Un traslado de reliquias históricas y culturales sin precedentes en la historia cultural y bélica del país. Para evadir el caos, apenas 20.000 cajas de tesoros del Palacio Imperial, de valor inestimable, coleccionados por emperadores de diversas dinastías, fueron transportadas al sur de China. Luego, una parte de ellas fue llevada a la isla de Taiwán y se alojó finalmente en Waishuangxi de Taipei.
Hasta la actualidad muchos chinos no saben que en China existen dos Museos del Palacio Imperial, uno en Beijing y otro en Taipei.

Palacio Imperial de Taipei:
memoria a los tesoros sin par

Por nuestra reportera ZHANG MAN

Palacio Imperial de Taipei.

“Al visitar por primera vez el Palacio Imperial de Taipei, tuve una sensación que me costó expresar con palabras. Sentí que era un sitio al que no podía acercarme”, confesó Hu Xiao.

En 2003 Hu Xiao viajó a Taiwan en compañía del Centro de Transmisión de Cultura Jiuzhou. Después de terminar los trabajos pendientes, fue directamente al Palacio Imperial en Waishuangxi, siempre muy concurrido. “Algunas escuelas primarias y secundarias instalan sus clases allí, razón por la cual vi numerosos alumnos, además de los visitantes japoneses y coreanos, así como de Europa y EE.UU. Se pueden apreciar personas de distintas razas y regiones. Sin embargo, no encontré casi ningún chino de la parte continental del país”, pues en aquel entonces el turismo a Taiwán todavía no estaba abierto. Por eso, el Palacio Imperial era una tierra desconocida para nosotros”.

En la sala de exhibiciones, Hu pudo ver muchos objetos de cerámica, muy valiosos, que “antes de este viaje, sólo conocía por fotos y escrituras y al apreciarlos con mis propios ojos, no pude describir mi emoción”, añadió Hu.

Precisamente en esta ocasión Hu tuvo la oportunidad de entrevistarse con varios expertos y eruditos al respecto y establecer con ellos contactos iniciales, sentando una buena base para el documental “Palacio Imperial de Taipei”. Hoy, cuando recuerda aquella experiencia, el guionista de esta obra expresa sinceramente que el proceso fue muy zigzagueante y duro. “Empero, si no existieran estas personas, no podríamos haber terminado nuestro material, pues, ellos nos han dado un considerable apoyo”.

Itinerario del traslado de las reliquias al sur. Na Zhiliang, a los 28 años.

Tras dos años de trabajo, “Palacio Imperial de Taipei”, de 12 capítulos, abrió al público una memoria histórica imborrable, la cual permaneció cerrada durante más de 70 años. Desde este punto de vista, el documental, de hecho, ha sobrepasado el sentido cargado de las realizaciones normales del género.

Historia como un drama

Aunque el Palacio Imperial de Taipei, fundado en 1965, tiene una historia corta, goza de la misma fama que el de Beijing y ocupa una posición importante en el sector de museos del mundo. Allí se conservan 650.000 tesoros de arte, la mayoría de ellos provienen del Museo del Palacio Imperial de Beijing, que conforman una colección y legado de la corte de Qing con el sobrenombre de “Tesoro entre los tesoros del país”.

El anciano Zhuang Yan.

Si hablamos de su historia, no podemos omitir el proceso del traslado y los destinos de las personas relacionadas. Hu Xiao revela en su documental la historia de las reliquias y de las personas que experimentaron el traslado de los artículos a Taiwán, así como la vida de sus descendientes. El destino de los personajes y las reliquias se relacionan estrechamente. Toda la obra es como una telenovela y lleva un fuerte carácter narrativo. De hecho, la auténtica historia es más rica, rítmica y fluida que la telenovela.

En 1931 Japón desató una guerra de invasión a China. En tres meses las tres provincias del nordeste del país cayeron en manos del ejército invasor. Mientras tanto, el Palacio Imperial en Beijing estaba planeando un traslado de tesoros al sur del país. Después de más de un año de trabajo preparatorio, el 5 de febrero de 1933, un cargamento de 19.557 cajas con los tesoros partió hacia el sur del país.

Na Zhiliang, beijinés de 25 años en aquel momento, fue uno de los miembros de la caravana. En una entrevista concedida al Sunday Times, en 1982, cuando tenía ya 80 años, recordó lo sucedido varias décadas antes: “Se transportaron las reliquias en carros de plataforma sin barandales a la estación de trenes, bajo la custodia del ejército. En las calles no se veía ningún peatón. Excepto el ruido de los carros a gran velocidad, no se oía ningún sonido, dejando a la gente una sensación rara”. Los trenes llenos de tesoros salieron rumbo al sur. Cuando llegaron a Xiaguan de Nanjing, una parte de las reliquias fue descargada, y el resto transportada a las concesiones de Inglaterra y Francia. Cuatro años después, se fundó la filial del Museo del Palacio Imperial de Nanjing y todas las reliquias se guardaron en el almacén del Palacio Chaotian.

Kuaixueshiqing, colección del Palacio Imperial de Taipei. En 1961, Zhuang Yan (tercero a la izq.) y Na Zhiliang (primero a la izq.) estuvieron revisando las reliquias para enviarlas a EE.UU..

Al estallar la Guerra de Resistencia Anti-japonesa, en 1937, se realizaron tres traslados del patrimonio conservado en el Palacio Chaotian a otros sitios, a fin de evadir el conflicto. Afortunadamente, no hubo pérdidas ni deterioro en el proceso. Y tras una década, en la primavera de 1947, los tres equipos de cargamento se reunieron en Chongqing y luego volvieron a Nanjing, donde se arreglaron las piezas para establecer salas temporales de exhibición.

Con el fracaso del ejército del Guomindang, se emprendió el traslado planificado de las reliquias a Taiwán. Debido a las condiciones limitadas, se seleccionaron 2.972 cajas extraordinarias de las 19.557 originales, en las que se incluyen pinturas y caligrafías exquisitas de diversas dinastías, todos los libros imperiales coleccionados de la dinastía Qing y las porcelanas más preciosas de la dinastía Song. En 1965 se estableció el Museo del Palacio Imperial de Taipei y desde entonces los tesoros han logrado instalarse al pie del monte Yangming, de Taipei.

“Luego de los reveses, la evolución histórica se volvió una corriente tranquila. 75 años atrás, también en invierno y en esta ciudad, numerosos tesoros del país partieron hacia otro sitio; y hace 60 años, en otro día invernal, la parte más esencial de ellos fue a una isla hermosa”, escribió Hu Xiao en sus notas de diciembre de 2008.

Un profundo recuerdo nostálgico

Para las reliquias, siete décadas no son más que un corto período de su existencia. Sin embargo, para una persona representa casi toda su vida. Su historia esconde las vicisitudes de la vida y el recuerdo nostálgico de los guardias de los tesoros. En las entrevistas, el director general del “Palacio Imperial de Taipei”, Zhou Bing; el guionista, Hu Xiao; y el director de los capítulos, Zhu Jie, mencionaban repetidamente los nombres de los encargados de los traslados. Zhuang Yan fue uno de ellos.

Piezas de valor de la colección del Palacio Imperial de Taipei.

A partir de 1933, Zhuang, que trabajaba en el Museo de Artículos Antiguos del Palacio Imperial, emprendió el viaje junto con toda su familia para acompañar y custodiar el traslado de las más de 600.000 piezas de reliquias culturales al sur y llegó hasta Taiwán.

“En aquel tiempo, muchos no llevaron a su mujer y sus hijos. Después de llegar a Taiwán, Zhuang no fue a Taipei, sino a Taizhong. Compró los muebles más sencillos y buscó una vivienda rudimentaria, porque pensaba regresar pronto al continente”, relató Zhu Jie, al hablar sobre el calígrafo, que permaneció quince años en Beigou de Taizhong, acompañando los objetos valiosos. Aunque las condiciones eran muy duras, él y los demás expertos mantuvieron el optimismo tradicional y el espíritu de los eruditos chinos.

En los 20 años posteriores a la llegada de las reliquias hasta su retiro, Zhuang Yan no se alejó nunca de los tesoros. Asumió sucesivamente el cargo de jefe, director del Museo de los Artículos Antiguos y vicepresidente del Museo del Palacio Imperial de Taipei. “Entré en la Ciudad Prohibida cuando el emperador Xuantong salió de ella. Pero yo no fungía como emperador, sino que trabajaba para proteger las reliquias históricas. Desde 1925 hasta 1969, año en que me retiré como vicepresidente del museo, habían pasado 45 años. Durante todo ese tiempo nunca había abandonado del Palacio Imperial. Si dice que soy tan fiel como las mujeres que acompañan a un sólo marido hasta su muerte, no es nada exagerado”, refirió el propio celador.

Zhuang murió en 1980. El grupo de Zhu Jie logró entrevistar a su hijo Zhuang Ling. “Mi padre tenía dos deseos pendientes: él esperaba que las tres obras caligráficas extraordinarias Kuaixueshiqing, Zhongqiutie y Boyuantie pudieran unirse, pues en aquel tiempo, la primera estaba en Taipei, y las dos restantes en Beijing; el otro, devolver estos tesoros a la casa de Beijing”, reveló Zhuang en la entrevista.

Excitado, Zhu Jie comentó: “Encontramos un vídeo de Zhuang Yan, un anciano respetuoso que hasta el fin de su vida todavía preservaba el acento beijinés al hablar. Cuando ves la escena y oyes el sonido, de repente, te da una sensación de que aunque Zhuang Yan no pudo regresar a Beijing, mantuvo las costumbres y las cosas que nunca pueden cambiar, lo cual nos emociona mucho”.

Exquisitos objetos históricos.

En el documental, el cuento de la familia Liang Tingwei logra conmover al público. Liang Tingwei y su hijo Liang Kuangzhong eran empleados del Museo del Palacio Imperial antes de la fundación de la Nueva China, en 1949. Junto con las reliquias ellos llegaron a Nanjing y luego el progenitor fue designado a Taiwán con los tesoros, mientras su hijo permaneció en Nanjing, guardando las reliquias históricas restantes. En enero de ese año, el papá subió al barco que lo conduciría a Taiwan, llevando consigo a la madre y dos hermanos menores de Liang Kuangzhong, así como el hijo mayor de éste, Liang Esheng. Nadie imaginó que aquella separación fuera para siempre. En la década del 80 del siglo pasado, cuando Liang Kuangzhong tuvo noticias de sus familiares en la isla, sus padres ya habían fallecido.

Hoy día, el segundo hijo de Liang Kuangzhong, Liang Jinsheng, es director de la Oficina de Administración de Reliquias Culturales del Museo del Palacio Imperial, cuya sede está muy cerca del Palacio Wenyuan, donde se conserva “Sikuquanshu” (la mayor colección de libros en la historia de China, editada durante nueve años, que recoge los libros antiguos importantes desde la dinastía Qin hasta la dinastía Qing). Seis décadas atrás, su abuelo, Liang Tingwei, protegió el mismo ejemplar camino a Taiwan.

Cultura heredera a ambos lados del estrecho de Taiwan

Cuando Zhu Jie fue a Taiwán por última vez, para filmar el documental, en octubre de 2008, coincidió con la celebración de la “Exposición de Caligrafías de las dinastías Jin y Tang” del Palacio Imperial de Taipei.

Zhou Bing, director general del rodaje, nos contó dos escenas emocionantes que vivió durante esta exposición: un papá explicaba con mucha paciencia las piezas exhibidas para su hijito de dos o tres años, que apenas caminaba. En otra ocasión, un universitario comentó las pinturas y caligrafías a ocho condiscípulos. Cuando habló sobre los últimos versos de las obras, no pudo contener su emoción.

“Me sentí avergonzado, pues no tengo tantos conocimientos al respecto. Mi primera sensación es que en Taipei, los niños de las guarderías y alumnos primarios, secundarios y universitarios visitan el Palacio Imperial de Taipei varias veces en su vida, pues es la base de la educación de la cultura tradicional”, afirmó Zhou Bing.

Además de ser conocido en el exterior, el Palacio Imperial de Taipei se ha convertido en un lugar para que los taiwaneses estudien la cultura tradicional y constituye una parte inseparable de la cultura taiwanesa, que ha marcado el crecimiento de muchos jóvenes locales.

El Palacio Imperial de Taipei es igual que el de Beijing, ambas han cargado la tarea de transmitir la cultura nacional.

Al final del documental, los directores tuvieron la idea ingeniosa de utilizar una animación: un guoguo (saltamontes) salta desde la “col de jade”, una valiosa pieza histórica conservada en la colección del Palacio Imperial de Taipei, y cae en la Ciudad Prohibida de Beijing. Pese a que se trata de una escena ficticia, refleja una voluntad tierna.

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