Reforma, pasado y retos

Imposible resulta resumir en pocas líneas o, incluso, en varios números de nuestra revista toda la magnitud de las tres décadas de marcada evolución que ha vivido la República Popular China de finales de 1978 a la fecha.

El programa de Reforma y Apertura, lanzado por el desaparecido dirigente Deng Xiaoping, aceptado con resignación por los más ortodoxos, dada la situación que atravesaba el país; acogido con timidez por los moderados e impulsado con fuerza por los más emprendedores y realistas, conscientes de la necesidad de un cambio impostergable, ha tenido una repercusión y un alcance asombrosos en la vida de la nación más poblada del planeta, protagonista de un salto sin precedentes, milagroso, que no solo la ha convertido en la cuarta potencia mundial por su peso económico, sino que también le ha permitido elevar hasta niveles insospechados 30 años atrás su influencia en el escenario político, científico, tecnológico, deportivo y social del mundo.

China ha dejado de ser aquella economía ineficiente e insuficiente, incapaz de dar de comer y satisfacer las más elementales necesidades de una población que crecía a ritmos alarmantes, y que por largo tiempo permaneció atrapada en una burbuja que la mantenía aislada de muchos de los avances del resto de la comunidad internacional y la ubicaba más cerca de las naciones más pobres del Tercer Mundo que de la posición que realmente le debía corresponder por su milenaria historia y cultura, sus célebres aportes a la civilización y el simple hecho de concentrar un sexto de los habitantes de la Tierra.

Lejos aún de alcanzar el nivel de vida modestamente acomodado que se pretende llevar a su numerosa población, la China de los albores del siglo XXI sigue impulsando y renovando su proceso de Reforma y Apertura, que para los próximos lustros prevé sacar sus materias pendientes en lo político y lo social y corregir los desaciertos de su economía, propios de un giro tan pronunciado.

El país, afirman los analistas, tiene muchos temas pendientes por resolver, tanto en la determinación de la propiedad, el papel de las funciones de los empresarios y la mejora del marco del sistema socialista de economía mercantil, como en la limitación y normas del poder estatal.

Pulir el trabajo que se ha venido haciendo durante 30 años puede ser una de las formas de evitar la desaceleración económica y enfrentar la crisis global que comienza a preocupar seriamente al gigante asiático, enfrascado ahora en fomentar la demanda interna ante una previsible caída en las exportaciones, dada la crisis global que azota a muchas de las economías a las que iban dirigidas las cuantiosas producciones de todo tipo salidas de la denominada Fábrica del Mundo.

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