Emisarios del Amor

-Voluntarios chinos en Myanmar

 Por nuestra reportera HOU RUILI

EL 15 de enero de 2006, un grupo de 15 jóvenes voluntarios chinos viajó a Myanmar para trabajar en varios sectores tecnológicos aplicados a la agricultura de ese país, incluido el análisis de la calidad del arroz, así como en la enseñanza de la natación. Luego de seis meses de vida en el hermoso país vecino, les sobran historias que contar.

"Me llaman 'bob' voluntario"
Peng Bin, de 29 años, es graduado de la facultad de electromecánica de la Universidad Politécnica de Guangdong. Antes de viajar a Myanmar, trabajaba como ingeniero en el Centro de Promoción de Maquinaria Agrícola de Guangdong.

Sobre su experiencia birmana dice: "En la lengua de Myanmar, bob significa hermano. Me complace decir que, entre los muchos visitantes de países vecinos que se encuentran en Myanmar, solamente a los chinos los lugareños les dicen bob".
"Trabajo en la Planta Estatal N.° 5 de Maquinaria Agrícola, donde se producen las piezas del tractor manual. Sus niveles de tecnología, eficiencia del trabajo y calidad del producto son similares a los de China a mediados de los años 80. Las condiciones en los talleres no son buenas.

"Todos trabajan en medio de un calor agotador, un ruido atronador, hollín y polvo asfixiantes y el fulgor enceguecedor de la fundición de hierro. Mis colegas de Myanmar siempre procuran asignarme las tareas más fáciles. Muchos de ellos son hábiles, pero carecen de base teórica. Por lo tanto, cuando termino mi faena, me dedico a enseñarles teoría mecánica. No bien llegué al lugar, me puse a ayudar al ingeniero jefe a completar el diseño y la planificación del nuevo taller y terminar el croquis del mismo, entre otros aportes.

Las lesiones laborales en la planta son comunes debido a la carencia de medidas de seguridad y prevención. A los myanmaros, sean hombres o mujeres, les gusta vestir sarong (parecido a la falda) y llevar chancletas incluso en horario laboral. Las mujeres suelen dejarse el pelo largo y suelto hasta la cintura, lo que constituye un peligro latente. Siempre les aconsejo en ese sentido. En realidad, el mayor obstáculo para la cooperación es el idioma. Nadie en la planta sabe chino, y con excepción del director pocos saben articular más allá de algunas palabras o frases básicas en inglés. Un jefe del taller me saludó durante varios días con la pregunta de: "How old are you? (¿Cuántos años tienes?)" Sintiéndome confundido le pregunté por qué me preguntaba. Los dos reímos de buena gana cuando me explicó que su pregunta era "How are you?" (¿Cómo estás?).

Acostumbro a llevar un diccionario conmigo y hablo con mis colegas mezclando inglés, myanmaro, chino y las siempre socorridas señas. Cuando más informaciones intercambiamos, más cercano nos sentimos. Es una sensación maravillosa y estimulante entenderse mutuamente entre gente de diferentes culturas.
Con la ayuda de mis colegas he progresado en la práctica del chinlone -fútbol de Myanmar. Otras veces, sobre todo en fin de semana, nos reunimos para compartir bebidas y bocadillos que les preparo. Muchos se sienten atraídos por mi computadora portátil -algo inusual para ellos-, en la cual les muestro fotos de paisajes naturales y urbanos de China, y les cuento sobre los cambios que están sucediendo en mi patria. Mis amigos responden con admiración y me hacen preguntas. Cuando les enseño fotos de mi hogar, esposa e hijo, comparten mi alegría. Su presencia es una bendición para mí. Con ellos ahuyento un tanto la nostalgia.

"Mi padre es un myanmaro"

Gao Fengling, de 40 años, se graduó de la Facultad de Química Agrícola de la Universidad Agrícola de Huazhong en 1988. Es agrónoma de alta categoría y trabaja en el centro de suelos y fertilizantes de la provincia de Guangdong. En la actualidad hace la maestría en el Instituto de Ciencias Alimenticias e Ingeniería Nutritiva de la Universidad de Agronomía de China.

Sobre este viaje, declara: Vivo en la casa de huéspedes N.° 9 del Departamento de Investigación Agrícola de Myanmar, donde se alojó el afamado científico chino Yuan Longping, conocido como "padre del arroz híbrido", durante su visita a esta entidad. Hace mucho calor aquí. No ha caído ni una gota de lluvia en meses desde mi llegada, y la temperatura no baja nunca de los 40 °C. Pero no me arrepiento de haber venido a Myanmar. Hay múltiples maneras de compensar las dificultades y sufrimientos.

Las telecomunicaciones en Myanmar están aún en estado embrionario. Cada sección del Departamento tiene una sola línea telefónica, desde la cual no se pueden hacer llamadas internacionales. Para colmo de males se me ha averiado el teléfono celular que traje de China. Por mucho tiempo me sentí frustrada por no saber de mi hijo, mi marido y mis padres.

El viejo portero de mi bloque es muy amistoso conmigo. Hasta me ha puesto un nombre myanmaro, AA, que también lleva una de sus hijas. AA significa paz. Dice que a todos los voluntarios chinos nos considera sus propios hijos, y a menudo me da huevos y me invita a su hogar. Cuando le envié el vídeo que hice con las fotos que tomé para sus familiares, estaba muy feliz y asombrado de verse por primera vez en TV. Muchos de ellos, de bajos ingresos, nunca se han visto retratados. Me sentí feliz de darles esa alegría.

El Departamento me ha otorgado el privilegio de tener una bicicleta para desplazarme a los campos. Éste no es favor pequeño, pues una bicicleta cuesta el equivalente al sueldo de seis meses de un empleado de Myanmar. Veo a mis colegas de Myanmar como hermanas y hermanos, y regalo sobres con dinero (hongbao en la tradición china) a los miembros jóvenes en días feriados; también regalo medicinas que traje de China a los que las necesitan. Los enseño chino y he aprendido algunas palabras en myanmaro. A veces canto Karaoke en las casas de mis amigos que tienen TV. Disfruto cada minuto aquí y me siento parte integral de la comunidad donde vivo y trabajo.

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