¿Cuándo será China sede de un Mundial?

Por Angel La Rosa Milano

Una fiebre alta, pero muy alta comenzó a cundir por el mundo con el inicio del mundial de Alemania 2006. Como ni este país, ni esta revista, ni este humilde servidor, escapamos al frenesí futbolístico global que genera una Copa del Mundo, me gustaría hablar sobre la aspiración de China a organizar un Mundial dentro de 12 ó 16 años.

El 12 de junio pasado, en Beijing, mientras veía junto a mi esposa el partido entre Australia y Japón, ella me preguntó por qué el fútbol es tan popular en el mundo. Sólo atiné a decirle que al margen de otras consideraciones antropológicas de peso, es un deporte que se puede jugar sobre casi cualquier superficie más o menos plana; el único equipo que requiere es un balón de fútbol (o casi cualquier cosa que haga las veces, desde una pelota de cartón o de trapo, hasta una lata de refresco), lo que lo hace sumamente fácil de practicar. Y se asemeja a una batalla campal entre dos ejércitos de gladiadores que se disputan la espada sagrada para conquistar con ella el último bastión enemigo, mediante habilidosos movimientos corporales individuales e intrincadas tácticas grupales de ataque y defensa, lo que lo hace en extremo excitante para el público y los propios jugadores.

En teoría, China no debería tener inconvenientes para que la FIFA le conceda la sede del Mundial en 2018 o 2022. Y, aunque, por lo pronto, sus mayores fortalezas para lograrlo no sean necesariamente futbolísticas, pensamos que de aquí a allá, China tiene tiempo, recursos y, sobre todo, ¡gente!, para adquirir un buen nivel de juego, factor que, si bien no es limitante, es muy importante para garantizar un evento suficientemente atractivo para los cientos de millones de aficionados del balompié alrededor del mundo.

El momento estelar que vive China en materia económica, política y cultural, le permite gozar de la aprobación mundial para organizar importantes eventos de categoría internacional, tanto deportivos como de cualquier índole. Si el gigante asiático mantiene su acelerado desarrollo socio-económico, y lleva a feliz término el proceso de apertura y reforma que lo convierten en el centro actual de la atención mundial, seguirá ganando puntos ante la FIFA y la comunidad internacional para organizar un Mundial en 3 o 4 lustros, más o menos, si así lo desea la Federación Nacional de Fútbol de China. De hecho, que en 2008 China sea sede de un magno evento deportivo como las Olimpiadas, por ejemplo, se debe - amén de sus muchos méritos deportivos - a que China está de moda; a la seducción que, en todo el mundo, produce su vertiginoso desarrollo garantía de una exitosa organización.

Pero, economía mundial y política internacional aparte, la Copa del Mundo se trata de fútbol, y, aunque actualmente el sólo hecho de jugarse en China haría atractivo a un Mundial, sería deseable y saludable para el “Deporte Rey” que el país anfitrión tuviera oficio futbolístico. Ahora bien, ¿es realista pensar que en los próximos 12 o 16 años China elevará su nivel futbolístico significativamente?

Argumentos en contra. Existen regiones del mundo más fuertes que otras, en términos futbolísticos. Por ejemplo, Sudamérica, encabezada por Brasil y Argentina, y Europa Central, encabezada por Alemania e Italia, son las regiones más poderosas del globo. Entre ambas se reparten absolutamente todos los títulos de Copa Mundial disputados a lo largo de la historia. Asia, por su parte, encabezada por Japón y Corea del Sur – co-organizadores del Mundial 2002 - aunque en franca evolución, aún tiene mucho camino que recorrer para ponerse a la par de Sudamérica y Europa. En ese contexto, China no logró clasificarse para la Alemania 2006, lo que habla por sí solo del modesto estado actual del balompié chino.

Uno de los factores que explica la supremacía futbolística de algunos países sobre otros es la tradición. Como sabemos, China y Asia, en general, no poseen tradición futbolística. Y sabemos que la tradición es lo que hace que en las potencias mundiales del fútbol, miles y hasta millones de personas practiquen el Deporte Rey desde una edad muy temprana, y que exista una estructura nacional que permite el desarrollo sostenido de la disciplina. En China, a diferencia de deportes como el ping-pong, el bádminton, los clavados, la gimnasia, la halterofilia, las artes marciales, entre muchos otros de gran raigambre, el fútbol ha experimentado una evolución mucho más lenta.

Argumentos a favor. Aunque la popularización y subsiguiente consolidación del fútbol en un determinado país no se logra artificialmente de la noche a la mañana (el caso de Estados Unidos es un buen ejemplo), en nuestra opinión hay factores que posibilitan la potenciación del fútbol chino en los próximos 15 años. Del mismo modo que la gigantesca población china, de mil trescientos millones de habitantes, es fuente de la inmensa fuerza laboral del gigante asiático (la mayor del mundo) pudiera ser, a mediano plazo, fuente de una enorme fuerza futbolística, también la mayor del mundo.

Además, el balompié apasiona a los chinos cada vez más. La globalización mediática, ha permitido a los aficionados chinos seguir muy de cerca el quehacer futbolístico internacional, y ha esparcido por todo el país la “fiebre” del Deporte Rey, con lo cual ha aumentado aceleradamente el interés por la disciplina y, en consecuencia, el número de aficionados y futbolistas. Esto se aprecia claramente en la creciente cobertura que tiene el fútbol en los medios de comunicación chinos; en el creciente entusiasmo de jóvenes y niños por practicar el deporte universal, y en la muy animada y vibrante atmósfera futbolística que reina en centros de entretenimientos, bares y restaurantes de las grandes metrópolis chinas, con motivo de la Copa del Mundo 2006.

Sin embargo, se necesita más que entusiasmo popular para elevar el nivel futbolístico de un país. El gobierno y el empresariado chinos deben diseñar estrategias conjuntas, a mediano y largo plazos, que contemplen desde la introducción del fútbol como un de los deportes principales en todos los niveles del sistema educativo, hasta la inversión de capital en el desarrollo, expansión, diversificación y promoción de la actual liga china de fútbol, con el fin de popularizar la práctica de la disciplina, y hacerla un espectáculo atractivo y un negocio rentable.

A estas alturas del artículo, algunos de mis estimados lectores todavía se preguntarán, por qué la urgencia de que China u otro país del mundo aprenda a jugar fútbol. El fútbol es el indiscutido deporte universal. Actualmente, nada ni nadie escapa a la influencia globalizadora del Deporte Rey. En los países eminentemente futbolísticos, los bebés, antes de aprender a caminar, aprenden primero a patear los baloncitos de fútbol de juguete que ponen los padres en sus cunas. Hace muchos años, el “Flaco” Menotti, ex jugador y entrenador de la selección argentina, y renombrado comentarista, respondió a la pregunta de cómo describiría al fútbol, “¡el fútbol es la vida!”.

Finalizaré estas líneas deseando estar en el Mundial de 2018 o de 2020 en algún estadio chino, gritando a todo pulmón a favor de China – siempre que el rival no sea sudamericano – “¡Jiayou, Zhongguo dui!” (“¡Arriba China!”).

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