China, “mientras no abra la boca”

Por LEONARDO ANOCETO RODRÍGUEZ

A la entrada del Salón de Wushu de la Universidad de Cultura Física de Beijing.

Meyling Wong Chiu se confunde con facilidad entre los millones de habitantes que viven en Beijing. ¿La causa? Los rasgos asiáticos que le legaron tres de sus abuelos, originarios de Cantong, por lo cual no tiene que soportar el peso de la mirada curiosa que persigue a otros extranjeros en cada palmo de la ciudad. Todo “mientras no abra la boca”, como ella misma dice, pues esta joven, de apenas 21 años, no muy alta de estatura, sencilla de complexión física y algo tímida, nació en Cuba y llegó a la capital china en septiembre de 2006 para materializar el sueño que desvela a muchos practicantes de Wushu en el mundo, beber directamente de la fuente de creación de esta disciplina.

China hoy: ¿Cómo llegaste al Wushu?

MWC: Todo comenzó como una diversión, en 1995, cuando comencé a acudir junto con mi mamá a las clases de Dao Yin. Pero entonces no tenía idea del Wushu ni de las artes marciales.

Poco después mi mamá y yo empezamos a practicar con el profesor Roberto Vargas Lee, que había regresado a La Habana, luego de hacer una beca de Wushu en Beijing. La frecuencia de las clases fue aumentando y comencé a entrenarme con mayor rigor y disciplina.

Ch: ¿Fue entonces que tomaste verdadera conciencia del Wushu?

MWC: En 2001 fuimos invitados a participar en una competencia internacional aquí en China. A partir de aquel momento comenzamos a ver el Wushu como deporte, como la vida de un atleta. No imaginé nunca con 14 años venir a acá y competir. Mis abuelos y mi papá, quien había vivido desde los dos y hasta los 17 años en Cantong, me habían hablado del país, pero ellos emigraron hace muchos años y China cambia por día. Los pueblos de campo conservan más sus costumbres y tradiciones, pero ciudades como Beijing cambian todos los días”.

Ch: ¿Qué fue lo que más te impactó de aquella visita?

MWC: Me impactó mucho el simple hecho de estar en la tierra de mis ancestros. Nos llamó la atención cómo las personas practicaban en los parques, no sólo Wushu, sino también otras disciplinas, y la oportunidad que tuvimos de conocer ese año a Zhu Yuming, que había sido la profesora de Roberto cuando él estudió aquí.

Siempre habíamos tenido referencias de su exigencia, para que sus alumnos aprendieran bien las técnicas y en esa ocasión ella se sintió muy emocionada, porque vio en los cuatro niños que vinimos, tres mujeres y un varón, que Roberto era un buen profesor.

Ch: ¿Cuáles fueron los resultados de aquella primera competencia?

MWC: Retorné a Cuba con una medalla de oro en Taiji Jian, técnica de espada, y una de las más altas puntuaciones en Taiji Quan 40 movimientos, estilo yang. Aquella visita nos hizo sentir una mayor motivación hacia el Wushu. Conocer China, ver la realidad de este arte marcial de cerca y la técnica y profesionalidad de los chinos nos animó mucho. Luego, en la secundaria, comencé a interiorizar lo que es la práctica del Wushu para la vida, para fortalecer la salud y hallar un equilibrio entre el yin y el yan: según el cual no todo puede ser muy fuerte ni muy suave.

Ch: ¿Volviste a Beijing después?

MWC: Sí, en los años siguientes participamos en tres campeonatos mundiales (2003, 2005 y 2007) con buenos resultados, tres conferencias internacionales de Taiji Quan (2002, 2005 y 2006) y dos festivales mundiales de Wushu tradicional (2004 y 2006), en los que obtuvimos nueve medallas de oro en pruebas individuales y una de oro, una de plata y una de bronce en eventos por equipos.

El nivel de estas competencias es muy alto, sobre todo por la presencia de los atletas chinos. La diferencia entre ellos y los practicantes del resto de los países es abismal. Su técnica es algo de otro mundo, aunque se puede alcanzar. Volver fue un privilegio que muchos de mis compañeros no tuvieron.

Ch: ¿Cuándo te otorgaron la beca para estudiar Wushú acá?

MWC: En 1995, una década después de la apertura de la escuela cubana de Wushu, su creador, el profesor Roberto Vargas Lee, consideró conveniente que alguien viniera a estudiar a China y aprendiera las técnicas, y depositó su confianza en mí.

Ch: ¿Cuál fue tu reacción y la de tu familia al conocer la noticia?

MWC: Me entusiasmaba la idea, porque esta es la cuna del Wushu y si uno lo quiere aprender bien, tiene que venir. Mi papá se motivó mucho y mi mamá también, solo que mi relación con ella siempre ha sido muy cercana y la posibilidad de estar tan lejos la puso un poco triste. Pero todos me apoyaron.

Ch: ¿Cuándo llegaste y cómo fue tu adaptación a la vida acá?

MWC: Llegué en septiembre de 2006 a la Universidad de Cultura Física de Beijing. Mi adaptación no fue un choque como para otros cubanos que conozco. Ya había estado en esta misma universidad y tenía una noción de la vida acá. A la comida y otras costumbres me aclimaté pronto. Solo el frío y la lejanía me afectaron un poco. Pero tenía a mi tía estudiando chino aquí y ella siempre fue un apoyo. Me ayudó mucho.

Ch: ¿Y el idioma, habías aprendido algo de tus abuelos y tu papá?

MWC: No, porque ellos hablan cantonés y de ese dialecto no sé ni media palabra. Fue el propio Wushu, el que me permitió conocer algunas palabras. A partir de 2001 comencé a intercambiar con el “profe” Roberto. Él nos enseñaba algo de comunicación oral. Luego, desde mi estancia acá, he avanzado un poco, sobre todo reconociendo los carácteres. No es un gran progreso, porque no lo estoy estudiando en la escuela. En ese caso hubiera sido mucho mejor. Pero me dicen que he mejorado.

Ch: ¿Año y medio después de llegar, cómo valoras esta oportunidad? ¿Qué piensas de la escuela china de Wushu?

MWC: Me ha impresionado mucho el nivel del Wushu de los chinos. Están realmente fuera de clase, lo cual me ha ayudado a perfeccionar mi técnica. Pienso que aquí están los mejores profesores, independientemente de que algunos digan que lo que más les gustaría sería estudiar en Shaolín.

Meyling Wong Chiu, durante un entrenamiento en China.

He tenido la oportunidad de aprender con maestros profesionales como Li Qiaolin, muy reconocida a nivel mundial por ser árbitro internacional y haber impartido numerosos cursos. Ella siempre ha estado muy pendiente de mí. También he recibido lecciones de la propia Zhu Yuming y de los profesores Hu Xiaofei, quien imparte el estilo Dao Yin, y Huang Kanghui, director del equipo de Taiji de la universidad. Ambos me han tratado muy bien y me han permitido participar en sus clases, después que termino mi sesión habitual de aprendizaje, de 8 a 11 de la mañana.

Los profesores son muy exigentes y profesionales, lo que hace que los estudiantes chinos tengan un concepto bien definido de la filosofía o la práctica de esta disciplina. La relación alumno-profesor acá no es como en Cuba. Depende mucho del interés que nosotros pongamos. Estoy haciendo un esfuerzo por alcanzar el nivel de ellos y pienso que se puede. No obstante, aún me queda mucho por trabajar y desarrollar.

El nivel del Wushu como deporte, se está pareciendo cada día más a la gimnasia y requiere de atletas jóvenes, con gran saltabilidad y flexibilidad. Se han introducido muchos elementos para hacerlo más llamativo, con el propósito de incluirlo en el programa de los Juegos Olímpicos.

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