La
danza del hechicero en el monasterio
Huiyuan
Los residentes del cantón Xiede, distrito de Dawu,
prefectura autónoma tibetana de Garze, en la provincia
de Sichuan, se ha transigido de una generación
a otra una antigua leyenda de cómo la región
fue creada por los dioses. Se dice que el área
era un océano extenso antes de que el dios de la
montaña nevada Yala dejara caer un loto en el agua.
De tal forma se originó la tierra en forma de loto.
Las montañas que rodean el área son sus
pétalos, mientras que el Templo Huiyuan de budismo
tibetano en el centro constituye el pistilo.
El monasterio cubre 33 hectáreas de tierra, y
acomoda a 200 lamas. Las 75 pagodas blancas que se yerguen
frente al mismo son una vista maravillosa desde lejos.
Aunque el monasterio es relativamente pequeño,
su historia es larga y gloriosa. Un emperador de la dinastía
Qing (1644-1911) le concedió el título de
nueve dragones, nueve leones, un honor supremo
en el budismo tibetano. Según la cultura china
tradicional, nueve es la mayor cifra del yang, el dragón
simboliza al emperador, y el león es el símbolo
del líder de budismo tibetano.
El
Templo Huiyuan adquirió mayor renombre aún
cuando el XI Dalai Lama Kaskhrub Gyamtsho nació
en la aldea próxima, en 1838.
El monasterio realiza ceremonias religiosas 245 días
al año. Las más importantes son la del Monlan
Chempo (gran festival de la oración), y los festivales
de Yaque y de Anque. Se celebran el primer, sexto y undécimo
mes del calendario tibetano, respectivamente. Para el
banquete de junio, los peregrinos viajan a Huiyuan y construyen
las tiendas afuera. Participan en ceremonias religiosas,
en el concurso hípico, y los cantos y bailes. Hay
también representaciones de ópera tibetana.
Pero el acontecimiento principal, el clímax del
festival, es el Cham, o danza del hechicero. Se trata
de un rito de sacrificio que data de los albores del budismo
en el Tíbet.
La
danza se representa acompañada por música
sacra interpretada con tambores, trombones, campanas de
Dharma, trompetas, cáscaras de concha y otros instrumentos
musicales religiosos. Los bailarines enmascarados hacen
ronda silenciosamente siguiendo el ritmo del tambor, inspirando
temor a la muchedumbre. Cada Cham incluye varios actos,
cada uno de los cuales cuenta una historia religiosa en
una atmósfera solemne. Al final del Cham, se quema
una figura de mantequilla, mientras se elevan plegarias
para la seguridad y felicidad en el año entrante.
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