Olímpicos 2008, Beijing está haciendo la tarea

Por CÉSAR MAURICIO SANTOS CASTELLANOS *

*Colombiano residente en Beijing

El pasado 8 de agosto, en una vistosa ceremonia en la monumental Plaza de Tian’anmen, China inició oficialmente el conteo regresivo del último año antes del comienzo de sus publicitados Juegos Olímpicos Beijing 2008.

Han sido más de seis años de preparativos en todos los aspectos, preparativos que en su mayoría han pasado desapercibidos para la audiencia mundial, pero que han causado un profundo impacto entre los extranjeros que residimos en el país.

Por motivos laborales, a finales de junio me vi en la necesidad de trasladar mi residencia a la capital china, luego de casi siete años en la Perla del Oriente, Shanghai.

No fueron pocos los que me hablaron mal de Beijing y sus gentes, advirtiéndome de las grandes dificultades, incomodidades y ofensas que “con seguridad” enfrentaría, pues “Beijing no es una ciudad para extranjeros como sí lo es Shanghai.”

De acuerdo, Shanghai es una ciudad para extranjeros, si se quiere. Esto se lo debe, sin duda, a su carácter empresarial. Cada día es más internacional. Yo tuve la suerte de estar allí en un momento en que el mundo empezaba a voltear sus ojos hacia la República Popular China, y fui testigo de primera mano de su no rápido, sino vertiginoso desarrollo, con edificios, avenidas y obras de todos los tipos floreciendo aquí y allá en un abrir y cerrar de ojos.

Sin embargo, yo ya tenía una impresión positiva de Beijing, gracias a los cuatro cortos viajes que había realizado por diferentes razones durante los últimos seis años, por lo que estaba seguro de que, en el peor de los casos, la ciudad y su gente estarían en al mismo nivel de 2003, cuando vine por última vez. Y no me equivoqué.

En muchos hoteles hay pisos para no fumadores.

Se ve que tanto el gobierno como la gente se han tomado muy en serio los preparativos para los Juegos, se nota en la infraestructura y en la actitud. De hecho, hace pocas semanas, el presidente del Comité Organizador de los Juegos de Beijing, Liu Qi, le recordó a la ciudadanía la importancia de “proyectar una imagen civilizada y abandonar las malas costumbres”. Lógicamente no está de más insistir, pero sería injusto ignorar lo que se ha hecho hasta ahora.

La ciudad, con otra cara

Imagino que si a uno le contaran lo que ha pasado aquí y no lo viera con sus propios ojos, sencillamente no lo creería.

En primer lugar, es notable la mejora en el transporte público. Al llegar me encontré con miles de autobuses nuevos (me dice un amigo que empezaron a introducirlos hace dos o tres años), muchos de ellos articulados, así como miles de taxis de modelos muy recientes y variedad de colores, que han reemplazado casi en su totalidad a los viejos Citroen que conformaban la marea roja característica del Beijing de antes. Según la prensa, antes del inicio de los Olímpicos reemplazarán los viejos trenes del metro (que datan de los 70s), cuya mayor incomodidad es la ausencia de un sistema de aire acondicionado, que se suple en parte con enormes ventiladores en el techo de los vagones. Pintoresco, pero poco práctico.

Entrenamiento de las edecanes que participarán en las ceremonias de premiación.

En cuanto a la infraestructura, los estadios se roban el show. Si bien es cierto que sus diseños y los lugares en que están siendo construidos han generado polémica y han polarizado a la opinión entre quienes los adoran por ser “obras maestras que resaltan el carácter moderno y futurista de China”, y quienes los aborrecen porque “no tienen nada qué ver con el paisaje que los rodea y parecen engendros en medio de lugares tan significativos como la Plaza Tian´anmen (en referencia al Coliseo Nacional, de forma ovalada)”, son la escencia del cambio físico de la ciudad, habida cuenta de que la principal motivación de éste es una competencia deportiva.

Ahora bien, pese al trascendental papel de los escenarios deportivos en el nuevo paisaje beijinés, sería injusto no hablar de las obras de embellecimiento que se han hecho en varias partes especialmente del centro de la ciudad y las áreas cercanas a las instalaciones olímpicas, así como en los lugares turísticos. Sin embargo, lo más destacable es que muchos sectores que no tienen relación diferente con el certamen deportivo que el hecho de estar en la misma ciudad, y no son zonas céntricas ni tienen un atractivo turístico en particular, también han sido o están siendo objeto de remodelación y embellecimiento, lo que igualmente inyecta optimismo en la ciudadanía.

El cambio de actitud, más grande que un estadio

Pero, sin duda el más notorio y plausible de los cambios ha sido la actitud y el comportamiento de la gente. “Es odioso comparar”, decimos en Colombia, pero me parece necesario tener un punto de referencia para ilustrar con mayor claridad el fenómeno.

Ese punto de referencia es Shanghai, que también se prepara desde hace años para un evento de envergadura internacional, la Exposición Universal de 2010.

Cuando uno ha vivido en Shanghai se ha tenido que acostumbrar (o resignar) a los empujones, gritos, competencias por una silla en el autobús o el metro, irrespeto por el espacio de los demás, tragarse el humo del cigarrillo de los fumadores hasta en los hospitales y, lo peor, escupitajos, que si bien tienen su razón de ser, no tienen justificación en un país en desarrollo, que al mismo tiempo se esta convirtiendo en una de las potencias del siglo XXI.

No se puede negar que allí la situación también ha mejorado, pero no tan rápido como uno quisiera.

Pasajeros hacen cola para abordar el metro de Beijing.

Por contraste, en el Beijing de hoy se encuentra uno con que la gente, en vez de querer ganarle el espacio con el codo u otras protuberancias corporales, por lo menos se detiene para evitar el choque. Hablan pausadamente y en voz baja, además, tienen una clara actitud de aceptación hacia los extranjeros, lo que, paradójicamente, no es tan común en Shanghai. Entre lo que más me ha sorprendido está ver cómo quienes están sentados se levantan para responder cuando uno les hace una pregunta. Incluso, si están en su coche, se apean de él para hablar con uno. Y algo que se vuelve oro después de un tiempo en Shanghai, si la gente no sabe la respuesta a la pregunta que uno hace, por ejemplo con respecto a una dirección, responde con un, “disculpe, no sé”, que es música para los oídos de alguien que ha caminado kilómetros y perdido horas sólo porque algunas personas, por orgullo, dieron una respuesta falsa en vez de confesar que no sabían.

En el transporte público la gente parece no tener mayor afán por conquistar una silla, de hecho es grato ver cómo cada vez más caballeros ceden sus puestos a las damas, especialmente a las ancianas, embarazadas, y personas que llevan niños pequeños. Cada vez se ven más mujeres que hombres en las sillas, como debe ser. Adicionalmente, el pedir permiso para pasar, o por lo menos esforzarse en molestar lo menos posible a los compañeros de travesía (una hora en un bus sin aire acondicionado en hora pico lo es) mientras se avanza hacia la puerta, es muy apreciado. Cabe destacar aquí que ahora la gente (después de hacer fila juiciosamente bajo las indicaciones de unos amistosos y serviciales guías) sube por una puerta y baja por otra, lo que agiliza y hace mucho más cómodas estas dos operaciones. Y en el metro funciona cada vez mejor el famoso (y lógico) código “xian xia hou shang” (primero bajar y luego subir), que permite que quienes están abordando encuentren un espacio disponible y no que se lo creen ellos mismos “proyectando” fuera del vagón a quienes desean bajar, y no pocas veces a quienes no desean hacerlo.

La gente también debe modernizarse

Es muy positivo este cambio, pues la modernización de un país no puede limitarse a la infraestructura, a los objetos, la gente debe ser parte de ella, de lo contrario no se puede hablar de una verdadera modernización. ¿De qué sirven puentes monumentales, autopistas con estándares internacionales, edificios con diseños futuristas y que compiten por el título del más alto del mundo, 100 líneas de metro, miles de autobuses último modelo con la más avanzada tecnología, parques de película y espectáculos artísticos y deportivos dignos de París o Nueva York, si la ciudadanía está 20 ó 30 años por detrás de todos estos avances?

Por supuesto, en todos los aspectos aún hay mucho por mejorar. Todavía hay algunos taxistas que aprovechan el hecho de que usted no conozca la ciudad y lo llevan de “paseo” por ella, “reventando” el taxímetro, aún cuando quiera ir a un sitio que está a sólo diez cuadras (el mapa aquí es uno de los principales instrumentos de la seguridad y estabilidad financiera). O los que estiman que la carrera no vale la pena y se inventan cualquier excusa para que les desocupe el vehículo cuando ya lo ha abordado, (¡por ejemplo que se varó!).

No faltan tampoco los “astutos” señores que ponen el cigarrillo en su boca antes de que el metro se detenga y lo encienden tan pronto se abren las puertas, convirtiendo en un calvario, para los demás, claro, el camino desde allí hasta la calle. Y ni qué decir de los que han invertido las funciones del celular y en vez de usarlo para comunicarse, someten a todos los pasajeros del vagón (a todo volumen) a “disfrutar” de sus gustos musicales.

Y no son pocos los que, con “magistral” movimiento manual, depositan en las zonas verdes, o simplemente en la acera, la envoltura de lo que quiera que sea que estén comiendo; o los conductores que todavía creen que la bocina de sus bólidos hará magia y levantará (¿o desaparecerá?) todos los “obstáculos” frente a ellos, sean estos materiales o humanos. Y, para terminar este breve recuento, valga mencionar a aquellos que siguen pensando que sólo los tontos hacen fila.

¿El ambiente? medio

Otro tema que no se puede dejar de lado cuando se habla de Beijing es la contaminación ambiental, y aunque el gobierno asegura estar tomando las medidas del caso para garantizar unos “Juegos Verdes”, es mucho lo que falta por hacer.

Tal vez sea necesario repetir la prohibición de circulación de parte de los más de tres millones de vehículos con que cuenta la capital, la cual se ensayó a mediados de agosto de 2007. Es posible que pase de nuevo durante los Olímpicos.

Sin embargo, por el gran impacto social que causan, estas medidas no pueden ser definitivas, y en este caso en particular la administración debe pensar a largo plazo, más allá de la Olimpíada. Juzgar si ésta será “verde” o no le corresponderá al público y aún más a los atletas, tan resistentes al esfuerzo como sensibles a la contaminación.

Pero, sin duda, después de la clausura la gente seguirá pendiente de los esfuerzos gubernamentales para hacer más respirable el aire de la capital, cuyo cielo es menos azul de lo deseado. Es otra de las estrategias que no deberán limitarse a lograr un impacto sólo durante la temporada de competencias, sino uno duradero y cada vez más notorio en la calidad de vida de la ciudadanía.

Beijing, prácticamente listo; Shanghai, ya casi

Retomando, sí, hay mucho que mejorar. Pero, a menos de un año de la ceremonia inaugural, la forma en que los beijineses (y los inmigrantes de otras ciudades y regiones) se han apersonado de sus Juegos merece ser destacada. Están haciendo la tarea, y si la justa fuera hoy, sin duda la ciudad y el país saldrían muy bien librados. Necesariamente la situación será aún mejor este 2008.

Para terminar, es de esperar que Shanghai mejore también en el aspecto humano en los tres años que faltan para el inicio de la Expo Universal. No hay discusión en el sentido de que la descomunal inversión de capital extranjero (y local) que no para de recibir le seguirá ayudando a desarrollarse a gran velocidad, En un desafío a las leyes de la lógica, con el paso del tiempo Shanghai no envejece, por el contrario, es cada vez más nueva. El reto para su gente está allí, en alcanzar y sostener el ritmo que lleva la ciudad.

Vengan a los Olímpicos. China sigue siendo un país absolutamente diferente de cualquier otro, único. Sería iluso pensar en la ausencia de un choque cultural para quien nunca ha pisado estas tierras. Pero eso pasa también si usted va a Europa, e incluso a Estados Unidos, a pesar de su cercanía con Latinoamérica. Sin embargo, esta ciudad y sus habitantes les ayudarán a que ese inevitable golpe sea más asimilable, y al mismo tiempo a disfrutar aún más del certamen deportivo más importante del mundo. Una Olimpíada “Beijing 2001” no hubiera sido igual.

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