Universitarios en el mundo real
Si bien la economía china ha emitido ya señales
de recuperación y los pronósticos más recientes
apuntan a un 8 por ciento de crecimiento en 2009, la situación
del mercado laboral del país continúa siendo tensa,
en especial para los jóvenes que egresan este verano de
las universidades.
En total suman 6 millones los nuevos profesionales que se enfrentan
a la fuerte competencia de encontrar un empleo que responda a
las expectativas que se crearon en su pretérita vida estudiantil,
una gestión emprendida sin éxito por otros 4 millones
de licenciados e ingenieros en 2007 y 2008. Las ofertas no siempre
son atractivas ni reportan los beneficios económicos esperados.
Dura bienvenida al mundo real.
Sumados pues los últimos tres años, aproximadamente
10 millones de jóvenes universitarios intentan a toda costa
iniciar su vida laboral, saturando cuanta convocatoria o feria
de empleo se organizan en el país. De un lado, las empresas,
que recogen currículos a diestra y siniestra y realizan
entrevistas; del otro, la gran masa de aspirantes, entre los que
solo unos pocos ven recompensado su esfuerzo.
Ante esta fuerte competencia y difícil situación
creada por la crisis financiera mundial, muchos, como si sintiesen
que les faltase algo, que todavía no están lo suficientemente
preparados para trabajar o conocedores de la importancia incuestionable
de que un currículo impresiona más si no sólo
dice licenciado o ingeniero, dejan a un lado la búsqueda
de empleo y se concentran en prepararse para matricular un máster
o un postgrado.
Las compañías, además de recortar sus planes
de contratación, se muestran cada vez más exigentes
y pretenden encontrar jóvenes con un nivel de experiencia
tal que les permita desempeñar de inmediato funciones como
el más capaz y ducho de sus empleados, un listón
demasiado alto para los recién graduados chinos, que justamente
adolecen de la falta de adiestramiento práctico, lo que
ha obligado a las universidades a replantearse sus programas en
ese sentido y definir estrategias con las propias empresas.
Este handicap pone en desventaja también a quienes hacen
sus carreras en los centros de enseñanza superior del país,
frente a los que estudian en universidades de Europa o Estados
Unidos y luego retornan a casa con un idioma más a su favor,
una visión más abierta del mundo y un título
que por el simple hecho de estar emitido por una prestigiosa casa
de altos estudios puede inclinar la balanza a su favor.
Conscientes de que no basta con llenar de teorías la mente
de los jóvenes, las universidades han comenzado a enseñarles
desde cómo preparar su currículo o presentarse a
una entrevista de trabajo, hasta identificar oportunidades para
emprender y gestionar su propio negocio con el respaldo financiero
del Gobierno y estrenarse como empresarios, un paso que no todos
se atreven a dar. Sólo un reducido número de los
que lo hacen llega a saborear la miel del éxito.
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