Matrimonio chino: 60 años
de transformaciones

Por QIAO TIANBI

Una muestra fotográfica sobre la transformación del atuendo nupcial, celebrada en Chongqing.

 

“Te deseo que planifiques bien tu trabajo, tu estudio y tu vida. Si un joven no abriga una noble aspiración, ni pasión revolucionaria, entonces se convertirá en una persona vulgar y despreciable. ¿Estás de acuerdo?” A quienes lean estas líneas hoy les resultará un tanto difícil identificar en ellas el contenido de una carta amorosa, escrita hace 40 años. Pero quizás les cueste más aún asimilar que en una época, los enamorados intercambiaban entre ellos el folleto Palabras escogidas del presidente Mao como obsequio de amor.

Década de los 50: auge del divorcio

Antes de 1949, en China era común y corriente que los padres decidieran quién sería el cónyuge que compartiría las vidas de sus hijos. Muchos jóvenes ni siquiera veían el rostro de su pareja hasta el día de la boda. Por otra parte, la poligamia imperaba.

En 1950, la nueva China promulgó la Ley del Matrimonio, la primera emitida por el recién establecido Estado, para definir el sistema de un solo cónyuge y proteger la libertad de elección en el matrimonio.

Según esta ley, cuando uno de los integrantes del matrimonio, fuera mujer u hombre, insistía en divorciarse después de declararse fallida la mediación, las autoridades y los órganos judiciales podían aprobar la anulación de la unión. Por este motivo, a principio de los años 50 se registró un auge en los casos de divorcio, que en algunas zonas llegaron a abarcar a más del 90% de los casos atendidos relacionados con el matrimonio, según investigación realizada por el profesor Yue Qingping, de la Universidad de Beijing. Las estadísticas muestran que hasta la segunda mitad de 1952, a nivel nacional se tramitaron más de 993 mil causas de divorcio, las cuales permitieron a dos millones de hombres y mujeres librarse de uniones indeseadas. Conforme al profesor Yue, entre los motivos para solicitar la separación predominaba el rechazo al matrimonio feudal.

A partir del entonces, la libertad de elección en el matrimonio y la igualdad en la familia empezaron a formar parte de la psiquis social china. Sin embargo, los novios jóvenes solían tratar sus amores de manera secreta y reservada, debido a la tendencia social del momento, que exhortaba a las nuevas generaciones a dedicarse en cuerpo y alma a la construcción de la nueva sociedad, por encima de cualquier consideración de índole personal. Zhang Yongchuan, académico graduado universitario de 1957, recuerda que, pese a que su novia de entonces, y posteriormente su esposa, era su compañera de universidad, no tenían otra ocasión de verse que no fueran los bailes colectivos celebrados en el campus. En días ordinarios no se atrevían a mostrar ninguna señal de noviazgo, porque la universidad prohibía los romances entre estudiantes y amenazaba con expulsar del centro a quienes infringieran esta norma.

Décadas 60 y 70: Camaradas hasta en la alcoba

Poco después de que comenzara a disiparse la sombra del sistema feudal, el amor y el matrimonio de los chinos se vieron teñidos de un fuerte matiz político. Las cartas amorosas plenas de retórica revolucionaria devinieron símbolo de esa época. La correcta posición política y la sobresaliente habilidad laboral constituían consideraciones primarias en la selección de la pareja.

Una boda celebrada en el campo, en la provincia de Hunan, en la década de los 70, en la que los novios reciben aperos de labranza como regalo.

Los mismos factores políticos, empero, condujeron a numerosas rupturas matrimoniales, como sucedía, por ejemplo, cuando se descubría que uno de los cónyuges tenía “nocivos” orígenes familiares (es decir, que tenía entre sus antecesores a terratenientes, capitalistas o campesinos ricos, entre otros).

En ese tiempo, para la mayoría de las parejas, sexo y amor marchaban por sendas paralelas, y la unión carnal no entrañaba otro motivo que no fuera perpetuar la especie. No había fuentes informativas en las cuales beber el conocimiento sobre la sexualidad, excepto para obtener nociones sobre embarazo y parto. Luo Guangbin, autor de Conocimientos sobre Sexualidad, primer libro sobre la ciencia sexológica publicado después de 1949, murió de malos tratos durante la Gran Revolución Cultural (GRC) (1966-1976). Por supuesto, cualquier relación fuera del matrimonio, o prematrimonial, se consideraba tan ilícita que su precio era el ostracismo moral más estricto. Rincón olvidado por el amor, película filmada en 1981 y galardonada con el premio más eminente del país, trató de reflejar esta atmósfera social, narrando una historia trágica ocurrida en el campo chino durante la GRC. Por atracción mutua e impulso emocional, dos jóvenes mantienen relaciones sexuales. La muchacha termina suicidándose bajo las presiones a que es sometida, y el muchacho va a prisión, acusado de violación.

Los 80 y 90: Amor por encima de todo

La película Amor en el Monte Lu-shan, rodada en 1980 en esa famosa zona pintoresca de China, fue la primera en abordar el tema amoroso tras el desmontaje de la GRC, además de presentar, por primera vez en todos esos años, un beso en pantalla. No es de extrañar entonces que se convirtiera de inmediato en gran éxito nacional. Entre los jóvenes se reactivó la aspiración al amor como pasión romántica. Especialmente entre los estudiantes universitarios, quienes enarbolaron el lema del “Amor por encima de todo”, desafiando las normas escolares contra el noviazgo entre los estudiantes. Eran comunes entonces las cartas amorosas ocultas en los libros de texto, que luego los tórtolos se prestaban y devolvían entre sí. Los novios comenzaron a retomar los momentos románticos, como paseos por el bosque y lecturas compartidas de poemas de corte amoroso.

Una boda colectiva urbana de la década de los 80.

En 1980 se produce un nuevo apogeo del divorcio, cuando la Ley del Matrimonio resulta enmendada y se cancela la exigencia de presentar un motivo para la separación. “Desde entonces, la tasa de divorcios ha arrojado una tendencia alcista continuada. En 1980 se registraron 341 mil separaciones, suma que creció a 800 mil en 1990 y a 1,21 millones en 2000”, cita el sociólogo Wu Changzhen. Y continúa: “Pese a que los términos del divorcio eran ya mucho más tolerantes que antes, la exigencia moral a los divorciados continuaba siendo severa y estricta”. Un caso extremo en ese sentido, recuerda Wu, fue el de un hombre que intentaba divorciarse por tener una amante, y que tras presentar la solicitud de divorcio en ocho ocasiones, había recibido igual número de denegaciones.

En 1983, entró en vigor la primera ley de China que regía los términos de los matrimonios de chinos con extranjeros. Posteriormente se le agregaron una serie de reglamentos administrativos y se anuló el escrutinio político que hasta entonces se aplicaba con carácter obligatorio a tales casamientos. Ya para esta fecha comenzaba a ser normal considerar un casamiento con un extranjero como posibilidad expedita de marcharse a otros países. De ahí que la gran mayoría de los solicitantes chinos fueran mujeres mucho más jóvenes que el marido foráneo. “Era muy usual que entre ambos existiera una brecha de hasta 25 años”, rememora una empleada que lleva 22 años trabajando en el registro civil de matrimonios de chinos con extranjeros.

Juego de morder la manzana, en una boda colectiva en el Noreste de China, en 1995.

Las uniones de este tipo debieron salvar numerosos escollos. Muestra de ello fue lo ocurrido en Shanghai, en 1977, cuando apareció la primera solicitud del casamiento con un extranjero. En ese momento el departamento de asuntos civiles denegó el permiso. La situación sólo cambió con la intervención personal de Deng Xiaoping. En 1978, en Shanghai se registraron 148 casamientos entre chinos y extranjeros, cifra que se ha mantenido en aumento constante de año en año. Sin embargo, debido a lo complicado y lento de los procedimientos, los solicitantes de aquel entonces tenían que esperar casi un mes para conseguir el certificado de matrimonio. Entretanto, sus documentos eran sometidos a consideración del departamento de asuntos civiles, además de ser verificados por la Seguridad Pública y la Oficina de Asuntos Exteriores, instituciones que podían investigar al solicitante en su comunidad de residencia, o en su lugar de trabajo.

Nuevo siglo: asunto normal y personal

Solemne ceremonia del registro civil en Hangzhou, el primero de octubre de 2003, día en que entró en vigor la nueva Ley Matrimonial.

El sociólogo Li Yinhe considera que se produjo una línea divisoria de finales de la década del 90 hasta comienzos del siglo XXI, cuando los chinos experimentaron un cambio revolucionario en la valoración de la sociedad y en sus ideas sobre la sexualidad y el matrimonio. La popularización de Internet aceleró esta transformación en gran medida, haciendo del amor un tema directo y fácil. Una encuesta de cuatro años de duración (1996-2000), realizada por la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai y destinada a medir la calidad matrimonial de 800 parejas en Shanghai, Gansu, Guangzhou y Heilongjiang, reveló que más del 73% de los encuestados se casaron después de un noviazgo de menos de medio año. En otra encuesta realizada en las calles de las tres mayores ciudades de China, Beijing, Shanghai y Guangzhou, entre los 1.204 casados encuestados, el 10% conoció a su cónyuge por medio de Internet.

Hoy resulta común y corriente la relación amorosa entre los estudiantes universitarios, quienes manifiestan una actitud muy abierta hacia el sexo prematrimonial. En un sondeo efectuado entre 5.234 estudiantes de los 14 centros de enseñanza superior de Shanghai en 2008, más de la mitad de los encuestados admitieron haber tenido relaciones amorosas, a 81,4% de ellos les parece “aceptable” o “nada importante” la relación sexual entre los novios estudiantes, y 20,2% de los hombres y 10% de las mujeres reconocieron haber tenido tal experiencia.

Cada día más chinos perciben el matrimonio como un asunto personal. El trámite de registro matrimonial también se simplificó, para respetar la privacidad de los ciudadanos. Antes de 2003, ya fuera para efectuar el casamiento o solicitar el divorcio, se requerían que las parejas entregaran una carta de sus empleadores, o de la comisión vecinal de su barrio, para probar su estado civil. Ahora, basta que las parejas proporcionen sus credenciales de identidad y documentos de residencia. Para el caso de divorcio, se necesita presentar los documentos de identidad, de residencia y el certificado matrimonial. Todo el proceso concluye en apenas 20 minutos.

A partir de los años 90 del siglo pasado, frente al fenómeno cada día más evidente de la bigamia y el concubinato, que se hace más conspicuo entre los nuevos ricos del país, se hicieron enmiendas a la Ley del Matrimonio para sancionar económicamente a la parte que cometa adulterio. “Adoptar medidas que unifiquen la sanción penal y económica para la parte en falta resulta más efectivo que denegar la solicitud de divorcio, que generalmente supone un castigo para ambos integrantes del matrimonio”, concluye el profesor Wu Changzhen. Al hacer un recuento de las enmiendas agregadas a la ley, Wu asegura que ésta ha ido evolucionado hacia mayores cotas de humanismo y libertad, y agrega: “han sido muchos los esfuerzos por delimitar lo legal y lo moral”.

También las uniones con extranjeros dejan ver numerosas transformaciones. Por un lado disminuye la brecha de edad entre la pareja, los solicitantes suelen tener ambos alto nivel educativo, aumenta la cifra de hombres chinos casados con extranjeras y también se incrementa la de parejas mixtas que se establecen en China. A partir de 1994, los matrimonios con extranjeros registrados en Shanghai mantienen un promedio de unas 3 mil parejas por año. Por igual, crece el número de parejas de ese tipo que se separan.

En comparación con el amor, la familia tiene un mayor peso específico para los chinos. Una encuesta, titulada “Análisis de los cambios de valores de la familia y del amor en Guangzhou”, realizada en un lapso de 18 años (1990-2008), dio a conocer que la importancia de una familia unida resulta prioridad para más del 90% de los ciudadanos de Guangzhou, mientras que la valoración del amor ha descendido al número 11, detrás del dinero y el desarrollo profesional. “La ley del intercambio equitativo del mercado ha sustituido a la ley sentimental de necesidad mutua”. señala Liang Xingzhi, miembro del Centro de Investigaciones sobre Opinión Popular y Tendencias Sociales de Guangzhou.

Según Yue Guo’an, catedrático de la Universidad de Nankai, la calidad de los matrimonios chinos rebasa generalmente el nivel medio, punto de vista aprobado por el resultado de la encuesta llevada a cabo por la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai, la cual revela que el 22% de los matrimonios son de baja calidad, el 75% de calidad media y sólo 3% se ubica en la mejor calidad.

La mayor parte de los chinos disfrutan de un matrimonio satisfactorio.

Según esta encuesta, aunque la mayoría de las parejas viven unidas y estables, el lazo más efectivo de su relación no es el amor, sino los hijos. Los esposos chinos acostumbran a dedicar la mayor atención a sus descendientes, que a pasar tiempo juntos. Casi la mitad de los encuestados no creen que la vida sexual desempeñe un papel tan significativo en el matrimonio, y sólo el 26,2% y el 8% lo ven como “bastante importante” y “muy importante”, respectivamente. Más del tercio de las parejas carecen de conductas cercanas, como tampoco intercambian sus sensaciones por el sexo.

La posición de las mujeres en las familias chinas es mucho más alta que en otros países asiáticos, como Japón y Corea del Sur, pero es más baja que en los países donde se reconoce la igualdad de género, que se va extendiendo gradualmente en China. Según un informe proporcionado por la tarjeta de crédito Mástercard en febrero de 2009, más del 79,9% de las esposas chinas consideran que ellas dominan la economía de la familia. No en balde las publicidades en China suelen dirigirse a las mujeres, considerándolas potenciales consumidoras.

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