El tiempo del lado de los optimistas
El tiempo terminó por dar la razón a los optimistas
que respaldaron la decisión del Gobierno de China de incorporarse
a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Apenas un
lustro después del trascendental paso, con el cumplimiento
de todas o casi todas las disposiciones que exigía el ente
rector para su admisión, el país sigue transitando
por el camino de la bonanza y el crecimiento.
Un crecimiento que por paradojas de las leyes que rigen el comercio
mundial, las autoridades chinas se ha visto obligadas en cierta
medida a frenar en algunos puntos porcentuales que ya quisieran
para sí no pocas economías del planeta, o a planearlo
de una manera más mesurada, sana, equilibrada,
de calidad o armoniosa.
De manera que aquellos que auguraron que las grandes transnacionales,
metidas en la piel del lobo, se abalanzarían sobre la aparente
cabra china y la despedazarían en poco tiempo, deberán
esperar algunos años, tal vez más de los que imaginen,
a juzgar por la manera en que se comporta la economía y
los buenos presagios del futuro inmediato, para ver aunque sea
cumplida en una ínfima parte las catástrofes que
predijeron, lo cual no se aprecia hasta donde alcanza la vista
en el horizonte del tiempo.
Los chinos perciben los beneficios de estos años en muchos
aspectos de su vida cotidiana, no sólo en lo que a meter
las manos en bolsillos mejores provistos se refiere. Las ventajas
de la incorporación a la OMC han repercutido en la vida
política, social y cultural, que han asimilado valores
occidentales sin perder los tradicionales, a la vez que promueven
los propios por los cinco continentes.
Un lustro ha sido también un buen motivo para hacer una
pausa y analizar con ojo crítico esta carrera de fondo,
la de mayor cantidad de participantes que se recuerde en la historia,
1.300 millones de personas, desarrollada a un ritmo tan rápido
que desafortunadamente no todos han podido ir al mismo paso y
millones han quedado a la zaga. La reflexión de la sociedad
en su conjunto, la enorme riqueza acumulada y las condiciones
favorables para el progreso han permitido al gobierno tomar importantes
decisiones en los últimos meses para acortar la distancia
entre los que ya cruzaron la meta y los rezagados con políticas
e iniciativas dirigidas a expandir el desarrollo de las grandes
ciudades por todo el país, atenuar las diferencias entre
la ciudad y el campo, incrementar los programas educativos, sociales
y de salud, en especial para favorecer a los niños, ancianos
y personas de bajos recursos, solucionar el complejo problema
de la vivienda, proteger la riqueza histórica y cultural
y preservar el medio ambiente.
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