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Prefectura autónoma
de Garze, en la provincia de Sichuan, pueblo natal de Geleg. |
La reforma que cambió la esperanza
Entrevista
con el primer tibetano doctor en ciencias después de la
fundación de la Nueva China
Por LI ZHIHUI
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Geleg, primer
doctor tibetano de China y actual subdirector general del
Centro de Investigación sobre el Tíbet de China.
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Hace 50 años, cuando Geleg dormía en el pasillo
entre la cocina y la sala de la casa de su señor, creía
que iba a trabajar como siervo durante toda su vida. Nunca había
pasado por su mente la posibilidad de convertirse en el primer
doctor tibetano tras la fundación de la Nueva China. Desde
una edad temprana, siempre se le dijo que debía depositar
su esperanza en la próxima vida.
Hoy este tibetano es subdirector general del Centro de Investigación
sobre el Tíbet de China y recorre frecuentemente Beijing,
Chengdu y otras ciudades del país, para orientar a los
estudiantes de doctorado, además de viajar al extranjero
para cumplir compromisos de intercambio académico. En tres
ocasiones ha sostenido conversaciones con representantes del Dalai
Lama.
Sin las reformas democráticas del país, hoy
yo sería un siervo, dijo Geleg. Con la Reforma
y Apertura, tuve la oportunidad de hacerme doctor.
El 19 de marzo, los diputados tibetanos a la Asamblea Popular
Nacional de la Región Autónoma del Tíbet
aprobaron el establecimiento del 28 del propio mes como día
para conmemorar el Aniversario de la Liberación del
Millón de Siervos del Tíbet, teniendo en cuenta
que esa misma fecha, pero de 1959, el Gobierno Central llevó
a cabo la Reforma Democrática que liberó a alrededor
de un millón de personas hasta entonces sometidas como
esclavos. En el pueblo natal de Geleg, la prefectura autónoma
de Garze, ese proceso había dado inicio tres años
antes.
De animal que habla a persona liberada dueña
de su propia tierra
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La vida de las familias tibetanas
ha experimentado grandes cambios. |
Geleg nació en 1950 en una aldea de Garze aunque hasta
hoy no sabe con exactitud el día. Su madre y hermana mayor
fueron regaladas por su patrón a otro señor feudal
y a su padre nunca lo conoció.
Pertenecíamos a la clase social más inferior,
la de los siervos. No teníamos nada, excepto la ropa que
vestíamos. Nos acostábamos en el pasillo que iba
de la cocina a la sala de la casa del señor y las togas
tibetanas que usábamos por el día nos servían
de cobertor por la noche. Nuestra familia trabajó durante
generaciones para aquellas personas, que nos consideraban animales
que hablaban.
Cuando nos vimos afectados por una calamidad, para que
mi madre pudiera comer granos, yo pedía comida de puerta
en puerta, cantando escrituras para las otras familias.
En la mente del pequeño Geleg, el mundo se componía
de fantasmas, templos y labores de siervos. Desde mi nacimiento
se me inculcó la idea de que sólo podíamos
depositar la esperanza de felicidad en la próxima vida.
En 1956, en su pueblo se llevó a cabo la Reforma Democrática
y por primera vez los siervos consiguieron tierra y casa propias,
pues a lo largo de la sociedad tradicional del Tíbet, la
tierra era la riqueza más importante y tenía mucho
que ver con la posición social y política de las
personas. Nos pusimos tan contentos que aunque todavía
vestíamos aquellas ropas viejas, reíamos con el
corazón, recordó el estudioso, quien hasta
aquel momento no había tenido nunca unos pantalones.
Una casa confiscada a un noble fue entregada a la familia de
Geleg. La primera noche que pasamos allí no pudimos dormir.
La casa recién había sido arreglada y se había
montado un nuevo vidrio que reflejaba la luz de la lámpara,
lo que nos pareció muy extraño. En el almacén
quedaban restos de mantequilla y los recogimos, porque nunca habíamos
comido algo tan bueno, rememoró.
De las 30 letras tibetanas a la tesis de doctorado de 400.000
caracteres
Geleg creía que la única forma de cambiar la situación
social de la región era hacerse lama. Ante los repetidos
ruegos de su madre, a los 5 años de edad se le permitió
rezar oraciones en la sala de la casa de su señor destinada
al culto budista, donde podía estudiar las Escrituras con
un lama. La oportunidad de aprender fue a costa del trabajo
gratis de mis familiares.
No tenía papel ni lápiz. Hice un agujero
en la pared y cuando la luz del sol asomaba por él, empezaba
la clase. Leía las Escrituras sin saber su sentido y siempre
que cometía algún error, me castigaban. Después
de medio año, el chico había aprendido 30 letras
del idioma tibetano.
En 1956, cuando el nuevo gobierno, bajo el liderazgo del Partido
Comunista de China, estableció una escuela primaria en
su pueblo, Geleg pudo estudiar el tibetano y el chino. Entonces
conocí las palabras ser humano, Tierra
y Plaza de Tiananmen.
Desde la escuela primaria, el Gobierno pagó todos sus
gastos de estudio, incluyendo la comida y la ropa, precisó.
Cuando cursaba la secundaria, ganó subvenciones de primera
categoría durante tres años consecutivos, lo que
le liberó de los gastos, y después de graduarse
del primer ciclo de ese nivel, en 1964, fue admitido por un curso
de nivel medio superior de la Universidad Suroeste de las Nacionalidades.
Cuatro años más tarde concluyó su carrera
de Traducción de Tibetano y regresó
a trabajar en su pueblo. En 1978 fue admitido por el Instituto
de Investigación de las Nacionalidades de la Academia de
Ciencias Sociales de China, y comenzó a estudiar la sociedad
e historia de las minorías étnicas del país,
sobre todo de la etnia tibetana.
En 1986, Geleg completó su tesis doctoral y pasó
la defensa de tesis en la facultad de antropología de la
Universidad Sun Yat-sen, convirtiéndose en el primer doctor
en Antropología y primer doctor tibetano que creció
en la Nueva China, además de participar en el proyecto
del primer Centro de Investigación sobre el Tíbet.
El hermano del Dalai Lama no me venció en el
debate
De 1988 a 1989, Geleg fue contratado como profesor visitante
de la Universidad de Indiana y Universidad de California, Los
Ángeles. Durante ese período, se encontró
con Thubten Jigme Norbu, hermano del Dalai Lama y profesor de
otra universidad estadounidense, con quien sostuvo un acalorado
debate.
El hermano del Dalai Lama dijo que los tibetanos y los
de la etnia Han son incompatibles como el agua y el fuego, a lo
que le respondí que las personas malvadas y buenas no se
distinguen por su nacionalidad. Todas las nacionalidades tienen
ambos elementos. No me pudo convencer.
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Estudiantes de la Universidad
de las Nacionalidades del Suroeste. |
Antes de la Reforma Democrática, mi familia pertenecía
a los siervos, mientras que él era un Buda Viviente. La
tierra era ocupada por un pequeño número de nobles,
monasterios y templos. Los siervos trabajaban, transportaban,
sembraban y cosechaban. Hoy día, he sido invitado, en calidad
de erudito de la República Popular China, por la Academia
de Ciencias de los Estados Unidos, para participar en actividades
de intercambio académico.
Si no fuera por la Reforma Democrática, ¿cómo
estaría yo en pie de igualdad con él? Tengo confianza
en mí mismo y estoy muy orgulloso.
Cada año Geleg recorre el Tíbet para hacer investigaciones
profundas. ¿Cómo aplicar la teoría
del desarrollo sostenible en la región para alcanzar la
modernización sin perjudicar su cultura y medio ambiente?
es un tema digno de estudio, sentenció.
En julio de 2008, en calidad de erudito, Geleg conversó
con el representante del Dalai Lama, a quien presentó lo
que será el primer museo nacional de la cultura tibetana,
en su fase final de construcción en Beijing, en el que
se mostrarán al público más de 2.000 preciosas
reliquias históricas. El lema de la institución
será: Tíbet, un lugar atractivo.
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