¡Sobresaliente!
Con una ceremonia tan espléndida, auténtica, deslumbrante
e impactante como la que dio la bienvenida a los más de
10.500 atletas de los cinco continentes, entrenadores, federativos,
personalidades de la política, la cultura y el deporte
y visitantes de todo el mundo, despidió Beijing los XXIX
Juegos Olímpicos, que acogió del 8 al 24 de agosto
pasado.
Pletórica de alegría amaneció el 25 de agosto
la capital y toda la nación, rememorando a través
de los medios de comunicación o de los comentarios de sus
habitantes en parques, autobuses, metros y centros de trabajo
los mejores momentos de una cita histórica en todos los
sentidos, que demostró el acierto de conceder a la nación
asiática la oportunidad de realizar su sueño de
un siglo, al margen de los tintes políticos con los que
algunos intentaron en vano crear lunares.
China pasa página con la satisfacción de quien
no sólo ha hecho bien los deberes, sino que ha sacado un
sobresaliente, gracias a un esfuerzo descomunal de autoridades,
organizadores, deportistas y pueblo en general y entregó
el batón a Londres en una cota muy alta, que además
del éxito organizativo dejó la cifra récord
de 43 marcas mundiales y 132 olímpicas e impresionó
por la actuación sin precedentes de los atletas locales,
que no sólo lideraron por primera vez el medallero por
países ante la incredulidad de muchos, sino que conquistaron
más de medio centenar de títulos (51), 21 subtítulos
y 28 terceros lugares, guarismos que no se veían desde
Seúl88, cuando aún la extinta Unión
Soviética ejercía su dominio deportivo.
En Beijing el deporte puso una vez más de manifiesto su
capacidad para acercar a los seres humanos, más allá
de sus ideas políticas, costumbres o credos religiosos.
Los abrazos y la confraternidad trascendieron las canchas de competencia
y pudieron vivirse cotidianamente en las gradas de los estadios,
parques, calles, comercios, autobuses, metros y lugares turísticos,
donde los espectadores hicieron su parte importante, animaron
a sus ídolos, disfrutaron de la fiesta e inmortalizaron
momentos tomándose fotografías en las que eran común
la alegría y el signo de la victoria de los rostros asiáticos
fundidos con europeos, indios, árabes, africanos, latinos,
caribeños o norteamericanos que vivían un momento
histórico.
El país y su engalanada capital en particular, que vistió
de largo y supo lucir su mejor imagen, han hecho alarde justificado
y espontáneo de su carácter generoso, acogedor,
solidario y amistoso, para regalar al mundo y a sí misma
unos Juegos Olímpicos realmente excepcionales,
como dijera el presidente del COI, el belga Jacques Rogge, que
llevarán su asterisco también por mostrar la historia
y cultura de un país milenario que asombró en el
pasado, impresiona en el presente con su imponente desarrollo
y presagia deslumbrar y marcar el paso de la carrera de la humanidad
en el futuro.
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