Cafetería de Ah Fan.

 

Ho Shui Fan, de 52 años, conocido entre sus amigos y vecinos como Ah Fan, tiene una cafetería (Lanshan) en la avenida On Chee N.° 8, Tai Po, Hong Kong.

Ah Fan y su cafetería

Llegamos al lugar a las tres de la tarde, como habíamos convenido con su dueño, después que hubiera pasado el ímpetu del almuerzo. Ah Fan, ocupado en la caja contadora, se levantó y vino hacia nosotros. Como había trabajado hasta tarde la noche anterior, se veía cansado y los ojos los tenía un poco hinchados. Normalmente trabaja desde las 5:30 a.m. hasta la medianoche.

Su establecimiento tiene un espacio de 60 metros cuadrados y la decoración interior, en la que predominan las máscaras de la Ópera de Pekín, es una combinación de estilos chino y occidental. Lo mismo puede apreciarse en el menú, que propone más de una docena de variedades de café y pollos importados, aunque también manjares chinos muy populares, como las alas de pollo fritas.

Ah Fan trabajaba como contratista. Cuando ese negocio atravesaba por una etapa de auge, ejecutó proyectos tanto en Hong Kong como en Macao. “En aquel momento podía ganar diez mil dólares al día. Compré buenos coches, comí manjares exquisitos y poseí perros con pedigree…” recordó emocionado.

Fue en 1997, cuando la crisis financiera asiática llevó a la industria inmobiliaria local a una aguda depresión, que el comerciante decidió dedicarse a la restauración. “Cambié mucho antes que otros, así que el negocio no fue mal”. Al principio era difícil y lento, pero todo comenzó a mejorar en 2002, admitió y reconoció sentirse agradecido por la buena ventilación de su pequeña tienda. La confianza que inspiró el mejor ambiente ventilado evitó al lugar verse demasiado afectado cuando la crisis por el virus del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo, siglas en inglés).

Ah Fan, igual a otros habitantes corrientes de Hong Kong, se ha beneficiado enormemente de la política de apertura hacia la parte continental de China. Los visitantes provenientes del interior del país estimulan directamente la industria turística, las ventas al por menor y los comercios de comida. Él y sus vecinos miran esta medida como un gesto de ayuda de parte del Gobierno Central.

Tai Po, donde reside Ah Fan, es uno de los distritos viejos de la ciudad. Sus habitantes constituyen la clientela fundamental de su cafetería. Desde que la nueva política se adoptó, más y más personas del continente vienen a Hong Kong, lo que ha creado más posibilidades de empleo. Ahora, los hongkoneses ganan más dinero y tienen mayor poder adquisitivo, lo que es bueno para el negocio, que en los días de mayor afluencia genera unos 15.000 dólares hongkoneses (HK) en ingresos, mientras que durante los períodos flojos el volumen de ventas diario está alrededor de los 6.000 a 7.000 dólares HK. Ahora emplea a 13 trabajadores, con un pago mensual promedio de 6.000 dólares HK a cada uno, cuyos turnos de trabajo les permiten laborar también en otros lugares.

Sin embargo, Ah Fang aún siente más presión. El número de casas de té alrededor de su cafetería ha aumentado de 5 a 30 y el alquiler mensual de tales establecimientos se ha incrementado de los 18.000 a los 23.000 dólares HK. “Si cada restaurante atrae a diez clientes de mi cafetería, perderé mi clientela. El precio de los ingredientes se ha elevado, así como el alquiler y los gastos por concepto de agua y electricidad, pero no me atrevo aumentar ni un centavo el precio de mi comida”, señaló el anfitrión con seriedad.

En lugar de subir el precio de venta, Ah Fang ha utilizado otros ingenios para mantener su clientela constante, como la contratación de muchachas bonitas como camareras, que atraigan a los jóvenes. También anima a los aficionados ciclistas en el área a exhibir sus trofeos y fotos en su cafetería, que se convierte de esa forma en una suerte de club para las reuniones de esas personas. A ello se une el amor que siente el dueño por los perros, motivo para que en ocasiones sus entusiastas amigos, que también poseen canes, se reúnan a conversar e intercambiar opiniones en su negocio. Si tengo una clientela confiable, confesó, estaré feliz aun cuando a veces no gane mucho.

Desde temprano en la mañana, hasta la medianoche, trabajan Ah Fan y su hija.

Ah Fan tiene una mente muy viva y un montón de opiniones sobre las que disfruta discutir. No está contento por el excesivo número de casas de té que se han abierto alrededor de su negocio. Hace algunos años, la industria de procesamiento de Hong Kong se trasladó al interior, enangostando considerablemente el alcance del empleo en la región. Muchos habitantes volvieron a dedicarse a la restauración, lo que supuso un desafío para el gobierno y el pueblo de la ciudad.

Pero el empresario no había imaginado que tendría tantos contactos frecuentes con el interior del país. En los últimos dos años ha ido a Shanghai varias veces. Desea invertir allí en un restaurante, pero todavía no ha encontrado un socio adecuado. Antes, no tenía ni idea sobre el valor del yuan, pero ahora la revaluación de la moneda china es una de sus principales preocupaciones. Muchos ingredientes que se utilizan en su cafetería provienen de la parte continental, por lo que la apreciación de esa moneda aumentará considerablemente el costo de su operación, razón por la que vigila la evolución del yuan, deseando que siga siendo estable.

Al hablar de los cambios que ocurrieron en estos últimos años, la expresión del rostro de Ah Fan se tornó pensativa. Antes de la crisis financiera asiática, expresó, muchos residentes de Hong Kong eran especuladores ávidos, quienes no sabían de laboriosidad. Se puso a sí mismo como ejemplo. “Vivía ostentosamente, pero ahora conozco perfectamente el valor del dinero, que no se puede ganar si no se trabaja duro”. Hace cinco años compró su casa de 70 metros cuadrados por 2 millones de dólares HK. La situación de la vivienda en la ciudad, según él, es envidiable y se siente muy satisfecho. Aún recuerda que, cuando era niño, él y sus ocho hermanos y hermanas, más sus padres, vivieron en un apartamento de menos de 20 m2, en el que debían dormir por turnos.

Admite que sus circunstancias actuales no son malas. Toda su familia acaba de regresar de un viaje a Japón. Su deseo más grande es que sus tres hijas sean sanas y felices. Espera que sus dos hijas mayores, adultas ahora y con empleo, ganen un buen salario y que la más joven pueda ser admitida en la universidad deseada. La mayor preocupación suya es su retiro inminente, algo común entre la gente de su edad. Reza un viejo refrán chino que “es duro ayudar a esos en la pobreza a largo plazo”. Ah Fan no quiere que sus hijas lo apoyen en la vejez. Se siente feliz de poder pagar sus necesidades, pero no quiere recargar las responsabilidades financieras de ellas. Por eso planea encontrar un negocio más pequeño dentro de algunos años y continuar trabajando hasta que la edad y la salud se lo permitan y luego retirarse.

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