Autoasistencia del grupo campesino

Por nuestra reportera LU RUCAI

Alumnos de una escuela para los hijos de los emigrantes en Nanjing.

Pese a que ya es el jefe de la “Casa de los amigos campesinos”, Sun Heng todavía se considera un trabajador agrícola más.

Su “Centro de Desarrollo Cultural de la Casa de los Amigos Campesinos”, “Museo de la Cultura de los Trabajadores Campesinos” y “Escuela Tongxin (Un corazón)” se ubican en la aldea Picun, al noreste de Beijing, en los límites de tres distritos, Chaoyang, Tongzhou y Shunyi, y dista más de 30 kilómetros de la zona urbana de la capital. La mayoría de los beijineses ni siquiera sabe su nombre.

El fenómeno de Picun

La aldea Picun ocupa un área pequeña. Hoy día su población apenas alcanza los dos mil habitantes. Este era un lugar donde se cultivaba la tierra, pero ahora muy pocos jóvenes residen aquí. “Ellos viven en Beijing y compran apartamentos allá, lo que se quedan aquí son los ancianos, que se encargan de cuidar las casas y alquilarlas”, expresó Sun Heng.

El fenómeno es común en muchas aldeas cercanas a la capital. Aquí hay casi 10 mil trabajadores de otras provincias, que superan en cinco veces la población local. No obstante, esta no es la zona de mayor concentración de empleados foráneos en la ciudad. El área residencial de Xiaojiahe, en el barrio de Haidian, tiene cuatro mil habitantes, mientras los inmigrantes suman de 20 a 30 mil.

Los hijos de los emigrantes cantan en una representación ofrecida por el grupo artístico de los trabajadores campesinos en el distrito de Chaoyang, Beijing. Sun Heng en su Museo de la Cultura de los Trabajadores Campesinos.

Li Yijie, quien trabaja en la zona residencial de Andou, cerca del aeropuerto de la ciudad de Xiamen, provincia de Fujian, manifestó que allí sólo hay 2.000 residentes oriundos, pero la cantidad de trabajadores de otras provincias asciende a 50 mil. Situaciones similares son muy comunes también en Shenzhen, Guangzhou y otras provincias. Estos campesinos de los poblados cercanos a las grandes urbes se convierten en “ciudadanos” al alquilar sus casas a las personas provenientes de otros lugares.

Al entrar en la aldea Picun se encuentra un basurero. El polvo del lugar, levantado por un fuerte viento, se expande por todas partes. “No tiene que despreciar este basurero, es un medio de ganarse la vida para muchos trabajadores foráneos”, señaló Sun Heng. Estos principalmente provienen de las provincias de Henan, Anhui o Sichuan, y juegan distintos papeles en la cadena de tratamiento de la basura, como recolección, clasificación, tratamiento y recirculación. Sólo en Beijing hay 100 mil henaneses dedicándose a este oficio.

Las casas son construidas con ladrillos rojos y algunos patios están rentados para ciertas fábricas pequeñas. También varias empresas establecen sus almacenes aquí. Según reconocieron los que rentan las viviendas, el alquiler es mucho más caro que antes, cuando 15 m2 costaban 60 yuanes. Ahora el precio por el mismo espacio supera los 120 yuanes por mes y los dueños de los puestos comerciales al lado de las calles quieren subir otra vez el alquiler. Los trabajadores campesinos no tienen otro remedio que aceptar. La única forma de bajar el costo es rentar una habitación para toda la familia de tres o cuatro miembros, o que varios amigos compartan un mismo espacio.

De vez en cuando pasan por las calles los jóvenes ataviados con pantalones vaqueros y zapatillas. “Ellos trabajan por la noche”, afirmó Sun Heng. La calle más ruidosa en Picun está rodeada por tiendas pequeñas, peluquerías y restaurantes chiquitos. Algunos de los inmigrantes hacen negocios y sus clientes son sus propios compañeros del grupo campesino.

Liberación de la pobreza cultural

Competencia de dominio del balón entre trabajadores emigrantes de la construcción.

Sun Heng impartió clases de música en 1998, pero no estaba satisfecho por entonces con su vida y decidió ir a Beijing. Este año cumple una década viviendo en la capital. “He trabajado como porteador, chofer de triciclo, vendedor…”, resumió con cierta tristeza al hablar de su experiencia durante este tiempo. “En el momento más difícil, canté con una guitarra en un paso subterráneo, donde tuve la oportunidad de contactar con la clase de los trabajadores campesinos foráneos y conocer sus penurias. Antes, lo que sabía de ellos era que violaban los reglamentos y colocaban puestos sin pagar impuestos en las calles de Beijing”.

Sun Heng cantó para los comerciantes originarios del campo, quienes vivían a su lado. “Con el paso de tiempo, fui dándome cuenta que no era el único, pues, sólo en la capital hay cuatro millones de trabajadores inmigrantes, y quise hacer algo para este contingente”. En aquel entonces sólo tenía una guitarra y empezaba a cantarles. “Antes me preocupaba por si se interesarían por mis canciones, después de trabajar más de diez horas cada día. Nunca imaginé que mi canto sería bien acogido y que cantarían conmigo”.

Sun no escogió las canciones populares, sino que cantó las creadas por él mismo, cuyo contenido está relacionado estrechamente con la vida de los campesinos en las ciudades, como “Estamos unidos para preservar nuestro interés y pedir nuestro salario” y “Estamos orgullosos por ser trabajadores campesinos”. Los temas despertaron la simpatía común de su público y en 2002 creó con sus amigos un grupo artístico para los trabajadores jóvenes, que realizó casi cien presentaciones gratuitas ante quienes, como ellos, venían del campo. No era fácil al principio. Algunos patrones no confiaron en que eran funciones gratuitas. Otros creían que los campesinos no tenían tiempo para apreciar la función, que sólo les interesaba ganar dinero.

Zhang Bin, proveniente de Shaanxi, de la “Casa de los amigos campesinos”, quien fue a Xiamen como voluntario, reveló que el tiempo libre de los obreros originarios de las zonas rurales en las ciudades es muy pobre y monótono, sobre todo para las personas de más edad. Los jóvenes pueden ir a un Cybercafé o pasear por las calles, mientras que los más viejos prefieren dormir.

Indicó que el departamento local de trabajo ofrece formación y visitas gratuitas a los lugares turísticos, pero a veces, los trabajadores campesinos no pueden disfrutar de estas posibilidades, pues no ven en la televisión el aviso de tales eventos, porque en el dormitorio de algunos no hay televisor. Sin embargo, muchos trabajadores matricularon en el curso gratuito de computación de Sun Heng. Más del 80 por ciento de estas personas en las zonas residenciales son jóvenes de 20 años. “Ellos anhelan lograr una habilidad y ganar más dinero con esa técnica”, añadió Zhang. Por otro lado, pocos se inscribieron en el curso de inglés, que finalmente se anuló.

Actividades en el tiempo libre en el primer club de los trabajadores campesinos en Chongqing.

Con el paso de tiempo, Sun Heng y su grupo artístico van llegando a ser famosos y salen de Beijing a otras ciudades. “Ahora nos damos cuenta que no son suficientes las funciones gratuitas. Muchos amigos campesinos sostienen nuestras manos preguntándonos ‘¿qué tenemos que hacer si el patrón no nos paga?’” Por ello, Sun y sus compañeros organizan cursos de formación para adquirir conocimientos legales y establecieron una biblioteca y sala de proyección de películas con financiación de Oxfam, de Hong Kong.

El “Museo de la Cultura de los Trabajadores Campesinos” se abrirá al público este año y pese a que está construido sobre un viejo taller en desuso, no pocos trabajadores, después de terminar la jornada, pasan por allá a ayudar en la decoración. Sun sabe que no es posible que muchos ciudadanos vayan a visitarlo, pero espera poder llamar más la atención a través de los medios de comunicación.

Al hablar de la Escuela Tongxin, dijo que “cuando la fundamos sólo queríamos admitir a los niños que viven cerca de ella. Pero ahora tenemos una matrícula de casi 400 estudiantes. Se instalan cursos desde el preescolar hasta el sexto grado. Muchos niños provienen de lugares lejanos. Las sillas, mesas y computadoras son donadas por la sociedad. Los profesores proceden de otras provincias. No somos capaces de pagarles más de 800 yuanes mensuales y los habitantes de la ciudad no quieren este oficio por tan bajo sueldo”. En 2007, el ingreso per cápita entre los habitantes de la zona de Beijing sobrepasó los 1.800 yuanes y el ingreso de los profesores de las escuelas primarias y secundarias estatales es mucho más alto que esa cifra.

“Para los trabajadores campesinos, el mayor deseo es poder seguir sobreviviendo. Hasta hoy día, al igual que para otros dos mil niños, la escuela Tongxin lleva una calidad ‘negra’ (calificación de los centros de enseñanza que no tienen reconocimiento estatal). Pero para los padres y los pequeños no importa si es oficial o ‘negra’, siempre que haya escuela para estudiar”.

En la situación actual, las escuelas oficiales no satisfacen la demanda de estudio para los 200.000 alumnos de los trabajadores campesinos, por lo que el departamento de enseñanza por fin ha optado por apoyar a estos centros educativos alternativos. El Gobierno, informó Sun, planea invertir 100 millones de yuanes para mejorar la situación de la educación primaria y secundaria. Cada día más niños tienen la oportunidad de entrar en esos centros a estudiar.

En todo el país hay varias decenas de casas como la de Sun Heng, que prestan atención a la vida de los trabajadores campesinos y proporcionan asistencia de formación técnica, legal, etc. Pero sin ninguna excepción, los empleados de estas instituciones provienen de las zonas rurales y la mayoría de ellos ha tenido similar experiencia laboral. Ahora, cada vez más alumnos de la escuela preparatoria, profesores y abogados de las ciudades se incorporan a su grupo.

“Las aulas de nuestra escuela son construidas por voluntarios y los estudiantes universitarios transportan los ladrillos, ¿No es emocionante para nosotros una escena así y la ayuda?”, preguntó Sun Heng.

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