Olimpo Curioso

Atenas 1896, primera sede de los Juegos Olímpicos de la era moderna, contó con la participación de 200 deportistas de 14 países. La mayor parte de los competidores eran griegos y los deportes convocados fueron tenis, esgrima, ciclismo, tiro, natación y gimnasia. El cricket y el fútbol se cance-laron por los pocos equipos inscriptos y las regatas tampoco se celebraron debido al mal tiempo. Lógicamente, aquí se coronó el primer campeón olímpico, honor que correspondió al estadouni-dense James Brendan Connolly, con una marca de 13,75 metros en el triple salto. Como al resto de los ganadores, se le premió con una medalla de plata, un certificado y una corona de olivo. Para los subtitulares la presea fue de bronce y su aureola de laurel. ¿Los terceros lugares? Bien, gracias.

Los cinco aros olímpicos entrelazados, principal símbolo de los Juegos Olímpicos, fueron presentados por primera vez en 1913 por Pierre de Coubertin, como emblema del Congreso Olímpico que tendría lugar en 1914 en París, donde fueron aprobados, aunque su primera aparición en una cita estival fue en Amberes 1920. Cada uno representa a los continentes que se unieron al olimpismo y decidieron competir sanamente. El verde corresponde a Oceanía, amarillo a Asia, negro a África, rojo a América y azul a Europa. Combinados con el blanco de fondo, hacen que en el emblema estén presentes los colores de las banderas de todas las naciones, sin excepción, de una forma u otra.

La llama olímpica ardió por primera vez en Ámsterdam 1928, cuando el arquitecto neerlandés, Jan Wils, diseñó una torre en el estadio olímpico y encendió en ella una llama que se mantuvo viva durante el transcurso del evento deportivo veraniego. Cuatro años después, en Los Ángeles, comenzó a perpetuarse la idea, cuando se volvió a encender un pebetero y se leyó la frase de Pierre de Coubertin: “Que la Antorcha Olímpica siga su curso a través de los tiempos para el bien de la humanidad cada vez más ardiente, animosa y pura”

Se denominan Juegos Olímpicos por celebrarse en Olimpia, ciudad de la antigua Grecia, del año 776 adC al 392 adC, como fiestas religiosas, culturales y deportivas en honor a los dioses. En la cita podían participar solamente los ciudadanos, sólo hombres, que se entrenaban durante años en los gimnasios. La ciudad también fue reconocida por ser un centro religioso y por su gigantesca estatua de oro y marfil de Zeus, hecha por Fidias.

Roma se vio obligada a renunciar a la sede que le había sido concedida para organizar los Juegos de 1908, a consecuencia de la entrada en erupción del Monte Vesubio, el 7 de abril de 1907, que dejó prácticamente en ruinas la ciudad de Nápoles, a cuya reconstrucción el Gobierno italiano se vio obligado a destinar los fondos aprobados para la competición. Londres tomó el batón y acogió así la cita estival por primera vez.

En Ámsterdam 1928 aparecieron las mujeres compitiendo por primera vez en el certamen de atletismo de los Juegos modernos, que sólo las habías tolerado en los deportes que se consideraban más apropiados para ellas, como la natación y el tenis. La irrupción en la pista de las damas irritó al hono-rable Pierre de Coubertin, uno de sus más acérrimos opositores. Tan arraigado estaba el machismo del barón que se retiró inmediatamente de la presidencia del Comité Olímpico Internacional, que había ocupado desde su creación. En su lugar fue nombrado el belga Henri de Baillet Latour.

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