de chino a tibetano. Durante este periodo universitario concluyó su primera novela, El hombre y el perro, así como más de cuarenta relatos cortos y medianos que le granjearon varios premios menores. Después, logró una ayuda financiera para estudiar en la Academia de Cine de Beijing. Era su primera salida del Tíbet; también la oportunidad de conocer culturas foráneas más allá del mundo ficticio del cine.

El director en plena faena.

El 8 de junio de este año Pema pasó la defensa pública de su tesis de director, terminando con éxito sus estudios en la universidad. En este periodo, escribió Maestros en el Tíbet y tradujo La historia sin fin, dos obras largas, filmó La silenciosa piedra divina, un cortometraje en colores de 35mm y La búsqueda, entre otros. Además, asistió a clases en la Academia de Literatura Lu Xun.

“Soy tibetano y como tal acaricio el sueño de rodar una película enteramente tibetana. Quiero valerme de la cámara para mostrar la vida real de los tibetanos y que la misma se comprenda mejor. Beijing es un centro cultural donde se encuentran los talentos más profesionales y los mejores institutos, que en conjunto constituyen una excelente plataforma para promover la cultura tibetana.”

El único director tibetano

La silenciosa piedra divina, su ópera prima, tuvo un presupuesto de tres millones de yuanes y se alzó con el premio al Mejor Director–Nuevo Talento de Asia en el Festival Internacional de Cine de Shanghai en 2005.

El filme es una historia que se desarrolla a lo largo de cuatro días, desde un fin de año al tercer día del año nuevo. El contador de una aldea tibetana envía a uno de sus cuatro hijos a un monasterio para que el mismo se convierta en joven lama de Gelug. Un año después, el padre va al templo para llevar al hijo a casa, con motivo del feriado del Año Nuevo. Lo que pasa en esos cuatro días da pie al argumento de la cinta.

“No sé si has reparado en que cuando el lama sube al kang (cama de ladrillos sobre un horno como calentador), su abuelo le concede el asiento de honor; cuando el lama bendice a sus familiares tocando sus cabezas, ellos deben hacer una reverencia, arrodillándose y tocando el suelo con la frente, incluidos los de edad avanzada. El budismo tibetano es creencia de toda la etnia. Con esta historia sencilla quiero mostrar la mezcla de tradición y modernidad, los sentimientos tiernos que afloran entre las personas bajo un ambiente religioso, el culto popular que se rinde al budismo y el sosiego de la vida cotidiana de los tibetanos. De hecho, así se vive en mi pueblo natal, donde brilla una luz milagrosa que dispensa tranquilidad y modestia en la cotidianidad. ”

Una espectadora ofrece una pieza de hada tibetana a Pema, cuando éste recibe el premio como Mejor Director-Nuevo Talento de Asia por La silenciosa piedra divina.

Debido a su bajo costo de producción, esta película se estrenó en sección especial del Festival Internacional de Cine de Shanghai. En la ceremonia del estreno, Pema apenas dijo tres palabras al público: “Gracias a todos.”

De manera simultánea, la película se proyectó en la provincia de Qinghai, de donde Pema es originario. El precio de taquilla en Xining, capital provincial, fue de 15 yuanes, mientras que en otros distritos sólo se cobraron 10. Muchos monjes llegaron desde muy lejos para verla; algunos la vieron cuatro y cinco veces. Los lugareños se apresuraban a informar al director sobre la afluencia de público: “la han visto otras 300 personas,” le contaban. Las noticias colocaban una expresión de felicidad en el bronceado rostro de Pema, quien afirma que esta película está hecha para esas mismas personas, quienes ahora se ven reflejadas en ella.

La búsqueda, la segunda película en lengua tibetana de Pema después de La silenciosa piedra divina, requirió de 54 días de filmación en varias localidades tibetanas, cuya búsqueda constituyó el mayor desafío para el equipo: “Padecimos muchas penalidades para realizar esta obra sobre el amor. ”

Para que la película tuviera un sabor auténticamente tibetano, Pema se rodeó de un grupo de entusiastas y talentosos jóvenes de esa etnia.

Pema trató de asumir la cultura tibetana desde una perspectiva cotidiana, en lugar de procurar un ambiente exótico. A su juicio, muchas películas actuales sobre las etnias pecan de excesivamente superficiales, a la vez que manifiestan prejuicios estéticos. Para Pema, este fenómeno evidencia la superficialidad de cierto cine que no llega al núcleo de la cultura; anda por las ramas sin llegar a la raíz.

“La cultura tibetana está profundamente imbuida del sentido de la indulgencia, de humanismo, de preocupación por las personas y la vida en general. Puedo resumir la cultura tibetana con estas palabras: misericordia, inteligencia, tranquilidad y armonía.”

Además, para él una buena película tibetana es más convincente que cualquier argumento sin sentido.

“Ahora no me es posible rodar películas de arte como hacía en la universidad; el mercado me impone condiciones, se queja Pema. Así se lo exigen los inversionistas para otorgar fondos, insistiéndole en la premisa de que dinero invertido en producción, debe luego recuperarse en taquilla. Estos fondos incluyen asimismo gastos publicitarios, eslabón decisivo en la cadena de producción.

Pero lo más difícil para hacer una película tibetana es determinar su tema. “Aunque hay muchas cosas que me inspiran, indica, ciertos temas son muy sensibles y existen restricciones en ese caso. Por eso siento que cada día es más difícil rodar.”

Vivir en Beijing

Los siete años que este realizador ha vivido en Beijing, centro político, económico y cultural del país, los ha dedicado casi por completo a su pasión por el séptimo arte. Así las cosas, atesora cada momento de vida en la capital china, que le ha permitido hacer realidad sus sueños. La cuestión, admite, es acostumbrarse.

A su adaptación a la gran urbe ha contribuido en buena medida la presencia en la ciudad de su esposa e hijo, quienes le acompañan desde hace dos años.

Tanto se ha adaptado a la capital que cada vez que retorna a su tierra le parece ver siempre algo nuevo en ella, sitio en constante cambio. Lo mismo que él.

“La tradición se está perdiendo. Quizás los lugareños no se percaten de ese cambio, pero los que están fuera y regresan de vez en cuando pueden sentirlo”. comenta Pema.

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