La Peregrinación al Oeste, algo más que una leyenda

Por nuestro reportero HUO JIANYING

La historia que sigue es lectura complementaria para las escuelas primarias de China: Hace muchos, muchos años, vivió un monje adolescente en un templo de la montaña. Sus tareas diarias consistían en limpiar el patio de su templo al despuntar cada mañana, acarrear el agua y, después de sus clases matutinas de escritura, ir a comprar artículos de uso diario en la ciudad distante, que se levantaba detrás del templo, tras recorrer un sendero rocoso. Cada tarde, el joven se unía a otros compañeros de fe para recitar escrituras hasta la medianoche.

En cierta ocasión, el pequeño monje descubrió que otros compañeros de su edad también eran enviados al pueblo para hacer compras, pero su destino era un pueblito ubicado a poca distancia de la entrada del templo, al cual se llegaba por un camino pavimentado. Picado de curiosidad, preguntó al abad: “¿Por qué otros novicios tienen un trabajo más fácil que yo?” El abad sonrió, pero no contestó.

Un día, algunos monjes jóvenes fueron enviados a la tienda del poblado cercano. Ese mismo día al mediodía, el monje joven regresó de la ciudad detrás del templo, pasando por el consabido sendero empedrado que cruzaba la montaña y con un saco de arroz sobre los hombros. El abad le condujo a la puerta delantera del templo, y allí juntos esperaron hasta que a la caída del sol los otros monjes jóvenes regresaron, cargados de bolsas de la sal. El abad les dijo: “Ustedes salieron esta mañana. La ciudad está próxima y el camino es llano. ¿Por qué han demorado tanto?”

Uno de ellos contestó: “Charlamos y paramos aquí y allí a lo largo del camino, para disfrutar de la vista del paisaje”. Y otro agregó: “Como de costumbre”. El abad se dirigió entonces al pequeño monje a su lado y le dijo: “La trayectoria detrás del templo es difícil, la ciudad distante, y tu llevabas una carga pesada. ¿Cómo conseguiste llegar tan temprano?” El muchacho contestó: “Cada vez que bajo de la montaña, hago mi mayor esfuerzo para volver cuanto antes, pero necesito pisar con cuidado si quiero viajar rápidamente con una carga tan pesada. Con los años, he desarrollado el hábito de pensar solamente en mi destino, y no en el camino bajo mis pies”. El abad sonrió y dijo: “Un camino llano distrae a las personas de su misión, pero un camino áspero consolida su voluntad”.

Un camino en la distancia

La historia del pequeño monje no termina aquí. Es el preludio de una epopeya histórica cuyo héroe es parte de la memoria colectiva china, e incluso mundial – el monje Xuanzang (600-664) de la dinastía Tang. Su nombre real era Chen Mingwei y nació en el seno de una familia encabezada por un funcionario de la corte en Yanshi, provincia de Henan. A los 13 años entró en el Monasterio Jingtu, en Luoyang, donde recibió el nombre budista de Xuanzang.

Su entorno familiar le fue propicio para recibir una buena educación antes de iniciarse en la vida religiosa. Estudió con ahínco las escrituras budistas, y era experto en su recitación. Después de algunos años, marchó a Chengdu en Sichuan, para estudiar con monjes eminentes, con lo cual su conocimiento del budismo alcanzó mayores cotas. Después de dejar Sichuan, viajó solo a lo largo del río Yangtzé, hasta llegar al Monasterio Tianhuang, en Jingzhou, Hubei, donde prosiguió estudiando teoría budista. Posteriormente llegó al norte, donde ofreció conferencias en Henan, Shandong y Hebei, cuando ya era una personalidad del budismo, a pesar de su juventud. Sin embargo, cuanto más profundamente calaba en el budismo, más perplejo se sentía.

El budismo fue introducido en China desde la India, en el siglo I, en los albores de la dinastía Han del Este. Se afirma que en el año 67 a.n.e, el emperador de Han envió emisarios a la India para obtener escrituras budistas. En el camino, la misión imperial se unió a dos monjes indios que traían escrituras budistas a China a lomo de un caballo blanco. La comitiva viajó hacia el este siguiendo la antigua Ruta de la Seda hasta Luoyang, en las planicies centrales. Guardaron las escrituras en un templo recién edificado, conocido con el paso del tiempo como Templo del Caballo Blanco. Una estatua del albo equino, ubicada delante de lo que se considera como primer templo budista de China, recuerda hoy la llegada de las primeras escrituras budistas al país. En los siguientes 500 años, el budismo se extendió rápidamente por toda el área de las planicies centrales del país, alcanzando su apogeo en las dinastías Sui y Tang (581-907), cuando ya había más de 4.000 templos budistas habitados por unos 240.000 monjes en todo el territorio nacional. Xuanzang se sentía perplejo ante la paradoja de que, a pesar de la acelerada extensión del budismo en China, la teorización budista encaraba serias limitantes. En aquella época China disponía solamente de un pequeño alijo de escrituras budistas, y sus versiones chinas habían sido indebidamente traducidas, por lo que las mismas estaban llenas de malas interpretaciones e inexactitudes. Peor aún, algunas de las escrituras originales se habían perdido. Cada secta budista en China tenía su interpretación particular del budismo, por lo que eran comunes los enfrentamientos teóricos y el sectarismo. El monje Xuanzang comprendió que para alcanzar el conocimiento verdadero del budismo, debía viajar a la India. Su decisión recuerda la historia de su niñez de viajero solitario por un camino empedrado, en el cual obviaba cualquier distracción, pendiente sólo de alcanzar su destino.

Un viaje peligroso

En 627, con 27 años de edad, Xuanzang salió del Paso Yumen, una frontera de la dinastía Tang, y se dirigió hacia el oeste, adentrándose en el desierto. El guía que lo conducía hacia Asia Central pronto le abandonó, por lo que debió, una vez más en su vida, convertirse en viajero solitario. Su único compañero de viaje era un caballo viejo y huesudo que había comprado barato en un mercado de la frontera. Los dos caminaron penosamente un yermo estéril, privado de cualquier muestra de vida con excepción de los esqueletos blanqueados que servían de señales a lo largo del camino.

Xuanzang atravesó desiertos inhóspitos y regiones montañosas en medio de los disturbios políticos que caracterizaron la primera fase de la dinastía Tang. El gobierno imperial ejercía un estricto control sobre las regiones inestables de la frontera, por lo que todos los ciudadanos que las atravesaban necesitaban de un salvoconducto. Cuando Xuanzang solicitó pasar la frontera fue rechazado. Sin inmutarse, logró escabullirse sin que lo percibieran los centinelas de los puestos fronterizos en medio de la noche, tomando atajos. Al alcanzar el último paso fronterizo, perdió su ruta y para colmo de males se le derramó en la arena del desierto el agua que llevaba en una vejiga de cuero. En su desesperación, retrocedió unos ocho kilómetros y entonces, recordando el juramento que había hecho al partir - “no iré al este hasta que llegue a la India” -, se dio vuelta y continuó hacia el oeste. Después de viajar por cuatro días sin agua, cayó desfallecido. El aire frío nocturno del desierto le ayudó a recuperarse, y su viejo caballo, experimentado en recorrer el desierto, lo llevó a un oasis donde Xuanzang descansó todo un día y se avitualló de alimentos y agua. Dos días más tarde salía del desierto y entraba en Xiyu (hoy Xinjiang).

No más llegar al reino de Gaochang, Xuanzang fue recibido con gusto por el rey, que era un budista devoto. El monarca le invitó a ofrecer conferencias a sus ciudadanos, insistiendo en que se quedara, a pesar de la negativa del monje. Xuanzang se vio forzado a iniciar una huelga de hambre para demostrar al rey su decisión de su peregrinación a la India. El rey, conmovido, despidió a Xuanzang tras llenarle de regalos de oro, plata, vestidos y caballos, junto a una comitiva de más de 50 asistentes y guías. Le proporcionó asimismo cartas de recomendación para otros 24 reinos a lo largo del camino.

El grupo debió sortear una tempestad de nieve mientras subían las montañas de Tianshan, y durante siete días en pugna por sobrevivir a las temperaturas árticas, 20 de sus miembros murieron. Era ya el año 628 cuando Xuanzang y lo que quedaba de su comitiva llegaron a la India.

Los años en la India

En sus primeros años en la India, Xuanzang recorrió las regiones norteñas y centrales, visitó famosos sitios budistas y aprendió sánscrito. A finales de 631 llegó al Monasterio Nalanda, el mayor templo budista y principal academia de la India, donde se congregaban más de 10.000 monjes. Su abad centenario, Silabhdra, había dejado de aceptar discípulos y dar conferencias desde mucho tiempo antes, pero el increíble viaje de Xuanzang y su devoción por el budismo le conmovieron al punto de aceptarlo como aprendiz por 15 meses. Xuanzang leyó todo lo que había en la biblioteca del monasterio y estudió con Silabhdra y otros respetados monjes. En poco tiempo ganó fama y reputación como erudito budista en toda la India. Después de despedirse del abad Silabhdra, viajó al sur de Asia Central, donde estudió cuatro años más con otros maestros renombrados.

En 640, Xuanzang volvió al Monasterio Nalanda y se preparó para regresar a casa. Para fines de año, fue a Kanyakubja, invitado por el rey Rajaputra Siladitya para asistir a un debate sobre las escrituras que se realizó en su honor. Ninguno de los 6.000 monjes y eruditos, o los reyes de 18 reinos indios, que asistieron a los 18 días de discusión pudo competir con la sabiduría de Xuanzang. Las noticias del acontecimiento le hicieron aún más famoso en la India. Varios reyes le invitaron a formar parte de sus cortes, e incluso un monarca le ofreció construirle 100 monasterios. Pero Xuanzang se negó. Cuando un monje indio le preguntó: “¿Por qué se va de la India después de hacer un viaje tan largo?” A lo que Xuanzang contestó: “El soberano de mi país es virtuoso y sabio, y sus súbditos son leales. En ese país, los padres aman a sus hijos, y los niños muestran amor filial a sus padres. Allí, los jueces y las leyes se basan en el prestigio y la dignidad, se promueven el humanismo y la justicia, y se respeta a los ancianos y veteranos por su conocimiento y sabiduría profundos, que se equiparan a los de las deidades...” La China de la dinastía Tang, el país que añoraba, ocupaba los pensamientos de Xuanzang.

Misión cumplida

En 645, 17 años después de su salida, Xuanzang volvió a China, donde se le cubrió de honores. Había recorrido en total 25.000 km. Cuando llegó a Chang’an, el primer ministro Fang Xuanling le saludó a nombre del emperador Taizong. Registros históricos describen su llegada en los siguientes términos: “Las comunidades religiosa y secular se apresuraron en masa a recibirle. Todos los comercios de la ciudad cerraron para darle la bienvenida”.

El emperador Taizong, nombrado Li Shimin, se reunió con Xuanzang en Luoyang, su capital del este. Ambos conversaron por espacio de más de 10 horas. Xuanzang declinó la invitación de Taizong de servir como funcionario, prefiriendo comenzar la tarea gigantesca de traducir y compilar las escrituras budistas y de escribir sus interpretaciones de las mismas.

Xuanzang trajo consigo 657 sutras de Mahayana y de Hinayana, más de 10 estatuas budistas y 150 granos de las cenizas de Buda, los cuales se conservaron inicialmente en el monasterio de Hongfu. Xuanzang comenzó a trabajar en sus traducciones de las escrituras en el templo, y más adelante se mudó al monasterio de Daci’en (Gran Benevolencia), actual Pagoda de la Oca Mayor en Xi’an. Allí trabajó por 19 años, traduciendo 74 sutras que ascendieron a 13 millones de caracteres. Sus traducciones eran exactas, a la vez que elocuentes y líricas. Muchas de las transcripciones que él acuñó, por ejemplo para la India, siguen siendo usadas hoy. También dio conferencias a los monjes de diversas partes de China y, a petición del emperador Taizong, tradujo el Laozi (obra clásica del camino y la virtud) y otras obras clásicas chinas al sánscrito. El emperador Taizong se sintió tan fascinado con las historias del recorrido de Xuanzang que después de hablar con él, le envió a un monje para que fuera su ayudante en la recopilación de memorias de la peregrinación de Xuanzang. La obra estuvo lista en 646 a.n.e, bajo el nombre de Registros de Xiyu del Gran Imperio Tang. Era un volumen que documentaba la geografía, historia, lengua, cultura, folklore, religión, modo de vida y actividades productivas de los 138 reinos en Xinjiang y Asia Central y Meridional. El mismo incluyó muchos cuentos y leyendas, así como descripciones vívidas de los sitios famosos tales como los Budas de Bamiyan en Afganistán y la Pagoda del Ganso Salvaje y el Monasterio Nalanda en la India. En carta dirigida al emperador Taizong, Xuanzang dijo del libro: “Todo lo que aparece [en el libro] es real.... No me he atrevido a incluir inventos o hiperbolizaciones”. Posteriores documentos históricos y descubrimientos arqueológicos verifican todo lo descrito por Xuanzang.

La obra clásica china Peregrinación al Oeste se basa en el recorrido de Xuanzang hasta la India. Aunque el protagonista de la novela, el sacerdote Sanzang de la dinastía Tang, tiene poco en común con el monje Xuanzang, ambos comparten una característica esencial: la de dirigirse en pos de un objetivo por encima de escollos y sin mirar atrás.

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