Agricultura orgánica de Xinjiang

Por CHAD SWANSON

Limpio, seguro y orgánico no son términos normalmente asociados a la producción agrícola china; sin embargo, para el profesor Gao Jie, es una mantra por la cual regir nuestras vidas. En calidad de vicedecano de la Facultad de Horticultura de la Universidad de Agronomía de Xinjiang, pasa los días investigando nuevas formas de aumentar la producción agrícola sin perjudicar al entorno o a los consumidores.

Invernadero experimental en Nanshan devenido destino turístico.

Xinjiang se vanagloria de ser una de las pocas granjas experimentales orgánicas de China, cuyos estudiantes ganan una valiosa experiencia en las técnicas de esta modalidad de cultivo. La cosecha de la granja se distribuye a través de los puntos de venta de alimentos de la casa de altos estudios.

“Tenemos la responsabilidad social de proteger a los consumidores, así como de preservar nuestro ambiente para las generaciones futuras, metas que podemos alcanzar cultivando alimentos de forma segura y orgánica y enseñándole a nuestros estudiantes las virtudes de los productos cultivados orgánicamente. Los alimentos orgánicos son superiores también en cuanto a sabor y valor nutricional”, explicó el catedrático.

La condición orgánica es relativamente fácil de lograr en Xinjiang. Los cielos azules indican que estamos en presencia de una región poco contaminada, mientras que la baja humedad de la zona reduce la necesidad del uso de pesticidas, fungicidas y herbicidas. Aunque las precipitaciones son escasas, la producción agrícola se alimenta de la nieve derretida de las montañas Altay, Tianshan y Kunlun. La nieve derretida pasa por debajo de las rocas del desierto por una serie de túneles, que suministran a los campesinos agua cristalina para el riego y la cría de ganado. Además de las ideales condiciones ambientales, la cultura local Uygur valora los métodos de producción verdes, puros y seguros. “A los uygures no les gustan las sustancias químicas porque no son naturales”, señaló Gao Jie.

Wendiendo tomates en la calle de Urumqi.

Con su exquisito sabor orgánico superior, la comida de Xinjiang debe exigir un elevado precio en los mercados nacionales y extranjeros; sin embargo, el potencial de la región se ve socavado por la falta de experiencia administrativa y el subdesarrollado sistema de distribución.

Los campesinos locales arman sus puestos de venta en la calle y esperan que alguien pase y le compre sus productos. A unos 50 metros calle arriba, encontrará a otro campesino vendiendo exactamente lo mismo, lo que permite que los compradores pongan a pelear a los vendedores entre sí.

“A los campesinos les falta la cultura del regateo en el mercado”, observó el experto. Si un comprador no viene o no quiere pagar un precio justo, el campesino es incapaz de vender su producto. Este es un sistema que obliga a los campesinos a tomar medidas desesperadas para sobrevivir”.

El sistema actual no responde a los intereses de los compradores agrícolas tampoco, puesto que se hace difícil verificar si los alimentos fueron cultivados orgánicamente. “Aunque los compradores pueden obtener productos de elevada calidad a costos inferiores, no pueden venderlos por su verdadero valor porque no pueden dar garantía de que se cultivaron de manera orgánica y segura.

El profesor Gao Jie presenta orgullosamente una calabaza plantada en el invernadero.

El resultado final es que los alimentos de Xinjiang se cotizan a precios muy inferiores a su verdadero valor”, se lamentó el profesor. El gobierno está consciente del problema e intenta exhortar a los campesinos a formar cooperativas u organizaciones administrativas que protejan sus intereses.

Por el antiguo sistema de planificación central, los campesinos sembraban sin tener en cuenta la demanda del mercado. Desafortunadamente, muchos continúan de la misma forma. El gobierno, mientras tanto, se opone a tomar cartas en el asunto y a ofrecer soluciones administrativas, puesto que busca conferirle poderes para que ellos mismos se ayuden.

En el pasado, el gobierno trabajó arduamente para ayudar a los campesinos a beneficiarse del libre mercado pero como no lo consiguió, decidió cambiar su papel”, afirmó Gao Jie.

Además de incentivar la creación de cooperativas de administración, las autoridades chinas han intentado promover la industrialización, lo que supondría un significativo uso de todos los recursos y elevaría el valor agregado de las cosechas agrícolas.

Productos como los albaricoques, por ejemplo, pudieran tener entonces múltiples usos. El fruto fresco se puede vender como producto orgánico; las semillas utilizarse para producir aceite; los frutos frescos estropeados destinarse a la elaboración de mermeladas, mientras que su jugo consumirse como bebida refrescante. Incluso, la madera de los árboles podría ser aprovechada por los restaurantes que cocinan con leña, combustible que dota a los alimentos de un sabor muy peculiar.

Como destacó Gao Jie, la industrialización también “ofrece la posibilidad de construir marcas y facilita en gran medida el control de la producción y la calidad”. Y probablemente el punto más importante: la industrialización une a los campesinos. Muchos productores locales creen erróneamente que un sistema de mercado significa tener la libertad de hacer lo que se quiere hacer en nombre de nuestros propios intereses. En realidad, un sistema así no puede sobrevivir sin cooperación y sin regulación.

Al tiempo que protege los intereses de los campesinos, la cooperación entre los productores mejora el bienestar culinario de los consumidores a lo largo y ancho de China. “Resolver el problema de la seguridad alimentaria exige la educación y el trabajo mancomunado de muchas personas. Necesitamos que los consumidores valoren los alimentos orgánicos, así como las medidas cooperativas para garantizar que los campesinos reciban un precio justo por su suministro. El futuro de nuestra salud, entorno y economía depende de ello”, manifestó el analista.


Chad Swanson es experto extranjero de la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing y escritor por cuenta propia.

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