China olímpica y sus adversarios

Por ALAN GARCÍA PÉREZ*

Alan García Pérez, presidente de Perú ante el “Nido de Pájaro”.

China es un “país mundo” por su dismensión territorial y su población, por la continuidad de su cultura y su actual desarrollo. La cantidad de inversión realizada por el resto del planeta en el país es ya una “masa crítica”; es decir, tiene una fuerza gravitacional y atractiva que continúa actuando por sí misma y lo seguirá haciendo en los próximos años.

Pero China recién inicia su verdadero crecimiento. Comenzó como un taller reproduciendo tecnología externa para el mercado mundial y ahora ya desarrolla productos inteligentes y tecnologías alternativas con costos y precios mucho menores.

Lo dramático para las demás economías es que, con tecnología y capitales provenientes de ellas, China se dirige, casi inevitablemente, a desplazarlas como centros productivos y de generación informática e inteligente. Y, lo que es más importante, la nación no sólo cuenta con el mercado mundial para ampliar su escala, sino que tiene dentro de sí misma otro “mercado mundial”, que es la masa de cientos de millones de chinos que año tras año se van incorporando a la producción y al consumo.

Lo que explica, en mucho, este crecimiento continuo es la pragmática diplomacia china para con el resto del planeta. A diferencia de nosotros, los occidentales, expertos en cruzadas religiosas, políticas y descubrimiento de nuevos mundos, el gigante asiático no pretende dar lecciones políticas o iniciar cruzadas ideológicas. Comercia con todos los países posibles y aplica a ese comercio sus energías mientras otras grandes naciones, con razón o tal vez sin ella, asumen por sí mismas responsabilidades ante el orden mundial incurriendo en enormes gastos materiales y militares que las colocan en inferioridad de condiciones frente al crecimiento chino.

Hoy, al término de un proceso de 25 años, China es una inmensa realidad que se prepara a recibir al mundo en sus Juegos Olímpicos. Todos sabemos que desde hace 3.000 años esos juegos detienen todas las guerras o, por lo menos, así fue entre las ciudades estado de Grecia, y convierten al lugar anfitrión en centro del orbe, la paz y la amistad.

Por eso hoy, de muchos lugares, parte la iniciativa de empañar el avance de China desluciendo la realización de sus Juegos Olímpicos. Así, desórdenes y motines en el Tíbet, tras muchos años de quietud, tienen una extraña coincidencia con ese propósito. Además, la propuesta del candidato presidencial de Taiwan para introducir esa parte del territorio chino en la ONU como país independiente, aunque haya sido derrotada por el ausentismo, resulta otra extraña coincidencia que buscaba seguramente generar una amenaza bélica en la zona. Finalmente, y esta es una hipótesis, en las próximas semanas se calentará el tema de la desnuclearización de Corea del Norte, poniendo un punto adicional de tensión alrededor de China. Así, China resultaría teniendo al este, al oeste y al sur tres conflictos en los meses previos a las olimpiadas.

Pero hay algo más. Ahora se deunncia que el crecimiento chino ha destruido el medio ambiente con las emisiones de sus plantas de carbón, de sus fábricas y de sus grandes concentraciones humanas. Y muchos están descubriendo que las condiciones del aire y el ambiente en la ciudad de Beijing no son adecuadas para la realización de los juegos para cuyas 40 inmensas edificaciones China ha invertido ya 12 mil millones de dólares.

Es evidente que la consigna es detener a China e impedir que sea centro del mundo en esa ocasión, aunque, ciertamente, su capacidad es suficiente para responder a este último desafío, desplazando industrias y poblaciones en tanto se realicen los Juegos Olímpicos.

El problema de fondo es saber quién está detrás de esos argumentos. No creo que sean directores de la campaña los grandes países, pues estos saben del peligro de enemistarse con China, que tiene en sus manos, entre otras cosas, el valor del dólar. Pienso que es un “establishment” mundial, algo así como una red o “network” sin centro, una suma de productores, de gurúes mundiales del pensamiento, de analistas del inteligencia que ahora comprenden estar siendo desplazados en la producción, pero también en la inteligencia estratégica y en la distribución de comunicaciones. Es este “establishment” mundial con muchos centros de acción, el que de una u otra manera busca hacer coincidir sus acciones y argumentos hasta la realización de los Juegos Olímpicos.

Sin embargo, estoy seguro de que China seguirá creciendo por lo competitivo de sus productos y por el acceso anual de millones de chinos al consumo. Y que a nosotros, los países en desarrollo, debe interesarnos eso fundamentalmente porque el volumen de productos chinos debe reducir los costos mundiales por la mayor competencia mundial en la tecnología de punta y en los productos de alto valor y hacer, por consiguiente, menos caro el camino al desarrollo de los países si estos logran complementarse con las grandes masas mundiales de crecimiento y afirmar sus nichos de inserción productiva en ellas.

Lo que queda claro es que, como siempre, la política mundial es altamente predecible y que ahora no es solamente la economía, sino, además, las concepciones estratégicas de campos en el mundo y la disbribución en ellos de las informaciones, lo que está en juego y lo que decidirá los próximos decenios. Serán unos Juegos Olímpicos de altos contenidos estratégicos. Pero puedo apostar que China mantendrá su crecimiento palnetario.

(Fuente del diario peruano “El Comercio”, cortesía de la Embajada de Perú en China)

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*Alan García Pérez, presidente de Perú

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