Juegos Olímpicos
y politización
Por WU JIANMIN
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* Wu Jianmin:
Rector de la Universidad de Relaciones Exteriores
de China, subdirector de la Comisión de Asuntos Exteriores
y subsecretario general y vocero del Comité Nacional
de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo
Chino.
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La aproximación de los Juegos Olímpicos de Beijing
2008 han generado en los últimos meses reiterados incidentes
relacionados con la politización de la cita estival. Algunos
imputan una y otra acusación a China, estimulando el ejercicio
de un boicot contra el magno evento deportivo en su capital; otros
han renunciado a su trabajo con el Comité Organizador de
los Juegos Olímpicos de Beijing (COJOB).
El presidente del Comité Olímpico Internacional
(COI), Jacques Rogge, y los miembros de ese organismo han criticado
tal vocerío en repetidas ocasiones, mientras que medios
chinos e internacionales han hecho muchos comentarios al respecto.
La politización deportiva no es una invención nueva
y tampoco desaparecerá con el término de las Olimpiadas
de Beijing. Lo que debemos atender es que esta es la práctica
más evidente y sucia de todas.
Celebrar los Juegos Olímpicos es el sueño de un
siglo del pueblo chino. En 1908, un periódico de Tianjin
expresó por primera vez el deseo de ver algún día
la inauguración de este gran evento en China, lo que se
hará realidad este año. Las Olimpiadas de 2008 se
efectuarán en el mayor país en vías de desarrollo.
Actualmente el mundo cuenta con una población total de
6.600 millones de habitantes, de los cuales sólo 1.000
millones viven en las naciones desarrolladas, por lo que los Juegos
Olímpicos de Beijing ofrecerán un enorme espacio
para impulsar el deporte olímpico en los países
en desarrollo. Se puede decir que la reunión del próximo
verano beneficiará indudablemente a este movimiento, al
mundo y a la propia China.
¿Por qué, sin embargo, siempre hay gente que gusta
de lanzar opiniones poco serias sobre los Juegos Olímpicos
de Beijing? Esto tiene una relación estrecha con la situación
actual y los cambios profundos que están sucediendo en
el mundo. La construcción de un socialismo con características
chinas es un camino que ha encontrado nuestro pueblo partiendo
de la realidad.
Esta vía ha propiciado cambios titánicos del país
asiático y suscita la atención del planeta. No obstante,
algunos no quieren que los chinos exploren su propio sendero y
creen que debemos seguir sus pasos, de lo contrario, seremos traidores
y herejes. Vivimos en un mundo multicolor, con una infinita diferencia
de culturas, sistemas sociales y desarrollo histórico y
económico entre todos los países, lo que determina
la diversidad global y de la sociedad humana. Su existencia es
inevitable.
Hoy en día el escenario mundial está experimentando
posiblemente el cambio más profundo desde el establecimiento
del sistema de Westphalia, en 1648, el primero a nivel internacional.
Después de su creación, el cambio colosal, la Ilustración,
la Revolución Burguesa, la Industrial y la Tecnológica
hicieron de Europa el centro del mundo. Al cierre del siglo XIX
y comienzos del XX, Estados Unidos se levantó abruptamente,
convirtiéndose en la primera potencia, por lo cual el Atlántico
pasó a ser el centro del mundo.
En la actualidad ese centro está trasladándose
al Pacífico y el despegue de un grupo de países
en desarrollo es el cambio más atractivo de las relaciones
internacionales contemporáneas. La población de
estas naciones suma 3.300 millones de personas, equivalente a
la mitad del total mundial. Dentro de esta ola de auge, Asia juega
el papel de fuerza motriz, en la que China aporta una parte importante.
El traslado del centro mundial contribuye a que la posición
de los países en desarrollo adquiera más relevancia
en las relaciones internacionales y la de aquellos que se han
ubicado en el centro baje de manera relativa. Esta es la causa
por la que algunos no escatiman esfuerzos para censurar y criticar
a China.
Hay dos métodos para responder a la politización
olímpica: oponerse resueltamente y no prestar mucha atención
a ella.
Nos oponemos firmemente a la politización del evento,
porque es una postura que contradice el espíritu, objetivo
y principios de los Juegos Olímpicos. El deporte es el
mismo y no tiene porqué mezclarse con la política.
Combatir la politización significa salvaguardar el espíritu
olímpico. Por ello, no damos excesiva importancia a esa
tendencia, porque sólo una minoría se dedica a esta
práctica en comparación con la fuerza del pasado.
En septiembre de 1993, viajé a Mónaco como miembro
de la delegación que presentó la candidatura de
Beijing para acoger las Olimpiadas. En aquel entonces algunas
figuras prominentes de potencias occidentales se opusieron públicamente
a que la capital china organizara el evento deportivo, pero hoy
en día los gobiernos de diversos países no concuerdan
con la politización y muchos jefes de Estado están
dispuestos a presenciar los próximos Juegos. Por otro lado,
la politización no tiene mercado y una vez que emerge,
la gente se alza masivamente contra ella. Prestarle demasiada
atención ayuda a elevar su condición social.
La celebración exitosa de los Juegos Olímpicos
no es sólo la esperanza de los chinos, sino que también
se corresponde con la aspiración de los pueblos del mundo.
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