China dolor y llanto
Por segunda vez en los pocos meses transcurridos del calendario
lunar chino, la naturaleza, caprichosa, desata sin motivos su
ira contra la nación asiática. Primero fueron las
fuertes nevadas que dejaron decenas de víctimas, arremetieron
duramente contra la economía e impidieron a centenares
de miles de personas disfrutar del acontecimiento más esperado
del año, la Fiesta de la Primavera.
Ahora un soberbio terremoto de 8 grados, que al cierre de esta
edición se había cobrado ya la vida de más
de 34.000 ciudadanos y amenazaba con elevar el total de fallecidos
a la espantosa cifra de 50.000, además de dejar a más
de tres millones sin hogar ni pertenencias y enormes pérdidas
para la economía del país.
Sin dudas, la desgracia que azota a los distritos de Wenchuan
y Beichuan y las ciudades de Dujiangyan, Mianzhu, Shifang y Pengzhou,
de la provincia de Sichuan, es otro duro examen para la resistencia
al dolor y las inclemencias del noble pueblo chino, que desde
hace más de tres décadas asombra al mundo con sus
logros a fuerza de voluntad, sacrificio y duro trabajo, y en estos
días tristes e interminables en los que no cesan las noticias
estremecedoras responde a la tragedia y a la rabia del terremoto
con incontables muestras de solidaridad, humanismo y altruismo.
En silencio lloró China a sus muertos el pasado 19 de
mayo. A las 2:28 de la tarde de ese día, cuando se cumplía
una semana justa del seísmo, el país se detuvo para
presenciar el izamiento a media asta del pabellón nacional,
tras el cual se escucharon las sirenas de barcos, trenes y sistemas
de alarma de las ciudades y la mirada rasgada de millones de chinos,
lejos aún del lugar del desastre, se vio empañada
por la humedad de las lágrimas a las que algunos no impidieron
correr por sus mejillas.
Difícil en extremo resulta hablar en nombre de los que
viven la catástrofe en carne propia y ven reducida también
su alma a cenizas por la pérdida de hijos, padres, hermanos,
abuelos, nietos, amigos o simplemente seres humanos inocentes
para quienes miramos la tragedia desde la distancia y suspiramos
por nuestra suerte. Ningún consuelo les devolverá
a quienes ya no les acompañarán jamás físicamente.
No obstante, China hoy no quiere dejar de sumarse a los millones
de personas consternadas por esta tragedia en todo el mundo que
trasmiten sus condolencias y solidaridad a las víctimas.
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