Testigo de la aplicación
de la Reforma y Apertura
Por HUSSEIN ISMAIL
TaL vez pueda decir que soy parte de los 30 años
de la aplicación de la Reforma y Apertura al exterior.
Vine a China 14 años después de implementarse
esta política y luego de 16 años viviendo
aquí he experimentado más de la mitad de este
recorrido. Mi trabajo me facilita tener más oportunidades
de visitar muchos lugares y ver con mis propios ojos el
considerable cambio del país.
Si hacemos una comparación entre mi primer viaje
desde El Cairo a Beijing, en 1992, y el último, en
octubre del corriente, se pueden percibir los cambios ocurridos
después de aplicar esta política.
Al saber que yo venía a China por primera vez, todos
mis amigos se quedaron sorprendidos e incluso algunos me
preguntaron: ¿Allá hay suficiente comida?
En aquel viaje en mis maletas se podía encontrar
arroz, torta árabe y otras comidas y artículos
de uso diario. Cuando nuestro vuelo aterrizó en Beijing,
me di cuenta de que el aeropuerto de entonces era muy chiquito,
simple y tosco y no podía compararse con el aeropuerto
de Dubai, donde hicimos escala, ni con el de El Cairo.
En mi último viaje no traje casi nada, excepto algunos
souvenir de Egipto. Nuestro avión aterrizó
en la Terminal 3, una verdadera joya de la arquitectura,
que puede atender a 80 millones de pasajeros anualmente.
Los vuelos que salen de allí pueden llegar a todas
partes del mundo y entre las compañías aéreas
que conectan con él hay cuatro árabes, las
de Egipto, Qatar y Emiratos Árabes Unidos y United
Airlines.
No sólo Beijing, la capital, ha cambiado mucho,
sino también otras zonas del país. Cuando
este año visité la Región Autónoma
de la Etnia Hui de Ningxia, vi un mundo nuevo con esperanza
y gran fortuna. En esta zona, situada en el noroeste de
China, las fábricas de altas tecnologías y
las áreas de desarrollo industrial y agrícola
se encuentran por todas partes.
Al enterarse de que venía de nuevo a China en 2008,
mis amigos no se sintieron sorprendidos, pues ya es un país
conocido para ellos.
Recuerdo que cuando llegué a Beijing por primera
vez tenía que ir a los supermercados ubicados a 20
kilómetros del lugar donde vivía, para comprar
las tortas, el queso y el aceite de oliva, cosas que normalmente
los chinos no consumían y sólo se veían
en las cafeterías de los principales hoteles. Hoy
en día existen esas tiendas cerca de mi casa.
Las ciudades chinas se han convertido en cosmopolitas escenarios
internacionales y las personas con distintas creencias religiosas,
diversas escuelas y diferentes colores de piel viven aquí
armoniosamente. También resulta fácil encontrar
cabinas de teléfonos para hacer llamadas urgentes
en la propia Beijing, Shanghai, Guangzhou, etc., donde las
personas que les atienden le contestan en distintos idiomas,
árabe, español, ruso etc.
Durante los 30 años transcurridos, China ha enfrentado
igualmente muchos problemas, como los del medio ambiente,
energía, desempleo y diferencias entre las zonas
ricas y pobres. Sin embargo, las autoridades se esfuerzan
y adoptan medidas para encontrar soluciones.
En estas tres décadas China ha cumplido lo que otros
países no han podido realizar y sigue sus pasos de
desarrollo. Los directores destacan que el país todavía
está en el camino del desarrollo y queda un largo
trecho para alcanzar a las naciones más industrializadas
del primer mundo. Desde mi punto de vista, el pueblo chino
es el verdadero beneficiario de la política de Reforma
y Apertura al exterior.
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