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Los conteos regresivos son cada vez más frecuentes en
los centros de lanzamiento de cohetes espaciales de China, nación
que ha decidido aumentar ostensiblemente su apues-ta por la conquista
del cosmos y desde los albores de este milenio aparece ya en el
selecto club de los países que pue-den enviar naves tripuladas
al espacio.
Largo pudiera considerarse el tiempo transcurrido desde que en
1958, el entonces presidente Mao Zedong llamó al país
a tener sus propios satélites artificiales, cuando la extinta
Unión Soviética y los Estados Unidos apenas emprendían
su carrera espacial, cuyos logros fueron considerados por mucho
tiempo factores de peso en la hegemonía mundial que ambos
buscaron durante los años de la Guerra Fría.
Sin embargo, no fue hasta 1970 que la nación asiática
logró colocar su primer satélite en la órbita
de la Tierra. A partir de entonces y especialmente en las dos
últimas décadas, los progresos de China en este
campo han sido notorios, en buena medida por el impresionante
salto de su economía y el desarrollo de las nuevas tecnologías,
que le han permitido quemar etapas y recorrer en menos tiempo
el azaroso, complejo y hasta cierto punto desconocido camino que
otros tuvieron que transitar antes.
Los logros chinos, alcanzados con sus propios recursos, los han
llevado a ubicarse a la vanguardia mundial en algunos aspectos
relacionados con el lanzamiento de satélites al servicio
de la comunidad internacional e incluso, potencias como Estados
Unidos o Australia han tenido que recurrir a sus cohetes portadores
para determinadas misiones.
El envío exitoso al cosmos de naves tripuladas, desde
principios de este siglo, ha alentado a los científicos,
autoridades y buena parte del pueblo chino, que han comenzado
a pensar a lo grande y parecen dispuestos y, lo más importante,
capaces, a materializar en relativamente corto tiempo ambiciosos
programas como el envío de misiones tripuladas a la Luna
y Marte y la construcción de una base lunar. Lo que hoy
pudiera parecer una fantasía julioverniana no tardará
en tomar cuerpo y los primeros resultados podremos verlos en la
próxima década.
Y mientras unos evocan antiguas leyendas y miran al espacio,
otros con los pies bien puestos sobre la Tierra, continúan
impulsando la expansión de distintas empresas y regiones
chinas, afanadas unas en acrecentar su competitividad y expandirse
por el mundo, como Brillance Auto o la Ciudad Textil de Keqiao,
y dedicadas otras a acortar lo más pronto posible la distancia
que las separa del modelo armonioso de desarrollo
que pretende el país, en el que el respeto y la preservación
del medio ambiente ocupan un lugar preponderante.
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