¿Se les subieron los humos a los universitarios?

Por LU RUCAI

En fecha reciente, un alto cargo del Ministerio de Educación se pronunció porque los estudiantes universitarios dejen de creerse una élite de la sociedad y participen en el cada vez más reñido mercado laboral como cualquier trabajador común y corriente. Como era de esperarse, esta afirmación ha suscitado un debate entre todos los sectores sociales.

Porque de lo que se trata es de dilucidar si los graduados universitarios merecen prerrogativas especiales. Sobre el tema hay múltiples opiniones. Para algunos, el actual divorcio entre la educación y las necesidades reales de la sociedad, a lo que se suma la cada vez mayor presión de la búsqueda de empleo, supone un espaldarazo al carácter elitista de los graduados. En comparación con los países industrialmente desarrollados, donde los estudiantes universitarios ocupan hasta 30 por ciento de la población total, los chinos sólo llegan a 5 por ciento, por lo que el aparente exceso de estudiantes de nivel superior es un fenómeno superficial. El meollo del problema radica en la reestructuración económica de China. Esta se encuentra en un período de transición, como parte de la cual se produce un exceso de graduados en algunas disciplinas, mientras se siente la falta de los mismos en otras especialidades.

Li Baoyuan, profesor y tutor de estudiantes de doctorado de la Universidad Pedagógica de Beijing, atribuye el fenómeno al sistema educativo de China. Al respecto manifiesta: “Por mucho tiempo, la enseñanza superior de China ha sido una ‘educación de élite’. A tal punto que se les llama ‘hijos favoritos de Dios’, lo cual impulsa a los graduados a buscar empleo imbuidos de una excesiva autoestima. No en balde hay entidades empleadoras que les endilgan el calificativo de ‘gente de altas aspiraciones y poca habilidad’, pues no se adaptan a las necesidades del puesto. Para los estudiantes lo más importante es renovar el concepto de empleo. En el país, la tasa neta de acceso a la enseñanza superior ha superado 15 por ciento, con lo cual se considera lograda la tasa preliminar de popularización de dicha educación. Si los estudiantes siguen prefiriendo los sectores, puestos y regiones tradicionales, que además ya están relativamente saturados, encontrarán dificultades para lograr empleo. Por ello deben cambiar su concepto y decantarse por opciones no convencionales. Vivimos una época distinta”.

Otros buscan terreno intermedio, al opinar que los universitarios no son una elite ni trabajadores comunes. Así se expresa Lan Faqin, vicerrector del Instituto de Comercio de la Universidad Pedagógica de Huadong: “Bajo las circunstancias actuales los graduados universitarios deben considerarse trabajadores de nivel superior. Los estudiantes y sus padres deben tener una mente bien clara antes del examen de entrada a la universidad y escoger las carreras. Sus cuatro años de preparación cultural y científica sin duda elevará la calidad personal de estos estudiantes. Por eso no deben ser considerados trabajadores comunes y corrientes”.

Chen Bulei, investigador del Instituto de Relaciones de Trabajo de la Universidad del Pueblo Chino, se pronuncia ante todo por definir qué es un ‘trabajador común y corriente’. En este sentido afirma: “Si debido a su falta inicial de experiencia un recién graduado trabaja en un puesto de bajo nivel de una institución gubernamental o empresa, o como un profesional independiente, puede ser llamado trabajador común. Y entonces estamos frente a un despilfarro de recursos humanos valiosos y raros, además del costo en dinero para la familia del estudiante. Se trata de una injusticia social”.

La opinión de Chen tiene numerosos adeptos. Según un responsable del Ministerio de Educación, un estudiante de ciencias e ingeniería requiere de un promedio anual de 15.000 yuanes (1.891 dólares) para sus estudios, mientras que los de Humanidades deben invertir de 12.000 a 13.000 yuanes al año. En 2005, los ingresos disponibles per cápita de los habitantes urbanos fueron de 10.493 yuanes y los de campesinos apenas ascendieron a 3.255 yuanes. Eso quiere decir que una familia campesina deberá dedicar sus ingresos de 10 años para la preparación de un estudiante universitario. Por esta razón, para muchas familias la enseñanza superior no es un mero objeto de consumo. Es una inversión titánica.

Así las cosas, y muy a pesar de sus deseos, los estudiantes universitarios se están transformando en “trabajadores comunes”. En 2005, el ingreso mensual de los graduados universitarios promedió los 1.588 yuanes, comparado con el promedio de los empleados urbanos de todo el país, que fue de 1.534 yuanes (18.405 anuales). Es obvio que la renta media de los estudiantes es casi igual con la de empleados nacionales. En realidad, la mayoría de esos intelectuales ahora obtiene empleo como “trabajador común”.

En virtud de esta situación, algunos expertos instan al Ministerio de Educación a reconsiderar la situación. La entidad, consideran, debe someter con honestidad su política educativa a un proceso autocrítico y elaborar un plan que permita reducir la carga de costos y sufrimientos que hoy recae sobre los hombros de los estudiantes y sus familias.

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