Bar en la ribera del precioso Lago Shichahai, en Beijing.

La vida nocturna es uno de los criterios importantes para valorar el nivel de vida de una región. La creciente animación que han experimentado las noches en China en los últimos 60 años ha reflejado la transformación de la sociedad.

Décadas de los 50 y 60: apreciar las nuevas artes

“En los años 30 del siglo XX, la vida nocturna de Shanghai, denominada ‘pequeño París del Oriente’, era muy variada y rica: restaurantes de comidas occidentales, clubes nocturnos, salones de bailes, pequeñas salas cinematográficas… todo tipo de sitios de recreo, indicó un shanghainés. Sin embargo, tales lugares fueron cerrados en los años 50. El canódromo más conocido se transformó en una gran plaza cultural, en la que cada fin de semana, por la noche, se presentaban funciones artísticas nacionales y de países del campo socialista, como la ex Unión Soviética, o Francia, que mostraba simpatía hacia los socialistas”. Claro, lo que a la gente más le gustaban eran las óperas, las obras de teatro y las películas nuevas.

Las óperas locales, teatros y cines eran bien acogidos por las masas populares en los años 50 y 60 del siglo XX.

Después de fundarse la Nueva China, en 1949, el Estado movilizó los recursos y las fuerzas administrativas para establecer un proceso estándar de producción de arte. No sólo los teatros y cines gestionaban un sistema estatal, también sus empleados y actores devinieron trabajadores del Gobierno. Ello permitió que los artistas crearan con mayor entusiasmo numerosas obras que respondiesen al gusto de los espectadores urbanos y jóvenes.

“Era muy animado el ambiente en el Teatro del Pueblo, que como se dedicaba especialmente a proyectar las óperas nuevas, atrajo a muchos profesores y estudiantes universitarios. Antes de empezar cada función, delante de la taquilla, siempre se formaba una gran cola”, recordó con emoción Zhang Caixia, de 68 años, quien trabajó en la taquilla de la instalación durante 18 años. “En aquel entonces, los boletos se clasificaban en tres tipos, A, B y C, y el precio era de 70, 50 y 30 centavos, respectivamente, un poco más alto que el de la entrada del cine. Pero a los lugareños de Xi’an, amantes de las cosas nuevas, les gustaba acudir a ver los espectáculos, pues a su juicio se trataba de un gozo cultural de alta categoría y una moda”.

Han Qi, quien trabajó en el teatro desde 1958, comentó que por aquel escenario pasaron artistas famosos y reconocidos grupos. “Cabían allí mil personas y en cada función que teníamos se vendían todos los tiques. Incluso algunos espectadores permanecían de pie en los pasillos”.

Década del 70: películas a la luz de las estrellas

En los años 70, la gente pasaba la noche contemplando las obras escénicas modelo y las películas que se proyectaban al aire libre.

Personas mayores interpretando la Ópera de Beijing en la pasada década del 80.

“Las obras escénicas modelo” (en chino, yangbanxi) se originaron en las postrimerías de los años 60 y fueron resultado de la Gran Revolución Cultural. Oficialmente se les identificaba como “Obras escénicas revolucionarias modelo”. De hecho, este tipo de representación reformó la Ópera tradicional de Beijing y tomó como referencia el modo escénico y artístico del drama moderno, además de utilizar una decoración realista, accesorios e indumentaria de las pinturas occidentales, mientras la orquesta sinfónica reemplazó los instrumentos tradicionales de la Ópera de Beijing.

Yangbanxi tenía ocho de tales piezas. “En aquel entonces se adaptaban al cine y se emitían por radio. La gente podía verlas y oírlas todos los días. Estaban en todas partes”, recordó Lu Shouyi, de 73 años. “No era raro que todos nosotros supiéramos cantar un poco. Se decía que ‘800 millones de personas cantaban las ocho obras’”. Aunque este tipo de arte poseía su particular valor artístico, debido a su exagerado sentido político, su misma forma de expresión y la imagen invariable de los protagonistas, se tornaba monótono y aburrido.

Proyección de una película al aire libre durante la Gran Revolución Cultural (1966-1976).

Pese a que las películas proyectadas al aire libre no sobresalían entre las distintas actividades recreativas en el campo de los años 50, es interesante que ese tipo de recreo deviniese evento nocturno de moda durante la Gran Revolución Cultural, época en que casi no existían actividades nocturnas.

Ver las películas bajo el cielo era, además de ir al cine, un acto social, vida cultural, reunión de vecinos, encuentro de los niños para divertirse y de los jóvenes para noviar. “No se cobraba la entrada. En las ciudades, normalmente se proyectaban las películas en un campo deportivo o en algún comedor, mientras en el campo, se hacía en la era. Después de cenar, la gente llevaba a sus niños y sus propios bancos para acomodarse. Los que llegaban tarde sólo podían sentarse sobre sus bicicletas o permanecer de pie en lugar alto. Los niños a veces eran cargados sobre los hombros de sus padres”, relató Zhang Yiwu, profesor de la Universidad de Beijing. En los sitios con buenas condiciones había una sala especial de proyección, pero en los lugares más precarios la gente hasta tenía que generar electricidad pedaleando.

Tras la Gran Revolución Cultural se permitió proyectar filmes que antes sólo podían verse en un pequeño ámbito o estaban prohibidos, lo cual generó la nueva “fiebre” de ver las películas al aire libre. La gente tenía la oportunidad de contemplar los largometrajes provenientes de distintos países, de diversos estilos e incluso de Hollywood.

Al mencionar las obras proyectadas al aire libre, muchos de los que crecieron durante los años 60 y 70 recuerdan aquella época con agrado y amor. Xiao Yu, de 40 años y trabajador de un medio de comunicación, expresó: “Recuerdo que antes de emitir las películas, solía proyectarse un rollo sobre ciencia o un documental que nos daba a conocer los últimos adelantos de la medicina, conocimientos de agricultura y asuntos políticos. Estas emseñanzas me dejaron una profunda impresión y me aportaron mis primeras nociones sobre la ciencia”.

Década del 80: entrada de la televisión en los hogares populares

A medida que avanzaba la apertura de la sociedad, en la década del 80, las actividades nocturnas se volvían variadas y ricas. Asistir a clases nocturnas en la universidad o recibir la educación universitaria que se trasmitía a través de la televisión pasaron a ser las principales actividades de las noches de los jóvenes que suspendieron sus estudios debido a la Gran Revolución Cultural; mientras para los aficionados al inglés que tenían curiosidad por conocer el mundo occidental, escuchar la radio era su recreación favorita. Arropados en un edredón o escondidos en una esquina, muchos escucharon clandestinamente la emisora estadounidense Voz de América, pues, antes oír las estaciones extranjeras era considerado un “acto de espionaje”.

La aparición de los televisores enriqueció la vida nocturna de los años 80.

Para los novios pasear por el parque constituía entonces una moda. “Se podían ver las parejas por todas partes. Ellos no tenían otros lugares a los que asistir, porque en aquellos años no eran comunes las cafeterías, bares, discotecas, cines lujosos, casas de té o casas de masaje, que afloraron después. Era difícil encontrar sillas vacías para sentarte en el parque y en una oportunidad propuse ‘ofrecer un lugar para que los jóvenes se abrazasen y besasen’”, afirmó Wang Meng, famoso escritor y ex ministro de Cultura.

La aparición de la televisión cambió de raíz la vida nocturna en los años 80. Cuando EE.UU. ya había entrado en la “era de la televisión en colores”, en 1966, en China sólo había 12.000 televisores en blanco y negro. Durante un periodo largo, éste fue un artículo lujoso, al que muy pocas familias chinas podían acceder. En esa década un televisor se compraba con un cupón, por lo que tener dinero no significaba tampoco que pudiese adquirirse. En aquella época se aplicaba una política especial para los que salían del país. Cuando regresaban, en una única tienda, situada en Beijing, podían comprar refrigeradores, lavadoras y otros artículos electrodomésticos, además de televisores en colores, con las divisas que les entregaba el departamento de servicios a las personas que viajaban al extranjero en funciones de trabajo.

“A comienzos de la década del 80, nuestra escuela primaria compró el primer televisor en blanco y negro de la aldea, lo cual se convirtió en una gran noticia para nosotros. Cada noche los aldeanos cenaban temprano y acudían a escuela a ver la televisión. Aunque sólo había uno o dos canales, los habitantes de la aldea mostraron un gran interés y hasta podían recitar parlamentos de los anuncios”, rememoró He Juncheng, quien nació en la zona rural de Weihai, en la provincia de Shandong.

“La recepción de la señal en algunas ocasiones no era buena. A veces no se recibían las imágenes o se veían borrosas o dobles. Si ocurría esto, la gente actuaba enseguida. Algunos se encargaban de mover la antena fuera, a fin de encontrar el mejor ángulo, mientras otros ajustaban el canal dentro de la habitación, hasta que todo volvía a la normalidad”. En los años 90, en la aldea donde vivía He Juncheng se instaló la televisión por cable, que permitió a los pobladores disponer de más canales. Cada familia compró su propio televisor y ya casi no se daba el fenómeno de que varias familias vieran la televisión en casa de un vecino.

Década del 90: esplendor de los bares en la vida nocturna

Durante estos años, el baile de salón de estilo occidental, el karaoke, de moda en Hong Kong y Macao, y la sala de vídeo, donde se emitían películas hongkonesas, europeas y americanas, pasaron a ser los nuevos sitios de recreo nocturno para los jóvenes.

Discoteca Hard Rock de Beijing, en el año 2000.

Wang Meng describió en su novela que los alumnos estaban bailando en el centro del comedor, mientras a su alrededor los obreros viejos gritaban con un micrófono eléctrico: “Alumnos, cuidado con su postura”. Este era el escenario del baile de las postrimerías de los años 80, hasta que en los 90, muchas universidades se abrieron a los grupos de formación nocturna de danza, convirtiéndose en sitios importantes para hacer amigos. Poco a poco, aparecieron las salas de baile nocturno y con la proximidad del nuevo siglo irrumpieron las discotecas en las ciudades, marcando la decadencia del baile de salón.

La reaparición de los bares fue el punto más brillante en la vida nocturna de los años 90 del siglo pasado. Tras la reforma y apertura al exterior, el café y los licores extranjeros penetraron de Hong Kong en el territorio continental chino, sobre todo en las grandes ciudades como Beijing, Shanghai o Guangzhou, donde se concentraban los extranjeros y comerciantes hongkoneses. Tomar vino fuera de los horarios de comida devino nueva moda e hizo crecer la demanda por los bares. “Sanlitun era el único símbolo de la vida nocturna de Beijing en los años 90, también el único símbolo del dinamismo de la capital. Liberada de la rigidez y pesadez de una metrópoli tradicional, esa famosa arteria se convirtió en una señal de lo ágil y flexible de una ciudad cada vez más internacional”, destacó el profesor Zhang. La calle de los bares de Sanlitun se sitúa en el este de Beijing, en la zona de las embajadas y de las empresas extranjeras.

Jóvenes de la Universidad de Shandong en los bailes de salón en 2003.

A principios de los años 90, nuevos bares se establecieron en las inmediaciones de la Universidad de Fudan, en el nordeste de Shanghai. Las principales características de estos centros nocturnos residen en su estilo vanguardista: la disposición moderna, música actual y temas de última generación. La mayoría de los dibujos exagerados en el muro y apuntes raros eran obra de los propios clientes; no había música popular ni ligera. Desde el principio hasta el final se emitía rock como música de fondo. Cada fin de semana había funciones de estudiantes extranjeros y los bares atraían a muchos alumnos de música y aficionados por sus bajos precios. Además, fue muy bien acogida la reaparición de bares de jazz que habían existido en el Shanghai de los años 30 y 40, tanto en su estilo musical como en su decoración.

A finales del siglo pasado, el ambiente de los bares era múltiple. La música, las películas, los libros, el baile, los juegos y los salones de arte se fusionaron en esa cultura.

Aficionado cantando en un bar de Nanjing.

En los últimos diez años, la vida nocturna de los chinos se ha vuelto cada día más variada y rica. La gente puede apreciar en pocas ocasiones funciones de las óperas tradicionales, pues éstas han decaído, y los cines hacen todo lo posible para competir con las estaciones de televisión y atraer a más público, desde complementar lujosas instalaciones audiovisuales y cómodos asientos hasta aumentar sesiones y contenido. En el campo del teatro, la música, la danza y la ópera, también los artistas componen incesantemente nuevas obras. Las salas de baile casi no existen y el baile de salón deviene actividad para mantener la buena salud en la calle por la noche. Pero las discotecas siguieron siendo animadas y las librerías, restaurantes y centros comerciales comenzaron a extender su horario de cierre. Ver películas al aire libre todavía no representa gasto alguno, aunque pocas veces se proyectan ya en las ciudades y el campo. Los bares de Internet y las salas de juegos pasan a ser las nuevas opciones de diversión para los jóvenes.

Para los “búhos” la noche es el comienzo maravilloso del día, lo único que se necesita es saber adónde ir.

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