Cervantes llega a Beijing

–Con fanfarria y leones chinos, y la juvenil presencia de los Príncipes de Asturias, España inaugura su mayor instituto Cervantes en el mundo: 3.000 m2 y seis pisos de instalaciones culturales en el corazón de Beijing: toda una fiesta para la cepa hispana.

Por LAO YI

España acaba de encandilarnos. Y para bien. Su apertura del mayor instituto Cervantes del mundo, en pleno centro urbano beijinés, el 17 de julio de 2006, supone un motivo mayúsculo de celebración. Lo mismo para los chinos que dominan o aspiran a hablar el castellano, que para los españoles e hispanoamericanos que hoy vivimos en China. Y hasta para ecuatoguineanos o saharahuíes, teniendo en cuenta la declarada vocación ecuménica de este centro cultural, una de sus mayores virtudes y apuestas.

De dejarlo bien claro se encargó su propio director general, el escritor César Antonio Molina, quien, al reunirse con los medios informativos en la capital china, previo a la inauguración oficial, indicó: “Esta es la casa de todos los hispanohablantes”. Alegra saberlo, pues a quienes expresamos nuestras cuitas y alegrías en este precioso idioma, que el instituto ha bautizado como “lengua para el diálogo”, nos duele verlo un tanto arrinconado en este inmenso país, todavía demasiado a la zaga de otros vehículos de expresión, como son el inglés, el francés y hasta el alemán, merced al apabullante desarrollo económico de los países donde se hablan éstos.

Mas la actitud abarcadora de esta entidad no queda en el mero discurso: casi la mitad de su personal extranjero procede de América Latina.

La apertura del Cervantes en Beijing puede ser el antídoto perfecto contra el extrañamiento, harto inmerecido, que aún padece el español en China. Al igual que una manera de hacer que nuestra siempre dispersa comunidad hispanoamericana deje de estar tan centrifugada. “Todos habitamos en el territorio de la Mancha”, volvió a la carga Molina con ánimos quijotescos, citando a su colega mexicano Carlos Fuentes, para agregar que “el Cervantes muestra lo que españoles e hispanoamericanos somos hoy”. Luego sentenció: “De la misma manera, queremos saber lo que es China hoy”.

Puente cultural

Y de esto se trata: un puente idóneo entre dos culturas, dos territorios, pero sobre todo, dos de los idiomas más hablados en la actualidad sobre el globo, con más de 400 millones del lado hispano; mil 300 en el gigante asiático. China, por otra parte, es un imán irresistible para cualquier empresa o industria, desde la tecnología punta a la de perfil cultural, como en el caso que nos ocupa. Y España no lo ha pasado por alto. No en balde el tema fue abordado por las delegaciones presididas por José Luis Rodríguez Zapatero y Hu Jintao, quienes protagonizaron respectivos viajes a China y España en tiempos recientes. Este edificio es resultado en buena medida de aquellos trajines protocolares. Pero antes, como reconocen los organizadores, el proyecto de apertura del Cervantes en China recorrió un largo trayecto, no exento de piedras en el camino. Hubo mucho que negociar. Con todo, indica esta realidad, bien valió la pena.

La presencia del Instituto Cervantes en China tiene mucho de especial. A diferencia de sus semejantes de Gran Bretaña, Italia o Alemania, la institución española consiguió un sitio privilegiado en la urbe beijinesa, quizás sólo igualado en magnitud por la cercana Alianza Francesa. Ello habla de la constancia, habilidad y sentido de la oportunidad que han sabido explotar las autoridades españolas. No en balde el tema fue abordado en las más altas instancias de ambos gobiernos. Se afirma que al menos dos millones de euros calzan la existencia del recinto. En él destaca en particular la biblioteca, nombrada Antonio Machado, en honor al bardo español. En sus anaqueles se acumulan 20.000 libros en castellano, con especial énfasis en la literatura y la lengua. Hay asimismo 23 aulas para enseñanza del idioma, salones de exposiciones y actos, vinculados entre ellos por un circuito cerrado de televisión.

También en contraste con otras empresas foráneas previas de similar signo en China, su personal directivo es totalmente extranjero. Como directora del flamante instituto se nombró a Inma González Puig, quien con 20 años de vida en China, amplios conocimientos del mandarín y los entresijos de la vida china, tiene un currículum ideal para el cargo.

¡A aprender español!

La nueva sede del Instituto Cervantes, vía de acceso a Iberoamérica para China, según expresión del príncipe Felipe de Borbón, durante su estancia en China, pone énfasis especial en la difusión de la lengua española. Para este fin, quedará establecido un sistema estandarizado de aprendizaje y examen que deberá transcender localismos, para ubicarse dentro de lo que hoy suele llamarse “español internacional”. En tal acepción lo defiende César Antonio Molina, quien abunda al respecto: “Enseñamos el español de una manera pragmática, asequible a todos, desde una ama de casa a un científico, aunque sin llegar a la exquisitez que demandaría un filólogo”.

Para los futuros estudiantes chinos, Molina pronosticó precios asequibles, pues recalcó, “no somos una entidad dedicada al lucro”. Otro tanto a favor del Instituto.

Quijote para leer, Quijote para comer

Otro punto destacado en la agenda de acontecimientos ligados a la apertura del Cervantes fue la presentación en Beijing de una nueva versión al mandarín del Quijote. Con encuadernación de lujo, incluidas las clásicas ilustraciones multicolores del dibujante Gustavo Doré, el Quijote en chino fue traducido por el hispanista Don Yansheng. Pero hubo quienes fueron más allá del ámbito literario al asumir la obra de Miguel de Cervantes y Saavedra. En otra calurosa tarde beijinesa, por suerte atenuada por el poderoso sistema acondicionador de aire de la institución, el chef español Firo Vázquez, propuso su programa ¿A qué huele y sabe el Quijote?

Vázquez, propietario de un famoso restaurante en España, llamado El Olivar, en Moratalia, hizo literalmente las delicias de los presentes ofreciéndoles páginas de la más famosa de las novelas de caballería en español, con la particularidad de que las mismas se podían comer. Cada pliego estaba hecho de diversas fibras vegetales y colores, con sus letras y dibujos impresos en tinta de calamar. Todo un gustazo, capaz de hacer la boca agua al propio manco de Lepanto, como se conoció al genial Cervantes desde que, en la batalla de igual nombre, un soldado turco le descerrajara un par de arcabuzazos, privándole del brazo izquierdo. Alguien dijo poco después, al referirse a Cervantes, que era un ser con más boca que manos. Querían denigrarlo. Incauto el que lo intentó. Por que esa mucha boca, y la mano que le quedó, bastaron para hilvanar uno de los mayores tesoros de nuestra cultura.

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